A propósito del más grande apagón de la historia de estados Unidos y que dejó buena parte de ese país a oscuras, el gobernador de Nuevo México y ex Secretario de Energía, Bill Richardson (que nadie puede acusar de “chavista”) comentó: “Esto demuestra que somos una superpotencia con una red eléctrica de tercer mundo" (The New York Times, 8.16.03). Ese apagón afectó a más de 50 millones de personas; las pérdidas fueron de miles de millones de dólares; se pararon los sistemas de bombeo y potabilización de agua, así como gran parte del sistema de abastecimiento y refrigeración de alimentos; se quedaron sin servicio los teléfonos celulares (se imaginan la terrible angustia de los gringos que al igual que muchos pitiyanquis de aquí, dependen tanto de esos aparaticos) ; el transporte estaba embotellado o inutilizado, y sólo los que tenían radios con baterías tenían alguna forma de comunicación con el mundo exterior.

En ese momento todos nos preguntamos: 1) ¿De qué sirvió toda esa “maravillosa” tecnología gringa tan promocionada en series y películas por los medios de difusión masivos? , 2) ¿Cómo una superpotencia puede llegar a tener un sistema eléctrico tan deficiente? 3) ¿Qué diabólico mecanismo operó progresivamente para llegar a ese desastre? Las respuestas a esas preguntas son secuencialmente: 1) Prácticamente de nada, 2) Como consecuencia de la ausencia de planificación económica y 3) El sistema económico capitalista.  Lamentablemente, lo mismo podemos decir de la crisis del sector eléctrico en nuestro país, con el agravante del fenómeno natural mal llamado "el niño".

La sociedad capitalista se basa en la explotación del obrero, de los pueblos, con el fin de maximizar el beneficio, no para cubrir las necesidades humanas primarias, como son la alimentación, la salud, la educación, hábitat digno, empleo estable, etc. El sistema se basa en la organización de la producción en una forma anárquica, y sin importarle en lo absoluto el daño social y ecológico generado en el proceso. De forma que cada empresa o grupo empresarial capitalista tiene como fin el de dominar y copar cada vez más el mercado, para aumentar  sus beneficios (plusvalía) y minimizar las “perdidas” (salarios, costos de protección ambiental, compensaciones). En el sistema eléctrico privado de Estados Unidos las empresas  que prestan el servicio extienden lo más posible la red sin hacer nuevas inversiones hasta que pasa lo que tiene pasar. En California “la 5ta economía del mundo”, las tarifas domésticas aumentaron hasta un 43 por ciento, pero, como quedó demostrado, el alza fue a parar a la cuenta de beneficios, no a la de inversión, de los concesionarios (ENRON, y UNOCAL). La “fiesta” de los estafadores  duró hasta que el sistema colapsó y las pérdidas estimadas (exacciones a los contribuyentes) en más de 45.000 millones de dólares...

 En Venezuela durante la IV república, cuando hubo el auge de la privatización lo único que se mejoró y modernizó fueron: el sistema de recaudación, el corte del servicio y la publicidad de las empresas privatizadas. No hubo prácticamente nuevas inversiones ni en generación, ni en transmisión ni en distribución. Todas las instancias de planificación existentes en esos momentos, como la de la Oficina de Operación de Sistemas Interconectados  (OPSIS) y la de la Comisión Reguladora de Energía Eléctrica (CREE), a pesar de su cortedad de visión y capitalismo fueron sistemáticamente desmontadas u obviadas. Claro que para los tecnócratas neoliberales que desgobernaban al país siguiendo los dictados del FMI y del BM, todo lo que tuviese un “tufillo” a planificación debía ser suprimido porque “no eran más que resabios del socialismo pasado de moda” . Las consecuencias las estamos sufriendo hoy.

Es importante recordar que la privatización fue justificada con el cliché maniqueísta de que “toda empresa pública es ineficiente mientras la empresa privada es eficiente” repetido incesantemente de forma goebbeliana por los medios de difusión masivos cuando en realidad el grueso de la inversión hasta ese entonces fue efectuada y financiada por el estado. Si, ese mismo estado burgués, burocrático y cuartorepublicano, pero a fin de cuentas estado, fue el principal constructor de la infraestructura eléctrica que heredó la revolución; dado el carácter estructuralmente parasitario de la “eficiente” burguesía venezolana., que solo sirve para explotar al trabajador, importar las baratijas de moda y especular con el consumidor, pero ni invierte ni produce nada de nada.

