Los resultados de las elecciones municipales celebradas a principios del pasado octubre han reflejado la actitud más que crítica y vigilante que sectores importantes de la clase obrera y la juventud portuguesa tienen ante la política que desarrolla JLos resultados de las elecciones municipales celebradas a principios del pasado octubre han reflejado la actitud más que crítica y vigilante que sectores importantes de la clase obrera y la juventud portuguesa tienen ante la política que desarrolla José Sócrates al frente del gobierno del Partido Socialista. Si sumamos estos resultados al no francés a la Constitución Europea, a pesar del apoyo de la mayoría de la dirección del PSF, o a las recientes elecciones alemanas de septiembre, se refuerza la conclusión de que asistimos a una nueva etapa salpicada de dificultades y crisis para la socialdemocracia. En la época del reformismo de las contrarreformas sociales, quienes defienden el capitalismo desde las siglas tradicionales del movimiento obrero ya no cuentan con una margen de confianza y maniobra tan amplio entre su base como en períodos anteriores.

La derecha no ha

aumentado significativamente su apoyo social

Aunque alcaldías claves como las de Lisboa, Oporto y Sintra siguen en manos de la derecha esta situación convive con un avance en el número de votos obtenidos por la izquierda. En relación a las elecciones municipales de 2001 la izquierda —Partido Socialista, el Partido Comunista y el Bloco de Esquerda (BE)— gana 269.000 votos y 3,9 puntos porcentuales (del 45’9% al 49,8% de los votantes). Los resultados globales de los partidos de la derecha y sus múltiples coaliciones (Partido Socialdemócrata, PPD o CDS-PP) arrojan un incremento que no llega a un punto porcentual —pasan de un 42,5% al 43% de los votantes—.

Si con respecto a las anteriores municipales de 2001 podemos hablar de un mantenimiento de los resultados, el cambio se produce cuando las comparaciones las establecemos con la victoria histórica obtenida por la izquierda en las recientes generales celebradas en febrero. Entonces, la derecha pasó de tener 116 escaños en el parlamento a 84, mientras que la izquierda subió de 110 a 142 escaños.

Leyendo las crónicas de la prensa burguesa, difícilmente encontraremos una explicación en profundidad de qué está pasando, a no ser un intento de minimizar la profundidad del giro a la izquierda en la sociedad portuguesa que se produjo hace tan sólo seis meses, apoyándose en que esa misma izquierda ha sido incapaz de hacerse fuerte en los principales núcleos urbanos del país. Nuestro punto de vista es diferente. Consideramos que precisamente estos resultados electorales lo que ponen sobre la mesa no es un giro a la derecha, sino una crítica por la izquierda ante la política de derechas de la dirección del Partido Socialista portugués por sectores de su base electoral.

El PC y BE, alternativas

a la izquierda del PS, avanzan

Los datos son claros: la derecha prácticamente se mantiene sin experimentar importantes avances; la izquierda, que lleva las riendas en el gobierno con una política insatisfactoria para las familias trabajadoras, también se mantiene, obteniendo casi 139.000 votos más que en 2001. Mientras, el Partido Comunista y el Bloco de Esquerda, sí consiguen un paso adelante. El PC, aunque no experimenta un aumento espectacular de votos, 557.481 en las elecciones de 2001 frente a 590.596 en 2005, un nada desdeñable 10,96%, arrebata al PS seis alcaldías: Peniche, Marina Grande, Vidigueira, Alcochete, Barreiro o Sesimbra. El Bloco, por su parte, ha más que duplicado sus resultados, pasando de 61.789 votos en 2001 a 159.244 en 2005.

La clase obrera portuguesa dio la mayoría absoluta al PS para que se solucionaran sus problemas más acuciantes: 7,1% de paro, recesión económica, 20% de la población en situación de precariedad económica, 356 euros mensuales de salario mínimo —uno de los más bajos de Europa—, etc. Desde el gobierno se les ha respondido con un plan de saneamiento de las cuentas del Estado basado en recortes sociales. La actitud del movimiento obrero ha sido clara desde el primer momento, antes de cumplirse los primeros cuarenta días de gobierno empezaron las manifestaciones y huelgas contra los ataques.

La difícil situación que atraviesa el capitalismo portugués, hace más difícil el trabajo de los reformistas, limita la paciencia que los trabajadores tienen ante sus recetas económicas. Estamos nada más que al principio del proceso y, desde luego, los revolucionarios no tenemos la mayoría; pero cada vez se hace más evidente que la tarea de aquellos que defendemos una alternativa genuinamente marxista se facilita.


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