La piedra de toque del funcionamiento del capitalismo contemporáneo es la existencia de un mercado mundial integrado en el que los grandes monopolios, que poseen capitales mayores al de muchos Estados nacionales soberanos, compiten por su control.La piedra de toque del funcionamiento del capitalismo contemporáneo es la existencia de un mercado mundial integrado en el que los grandes monopolios, que poseen capitales mayores al de muchos Estados nacionales soberanos, compiten por su control. El estancamiento de la economía mundial, que ya hemos descrito en los anteriores artículos de esta serie, esta provocando rápidos movimientos en busca de mayor rentabilidad del capital en varias direcciones: nuevas ramas de la producción que aseguren altos beneficios, nuevos mercados territoriales donde colocar mercancía, una mayor explotación de los mercados preexistentes y, como hilo conductor de todas las estrategias, el abaratamiento de los costes laborales.

Es en este contexto donde hay que situar las llamadas deslocalizaciones, un fenómeno tan viejo como la propia existencia del capitalismo, y que representa nada más que el afán del capital, que no tiene patria, por obtener beneficios a costa de reducir salarios y costes laborales. Paradógicamente, este fenómeno provoca la destrucción masiva de empleo y en consecuencia reducción del mercado interno y destrucción de fuerzas productivas. No es un síntoma de la fortaleza del sistema sino, por el contrario, un rasgo evidente de su decadencia senil. Esto explica —tal como ha señalado el último informe de la OIT (Organización Internacional del Trabajo)— que “pese a la recuperación, la tasa de desempleo mundial está aumentando y en el mundo hay ya mil millones de parados”.

China, en el ojo

del huracán

Según datos de la ONU, más de la mitad del comercio mundial proviene de empresas multinacionales y más de un tercio del comercio mundial se compone de transferencias de bienes entre distintas ramas de la misma multinacional. Dos tercios de las transacciones internacionales en bienes y servicios combinados dependen de las operaciones de empresas multinacionales.

Las contradicciones que genera esta realidad son evidentes. Mientras los economistas claman contra el déficit gemelo y la caída de inversión de capital en EEUU, los capitalistas estadounidenses se afanan en hacer patria en ...China. El gigante asiático absorbió unos 53.000 millones de dólares de inversiones extranjeras directas en los últimos dos años, más del 50% provenientes de los propios EEUU. De esta manera han alimentando la demanda de las materias primas (acero, petróleo...) que han visto incrementarse espectacularmente sus precios, al tiempo que han desarrollado una potente industria manufacturera que esta copando los mercados occidentales.

China podría convertirse este mismo año en el tercer productor mundial de automóviles, por delante de Alemania, aunque de momento fabrica para el mercado local. La ironía de la situación es que la búsqueda de mayor rentabilidad al capital occidental en tierras chinas esta provocando el surgimiento de un competidor que dificulta la recuperación de las empresas norteamericanas. Pero, que le importa al capital de EEUU que se destruyan plantas de producción en su país (tan sólo en dos años se han suprimido tres millones de empleos del sector industrial en los EEUU), si al fin y al cabo la cuenta de resultados engorda. ¿Acaso no ha sido este siempre el funcionamiento del sistema? Pongamos un ejemplo: la empresa Logitech International cuya casa matriz esta situada en California estableció una fábrica en Suzhou (China) y exporta anualmente 20 millones de ratones de ordenadores. El ratón marca Wanda es el producto estrella de Logitech que se vende por 40 dólares en EEUU. De esta cifra, 8 dólares son para Logitech, 15 para los mayoristas y los minoristas, otros 15 para proveedores de Logitech como Motorola Inc y Agilent Technologies Inc, y lo que queda para China es tan sólo de 3 dólares que debe emplearse en pagar salarios, consumo de energía, transporte y otros gastos de administración.

