El pasado 15 de Mayo, estudiantes y profesores brasileños protagonizaron una impresionante jornada de movilización contra los ataques educativos del gobierno. Más de dos millones de personas abarrotaron las calles de 200 ciudades y pueblos de todo el país, incluyendo sus 27 capitales regionales, contra el recorte del 30% del presupuesto público para universidades e instituciones educativas federales y la ofensiva contra los estudios de Humanidades aprobado por el Ministerio de Educación.

El paro en los centros educativos y la oleada de protestas han sacudido el panorama político en Brasil llegando al punto de que varios medios de comunicación han señalado que estas manifestaciones marcan el “fin de la luna de miel” del gobierno de Bolsonaro con el pueblo brasileño.

La juventud en pie de guerra

Estos ataques forman parte de la ofensiva lanzada por el gobierno contra los derechos de los trabajadores y jóvenes, y que ha tenido un especial eco en el terreno educativo. La declaración de guerra  por parte de Bolsonaro y su equipo es evidente, como revelaban las palabras del propio Bolsonaro que tachaba a las universidades como un “foco de marxismo cultural” que tiene que ser combatido o las del ya exministro de educación Ricardo Vélez afirmando hay que erradicar la “educación de género” y aplicar la “educación militar”.

El ambiente combativo que se respira entre la juventud responde a la experiencia y realidad dramática que viven los jóvenes de clases humildes, los conocidos ‘hijos de las favelas’, que son condenados al paro, a la violencia y al hambre: el porcentaje de niños y adolescentes pobres es del 43,4%, cada dos horas mueren cinco personas negras de entre 15 y 29 años y 11 millones de jóvenes no tienen acceso ni a estudios ni a un trabajo.

El tijeretazo a la educación pública aprobado es un intento de venganza del gobierno contra los jóvenes que han jugado un fuerte papel en la lucha de clases en los últimos años en Brasil, y así lo confirmó el propio ministro de educación, Abraham Weintraub, afirmando que el recorte presupuestario es una forma de escarmiento contra las facultades donde hay “desorden”.

Han querido mandar un mensaje muy claro contra los estudiantes que se plantaron contra las políticas capitalistas de Temer y fueron parte fundamental de la campaña contra la llegada al gobierno de Bolsonaro –en la mayoría de las universidades se colocaron grandes pancartas antifascistas contra la amenaza que supondría el PSL para la mayoría de brasileños–. Pero los jóvenes desde las calles han mandado otro mensaje mucho más poderoso a este gobierno de las élites: "Estamos aquí para decir no a la censura, no a los recortes y no a este Gobierno autoritario. Nosotros queremos estudiar. Nosotros tenemos derecho de estudiar, nuestras universidades, escuelas e institutos son patrimonio del pueblo brasileño y por encima de cualquier Gobierno vamos a luchar para defender eso”.

Las movilizaciones en las que participaron profesores, alumnos, funcionarios, sindicalistas… han sacudido de arriba a abajo el país latinoamericano y no por casualidad han sido escandalosamente silenciadas por los medios de comunicación de todo el mundo. Éstas forman parte de un crecimiento generalizado de rechazo al gobierno. Con tan sólo cuatro meses de presidencia, Bolsonaro ya cuenta con los peores índices de popularidad obtenidos por cualquier gobierno brasileño tras este periodo tan breve de mandato, meses marcados por la corrupción, un crecimiento económico raquítico y una fuerte polarización social.

Aumenta el rechazo a Bolsonaro

La cruzada reaccionaria del gobierno contra los derechos democráticos trasciende el campo educativo. Pero precisamente la batería de ataques contra trabajadores, jóvenes, pueblos indígenas y pensionistas, han sacudido la conciencia de la sociedad brasileña provocando que se respire un ambiente de desafío a Bolsonaro.

Tras las elecciones del pasado 7 de octubre, tuvimos que escuchar a grandes analistas políticos que anunciaban una y otra vez un “giro profundo a la derecha” de los trabajadores y jóvenes en Brasil. Pero la explicación a estos resultados respondía a otros factores: una gran polarización política y social, una campaña de profunda demagogia por parte de Bolsonaro que se aprovechó de la decepción de sectores de las masas con las políticas de recortes aplicadas por los dirigentes reformistas del PT así como los escándalos de corrupción en que se vieron implicados, unido a la falta de una alternativa consecuente a la izquierda.

Desde entonces se ha puesto encima de la mesa la incapacidad de Bolsonaro y del propio capitalismo brasileño de resolver los problemas de la mayoría, que se mantienen y aumentan dramáticamente. Con la experiencia de los últimos años y también de estos meses de gobierno, las masas están sacando lecciones profundamente valiosas: sólo en base a la organización y a la movilización podremos frenar todos los ataques y conseguir una vida digna para los oprimidos. En esta línea se suceden las movilizaciones de la juventud, que marcan un punto de inflexión y anticipan una nueva etapa en la lucha contra Bolsonaro. Una etapa donde la poderosa clase trabajadora brasileña participará e intervendrá de forma decisiva. Así lo prueba la convocatoria de la huelga general para el 14 de Junio.

Construir la huelga general con un programa revolucionario y socialista

La determinación demostrada por los estudiantes ha sido el mejor arranque posible para calentar los motores de la clase obrera hacia la huelga general del 14J. Esta huelga debe poner encima de la mesa las reivindicaciones de todos los sectores en lucha y debe ser el primer paso de un plan de movilizaciones continuado en el tiempo hasta derrotar al gobierno.

Este debe ser el camino a seguir. Por ello consideramos que es un error que dirigentes del PSOL estén llamando a formar “frentes democráticos” con las fuerzas de la derecha para frenar a Bolsonaro. La experiencia demuestra que en base a la aritmética parlamentaria no se podrán satisfacer las necesidades sociales de las masas. La única forma de tumbar al gobierno es con un programa de clase,  demostrando el potencial de trabajadores y los sectores oprimidos por el capitalismo cuando toman las calles y se organizan.

Por eso, los compañeros y compañeras del PSOL, PSTU, PCB, MST, MTST, deben levantar un frente único de la izquierda que sume a los movimientos de indígenas y campesinos, las organizaciones feministas revolucionarias, de estudiantes, y deben llamar a los militantes luchadores del PT y la CUT a romper con los métodos burocráticos y reformistas de su dirección. Es fundamental sacar las conclusiones de la huelga general contra la reforma laboral de Temer donde la burocracia del PT frenó la lucha negándose a extender la movilización.

Una tarea central de los activistas de la izquierda debe ser impulsar comités de acción en los centros de trabajo y estudio para organizar la huelga de forma asamblearia, democrática y combativa, defendiendo la necesidad de un programa socialista revolucionario que ponga en el centro la planificación democrática de la economía. En esto se debe convertir la huelga del 14J. No hay tiempo que perder y hay fuerza para vencer.


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