El 7 de febrero el parlamento francés, dominado por la derecha, puso final a una de las últimas conquistas históricas de la clase obrera francesa: la jornada laboral de 35 horas. Esta contrarreforma ha estado precedida de la mayor oleada de movilizac El 7 de febrero el parlamento francés, dominado por la derecha, puso final a una de las últimas conquistas históricas de la clase obrera francesa: la jornada laboral de 35 horas. Esta contrarreforma ha estado precedida de la mayor oleada de movilizaciones desde la primavera de 2003, cuando cientos de miles de trabajadores y jóvenes tomaron las calles de Francia para protestar contra el ataque a las pensiones y el sistema educativo.

En esta ocasión, no sólo se trataba de preservar las 35 horas semanales, sino también hacer frente a los ataques de la derecha: restricción del libre acceso a la sanidad, subida de las tasas que pagan los trabajadores por las operaciones quirúrgicas, negativa a subir el salario de los funcionarios (en los últimos cuatro años el poder adquisitivo de los trabajadores franceses ha caído un 5%), prolongación de las horas extras legales de 180 a 220 horas anules, privatizaciones... en definitiva, un intento de desmantelar el estado del bienestar con la excusa de reducir el déficit y hacer más competitiva la economía. Al mismo tiempo que el gobierno quiere imponer recortes a los trabajadores anuncia una gran reducción de impuestos para los más ricos.

El mes de enero acabó con toda una serie de huelgas generales en distintos sectores públicos. El 20 de enero fueron a la huelga los profesores para protestar contra los recortes de plantilla y los ataques a la educación pública. Finalmente también se unieron los profesores de la educación privada que afrontan problemas similares.

El día 18 los trabajadores de correos iniciaron tres días de protesta y huelga general contra el anuncia del gobierno de introducir la competencia en el sistema postal, es decir, privatización. Eso supondría el cierre de entre 10.000 y 17.000 pequeñas oficinas de correos con los consiguientes miles de despidos.

El día 19 fueron los trabajadores del sector eléctrico y el gas, aquí también se han anunciado miles de despidos, además el gobierno acaba de anunciar sus intenciones de acelerar la privatización de las dos empresas públicas del sector (Gaz de France y Electricité de France). Según los sindicatos, la privatización de estos dos sectores supondría perder entre 12.000 y 15.000 puestos de trabajo en los próximos dos años.

Los trabajadores de ferrocarriles también participaron en una huelga general, aquí la implantación de los recortes supondría el despido de 3.590 trabajadores. También ha habido protestas y huelgas de los trabajadores de sanidad (cirujanos, psiquiatras, trabajadores de urgencia en los hospitales...) y funcionarios de justicia. El gobierno tiene la intención de despedir entre este año y el próximo entre 12.000 y 21.000 trabajadores del sector público, ya el año pasado había eliminado 4.750.

Es necesario una huelga general

Las direcciones de los dos principales sindicatos (CGT y FO) en lugar de unificar las luchas y convocar una huelga general en la que participasen tanto los trabajadores del sector privado como del público, siguieron la táctica de convocar por separado distintas movilizaciones y huelgas, sin un programa claro y unificado de lucha, sin consignas y reivindicaciones claras. Finalmente el 5 de febrero convocaron manifestaciones en todo el país en las que participaron cientos de miles de trabajadores.

Lamentablemente las direcciones sindicales, una vez más, no han estado a la altura de las circunstancias. En lugar de lamentarse porque el gobierno “no les hace caso”, deberían haber convocado una huelga general en todo el país, las encuestas decían que más del 60% de la población apoyaba las huelgas y el 77% estaba en contra de eliminar las 35 horas, esto demuestra que sí había condiciones para la convocatoria de una huelga general. Su táctica ha sido la de dividir la lucha, eso ha permitido al gobierno cumplir su amenaza de eliminar las 35 horas y le ha dado alas para continuar con sus ataques contra los trabajadores franceses.


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