obama_romneyTal y como pronosticaban las encuestas Obama ha sido reelegido presidente de EEUU y lo ha hecho a pesar de toda la frustración y desencanto con la política económica y social que ha aplicado en los últimos cuatro años. El factor principal de su reelección ha sido que muchos han considerado el voto al candidato demócrata como un “mal menor” frente a la otra alternativa, la derecha más reaccionaria representada por el republicano Romney y los candidatos del Tea Party.

Obama pierde seis millones de votos

Es sintomática la caída en picado de la participación respecto a las anteriores elecciones: aproximadamente seis millones menos de votantes, fundamentalmente los que pierde Obama, que obtiene 62,6 millones. Aún estando en la oposición, los republicanos también pierden votos, setecientos mil menos que McCain en 2008, consiguiendo 59,1 millones lo que pone de manifiesto la crisis de la derecha norteamericana. Esta realidad también se observa en las elecciones parciales al Congreso, donde la mayoría republicana se ha reducido de 240 a 235 congresistas, y al Senado, donde de los 33 senadores que se elegían tan sólo obtiene 7. Un factor importante ha sido la impopularidad de los candidatos del Tea Party. Por ejemplo, en Indiana y Missouri, donde los senadores republicanos (criticados por sus comentarios reaccionarios sobre el aborto y la violación) han sufrido una destacada derrota, Romney conseguía una fácil victoria.
En todo caso, la disminución de la movilización electoral no significa que la polarización política en EEUU haya remitido, como tampoco el giro a la izquierda que se viene desarrollando desde hace años entre amplias capas de la población. Si el rechazo a la derecha no ha sido más pronunciado se debe a la ausencia de una alternativa política para los trabajadores, capaz de canalizar el inmenso descontento que existe. Un dato interesante es que el mismo 4 de noviembre se celebraban 174 referendos por todo el país en los que participaron siete millones de personas más que en las presidenciales, precisamente porque muchos entendían que su voto, en estas consultas, sí sería decisivo. Los resultados de la mayoría expresaron este giro a la izquierda: rechazo de leyes antisindicales, legalización del matrimonio homosexual en dos estados, imposición de un impuesto a los más ricos para financiar la enseñanza pública, prohibición de financiar las escuelas religiosas con dinero público, oposición a los intentos de limitar el derecho a voto o la legalización del uso terapéutico de la marihuana.
Tras el triunfo de Obama, los medios de comunicación han vuelto a resaltar que su política es una alternativa a los recortes y austeridad aplicada en Europa. En realidad, ha aplicado esencialmente la misma política económica y social, gobernando en beneficio de los ricos: ha destinado decenas de miles de millones de dólares a rescatar a bancos y empresas privadas, en 2009 el sector del automóvil se salvó de la bancarrota gracias a un rescate de 80.000 millones de dólares y la banca recibió más de 200.000 millones. Mientras, una de las principales promesas de Obama en 2008, la reducción de la pobreza, ha quedado en nada. En noviembre el Census Bureau publicaba los datos oficiales de pobreza y son impactantes, más aún si tenemos en cuenta que se trata de la primera potencia económica mundial. 49,7 millones de personas viven bajo el umbral de pobreza (el 16,1% de la población), uno de cada seis norteamericanos, cuatro millones más desde que Obama llegó a la presidencia. Otros 93,7 millones están clasificados como de “bajos ingresos”, lo que significa que unos 150 millones de estadounidenses son pobres o están cerca de caer en la pobreza, casi la mitad de la población.

Primer mensaje tras las elecciones: más austeridad

Nada más celebrarse las elecciones Obama ha dejado clara su principal prioridad: acabar con el denominado “precipicio fiscal”. El objetivo es frenar el crecimiento de una deuda pública que en 2011 ascendía a 13 billones de dólares. ¿Cómo? Con las mismas recetas que está utilizando la burguesía europea, aplicando una política de austeridad salvaje. El objetivo es reducir los gastos en decenas de miles de millones de dólares en los próximos años. Desde hace semanas los dos partidos mantienen conversaciones sobre este aspecto, aún no hay acuerdo definitivo pero sí han consensuado cuáles serán los dos ejes económicos. En primer lugar, recortes en los programas sanitarios Medicare, Medicaid y en la Seguridad Social. Y en segundo, reducción de los impuestos a las empresas y a los individuos más ricos, al mismo tiempo que se eliminarán las deducciones fiscales que beneficiaban a los trabajadores. No es casualidad que una de las primeras reuniones de Obama haya sido con los dirigentes de las dos principales confederaciones sindicales, es consciente de que su triunfo no es un cheque en blanco y por esa razón busca el apoyo de los dirigentes sindicales para que contengan la oposición que provocarán los nuevos recortes.
El año pasado vimos la irrupción en la lucha de jóvenes y trabajadores en EEUU. Desde la insurrección en Wisconsin al movimiento Ocupa Wall Street, con la huelga general en Oakland que por primera vez en décadas ponía en primera plana la huelga general cómo método de lucha. Recientemente hemos tenido dos ejemplos que demuestran cómo la clase obrera en EEUU no está dispuesta a aceptar más sacrificios sin prestar resistencia. El primero fue la huelga de 29.000 profesores en Chicago que después de semanas terminó en victoria, gracias a su combatividad y a que, correctamente, en lugar de aislar la huelga, pusieron a toda la ciudad en pie de guerra para apoyar su lucha. Y el segundo ejemplo es el llamado Viernes Negro de Walmart. La multinacional Walmart es el principal minorista del mundo y el símbolo de la explotación laboral. Tras varias luchas en distintas tiendas, el 23 de noviembre convocaron huelga en los más de 1.000 establecimientos que hay en todo el país. Las condiciones para el regreso triunfal de la clase obrera al escenario de la lucha de clases están madurando rápidamente, y no sólo lucharán contra los recortes y medidas de austeridad, sino contra el sistema capitalista.


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