La orientación de la inversión del estado burgués cuartorepublicano venezolano siempre estuvo condicionada a los dictámenes imperiales de Estados Unidos como la adquisición de centrales termoeléctricas con tecnologías obsoletas ineficientes y fuertemente contaminantes como las quemadoras de fuel oil, que en sus países de origen ya estaban mayoritariamente en desuso y eran remanentes de las trasnacionales que las construían. Por ejemplo Planta Centro, en el estado Carabobo, que prácticamente desde sus inicios se convirtió en una estafa para la nación. . Otro de los dictámenes del acuerdo neocolonial fue la prohibición del empleo del gas como combustible para la generación, tecnología mucho mas limpia, y con mayores ventajas comparativas para el País.

El sistema capitalista se basa en la organización de la producción en una forma anárquica, de forma que cada empresa o grupo empresarial capitalista tiene como fin el de dominar y copar cada vez más el mercado, para aumentar de forma análoga sus beneficios. De esta forma, se generan una serie de crisis cíclicas, ya que como cada empresa planifica la producción de manera individual, se produce un caos productivo que sobrepasa las necesidades humanas. Por ello, en el capitalismo, es imposible planificar eficazmente sistemas integrados complejos, como el eléctrico. ¿Cómo se puede planificar la producción si no se sabe con precisión cual va a ser el consumo? Y no se debe saber cual es el consumo porque, según los capitalistas, lo debería imponer esa entelequia que es “el mercado”.

La planificación tampoco puede ser obra y capricho de una casta de burócratas encerrados en sus oficinas y desconectados de la realidad porque repetiríamos los costosos errores del estalinismo en la extinta Unión Soviética. Para poder planificar eficazmente la producción de electricidad es rigurosamente necesario planificar eficazmente el consumo de electricidad y para planificar eficazmente el consumo de electricidad es rigurosamente necesario planificar eficaz e integralmente la economía mediante la democracia económica con sentido ecológico. Por tanto, la solución es la construcción colectiva de una economía planificada y democrática, es decir, que sean los trabajadores, la mayoría de la población, la que dirija la economía. De esta manera, se pueden evitar los desajustes entre la oferta y la demanda, y se puede lograr una redistribución equitativa de la riqueza bajo el principio: “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”. En definitiva, economía socialista. La planificación, no consiste en otra cosa que estudiar, analizar y cuantificar las necesidades de la población de un país o de una región, y disponer de los medios de producción (fabricas, suelo cultivable, servicios) bajo propiedad social y en un entorno ecológicamente sustentable y sustentado, de forma que esas necesidades sean cubiertas, y a la vez se pueda generar un desarrollo económico que sea capaz de ir aumentando las capacidades a todos los niveles. En otras palabras los megavatios requeridos en el futuro deberán ser aportados (generados, transmitidos y distribuidos) en función de las necesidades reales del colectivo existente en ese futuro (carácter social de la producción) y no en función de los intereses de la burguesía (carácter privado de la apropiación del beneficio).

Esa construcción colectiva de la Economía Planificada y Democrática implica un reto organizativo sin precedentes para la Clase Trabajadora Venezolana en sus diferentes expresiones (Consejos Comunales, Comunas, Comités de Fábrica, Consejos de Trabajadores, Sindicatos Revolucionarios, Frentes Socialistas, etc.). Para ello previamente deben quedar en control de esa Clase Trabajadora Organizada sectores económicos claves como toda la banca, las empresas estratégicas , la tierra y los recursos naturales y energéticos, así como decretar el monopolio estatal del comercio exterior. A medida en que se planifiquen los diferentes factores productivos disponibles, y en función del incremento progresivo de la soberanía tecnológica de la economía, mediante la democratización del conocimiento, seremos capaces de suministrar y fabricar lo que previamente se ha calculado que se necesite para garantizar un nivel de vida óptimo a toda la población.

El nuevo Sistema Eléctrico Nacional gestionado y planificado democráticamente, se expandiría armónicamente en relación directa de los subcomponentes energéticos de los Planes de Desarrollo Zonales que serían generados, a su vez, por los Colectivos Organizados y que vendrían a desplazar sistemáticamente a la anarquía infraestructural preexistente. De ésta manera se podrá prever con suficiente antelación (décadas o más) la carga eléctrica futura, así como su consecuente y proporcional suministro (Generación, Transmisión y Distribución)

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