Tayip Erdogan, el presidente de Turquía, y la oligarquía turca a su alrededor, en una incierta huida hacia adelante, está incendiando Oriente Próximo y su propio país. Alertada ante los avances de las milicias kurdo-sirias (únicas capaces de frenar al Estado Islámico), y ante un movimiento en alza en toda Turquía (expresado en las últimas elecciones en el 13% obtenido por el HDP, Partido Democrático de los Pueblos)[i], la cúpula del Estado ha movilizado todo su músculo represivo para aplastar a la histórica guerrilla kurda del PKK y machacar las organizaciones de izquierda kurdas y turcas. Prepara también el terreno para combatir a las milicias de Rojava (Kurdistán Oeste, o Kurdistán sirio). La intención declarada de luchar contra el yihadismo es una cortina de humo.

El 25 de julio empezaron las operaciones militares. A pesar de que Erdokan y Ahmet Davutoglu, su primer ministro (en funciones desde las elecciones del 7 de junio) declararon que se dirigían “contra todo tipo de terrorismo”, refiriéndose tanto al EI (Estado Islámico) como al PKK, la realidad es bien distinta. A día de hoy, el territorio controlado por los yihadistas en Siria fue bombardeado por la aviación turca sólo los días 25 y 26, sin ningún resultado. En cambio, en más de una semana de intervención militar, la misma aviación no ha parado de atacar supuestos campamentos del PKK –en su mayoría, poblaciones kurdas- a los dos lados de la frontera turco-iraquí (en concreto unos 400 objetivos). Es más, el día 26 el ejército turco bombardeó dos aldeas clave controladas por las milicias kurdas de Rojava: Zon Mixar y Tel Findir. Se trata de dos puestos estratégicos para la defensa de Kobane, la localidad kurda tomada por los yihadistas y recuperada por los kurdos. En otras palabras: el imperialismo turco no tiene ningún problema en debilitar la guerra contra el EI, que ha sido creado por él mismo y sigue siendo útil para sus intereses.

30 asesinados en un atentado organizado o permitido por el Estado

Cínicamente, la cúpula del Estado turco intenta utilizar en su beneficio la masacre de Suruç, el 20 de julio (cinco días antes del inicio de la ofensiva bélica y policial). Ese día un individuo repleto de explosivos pasó los exhaustivos controles policiales y pudo entrar en un acto de cientos de jóvenes kurdos y turcos, en esa localidad del Kurdistán turco. El acto estaba organizado por la Federación de Asociaciones Juveniles Socialistas y tenía como objetivo llevar a cabo tareas solidarias de reconstrucción de Kobane y entrega de víveres y enseres. La bomba humana dejó al menos treinta muertos y cien heridos, nueve de ellos en estado crítico. La aportación policial posterior fue la habitual: reprimir a los supervivientes, muchos de ellos ocupados en atender a los heridos.

No es la primera vez que hay un atentado contra actos y manifestaciones de la izquierda kurda y turca. La implicación del aparato de Estado, a través de diferentes bandas que se califican a sí mismo como “islamistas”, “yihadistas” o “nacionalistas turcos”, es continua, y ésta no es una excepción. El Gobierno culpa de la masacre de Suruç al EI, pero lo cierto es que el Estado Islámico ni siquiera ha reivindicado el atentado y que las evidencias de complicidad o autoría claman. Incluso una comisión de investigación del CHP (Partido Republicano del Pueblo, nada sospechoso de izquierdismo, y que de hecho es ferozmente anti-kurdo y chovinista) ha acusado directamente a Hakan Fidan, responsable del MIT (Servicio Nacional de Inteligencia), de complicidad con la masacre. Fortaleciendo estas sospechas, el atentado ha sido la excusa de Erdogan y Davutoglu para la actual ofensiva. Una ofensiva que tiene varios objetivos complementarios.

Por un lado, el Gobierno islamista intenta crear un estado emocional más favorable para la desarticulación del movimiento popular en auge, expresado a nivel electoral hace dos meses. Especialmente peligroso para el Estado es la creciente fusión entre el movimiento por los derechos democráticos kurdos y la lucha popular de la juventud y los trabajadores turcos. El propio Davutoglu ha reconocido quién es realmente su enemigo, al declarar que el mayor golpe al proceso de paz con los kurdos fue el movimiento en torno al parque Gezi en 2013, “en la que se aprovechó un asunto ecológico para convertirlo en una gran anarquía social”. Es la lucha de clases el motivo fundamental de esta escalada militarista.

