Los sindicatos más importantes y combativos de Puerto Rico y los principales grupos de izquierda han exigido al gobierno que resuelva la crisis fiscal que llevó el pasado Primero de Mayo al gobernador de la colonia a despedir a cerca de noventa y cinco mil trabajadores públicos, alegando que no había fondos para continuar pagando la nómina. Desde ese día la isla es un clamor. Hay manifestaciones y movilizaciones obreras y populares constantes y las autoridades han movilizado a miles de policías con el objetivo de reprimir la protesta social. Sin embargo, hasta el momento no han podido frenar la misma. Nuevos sectores se incorporan cada día a la lucha.

Huelga general

“Si en este país el patrono impone un cierre patronal, la huelga general va", expresó Rafael Feliciano, presidente de la Federación de Maestros (FMPR), organización que representa a los 46,000 empleados docentes del sistema educativo. Seguidamente, los miles de unionados que respondieron a la convocatoria de la FMPR, el Sindicato Puertorriqueño de Trabajadores (SPT), la Unión de Empleados de Comedores Escolares y la Unión Paso, comenzaron a exclamar "huelga"” Así explicaba el 5 de mayo el periódico El Vocero de Puerto Rico el ambiente que se está gestando.

El gobierno intenta esquivar su responsabilidad y la de toda la clase dominante, tanto nativa como gringa, a la que representa en esta crisis, así como enfrentar y dividir al movimiento obrero. Para ello plantean un impuesto de entre el 4% y 7% sobre el consumo que supuestamente permitiría generar ingresos con el objetivo de hacer frente a nuevos préstamos, aplazar al menos temporalmente la crisis fiscal y afrontar el problema de los miles de empleados públicos despedidos. Pero como decíamos antes es una burda maniobra con el fin de intentar engañar a los trabajadores, apoyándose en los sectores de dirigentes más a la derecha, e impedir que la lucha social siga extendiéndose y pase de la respuesta a los despidos y al colapso de la administración pública a un cuestionamiento generalizado de la política del gobierno y de todo el sistema económico, político y social.

Según se informaba en el periódico puertorriqueño La Raza, “en algún momento de la noche podría ocurrir un nuevo intento por lograr que suficientes legisladores del opositor Partido Nuevo Progresista rompieran la disciplina partidaria para votar junto a los oficialistas del Partido Popular Democrático. Ya en la madrugada de ayer, el Senado aprobó una segunda versión del proyecto para un empréstito que cuadre el déficit presupuestario garantizado con el todavía sin legislar impuesto al consumo, pero con un por ciento más bajo para ver si lo acepta la Cámara. El Senado aprobó además un impuesto a las corporaciones y la banca -una propuesta del Partido Independentista Puertorriqueño- pero enmendó la medida de manera que el dinero cobrado a esas empresas será devuelto en su totalidad en forma de créditos impositivos. Los mismos estrategas políticos de los partidos no tenían muchas ilusiones y se supo que ya se están preparando planes de contingencia para actividades a llevarse a cabo la semana próxima, cuando de continuar la crisis ya se habrían agotado las reservas de dinero en manos de los cerca de 100,000 empleados del Estado que quedaron en la calle. Además, los bancos estaban procesando miles de solicitudes de moratorias en préstamos. Mientras tanto, el Capitolio y sus alrededores eran ayer un hervidero de manifestaciones.”

Respuesta a las maniobras de los capitalistas

Los sectores más combativos del movimiento sindical y las organizaciones de izquierda ya han respondido a estas maniobras de los capitalistas exigiendo que la crisis se resuelva atacando los intereses de los ricos, de la parásita oligarquía boricua y las grandes empresas yanquis, y no los ya diezmados ingresos del pueblo trabajador.

“Si nosotros no vamos a tener salarios para mantener nuestras familias, los capitalistas en este país no van a tener ganancias", dijo el líder magisterial Rafael Feliciano, líder de la Federación de maestro (FMPR), una de las organizaciones sindicales que encabeza la lucha y entorno a las cuales se ha agrupado el frente de organizaciones obreras y colectivos de izquierda que está organizando esta poderosa movilización social.

“La acción de la huelga quedó prohibida por la Ley de Sindicación de Empleados Públicos que aplica a todas estas organizaciones. En este caso, el liderato de las uniones ha dicho que el primero en violar dicha legislación ha sido el propio Gobierno, al lanzar a los trabajadores a la calle. (…)Los sindicatos insistieron en que no debe legislarse un impuesto sobre la venta, sino que el Gobierno debe poner a tributar más a las corporaciones que repatrian sumas multimillonarias, por las que al momento no pagan."Que la crisis la paguen los ricos", "la Reforma no conviene, que paguen los que más tienen" y "Aquí manda el pueblo", fueron parte de las consignas y pancartas con mensajes creativos que portaron los empleados de Educación” (El Vocero de Puerto Rico)

La crisis fiscal es responsabilidad del capitalismo

En un interesante artículo analizando las causas de esta crisis y con valiosa información sobre la situación del movimiento obrero y la izquierda puertorriqueña publicado en Rebelión (www.rebelion.org) y Aporrea (www.aporrea.org) Rafael Rodríguez Cruz explica muchos de los antecedentes que han llevado a la situación actual.