Frente a esta situación, los dirigentes sindicales norteamericanos de la AFL-CIO se han convertido en los campeones del... patriotismo y de la bandera de las barras y estrellas, clamando contra China y contra sus industrias (que en su mayoría cuentan con capital de EEUU), al tiempo que exigen sanciones a los productos chinos y la imposición de aranceles para limitar la importación de mercancías chinas. ¡Increíble! En lugar de exigir derechos laborales y salarios dignos para sus hermanos de clase en China, que son explotados sin piedad por el capital norteamericano con la complicidad de la burocracia estalinista china, en lugar de denunciar el papel parasitario y explotador de los capitalistas norteamericanos que han cerrado industrias como cajas de cerillas, en lugar de levantar un plan de lucha contra los despidos, los recortes en los gastos sociales y por la nacionalización de los sectores en crisis, la burocracia sindical de EEUU reclama medidas proteccionistas para salvar el capitalismo y las ganancias de los empresarios norteamericanos. La cosa tiene su miga, pero no es diferente al comportamiento que han manifestado los dirigentes sindicales europeos, incluidos los del Estado español.

El problema sin embargo no es sólo China. Los capitales occidentales se mueven furiosamente hacia aquellos mercados que les proporcionan ventajas en bajos costes salariales. Uno de estos países es India que sólo en el 2003 ha exportado 10.000 millones de dólares en servicios de alta tecnología. Y para este año prevé superar los 15.000 millones. Este fenómeno acarrea además otras consecuencias y es la dramática competencia entre los países más débiles. México, por citar un ejemplo, cuya industria esta volcada a la exportación en el mercado norteamericano ha visto como en los dos últimos años ha perdido más de 200.000 empleos por los efectos de la competencia china en EEUU.

El mito de la I+D

El argumento preferido de los dirigentes sindicales reformistas a la hora de combatir las deslocalizaciones es que las empresas tienen que hacer un esfuerzo en invertir en I+D. Se lo hemos oído decir hasta la saciedad a Fidalgo (CCOO) a Méndez (UGT) y a sus homólogos en IG Metall, la CGIL, etc. Esta forma de presentar las cosas no se sostiene por ningún lado y sería una buena prueba de ingenuidad si no fuera porque los dirigentes sindicales saben perfectamente que esta alternativa no esconde más que humo.

En primer lugar, las empresas que “deslocalizan” producción en Europa o EEUU suelen ser multinacionales punteras en tecnología que disponen de innovaciones en I+D de vanguardia. Esto no es casual. En un mercado competitivo, los grandes desembolsos en capital fijo de las multinacionales, que provocan un considerable incremento de la composición orgánica del capital, tienen el efecto de disminuir la tasa de ganancia. Esta tendencia que se ha generalizado desde el 2000 (obsérvese lo ocurrido en los sectores de la tecnología de la información y telecomunicaciones por poner un ejemplo), sólo se puede compensar abaratando el capital variable, es decir, reduciendo salarios e incrementando la jornada laboral.

Munich, que es una de las zonas más afectadas por la destrucción de empleo con dirección al este de Europa, es la primera región germana en inversiones de I+D en sectores como biotecnología y tecnologías de la información. La segunda zona afectada en deslocalizaciones es Stuttgart, región puntera en esfuerzo en I+D, especialmente en lo referido a los avances tecnológicos de su ingeniería mecánica y automoción. Hace escasos días que IG Metall ha denunciado que Siemens baraja trasladar 10.000 empleos hacia el este, en concreto Hungría y República Checa. ¿Acaso las plantas de Siemens en Alemania no son tecnológicamente avanzadas? Eso lo sabe hasta un chiquillo de seis años, pero ahí no radica la cuestión. El traslado de estos puestos de trabajo se realiza porque la rentabilidad en Europa del Este o Asia es mucho mayor debido a los bajos salarios y a la falta de derechos laborales. En palabras de un gran patriota como Ludwig Georg, presidente de la Cámara de Industria y Comercio: “Yo recomiendo a las empresas dejar de esperar que la política económica mejore, actuar por iniciativa propia y aprovechar las oportunidades que por, ejemplo, brinda la ampliación al Este”. ¡Esto es hablar claro!

También en Francia los ejemplos de deslocalizaciones son abundantes: el más reciente lo ha protagonizado la fundición Metaleurop, del grupo suizo Glencore, que hace un año se deshizo de su filial en la localidad de Noyelles-Godault (Calais) y dejó en la calle a 830 empleados. A este hay que añadir el protagonizado por el grupo coreano Daewoo-Orion, que en la misma época liquidó sus tres centros en Francia, esta vez en la región de Metz (Lorena). Según la Misión Interministerial sobre las Mutaciones Económicas (Mime), las deslocalizaciones representarían globalmente el 10% de la inversión directa en el exterior, que supone una suma de 305 millones de euros sólo entre 1998 y 2002. En los últimos dos años la tendencia se ha agravado. Los principales sectores afectados son el textil, metalurgia, electrodomésticos, automóvil y el de la electrónica, sin olvidar las actividades del sector terciario como la informática y los servicios de telefonía. China, India, Turquía, los países del Magreb y de Europa del este son los principales beneficiarios del trasvase de producción a terceros países.

