Por supuesto que el resultado de la gran confrontación entre las clases que la crisis capitalista ha abierto en todo el mundo no se va a decidir ni en un solo país, ni en un solo acto, ni en un proceso electoral. Sin embargo, en determinadas condiciones, victorias electorales de la izquierda no sólo son el reflejo de un proceso de participación y organización de las masas, sino que pueden actuar como un catalizador para reforzarlo, para intensificar la movilización y el avance de la conciencia de clase, creando una situación especialmente favorable para un cambio social profundo.   
La preocupación y el nerviosismo, cuando no pavor, que la clase dominante está mostrando ante una eventual victoria de Podemos está completamente justificada desde el punto de vista de sus intereses, porque se produciría en un contexto crítico: crisis económica, crisis de la derecha, crisis de la socialdemocracia, corrupción generalizada paralela al empobrecimiento acelerado de la mayoría, y al enriquecimiento obsceno de una ínfima minoría social… Existe una percepción mayoritaria de que la democracia en la que vivimos está trucada, que las instituciones pactadas en el año 78 no sólo permitieron la continuidad de amplios sectores del aparato estatal provenientes de la dictadura franquista, también que los grandes poderes económicos, esas 200 familias que disponen de fortunas multimillonarias, deciden por la vida de millones. “Lo llaman democracia y no lo es”, ese grito combativo de las manifestaciones se ha hecho realidad para una gran mayoría, alimentando la velocidad de crucero de Podemos y la voluntad de participar y cambiar las cosas por parte de millones de trabajadores y jóvenes. De esta manera maduran todos los ingredientes para una situación revolucionaria en el Estado español (ver cuadro 1).
La desesperación de los “analistas” burgueses por minimizar y luego tergiversar las causas del ascenso de Podemos es cada vez más patética. Cuando Podemos sacó 1,2 millones de votos y cinco diputados en las elecciones europeas de junio, muchos se apresuraron en señalar que eran resultados efímeros, de gente que votaba frívolamente en este tipo de elecciones y pronosticaron que en las generales todo volvería a la normalidad. Sin embargo, Podemos no hacía más que reflejar el clima de fin de época que se vive desde el estallido del 15-M en 2011, aceleró la crisis de todo el engranaje político del que se han servido los grandes capitalistas desde la Transición (la apresurada abdicación del rey y la dimisión de Rubalcaba fueron productos directos de aquellas elecciones) y, lo más importante, contribuyó a extender la idea de que un cambio social, económico y político profundo no sólo es urgente y necesario, sino posible.
El cambio en la situación no sólo se ha reflejado en el espectacular incremento de la intención de voto de Podemos, sino en el igualmente espectacular crecimiento organizativo y de afiliación, con la formación de 900 círculos y la inscripción de 200.000 personas en unos cuantos meses, superando las cifras oficiales de afiliación del PP y del PSOE. La celebración de la Asamblea Ciudadana, con la participación de más de 8.000 personas, es otro reflejo de este proceso. Habría que remontarse a los meses que siguieron a la caída de la dictadura franquista para encontrar tal nivel de participación en la vida política organizada.

La histeria contra el “populismo”