Con mucha menos publicidad que el sobrevuelo de aviones (y muchísima menos que las repuestas armadas del PKK), se están llevando a cabo detenciones masivas, allanamientos de moradas, ocupación policial de barrios populares en Estambul y Ankara y militar de poblaciones kurdas y represión de cualquier protesta. Al menos hay 1.300 detenidos; son presentados como “terroristas yihadistas y kurdos”, cuando la realidad es que el 85% son militantes y simpatizantes de organizaciones de izquierda kurdas y turcas. También hay al menos cinco personas asesinadas en manifestaciones o redadas, y como mínimo 60 desaparecidos. Todas estas operaciones empezaron el 23 de junio, dos días antes de los bombardeos al PKK. Se han cerrado 97 páginas web, Twitter y Facebook están férreamente controlados desde la masacre de Suruç, y está prohibida la difusión de imágenes de ésta. El día 26 el HDP convocó por todo el país manifestaciones, que fueron reprimidas sin contemplaciones, destacando la de Estambul. En Ankara fue ocupado policialmente el local del sindicato Egitim-Sen y detuvieron a 40 personas, entre ellos a nueve extranjeros que volvían de luchar contra los yihadistas en Kobane y recibían tratamiento sanitario allí, así como al propio médico. En una protesta por esta acción, fueron detenidas 46 más. En el barrio estambulí de Gazi los vecinos levantaron barricadas para impedir el paso a la policía.

Objetivo: debilitar a las milicias kurdas que luchan contra el Estado Islámico

Por otro lado, Erdogan quiere debilitar a las milicias kurdas, tanto las de Rojava como el PKK. La posibilidad de un territorio autónomo, de mayoría kurda, al sur de la frontera turca, y de que esta zona, liberada por los habitantes armados, sea una referencia, una alternativa anti-sectaria y liberadora para trabajadores, jóvenes, mujeres, de toda la región, es peligrosa. Y los últimos avances de los YPG e YPJ (Unidades de Protección del Pueblo y de Protección de la Mujer, ésta última compuesta de tropa femenina) acercan esta posibilidad más que nunca[ii]. Precisamente la intención del imperialismo turco es crear y controlar una zona tapón en el área que separa dos comarcas kurdas liberadas (Kobane y Efrin), para cortar su desarrollo y prepararse para un posterior ataque. Además, si esa zona entre Kobane y Efrin cayera en manos kurdas, el EI se quedaría sin la principal fuente de suministros (y de reclutamiento), ya que víveres, municiones y mercenarios pasan en su mayor parte por esa frontera porosa, con la aquiescencia oficial.[iii]

Por supuesto, esa zona tapón es vendida como una operación para evitar la infiltración de yihadistas en Turquía. Justamente lo contrario de la realidad. El aparato de Estado turco no intervendría ahí si el EI pudiera mantener el control; sin embargo, las milicias kurdas (y árabes y asirias aliadas) han demostrado el punto débil de los yihadistas: éstos se han enfrentado (por primera vez) a un ejército realmente popular, que no lucha por mantener los privilegios de ningún sector de la clase dominante. Y éste sí es un contrincante más serio que los batallones islamistas provenientes del Ejército Libre Sirio (ELS), hoy aliados con al-Qaeda con la financiación y el plácet de Turquía, Arabia y Estados Unidos; o que el ejército iraquí y los paramilitares chiíes. Ante la imposibilidad del EI en parar a los kurdos, Turquía va en su ayuda.

La ofensiva bélica estaba prevista mucho antes del atentado de Suruç. De hecho, el 29 de junio, once días antes, se reunió el Consejo de Seguridad Nacional turco (el auténtico gobierno cívico-militar del país) y, tras expresar su preocupación por el terrorismo (¡cómo no!) y por los “intentos de modificar la demografía”, es decir, de crear un Estado kurdo en Rojava, se tomaron “todas las medidas necesarias para garantizar la seguridad de nuestra frontera y más allá. Todos los planes de contingencia están listos”; ahora sabemos a qué se referían exactamente. Más claro todavía, el periódico Sabah, afín al AKP, llevaba semanas insistiendo en que las milicias kurdas “son más peligrosas que el Estado Islámico”.

La guerra iniciada por Erdogan tiene también un objetivo a corto plazo. El Gobierno está en funciones desde las elecciones del 7 de junio, y el partido islamista AKP, ha salido muy debilitado de ellas. Con esta intensa campaña militarista y chovinista pretenden también ayudar a forjar una alianza con la extrema derecha nacionalista del MHP, con lo que tendrían mayoría en el Parlamento, o bien prepararse en mejores condiciones para unas elecciones anticipadas.

Por supuesto, debilitar a la izquierda turca y kurda, dificultar la tarea a las milicias de Rojava y atacar objetivos del PKK son fines complementarios. La oligarquía turca tiene sus razones para llevar el conflicto kurdo al terreno militar, tanto porque cuenta con el ejército más poderoso de Oriente Medio, como porque intenta imponer así la militarización de la sociedad turca y la represión a la izquierda. De hecho, el propio Erdogan ya ha apremiado a levantar la inmunidad de los diputados del HDP, lo que sería el paso previo a la ilegalización del HDP.

Sin embargo, Erdogan y su gente está jugando con fuego. La intervención en el norte de Iraq (donde ya se están produciendo manifestaciones masivas de protesta) y el inevitable combate contra las YPG e YPJ va a tener consecuencias desastrosas para las masas de todo Oriente Medio, y también crea muchas incógnitas. Pero no hay ninguna garantía de que puedan aplastar al PKK, algo que no consiguieron en el pasado aun aplicando un auténtico genocidio, ni a las milicias de Rojava.