Según datos del Ministerio de Trabajo francés, sólo en el tercer trimestre de 2003 desaparecieron 33.000 empleos industriales (-0,8%), que no se compensaron con la creación de 10.000 puestos de trabajo en el sector servicios, convertido en los últimos años en la locomotora de la renqueante economía francesa. El número de quiebras aumentó un espectacular 7% en 2003.

Estos ejemplos ilustran que cuando los dirigentes sindicales utilizan la verborrea de la I+D, no hacen más que mentir demagógicamente y ocultar que no tienen nada que ofrecer para evitar la destrucción de empleo, salvo negociar los expedientes y al final aceptar los cierres de empresas.

Responder con

una política de clase

y socialista a las deslocalizaciones

La lista de empresas que han destruido empleo, han cerrado factorías o promueven nuevos expedientes de despidos es inagotable, en el Estado español y en todo el mundo. Muchas de estas empresas han obtenido grandes beneficios y lo único que pretenden es abaratar costes, en muchos casos “externalizando” el servicio, es decir, sustituyendo empleo estable y digno por precarios con condiciones salariales miserables. Este último es el caso de Telefónica, Renfe o Iberdrola en nuestro país.

En el caso del Estado español, la llamada deslocalización ha provocado la destrucción de miles de puestos de trabajo directos en los últimos años, a los que hay que añadir aquellos otros empleos destruidos por otro tipo de razones. En todos estos conflictos la receta de los dirigentes de CCOO y UGT ha sido la misma: negociar el expediente, proponer ofertas de viabilidad que incluyen reducciones salariales y aumento de la jornada, pérdida de derechos (antigüedad, pluses varios...) y, en el mejor de los casos, aceptar los cierres tras alcanzar acuerdos en el incremento de las indemnizaciones.

Desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera existe otra alternativa a la que ofrecen los dirigentes sindicales reformistas. En primer lugar comprender que los beneficios empresariales son parte del salario no pagado a los trabajadores, que son los que realmente crean la riqueza. En segundo lugar comprender que el puesto de trabajo es un patrimonio común de la clase obrera y que no podemos aceptar la destrucción de uno solo de ellos, cuando además se hace para mantener o aumentar la cartera de beneficios.

La lucha por mantener los empleos es posible a condición de que se organice seriamente, rechazando los expedientes de regulación y de destrucción de empleo, basándonos en la fuerza y en la unidad de las plantillas; practicando la democracia sindical a través de las asambleas de trabajadores que tienen que discutir y decidir los planes de lucha, y eligiendo Comités de Huelga democráticos; extendiendo la lucha a otros sectores afectados y unificando los conflictos, ganando la solidaridad de la población a través de manifestaciones y huelgas generales locales y provinciales; proponiendo alternativas realmente viables, como la nacionalización de todas las empresas en crisis bajo control obrero y poniendo todos los recursos que se destinan a subvenciones empresariales y rebajas fiscales a disposición de los comités de empresa y la Administración pública para impulsar la producción de estas empresas afectadas.

Un programa de lucha que tienda a unificar a la clase, que se base en su disposición a la movilización tantas veces demostrada (huelga general del 20-J, Sintel, Samsung, Altadis, Astilleros, Puertollano...), tiene también que vincular la defensa del empleo con la lucha contra el capitalismo y por la transformación socialista de la sociedad. El fenómeno de la deslocalización y el cierre de fábricas sólo acabará cuando las palancas fundamentales de la economía sean expropiadas a los grandes bancos y multinacionales y puestas a disposición de un plan socialista de producción, que permitiría alcanzar el pleno empleo, rebajar la jornada laboral sustancialmente y resolver las demandas sociales de vivienda, sanidad y educación dignas para todos. Las condiciones materiales para lograrlo están dadas pero nunca serán realidad mientras exista el llamado sistema de “libre mercado”.


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