Hong Kong es uno de los principales centros financieros del mundo, el sexto mercado global de divisas y su bolsa es la segunda más importante de Asia. Con una superficie de 1.100 kilómetros cuadrados y 7,2 millones de habitantes, hasta el 1 de octubre de 1997 fue colonia británica, año en que pasó a formar parte de China convirtiéndose en una Región Administrativa Especial del gigante asiático. Es el lugar preferido por las empresas chinas para lanzar sus primeras ofertas públicas de acciones, sólo en 2012 estas operaciones alcanzaron un valor de 43.000 millones de dólares. Además es el principal punto de tránsito de la inversión externa e interna de China, el año pasado dos tercios de la inversión extranjera que llegó a China pasó por Hong Kong. De ahí la importancia que tiene para el gobierno chino mantener el control político y económico del territorio.

Riqueza y desigualdad

La imagen popular de Hong Kong con sus rascacielos y como una tierra de oportunidades está muy alejada de la realidad. La sociedad hongkonesa es una de las más desi-guales del continente asiático. El crecimiento económico sólo ha beneficiado a una ínfima minoría, mientras en la última década la renta del 10% más rico de la población aumentaba un 12%, los ingresos del 10% más pobre caían un 16%. Una de cada tres personas vive bajo el umbral de pobreza, tiene la tasa de pobreza de ancianos más grande del mundo y una cuarta parte de los niños no puede hacer las tres comidas diarias necesarias para la subsistencia más básica. La polarización social es tan extrema que, como advertía el periódico China Daily, existe el “riesgo de un estallido social”.

La administración regional hongkonesa, consciente de este malestar, en los últimos meses aprobó algunas medidas económicas que pretendían apaciguar la situación social. Por ejemplo, la restitución de las ayudas a la vivienda, eliminadas en 2004, ya que la mayoría de la población no puede hacer frente a los desorbitados alquileres, los más elevados del mundo. Cien mil personas son conocidas popularmente como “hombres jaula” porque viven en jaulas de alambre, apiñadas una encima de otra, de apenas 1,5 metros cuadros. En total, un millón de personas vive en condiciones infrahumanas, en habitáculos que no superan los tres metros cuadrados y por los que pagan cien dólares mensuales o más. Otra de las medidas fue la subida de un 7,1% del salario mínimo, a 3,8 dólares la hora, pero esta subida sólo ha beneficiado al 10% de los trabajadores. Esta situación es favorecida por la casi inexistencia de leyes que garanticen y protejan los derechos de los trabajadores, convirtiéndoles en una fuente de mano de obra extremadamente barata que sirve para acrecentar los ya ingentes beneficios de los capitalistas hongkoneses y chinos.
Pugna por el control político

Bajo el dominio colonial británico, Hong Kong estaba dirigido por un gobernador británico impuesto por la metrópoli, la población nunca tuvo el derecho de celebrar elecciones para decidir quién gobernaría el país. El acuerdo de cesión del territorio a China contemplaba la celebración de elecciones en 2007, mediante el sistema de sufragio universal la población hongkonesa podría elegir tanto al Ejecutivo Jefe (gobernador) como a los miembros del Consejo Legislativo (LegCo). Las elecciones se retrasaron y el gobierno chino decidió atrasarlas hasta 2017.

Al descontento por el atraso electoral que ha provocado protestas durante el último año, hay que añadir la decisión tomada por el gobierno chino el 31 de agosto de negar el sufragio universal y la limitación del número de candidatos a dos o tres que previamente deberán pasar el filtro del comité electoral, formado por 1.200 hongkoneses, la mayoría afines al gobierno chino. La organización Ocupa el Centro y el principal grupo de la oposición, el Partido Demócrata, lanzaron en agosto una campaña de desobediencia civil. Ocupa el Centro se creó el año pasado y lo forman principalmente intelectuales, profesionales, empresarios y otros sectores de clase media. Aunque el Partido Demócrata se defina de centroizquierda, su modelo económico es el capitalista. Desde el principio estuvo de acuerdo en la integración territorial en China, aunque basada en el modelo de “un país, dos sistemas”. Creen que el actual modelo económico capitalista es el correcto, tanto en Hong Kong como en China, pero reivindican, bajo el paraguas de más libertades democráticas, más poder para los capitalistas hongkoneses y así poder defender mejor sus intereses económicos y políticos.

Miles de estudiantes toman las calles

Las protestas no adquirieron carácter de masas hasta que la Federación de Estudiantes de Hong Kong y otras organizaciones estudiantiles convocaron huelgas y protestas, que sacaron a las calles a miles de estudiantes universitarios y de secundaria. Aunque las reivindicaciones siguieron limitadas al tema electoral está claro en la incorporación de los estudiantes subyacía el anhelo de la juventud de cambiar unas condiciones sociales que les obliga, después de acabar sus estudio, a convertirse en mano de obra sobreexplotada en el sector servicios o en la manufactura.

Ocupa el Centro y los Demócratas han puesto toda la carne en el asador para mantener el movimiento estudiantil bajo control. Aunque pugnen con el gobierno chino por el control político y económico de Hong Kong, ambos sectores coinciden en su preocupación de que las protestas desencadenen un movimiento de masas en el que participe activamente la clase obrera y no sólo desestabilice Hong Kong, sino que se extienda a China, cuya situación social ha creado un auténtico polvorín en el que sólo falta que se encienda la mecha que lo haga explotar.

Y no van desencaminados si tenemos en cuenta la situación social y las condiciones de miseria en las que vive la mayoría de la población hongkonesa. El New York Times publicaba un artículo el 30 de septiembre en el que decía que “el sector más desafectado y potencialmente más volátil de la sociedad hongkonesa no son los estudiantes, sino los sectores más veteranos de mediana edad e incluso de más edad (…) que han luchado para encontrar un empleo en un sector manufacturero local marchito, que ven cómo bancos y otras industrias de servicios contratan chinos en lugar de graduados locales (…) Existe un gran número de personas alienadas, que no son estudiantes, que no están afiliados a ningún partido político y que están furiosas”. El artículo explica, además, cómo estos sectores no prestan atención a Ocupa el Centro o los Demócratas.

Con la excusa de la negociación que se ha abierto con las autoridades el Partido Demócrata ha desconvocado las protestas que, desde los primeros días de octubre, ha decaído bastante. En todo caso, la situación de malestar sigue presente y en la próxima oleada de protesta los estudiantes y otros sectores sociales explotados podrían volver a la calle haciendo explícitas sus reivindicaciones sociales y convirtiéndose en un punto de referencia para la poderosa clase obrera china.


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