Tras las elecciones europeas, Pablo Iglesias y la dirección de Podemos plantearon públicamente la meta de ganar las elecciones generales por mayoría absoluta y no conformarse con un buen resultado. Esta actitud ambiciosa sin duda contribuyó al crecimiento del apoyo a Podemos. No menos importante fueron las señas de identidad programáticas con las que se identificó Podemos en las elecciones europeas: no reconocimiento de la deuda, fin a los desahucios, renta básica garantizada para toda la población, fin de los recortes, etc.; en resumen, una actitud clara y contundente de rechazo frontal a las políticas que se subordinan a la banca y los grandes empresarios. La actitud de la clase dominante y de sus terminales mediáticas acusando a Podemos de todo tipo de horrores, también ha contribuido a su ascenso. Pero el combustible que da más fuerza a Podemos es la devastadora crisis económica, social, política, moral y de legitimidad del conjunto del sistema capitalista.
La impotencia de la clase dominante para detener el ascenso de Podemos es el mejor síntoma de la profundidad de la crisis del régimen. Hagan lo que hagan las cosas les salen mal, lo cual no significa que se pueda subestimar el efecto de sus maniobras. Por un lado, no pueden dejar de utilizar toda su maquinaria propagandista para calumniar a Podemos, tergiversar sus planteamientos y tratar de crear un clima de miedo, como han hecho con Syriza en Grecia. Pero por otro, esa misma campaña de demonización de Podemos por parte del PP y del PSOE ha contribuido a situar a Podemos en el centro de la atención política, ha aclarado a millones de trabajadores y jóvenes a quién tienen que votar y apoyar si lo que se pretende es dar un golpe a los poderosos.
Y ahora, después de que sea imposible dejar de reconocer la creciente simpatía hacia Podemos, la propaganda de la clase dominante se ha centrado en deslegitimarlo. Su razonamiento preferido es el siguiente: Podemos tiene cada vez más apoyo, de acuerdo, lo reconocemos, pero Podemos utiliza el “populismo” y eso “no vale”, no es democrático, y además es muy peligroso. La gente vota a Podemos no como un acto de reflexión sino como un “acto de desesperación”, atraída por “recetas milagrosas” que ponen en peligro la “normalidad democrática”.
La demagógica campaña contra el “populismo” es la preparación y el anticipo de una campaña mucho más sistemática e intensa de miedo por el “caos y la inestabilidad” que provocaría una eventual victoria de Podemos en las próximas elecciones generales. De hecho, esta campaña ya ha empezado y se intensificará en los próximos meses. No sólo el PP y sus medios afines participan del aquelarre contra Podemos, también los dirigentes del PSOE lo hacen en igual medida que la derecha. “La necesidad imperiosa de reformar el sistema no se puede confundir con tirar por la borda los fundamentos de la democracia”. “La música suena bien, pero yo animo a leer la letra y a decir si lo que proponen es posible en una sociedad como la nuestra, sin que eso provoque la quiebra del sistema financiero y económico del país y la quiebra del colchón social al que tenemos derecho”. Son frases que podían haber sido pronunciadas por el director de La Razón, un vulgar tabernero de derechas o por Rajoy. Pero no, lo ha dicho Susana Díaz, dirigente del PSOE y presidenta de la Junta de Andalucía. La hostilidad hacia Podemos es una de las principales soldaduras que unen al PP y al PSOE en su objetivo central de salvar al sistema capitalista. Su lema es: nosotros o el caos. Pero son precisamente sus políticas capitalistas las que nos están llevando al mayor de los desastres.

Aplicar el sentido común y aprender de la experiencia.
No se trata de gestionar el sistema, se trata de transformar la sociedad

Como también han señalado los dirigentes de Podemos, pese a todas las condiciones favorables, la victoria todavía no está asegurada. El programa y los mensajes que transmita Podemos tendrán una enorme trascendencia. Y en este sentido, las expectativas de cambio, tan profundas, que han conquistado la conciencia y la imaginación de millones han vuelto a colocar el debate fundamental sobre la mesa: ¿Cuál es el camino para levantar una alternativa en beneficio de la mayoría oprimida, ganar las elecciones y utilizar esta victoria para llevar a cabo una política que ponga fin a las dramáticas consecuencias de la crisis capitalista? ¿Es posible responder a este anhelo de cambio respetando las reglas de juego del sistema, aceptando su lógica, manteniendo intacto el poder de los grandes monopolios y la gran banca? ¿Se trata tan sólo de una cuestión de gestión, de “sentido común”, de preparación?
La base del éxito de Podemos es la profunda transformación en la conciencia de millones de personas. Este cambio, que se ha alimentado de un impresionante incremento de la movilización y de la autoorganización social, sigue siendo la principal baza de Podemos. Ciertamente, todavía es necesario un proceso de “acumulación de fuerzas”, pero esto se consigue dando una alternativa clara al sistema capitalista. Así es como la base social para este proceso de transformación se puede ensanchar y fortalecer todavía más.
La crítica al capitalismo debe ir acompañada de la defensa de una alternativa coherente y realista para acabar con el poder que ejercen, de manera antidemocrática y absolutamente omnipresente, los banqueros y los grandes empresarios en la vida política y social. Una alternativa que se proponga romper con este poder. Una alternativa socialista, lejos de “asustar” a la gente es el mejor medio para aislar política e ideológicamente a la burguesía, para cohesionar a todos los sectores oprimidos de la sociedad en torno a un programa de cambio social, para derrotar a la derecha en las próximas elecciones y crear las condiciones más favorables para hacer frente a la ofensiva de la burguesía contra un eventual gobierno de Podemos, junto a la izquierda que lucha, y que aspire a defender los intereses de la mayoría (ver cuadro 2).
Ninguna transformación social profunda, ni siquiera ninguna reforma importante, ha sido posible sin la movilización de la clase trabajadora y de la juventud en la calle, sin una lucha directa contra la burguesía, que siempre se resistirá a cualquier cambio que ponga en entredicho sus privilegios y su poder.