”La crisis fiscal no tomó a nadie por sorpresa. El gasto estatal se disparó en la isla en la década de los noventa del siglo XX como resultado de una política completamente malsana de privatizarlo todo. Hoy la deuda estatal de Puerto Rico a los bonistas de Wall Street asciende a cuarenta mil millones de dólares. El servicio de esa deuda se trepa a tres mil seiscientos millones de dólares anuales. Además, Puerto Rico tiene una de las legislaturas más costosas y corruptas en el hemisferio occidental. Cualquier legislador de la isla gana sobre cien mil dólares anuales. Los sindicatos, particularmente de las empresas estatales, no se quedaron con las manos quietas y en 1998 organizaron una huelga de pueblo para responder al intento del gobierno de privatizar la industria de las comunicaciones. A pesar de que ello dio paso a una de las movilizaciones obreras más impresionantes en la historia de la isla, la respuesta de los trabajadores no llegó muy lejos por las divisiones entre los líderes obreros, algunos de los cuales asumieron posiciones de traición a su propia clase. El gobierno privatizó las comunicaciones y el servicio de agua. Lo que se vive hoy es el segundo capítulo de la misma pelea. Los bonistas de Wall Street, acreedores de la gigantesca deuda estatal de la isla, continúan presionando al gobierno para que adopte medidas fiscales basadas en un 7% de impuesto al consumo de bienes de vida y reduzca drásticamente la nómina estatal. Los sindicatos más combativos –en la educación y energía eléctrica- han rechazado la postura del gobierno y exigen que la crisis la paguen los ricos, en particular las compañías extranjeras.”

”El reclamo de los trabajadores de que la crisis fiscal la paguen los ricos está cobrando fuerza en todos los sectores de la población. Además, va al meollo del conflicto económico que hoy ha despertado al proletariado boricua. Desde mediados del siglo XX, el gobierno de Puerto Rico ha seguido una política claramente neoliberal de fomentar las inversiones por parte de las multinacionales estadounidenses, confiriéndoles gigantescos subsidios de energía y agua, a la par que eximiéndolas del pago de contribuciones. Esto ha llevado a que la isla sea un verdadero enclave de la industria farmacéutica más avanzada, que exporta casi el cien por ciento de lo que produce, contamina mucho, no contribuye al fisco y paga bajísimos salarios. Además, estas compañías no reinvierten absolutamente nada en la isla, sino que exportan sus ganancias a Estados Unidos. Se calcula que en el año 2005, por ejemplo, el monto de ganancias repatriadas por compañías estadounidenses en la isla ascendió a la friolera de treinta mil millones de dólares. Simultáneamente, el poder adquisitivo de la clase obrera ha venido cayendo en picada, entre otras cosas por la masividad del desempleo estructural, que probablemente afecta al 50% de las personas en condición de trabajar.

Todo lo anterior, ocurre en el marco de un régimen político y administrativo completamente anacrónico. La legislatura y el gobernador colonial no tienen poder alguno para legislar medidas que contengan la rapacidad de los grandes monopolios extranjeros. En todo caso, la raquítica burguesía puertorriqueña, localizada principalmente en las áreas intermediarias del comercio -y controlando quizás un 2% de la economía- es una aliada incondicional del capital extranjero. Es precisamente del malgasto y la corrupción ligada al presupuesto estatal de donde la burguesía local deriva muchas de sus fuentes de ingreso. Completamente corrupta y entregada a la trampa como medio fundamental de vida, la clase dominante local carece de proyecto alguno que pueda interesar a los trabajadores. Recientemente, ante la oleada de protestas obreras, varios representantes políticos de la burguesía se encerraron en la legislatura a jugar juegos electrónicos con sus computadoras portátiles, mientras cientos de policías armados, perros alemanes y una valla de cemento contenían a miles de maestros y maestras indefensos que reclamaban volver a sus trabajos. Como en toda fase final de colapso de un régimen históricamente anacrónico, el nivel de enajenación de los representantes políticos de la burguesía puertorriqueña ha adquirido niveles grotescos. De ahí que, en medio de la crisis, se las pasen organizando rezos y plegarias en el salón principal de la legislatura, saliendo como mozalbetes a comer pizza en grupos e imitando ante las cámaras los programas de televisión importados de Estados Unidos, en particular los personajes de la serie West Wing.”