El imperialismo estadounidense y la Comisión Europea, muy lejos de la imagen que quieren dar en los medios, están totalmente comprometidos con el Estado turco. Estados Unidos, más aún después de la promesa de Erdogan de permitir la utilización de dos bases militares en territorio turco para sus operaciones (teóricamente, contra el EI). En esta lucha de intereses que recorre la zona, las clases dominantes de Estados Unidos, Israel, Arabia y Turquía, supuestos aliados, tienen su propia agenda, y a veces chocan, incluso militarmente… pero rápidamente se pueden poner de acuerdo, si existe la amenaza de una alternativa de clase, anticapitalista, que pueda ser un foco de atención para las masas. Brett McGurk, asesor de Obama para Oriente Próximo, ha sido claro: “Condenamos los ataques terroristas del PKK y respetamos el derecho a la autodefensa de nuestro aliado Turquía”.

Un movimiento en alza, en Kurdistán y en Turquía

Las maniobras del Gobierno turco no van a ser tan fáciles, ni siquiera en casa. El movimiento kurdo, y el movimiento popular en Turquía, están en alza. Detenciones y asesinatos no lo pararán. Si Erdogan tiene que justificar sus acciones en la lucha contra el yihadismo, es precisamente porque los prejuicios anti-kurdos son rechazados por sectores cada vez más amplios. La mayoría de la población, según las encuestas, se opone a todo tipo de intervención militar.

Será decisiva la actitud que tengan en estas circunstancias la dirección del PKK y la del HDP. El PKK considera (lógicamente) rota la tregua en vigor y ha vuelto a la acción armada, organizando emboscadas a convoyes militares y matando a yihadistas infiltrados en el aparato policial. El HDP denuncia que el Gobierno quiere llevar a Turquía a una gran guerra y crear un clima de militarismo y nacionalismo, “incendiando el país”; también ha llamado al PKK a “silenciar las armas” y al Gobierno a cesar su ofensiva. Por supuesto, ejercer el derecho de autodefensa de las comunidades kurdas, de las organizaciones y los militantes de la izquierda kurda y turca, es fundamental. De igual forma lo es entender el punto fuerte del movimiento: su masividad, su ánimo, y su capacidad para llegar a las más amplias masas, de toda la zona, y especialmente de Turquía. La movilización de masas por la dimisión de Erdogan, por el derecho de autodeterminación del pueblo kurdo, por el desmantelamiento de las bandas yihadistas y la limpieza drástica del aparato estatal, y por el control democrático de los recursos de la zona, expropiándosela al imperialismo y a las diferentes burguesías, en definitiva por una federación libre, socialista, de toda la zona, es el arma más eficaz del combativo pueblo kurdo y de sus hermanos de clase turcos.

[i] Ver http://elmilitante.net/index.php/europa/europa/9650-avance-historico-de-la-izquierda-en-turquia.

[ii] El movimiento kurdo de Rojava, amenazado tanto por el ejército sirio del régimen baasista, que les ha reprimido históricamente, como por las bandas islamistas, tomó las armas hace tres años, ocupando la Administración municipal de la mayoría de localidades sin apenas resistencia y enfrentándose desde entonces a los intentos de los grupos islamistas (tanto del EI como de al-Caida y del Ejército Libre Sirio) de tomar el control de la zona. Las milicias YPG e YPJ han sido el único freno a la rápida expansión del Estado Islámico. Su punto fuerte es la organización social en esas poblaciones, donde participan las minorías étnicas (árabes, asirios) y religiosas (cristianos, yazedíes), las mujeres participan codo a codo con los hombres (componen el 40% de las milicias), existe un sistema de comités basados en las “asambleas de comunas de barrios” (que engloban a unas cien familias cada una), y se estimula la economía colectiva, especialmente cooperativas. La expansión de esta experiencia, con la liberación de Kobane (en febrero), y la reciente de Gire Spi (Tal Abyad en árabe), en junio, hizo sonar la alarma en el imperialismo turco. En concreto, arrebatar Gire Spi al EI implica aislar la ciudad siria de Raka (considerada la capital de éstos) de sus proveedores provenientes de Turquía, así como unificar una amplia zona de Rojava (todo el centro y el este), posibilitando así expandirse hacia el oeste y crear un Estado de hecho, de mayoría kurda, entre Siria y Turquía. Un Estado que sería un estímulo para los kurdos turcos, para los kurdos iraquíes (que viven en un territorio autónomo de Bagdad, pero sometidos a la oligarquía local), y para la población de todo Oriente Medio.

[iii] El diario turco de referencia Cumhuriyet denunció el 11 de junio la implicación del MIT en el trasiego de armas y mercenarios por Turquía hasta territorio del EI, y la utilización de autobuses fletados por el servicio secreto.


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