Para combatir el ‘régimen del 78’ no se pueden cometer los mismos errores que los que lo propiciaron

Sin embargo, los dirigentes de Podemos, que gozan de una enorme autoridad y simpatía, parece que en las últimas semanas han dado un claro giro hacia la “moderación” por lo que consideran su nueva situación ante posibles “responsabilidades de Estado”. En diferentes entrevistas y declaraciones, Pablo Iglesias, ha subrayado estos nuevos mensajes, quizás también con la intención de favorecer su apoyo electoral o contener la hostilidad de los medios.
En la entrevista con Jordi Évole, que tuvo una audiencia récord, Pablo Iglesias señaló: “Un gobierno no puede decir ‘mire usted, voy a abolir la economía de mercado en mi país’. No se puede, ya me gustaría a mí”. También afirmó: “Quien piense que por ganar las elecciones se puede cambiar el capitalismo es un ingenuo”. Entre la disyuntiva reforma o ruptura, apostó por una ambiguo “cambio razonable”. En una entrevista posterior, concedida al periódico 20 Minutos, ahondó en esta línea: “Hacer un programa para las elecciones europeas cuando eres una fuerza sin representación parlamentaria no es lo mismo que hacer un programa cuando asumes que vas a tener que hacer un gabinete de ministros y gobernar”. Afirmó que, “una cosa pueden ser tus valores o el mejor de los mundos imaginables y otra es una realidad enormemente compleja en el que las cosas que se pueden hacer desde un Gobierno son más que limitadas y eso lo prueban todas las experiencias de cambio, que se han dado en la historia (…) Si nosotros pensamos que por ganar unas elecciones vamos a poder construir un mundo completamente distinto estaríamos locos”. Ante una pregunta explícita, se declaró más próximo a la socialdemocracia que al comunismo, y lo argumentó diciendo que “las condiciones de posibilidad actuales hacen que a lo máximo a lo que se pueda aspirar es a una suerte de papel redistributivo por parte del Estado, a través de una suerte de reformas, todo lo más que podemos llamar socializantes, que fueran en la dirección de la protección de los derechos sociales y ese es el marco. Quien quiera pensar en arcadias en las que se haya abolido la explotación del hombre por el hombre, bueno… eso está bonito para discutir en las facultades de filosofía”. Con respecto a los ricos, aseguró que “hay que explicarles que a veces hay que hacer sacrificios y hay que apretarse el cinturón por el bien de la nación”.
En la propia Asamblea Ciudadana, Pablo Iglesias enfatizó en la necesidad de ocupar “la centralidad del tablero político” y muchas de las reivindicaciones programáticas que se defendieron en las elecciones europeas, como las relacionadas con la deuda o con la banca y los monopolios, se suavizaron.  
Es bastante sorprendente que Pablo Iglesias dé estos mensajes justo cuando Podemos está al borde de una posible victoria histórica, y cuando este proyecto es el resultado de la crisis del sistema y la respuesta indignada de una población harta de recetas capitalistas, de ajustes, de mentiras, de fraudes y engaños. Pablo Iglesias y la dirección de Podemos debe recordar la experiencia frustrante de los gobiernos de Felipe González, del felipismo. ¿Se trata de repetir esas fórmulas, o de apoyarse en la movilización de la población, en sus ansias de participación, para transformar de raíz un sistema que es profundamente injusto y que conduce a la miseria a la gran mayoría de la población?
La dirección de Podemos debe sacar conclusiones del pasado, de los errores que se cometieron en los años setenta. Si no luchamos por el socialismo, ¿por qué luchamos? ¿Por un capitalismo de “rostro humano”? ¿Por un “nuevo pacto social con la burguesía” en el que ésta “se comprometa de verdad” a preservar las conquistas sociales? ¿Por un nuevo pacto constitucional en el que, otra vez, queden postergadas las aspiraciones de cambio social? Lejos de ser una nueva forma de hacer política, lejos de dar un aire fresco a la izquierda, éste es precisamente el viejo lenguaje y el programa del reformismo socialdemócrata, ahora en descomposición, que se impuso en los años de la mal llamada Transición política.
Una de las grandes lecciones de la crisis y decadencia de la socialdemocracia es precisamente la de que no existe un término medio entre capitalismo y socialismo, entre la burguesía y la clase trabajadora, los parados, los pensionistas, la juventud precaria y exiliada, las capas medias empobrecidas... En su actual fase de desarrollo histórico, el capitalismo está caracterizado por el dominio del capital financiero y del monopolio, por su voracidad destructiva, por el caos especulativo. Este es el único capitalismo posible.

Una nueva oportunidad histórica

Estamos ante una nueva oportunidad histórica para emprender una lucha decisiva contra el sistema capitalista y lograr una vida mejor para todos. El avance de Podemos y su posible victoria electoral, es una gran noticia para todos los que luchamos por transformar la sociedad. Por eso es tan importante sacar las conclusiones fundamentales de los errores del pasado. Los marxistas de El Militante que participamos en Podemos, creemos sinceramente que si la estrategia se reduce a mejorar la gestión del capitalismo, a intentar repartir la miseria, nos encontraremos ante las viejas fórmulas, caducas y desacreditadas de la vieja socialdemocracia. De lo que se trata es de romper con la política del pasado que nos ha llevado a este callejón, luchar por la auténtica democracia, con justicia social, con participación y empoderamiento ciudadano, y eso sí es posible con un programa que defienda la transformación socialista de la sociedad.

