La fuga de Kandahar demuestra que la ocupación de la OTAN azuza las llamas de la insurgencia

Durante años, los gobiernos de la OTAN, la prensa capitalista y un ejército de "expertos" han estado repitiendo, una y otra vez, el siguiente coro: "Afganistán está mejorando". Durante bastante tiempo, ha sido lo único que se ha dicho de Afganistán. De los principales medios de comunicación, casi es imposible tener una idea clara de la situación en ese país, han intentado siempre mantener oculta la información y la han relegado a las últimas páginas. Pero, como ocurre a veces, los acontecimientos han obligado a sacar la verdad a la superficie.

La fuga de Kandahar demuestra que la ocupación de la OTAN azuza las llamas de la insurgencia

Durante años, los gobiernos de la OTAN, la prensa capitalista y un ejército de "expertos" han estado repitiendo, una y otra vez, el siguiente coro: "Afganistán está mejorando". Durante bastante tiempo, ha sido lo único que se ha dicho de Afganistán. De los principales medios de comunicación, casi es imposible tener una idea clara de la situación en ese país, han intentado siempre mantener oculta la información y la han relegado a las últimas páginas. Pero, como ocurre a veces, los acontecimientos han obligado a sacar la verdad a la superficie.

El 13 de junio se produjo una de las incursiones guerrilleras más grandes de la guerra, los talibanes lanzaron un ataque a gran escala sobre la prisión de Kandahar. Casi 1.200 prisioneros, incluidos 400 insurgentes talibanes, fueron liberados. En los días posteriores, las fuerzas talibán ocuparon 7 ciudades y pueblos de la región de Arghandab en la provincia de Kandahar. Fue una importante victoria de los talibanes, en muchas ocasiones declarados muertos o casi desaparecidos por los portavoces de la coalición y los medios de comunicación "independientes".

La ofensiva pilló por sorpresa al gobierno de Karzai y a la OTAN, obligándoles a un ataque apresurado. Finalmente recuperaron el territorio y los medios de comunicación se dieron prisa en calificar el incidente como una victoria, una pretensión que no ha tenido demasiado eco en los oídos de la mayoría de las personas.

El objetivo de los talibán no es obligar a la OTAN a luchar, que sería un desastre, porque los talibanes carecen de tanques, aviones, misiles y otro armamento avanzado del que dispone abundantemente la OTAN. Como fueron la CIA  y el Departamento de Estado norteamericano los que les entrenaron en estas tácticas durante la guerra de los muyaidines en los años ochenta, la OTAN es consciente de este hecho. El objetivo del ejército guerrillero es  debilitar la credibilidad del gobierno Karzai y de la OTAN, de esta manera erosionar también su apoyo entre el pueblo afgano, un objetivo que, a pesar de las constantes pretensiones de victoria de Occidente, están consiguiendo los talibanes.

Esta última batalla es simplemente una prueba de una verdad ya establecida: la guerra en Afganistán está perdida. Los datos sobre la situación de este país hablan por sí solos: 200.000 desplazados internamente; más de 2 millones exiliados en Irán y Pakistán; proliferación masiva del comercio de opio; corrupción y deserción entre la fuerza policial, el ejército y el gobierno; y, lo más importante de todo, la capacidad de la resistencia. Es asombroso que las noticias de la guerra sólo ocupen los titulares de la prensa cuando es asesinado un soldado occidental, la realidad es que la burguesía tiene miedo de decir cuál es la verdadera situación. En los medios de comunicación se suprime el debate sobre la guerra y el gobierno utiliza el patrioterismo del "apoyo a las tropas".

Sin embargo, esta línea de argumentación, utilizada con frecuencia por Bush, Brown, el primer ministro canadiense Harper, ahora está demostrando su absoluta falsedad. Recientemente, un capellán militar, Jean Johns, habló de la historia de un soldado canadiense al que había aconsejado y que sufría desorden de estrés postraumático (PTSD). El soldado desarrolló este desorden cuando presenció a un soldado del ejército afgano violando a un niño pequeño, pero había recibido la orden de no intervenir. Más tarde se reveló que este tipo de incidentes ocurren regularmente en Afganistán, cada vez son más los soldados que sufren episodios de PTSD.

El "apoyo a las tropas" del gobierno es sólo retórica y se puede ver en estos incidentes que sólo es hipocresía. A través del mandato político de los gobiernos de la OTAN, a los soldados se les está exponiendo a unas condiciones muy peligrosas. Esta situación tiene efectos duraderos en las vidas de los soldados mucho después de su regreso a casa. ¿Qué tipo de gobierno define como "apoyo" el envío de hombres y mujeres de la clase obrera a una guerra impopular y perdida, exponiéndoles innecesariamente a un daño psicológico extremo? ¿Con qué objetivo se sacrifican a estos jóvenes soldados?

Recientemente, CTV News publicó una historia sobre el Oleoducto Transafgano, que comenzará a funcionar en la provincia de Kandahar, controlada por Canadá, en el futuro próximo. El artículo hablaba de la necesidad urgente de asignar tropas para proteger esta importante aventura empresarial. Hace años ya explicamos que el verdadero motivo que estaba detrás de la guerra afgana era la constante sed de beneficios y poder que tiene la clase capitalista occidental. El imperialismo es la verdadera causa por la que se sacrifican a los soldados occidentales y a los civiles afganos. El oleoducto afgano, que significa llevar petróleo desde el Mar Caspio a través de Pakistán hasta el Mar de Arabia, se presenta como una posible alternativa rápida y así evitar que el oleoducto iraní cumpla este objetivo. Sería un golpe importante para Occidente que Irán consiguiera acceder y controlar el petróleo del Caspio, lo que daría a la clase dominante de Irán, China y Rusia una ventaja económica y política seria en la región. La importante localización estratégica de Afganistán es vital para el imperialismo occidental. El artículo de CTV es adecuado para esta peculiar lucha entre las potencias imperialistas: El gran juego, nombre prestado de la serie de guerras económicas por el control de Afganistán protagonizadas por Gran Bretaña y Rusia a finales del siglo XIX. Parece que desde entonces poco ha cambiado, la clase obrera internacional aún es utilizada como peón en el tablero de ajedrez para satisfacer la avaricia de una u otra camarilla imperialista.

Esta guerra es imperialista. Es una guerra por los beneficios de los empresarios y por el poder político, y la necesidad de protegerlos. La fuerza cada vez mayor de los talibanes no es un misterio. Es un reflejo de la situación política del país. La creciente frustración del pueblo afgano con el gobierno Karzai y con occidente tiene su reflejo en el incesante aumento de las filas talibanes. La ocupación de la OTAN actúa como el mejor sargento recluta de la insurgencia. El filósofo militar, Carl Von Clausewitz, dijo que la guerra es la extensión de la política por otros medios. No puede ser de otra manera. La política económica del capitalismo, con toda la explotación, violencia e inestabilidad inherentes, es impuesta en Afganistán a punta de bayoneta. No hay solución a los problemas del pueblo afgano sobre esta base, la ocupación militar sólo está exacerbando los problemas. Debemos exigir el regreso de las tropas y que sea el pueblo afgano el que se libere de la opresión imperialista. Estas guerras son el producto del capitalismo y, en última instancia, la única manera de liberarnos de la guerra es librándonos del capitalismo.


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