La unidad de la izquierda y la huelga general

Rodríguez Cruz concluye: “La izquierda, por su parte, no ha logrado superar muchas de las divisiones provocadas por el fracaso de la huelga de 1998. Paradójicamente, existen grupos revolucionarios que permanecen simultáneamente muy activos con los sectores de vanguardia de la clase obrera, pero que no se relacionan muy bien entre sí por rencillas ligadas al protagonismo y visiones ideológicas sectarias. En los últimos días se ha hecho un esfuerzo por superar este estado de cosas. No obstante, la verdadera prueba será el martes, pues el paro general no va a surtir efecto si no logra movilizar a la masa de la población, incluyendo a los desempleados, los trabajadores de la industria privada y la pequeña burguesía comercial. No es que no existan cuadros socialistas capacitados en la isla –en particular de orientación marxista y trotskista- es que no se comunican unos con otros y pelean agriamente. Estas divisiones no impidieron el triunfo sobre la Marina estadounidense en el año 2003, gracias a la movilización espontánea de la gente. Quizás eso ocurra nuevamente aquí y triunfemos sin unirnos. A veces la suerte llama dos veces corridas a la misma puerta. Pero un día de estos, la suerte va y se nos acaba (…)”

“El verdadero factor que mantiene aún con vida al régimen colonial puertorriqueño en medio de esta crisis es la permanencia de divisiones profundas en el seno del movimiento obrero y en la izquierda. Si bien las principales uniones del país –el sindicato de maestros, que agrupa a 40,000 empleados estatales, y la unión de obreros de energía, que agrupa a más de cinco mil- han logrado articular a su alrededor a una coalición vigorosa de grupos y organizaciones radicales, hay todavía un sector incluso de los propios empleados públicos que se han alineado con la burguesía. El punto central de divergencia es el impuesto sobre el consumo de la clase obrera, pues algunas uniones accederían al mismo a cambio de que el gobierno reabra sus puertas.

Una coordinadora de sindicatos progresistas ha venido vendiendo con bastante éxito la idea de unidad obrera en contra del impuesto –así como el desplazamiento de la carga fiscal sobre las compañías extranjeras- pero todavía falta mucho por hacer, dada la presencia de líderes oportunistas en algunas uniones. El gobierno apuesta a que las uniones de vanguardia y los socialistas no lograrán movilizar a los trabajadores del sector privado. No obstante, entre estos últimos también hay un gran malestar por el elevado costo de vida –lo que se complicaría con el impuesto- y la inercia del gobierno ante problemas como la salud, la educación y los servicios. El llamado a un paro general en Puerto Rico plantea interrogantes interesantes tanto para la burguesía como para la clase obrera. Se trata de un paro que se decreta cuando el gobierno ya ha cerrado sus puertas, lanzando a la calle a decenas de miles de trabajadores. Nadie sabe a ciencia cierta cómo reaccionará en los próximos días el sector privado de la economía, donde por ejemplo apenas existen uniones, salvo en el área de los transportes. Los tronquistas, la unión privada más poderosa del país, sí se han unido al llamado al paro. Pero el grueso de los trabajadores de las farmacéuticas, las industrias menores y el comercio están fuera del ámbito sindical. Wal-Mart, dicho sea a de paso, el pulpo rapaz por excelencia, monopoliza la distribución de bienes de vida en Puerto Rico, incluyendo la comida.”

La maravillosa movilización de la clase obrera puertorriqueña es una muestra más del ambiente revolucionario que se está gestando en toda América Latina y una nueva demostración de que la resistencia obrera y popular contra los ataques el capitalismo supera todas las fronteras, como han demostrado también a lo largo de las últimas semanas las movilizaciones masivas de los trabajadores inmigrantes en Estados Unidos (y no únicamente de los inmigrantes sino de la inmensa mayoría de la clase obrera estadounidense, pues la asistencia a las marchas y las distintas encuestas realizadas evidencian la simpatía de millones de trabajadores nacidos en los EEUU con esta lucha y su rechazo a las políticas antiobreras del gobierno y la burguesía estadounidense. Como decía el autor de las líneas que antes citábamos, la clase obrera puertorriqueña necesita lo mismo que la clase obrera de todo el mundo: articularse en un frente único revolucionario de todas las organizaciones obreras y dotarse de un programa socialista e internacionalista que recoja las reivindicaciones de todas los sectores de la clase obrera y los demás explotados, las unifique en un programa común y vincule la lucha por dar satisfacción a éste con la necesidad de romper con el capitalismo y expropiar las principales riquezas de la nación boricua, hoy en manos de la oligarquía local y los capitalistas estadounidenses y ponerlas en manos de los trabajadores y los sectores populares, al mismo tiempo que se hace un llamado al resto de los trabajadores latinoamericanos y de los propios Estados Unidos a apoyar esta lucha.

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