Los planes para la nueva guerra imperialista contra Iraq se han acelerado en las últimas semanas. Desde la anterior Guerra del Golfo no se conocía una ostentación tan apabullante de armas de destrucción masiva. Pero en este caso quien hace gala de es

Los planes para la nueva guerra imperialista contra Iraq se han acelerado en las últimas semanas. Desde la anterior Guerra del Golfo no se conocía una ostentación tan apabullante de armas de destrucción masiva. Pero en este caso quien hace gala de esta demostración no es el gobierno iraquí, sino el de EEUU y Gran Bretaña. Es más, en su labor de intimidación, Blair ha llegado a afirmar que no le temblará la mano a la hora de utilizar armas nucleares en Iraq si lo considerase necesario. Aznar por su parte, con el estilo rancio y mentiroso que siempre ha caracterizado a la derecha de este país, ha afirmado que Iraq es una amenaza “para la paz, la seguridad mundial y para España”.

Sin embargo toda esta propaganda belicista esta encontrando un eco minoritario, mientras la oposición a la guerra se extiende por todo el mundo.

Como analizamos extensamente en las páginas de este número, la guerra organizada por EEUU no tiene nada que ver con la defensa de la democracia, la paz, el derecho internacional o las libertades. Precisamente esta ofensiva imperialista ha estado precedida de una auténtica guerra contra las libertades y los derechos democráticos y ataques a los gastos sociales y las condiciones de vida de los trabajadores.

El gobierno Aznar ha seguido fielmente este guión. Sus reformas laborales, que enmarcaron una campaña contra los parados a los que se calificó de vagos y rufianes; la reforma educativa en beneficio de la enseñanza privada, con el telón de fondo de la criminalización de la juventud; la ley de extranjería, azuzando el racismo y el vínculo “inmigración = delincuencia”; la Ley de partidos y la ilegalización de Batasuna, intentando desviar la atención de la población de sus problemas más urgentes con el señuelo de la lucha contra el terrorismo, que se ha convertido en coartada para recortar salvajemente los derechos democráticos; y ahora la guerra, que será utilizada para justificar nuevos ataques, como el que ya están preparando para rebajar la cuantía de las pensiones, constituyen lo más sobresaliente del programa de la derecha.

Es evidente que la política exterior del señor Aznar no es más que la continuación de su política interior. Por eso debemos decir muy claro que el enemigo de los trabajadores y los jóvenes del Estado español no es el sufrido pueblo iraquí. ¡No! Nuestro enemigo está en casa, es este gobierno, es la burguesía, son los grandes monopolios, los banqueros y los terratenientes.

Sin embargo Aznar se encuentra cada vez más solo. La oposición al gobierno se extiende, se amplía y se hace cada día más fuerte, especialmente desde la irrupción del movimiento obrero con la magnifica huelga general del 20-J que demostró la debilidad objetiva de este gobierno. A esta contestación se ha sumado la explosión social que ha vivido Galicia contra el desastre del Prestige y la ineptitud del gobierno del PP para hacerle frente. Las movilizaciones masivas del pueblo, los trabajadores y la juventud gallega, han provocado la reacción histérica del gobierno y del presidente, que no han vacilado en insultar a cientos de miles de personas humildes afectadas por la tragedia.

El gobierno trata de atajar esta contestación por todos los medios. Intenta recuperar el escenario de paz social y acuerdos previos al 20-J. Pero nada les sale bien, aunque cuenten con el apoyo práctico de los dirigentes sindicales, que en este contexto de protesta contra la derecha vuelven a firmar pactos como el de la negociación colectiva o desconvocan huelgas como la prevista para el 20 de febrero en el campo andaluz y extremeño. Sin embargo, la época de la paz social ha pasado a mejor vida. Por muchas resistencias que haya en las cúpulas sindicales, la situación de la lucha de clases, la crisis económica, los nuevos ataques que prepara el PP, presionarán sobre estos dirigentes que, o bien recogen las aspiraciones de la base y del movimiento o bien se convertirán en un obstáculo insalvable, y tarde o temprano serán barridos por los acontecimientos.

Lo que es evidente es que la lucha por acabar con este gobierno de pesadilla ha entrado en una etapa decisiva, y su apoyo a esta guerra imperialista cruel marcará un nuevo jalón en su derrota.

Si quieres la paz,

lucha por el socialismo

La oposición a la guerra es tan amplia en el estado Español, que incluso la dirección del PSOE ha tenido que desmarcarse del gobierno y llamar a la movilización contra la guerra. Evidentemente Zapatero y los dirigentes del PSOE se equivocan totalmente, y ellos lo saben, cuando señalan que esta guerra y la del año 1991 no tienen nada que ver. Evidentemente aquella fue también una guerra imperialista para asegurar que los recursos petrolíferos de Oriente Medio siguieran bajo el firme control de EEUU y sus aliados. De hecho hoy, como en 1991, en Kuwait sigue habiendo el mismo régimen antidemocrático.

Lo que en esta ocasión ha cambiado es el ambiente entre la población y la percepción de Zapatero de que para ganar las elecciones tienen que apoyarse y conectar con este sentimiento. Sin embargo esta oposición y la de los dirigentes sindicales que ya han mostrado su rechazo a la guerra no se puede quedar en palabras. Es necesario ampliar la movilización a fábricas, barrios y centros de estudio, y a la formación de Comités contra la Guerra a lo largo y ancho de todo el país. El Sindicato de Estudiantes ha llamado a una jornada de lucha para el 13 de febrero en todos los centros de estudio; el día 15 habrá manifestaciones masivas en todo el país. A esta acciones deben seguir otras más amplias y en esto la responsabilidad fundamental es de los dirigentes sindicales y de la izquierda política, que deberían preparar una respuesta contundente del movimiento obrero a la guerra, incluyendo la convocatoria de una huelga general. Si en 1991 CCOO y UGT convocaron dos horas de paro contra la guerra, hoy las condiciones para repetir y ampliar esa convocatoria son mayores.

La lucha contra la guerra es también la lucha contra el capitalismo, el auténtico responsable de todas las guerras y de la barbarie que se extiende por países y continentes enteros. Desvincular la lucha por la paz de la lucha por transformar la sociedad es hacer un enorme favor a la burguesía. Sólo podremos acabar con las guerras si derrocamos este sistema social injusto. Por eso, si quieres la paz, lucha por el socialismo.

¡Únete a los trabajadores y jóvenes de El Militante para construir la alternativa marxista!


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