Cuadro 1: Algunas cifras sobre la movilización y la crítica al sistema

viembre de 2012 y enero de 2013 en Europa, publicado recientemente, arroja cifras muy reveladoras de las causas de fondo de la irrupción de Podemos. En él se señala que el 23,2% de los encuestados reconocía haber participado en una manifestación (10% la media europea), el 20,6% en una huelga (7,6% m.e.) y el 26,4% en una campaña de recogida de firmas (24% m.e.). La afirmación de que los políticos dedican más atención a sus propios intereses de la sociedad tenía un grado de acuerdo de 8,3 puntos, en una escala del 1 al 10. Que el Estado debe tener un papel activo en el control de la economía de 7,1. Un 74,1% opinaba que el Estado debe tener una responsabilidad principal a la hora de asegurar que todos los ciudadanos puedan gozar de un nivel de vida digno. La idea de que la economía de mercado es la causa de las desigualdades sociales tenía el grado de aprobación más alto de toda Europa, de 6,6 puntos. Un 94,5% de la gente cree que los bancos son responsables de la crisis, de nuevo encabezando el ránking de Europa (media del 89,4%). Tan sólo un 20,8% era partidario de hacer recortes y ajustes para cuadrar las cuentas públicas, frente a un 58,7 que está estaba en contra. Un 77,5% se mostró partidario de incrementar el gasto público y la regulación de los bancos tenía una aprobación de 8,6 puntos, de nuevo la más alta de Europa.

Cuadro 2: Podemos, claro que Podemos! Un programa para defender los intereses de la mayoría social

1. Toda la banca privada y los grandes monopolios estratégicos para los intereses de la población (eléctricas, telecomunicaciones, constructoras, transportes, etc.) deben ser nacionalizados bajo control democrático de los trabajadores. Sólo así se podría acabar de forma efectiva con la dictadura de los grandes económicos sobre la sociedad. Con estos recursos gestionados de manera democrática, sería totalmente factible poner en marcha un plan de inversión pública en equipamientos sociales en los barrios; en un sistema público de enseñanza y sanidad gratuitas, universales y de calidad; para desarrollar la industria, la agricultura y acabar con la lacra del desempleo.
2. Prohibición de los desahucios por ley. Nacionalización de los millones de pisos vacíos que tienen los bancos, para crear un parque de viviendas públicas con alquileres sociales.
3. Fin del desvalijamiento de las arcas públicas para pagar la “deuda” y rescatar a la banca. El sostenimiento de la educación pública y sanidad públicas, un sistema de servicios sociales digno (desempleo, pensiones, dependencia, etc.) tendrá absoluta prioridad sobre cualquier otro gasto del Estado.
4. Democracia participativa y directa. Elección y revocabilidad directa de todos los representantes políticos. Ningún diputado, concejal o funcionario político debe cobrar (directa o indirectamente) un salario superior al de un trabajador cualificado. No a los salarios vitalicios. Investigación y eliminación de todos los privilegios de los exdiputados y demás cargos públicos.
5. Tareas administrativas rotativas. Control democrático de los trabajadores, a través de sus organismos representativos, en todos los ámbitos de la administración del Estado. Fin de los privilegios de la alta administración del Estado. Investigar y perseguir los lobbies de las empresas privadas en la administración pública.
6. Depuración de todos los órganos del Estado de elementos reaccionarios y que participaron o colaboraron con el franquismo. La democracia tiene que entrar en el ejército y la policía. Destitución de todos los grupos o individuos que se han manifestado proclives a la intervención del ejército y la policía contra las manifestaciones populares o contra el derecho a decidir de las nacionalidades históricas. Revelación de todos los secretos oficiales de la dictadura franquista y de la transición. Investigación del papel de la monarquía en el golpe de Estado del 23-F. Reparación y justicia para las víctimas del franquismo. Garantía total del derecho a manifestación, reunión y organización. Persecución y disolución de los grupos fascistas.
7. Ruptura del monopolio y el control de los medios de comunicación por parte de los grupos empresariales y de poder. Televisión, radio y prensa escrita de divulgación masiva al servicio de los movimientos sociales.
8. Derecho a la autodeterminación de las nacionalidades históricas. Unión voluntaria sí, unión impuesta no. República Socialista Federal.
9. Suspensión de todas las actividades militares en el exterior. No a las intervenciones imperialistas.
10. Abajo las medidas y el gobierno dictatorial de la troika. Por la unión de los pueblos de Europa mediante una Federación Socialista Europea en beneficio de la mayoría.

 


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