El 15 de octubre asistimos en Iraq a una nueva farsa democrática con la celebración del referéndum sobre la nueva constitución. Con diez días de retraso y tras una ardua tarea de sumas y restas, la Comisión Electoral Iraquí hacía públicos los resultaEl 15 de octubre asistimos en Iraq a una nueva farsa democrática con la celebración del referéndum sobre la nueva constitución. Con diez días de retraso y tras una ardua tarea de sumas y restas, la Comisión Electoral Iraquí hacía públicos los resultados definitivos: era la crónica de un sí anunciado. Con una participación del 63%, sobre los más quince millones de iraquíes inscritos en el censo, el borrador de constitución era aprobado por el 78% de los votantes (algo más de 7,5 millones) frente a 2,25 millones que dijeron no y otros 7 millones que no se inscribieron o no votaron aunque estaban inscritos. La posibilidad de que dos tercios de los votantes en tres de las 18 provincias iraquíes rechazaran el borrador y se echara abajo la constitución, era más que probable. Si no ¿por qué días antes del referéndum, en una burda maniobra que finalmente no prosperó, se pretendía que los dos tercios se contabilizaran sobre el total del censo y no sobre los que fueran a votar? En todo caso, el resultado estaba decidido de antemano en los despachos de la Casa Blanca.

Al igual que con las elecciones legislativas de enero de este año, el imperialismo no ha resuelto nada en Iraq. Las masas iraquíes siguen resistiendo a las fuerzas de ocupación. El mes de octubre ha marcado un nuevo récord en lo que va de año: 92 muertes de soldados norteamericanos, superando ya los 2.000 y despertando viejos fantasmas: “Costó cuatro años que murieran 2.000 norteamericanos en Vietnam” decía Cindy Sheehan, la madre que encabeza el movimiento contra la guerra en EEUU.

Más participación en las zonas que gana el ‘no’

En esta ocasión la población suní no ha optado por el boicot. Es significativo que precisamente en las provincias de mayoría suní, donde gana el “no”, los índices de participación hayan sido mayores que en el resto del país. Por ejemplo, en Al–Anbar y Saladino la participación fue de un 90 y un 88% respectivamente y el no ganó con un contundente 96,90% en la primera y un 81,75% en la segunda. En las otras dos provincias de mayoría suní, donde se jugaba el futuro de la constitución, todo apunta a que ha habido fraude. En Nínive el no habría ganado con el 55% de los votos, mientras que en Diyala el no se habría quedado en el 48,73%. Algo sospechoso si tenemos en cuenta que El País, el 18 de octubre, decía que en esta provincia ganaba el no con un 54%. Más curioso aún es que en Mosul, capital de Nínive y la población más importante de la provincia, el voto negativo estaría entre el 75 y el 80% (Al-Jazzera, 17 de octubre).

En las provincias del sur, con mayoría chií, donde el sí es mayoritario, la participación ha sido inferior a las zonas donde gana el no y también menor respecto a las elecciones de enero. En ninguna de ellas, con la excepción de Basora, se ha superado el 60% de participación. También en las provincias del Kurdistán, donde el sí ha ganado contundentemente, la participación ha caído en relación a las elecciones de enero y ni la confianza ni la euforia acompañaban a los votantes kurdos. Yunis, un trabajador kurdo de un barrio obrero de Erbil reflejaba este ambiente muy bien: “Por desgracia, fui a votar y dije sí a la constitución. No sé por qué lo hice” (La Vanguardia, 17/10/05). Un miembro de la Unión Patriótica del Kurdistán, partido del actual presidente de Iraq, era más claro aún: “El hecho de que un gran número de votantes kurdos y chiíes (…) decidieran no acudir a los centros electorales muestra su descontento con el gobierno, que no ha sido capaz de crear empleos cuando han pasado más de dos años desde que se derrocó a Sadam” (Rebelión, 17/10/05).

Los planes del imperialismo han fracasado en Iraq

Este proceso constituyente no ha entusiasmado a nadie. Y es que la población iraquí sufre en sus carnes los efectos de la ocupación. El desempleo oscila entre un 20 y un 60% dependiendo de la zona. El gobierno iraquí dice que “podrían llevar a cabo sus tareas con sólo entre el 40 y 60% de sus empleados” lo que significaría más de un millón de nuevos desempleados. El 60% de la población depende de ayudas, la media de ingresos ha caído de 3.000 dólares hace veinte años a 800 dólares en 2004. En este escenario, el rechazo hacia el invasor y la indiferencia hacia las nuevas instituciones “soberanas” que quieren imponer es lo que predomina.

Cerca de 10.000 iraquíes desa-parecidos, más de 50.000 muertos o detenidos en los últimos siete meses, machaque brutal de ciudades enteras (Faluya, Tal Afar…), violaciones de mujeres a manos de soldados norteamericanos, bombardeos constantes... Esta es la democracia de los cementerios que exporta el imperialismo USA. Aquí se asienta la fortaleza de la resistencia iraquí. Y, aquí, radica el fracaso y las dificultades crecientes para Bush. Con más tropas en Iraq que al principio de la guerra, con un gasto militar de 5.900 millones de dólares mensuales, con unas protestas contra la guerra en aumento dentro de EEUU y con un índice de popularidad por debajo del 40%, la necesidad de presentar avances en el proceso de “democratización” de Iraq (constitución, nuevas elecciones en diciembre) se hace apremiante. Sin embargo, todas estas maniobras no engañan ya a prácticamente nadie. Incluso, el juicio a Sadam se les ha convertido en un arma de doble filo. Ante las cámaras de medio mundo Sadam podría explicar quién, activamente o con un silencio cómplice, amparó durante años sus crímenes: el imperialismo norteamericano. La oleada de indignación entre las masas iraquíes y de los países de la zona no sería pequeña.

A pesar de los peligros de división sectaria en Iraq, alentados en parte por el imperialismo y por los distintos grupos religiosos reaccionarios que quieren controlar el poder en Iraq, la clase obrera iraquí también se está moviendo. Los trabajadores han protagonizado luchas y huelgas contra los planes de privatización, por la dignificación de sus condiciones de vida y trabajo y se están organizando. Tienen un sindicato coordinado en todo el territorio iraquí y con una dirección laica. El fracaso de EEUU en Iraq es evidente. Ahora es necesario, que la lucha por la liberación nacional de Iraq se transforme en una lucha por la liberación social de los trabajadores y las masas pobres iraquíes que impida a otros sectores reaccionarios hacerse con el control del país para seguir oprimiendo a los de siempre.


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