En el cuarto aniversario de la Revolución egipcia

Una vez más, y en una fecha tan señalada como el 24 de enero (víspera del cuarto aniversario de la Revolución egipcia), el régimen militar de Al Sisi muestra su verdadera cara, que no desmerece la de la dictadura de Hosni Mubarak. La activista Shaimaa el Sabag fue asesinada con un tiro en la cabeza por la policía, en una manifestación de la Alianza Popular Socialista, a la que pertenecía. Este repugnante crimen es el último hito de una dictadura que mantiene en las cárceles a 41.000 presos políticos, que ha asesinado a cinco mil manifestantes, y que es férreamente apoyado por el imperialismo.

El partido antes citado, escisión del antiguo Partido Comunista, había organizado una manifestación en homenaje a los mártires de la Revolución, con la intención de dejar flores en su recuerdo en la plaza Tahrir. Coreaban consignas como Pan, libertad y justicia social (considerado el lema de la Revolución). Como muchas otras manifestaciones fue atacada con disparos, y varios de ellos impactaron contra Shaimaa. Inmediatamente la policía detuvo a siete miembros de la Alianza, acusándoles del asesinato para encubrir su autoría. Este grotesco bulo, difícilmente mantenible, fue rápidamente complementado por otra mentira más eficaz. A las pocas horas del crimen la televisión negaba que la policía hubiera disparado balas reales y acusaba a los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, los vídeos muestran claramente a un policía disparando la ráfaga que mató a la activista.

No fue el único asesinato de estos días. Según el propio Ministerio del Interior, 20 civiles han muerto en las manifestaciones en conmemoración de la Revolución, incluyendo a la estudiante de 17 años Sondos Reda, en Alejandría, y a un niño de diez años. Hubo al menos treinta heridos. Casi todos los barrios de El Cairo, y otras localidades, han sido el escenario de manifestaciones, a pesar de la tajante prohibición de manifestarse. Se da la circunstancia que el régimen de Al Sisi ha anulado la celebración oficial de la efeméride, aprovechando la ocasión del luto decretado por el Estado por la muerte del rey Abdulá de Arabia; con esta simbólica decisión, el régimen militar se desenmascara: llora a los oligarcas, islamistas o no, e intenta esconder debajo de la alfombra la Revolución y sus mártires…

Tres días antes del cuarto aniversario, los hijos de Mubarak, acusados de corrupción, han sido liberados. El propio Mubarak fue trasladado de la prisión a su mansión, mientras es absuelto de todos sus crímenes de represión y espera un último juicio, sobre corrupción, que a buen seguro también le absolverá. Cuatro años después del mayor levantamiento revolucionario del pueblo egipcio, ningún responsable, ni alto ni bajo, de la dictadura, ha sido condenado.

Mientras los medios de comunicación burgueses presentan el régimen de Al Sisi (como el de los jeques saudíes o el del rey Mohamed en Marruecos) como un baluarte de civilización frente a los islamistas, los militares egipcios intentan ensanchar base social entre los sectores más atrasados de la población. El primer ministro tiene la potestad de prohibir cualquier publicación que considere “ofensiva para la religión”, o “perturbe la paz social”. La detención de un joven por presentarse como ateo en su página de Facebook, o la represión de la homosexualidad (en los últimos meses se han producido 50 redadas y 150 personas acusadas de gays han sido detenidas), van en ese sentido.

La ola de represión de las manifestaciones y huelgas, las penas de cárcel, y el espantajo de la amenaza integrista, no pueden evitar el descontento con el régimen. La mayor parte de la población egipcia, reprimida, silenciada y hambreada por la eliminación de los subsidios al pan, gasolina y productos básicos, rechina los dientes buscando alguna salida. A pesar de la brutal campaña de propaganda, y de las consecuencias legales de no votar, el 53% de la población se abstuvo en las elecciones de 2014, planteadas como un plebiscito a favor de Al Sisi. La historia no ha acabado…


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