Sólo el poder de los trabajadores y el pueblo, con un programa socialista, puede salvar la revolución

El 27 de Junio un agente de policía, simpatizante de la autodenominada Mesa de Unidad Democrática (MUD) que agrupa a la oposición de derecha y extrema derecha venezolana, conmocionaba a la población del centro de Caracas al disparar desde un helicóptero contra el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) y el Ministerio del Interior. Pocos días antes, partidarios de la MUD organizaban un ataque contra la base militar de La Carlota (Este de Caracas) con granadas caseras y cócteles molotov. El resultado de esta acción terrorista, un joven atacante de 19 años muerto, está siendo utilizado para agitar aún más los ánimos de las bases contrarrevolucionarias e intensificar la campaña exigiendo sanciones y una intervención por parte de organismos imperialistas como la ONU, la OEA y demás.

La estrategia golpista de la derecha venezolana

Los medios de comunicación burgueses, la derecha y una gran parte de los dirigentes de la socialdemocracia internacional, presentan esta ofensiva armada de la reacción contrarrevolucionaria como respuestas de jóvenes indignados que luchan por la “democracia”. Sin embargo, lo ocurrido en Altamira (Caracas) o Barquisimeto (Estado de Lara), donde partidarios de la MUD armados y encapuchados lincharon e intentaron quemar vivos a tres jóvenes por el simple hecho de declararse chavistas, muestra de qué estamos hablando realmente. Se trata de bandas fascistas que actúan como parte de una estrategia cuidadosamente organizada. El objetivo es el mismo que vienen buscando desde hace más de un año: generar una situación de crisis en la cúpula del Estado que empuje a un sector de la alta oficialidad militar (que hasta el momento —al menos públicamente— ha mostrado su apoyo a Maduro) a derrocar al gobierno.

El 12 de junio, el líder fascista Leopoldo López instaba a los militares a dar un golpe de estado. El gobierno del PP y los medios de comunicación españoles presentan a López como un “demócrata” y un “preso político”, pero lo cierto es que fue juzgado y encarcelado por organizar en 2014 una campaña de violencia similar a la actual (aunque menos prolongada en el tiempo) que causó 43 muertos.

Increíblemente, dirigentes de Ahora Madrid como Manuela Carmena o Rita Maestre, en lugar de explicar quién es Leopoldo López han aceptado concederle el estatus de “preso político” y han votado con el PP y Ciudadanos resoluciones exigiendo su liberación. Estas dirigentes de la izquierda deben rectificar urgentemente. Independientemente de cuales sean sus intenciones, la campaña presentando a Leopoldo López como un mártir sólo busca disfrazar con el atractivo envoltorio de la “lucha por las libertades” los planes en marcha para organizar un golpe de estado en Venezuela. Un golpe que ahogaría en sangre el país masacrando a miles de activistas de la izquierda.

Paralelamente al llamamiento de López, la Asamblea Nacional (AN), controlada por la MUD, decidía el 20 de Junio desconocer al Presidente Nicolás Maduro invocando el artículo 350 de la Constitución. Este artículo habla del derecho de los ciudadanos a rebelarse si el gobierno viola los derechos humanos y la propia Constitución.

No hay duda de que estamos ante una estrategia del terror que busca el derrocamiento del gobierno de Maduro. Desde el 30 de marzo, cuando el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) decidió asumir varias funciones de la AN (decisión posteriormente rectificada por Nicolás Maduro) la contrarrevolución ha mantenido a sus partidarios en la calle, combinando movilizaciones de masas con acciones violentas que han causado cerca de un centenar de muertos. En las últimas semanas, ante las dificultades para incorporar más sectores de la población a sus manifestaciones, la estrategia de la derecha contrarrevolucionaria se ha centrado en intensificar las acciones armadas (buscando cuantos más muertos mejor) y los llamados “trancazos”, cortes de tráfico de varias horas con los que pretenden paralizar la actividad económica, algo que hasta ahora los paros que han convocado no han podido lograr.

Divisiones en la cúpula del Estado

Por primera vez desde 2002, los contrarrevolucionarios han conseguido abrir una brecha dentro de la cúpula estatal. La Fiscal General de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, quien ya rechazara la decisión del TSJ del 30 de marzo, declaraba recientemente que Venezuela “se ha convertido en un Estado policial”. Además, responsabilizaba de la violencia al gobierno (calificando su actuación como “terrorismo de Estado”) y desafiaba a éste abiertamente al introducir un recurso de nulidad contra la convocatoria de elecciones a la Asamblea Constituyente para el próximo 30 de julio. De este modo, Ortega se suma a las declaraciones de dirigentes de la MUD planteando que la convocatoria de una Constituyente representa un autogolpe del gobierno y una ruptura del hilo constitucional. En la práctica, esta posición de la Fiscal General del Estado significa llamar a la desobediencia al ejército y a la población.

Los dirigentes de la MUD y un sector del imperialismo han comprendido la importancia que tiene para ellos la brecha que se ha abierto en el aparato estatal y han convertido a Ortega Díaz (quien hasta hace poco era una de las figuras del chavismo más odiadas por ellos) en heroína nacional. Intentan agrandar esa brecha y que, en torno a la Fiscal General, cristalice una oposición institucional al gobierno que sirva de antesala al ansiado golpe militar. Por el momento, Ortega Díaz ha recibido el apoyo del ex-secretario del Consejo de Defensa de la Nación (CODENA) y ex-jefe de Casa Militar, el ex-comandante del Ejército Alexis López, así como del ex ministro del Interior del gobierno del propio Maduro (y también ex militar) Miguel Rodríguez Torres. Rodríguez Torres ya estaba enfrentado al gobierno desde hace meses. López renunció a su cargo este 13 de junio en desacuerdo con la convocatoria de la Constituyente.

Por el momento se trata de figuras procedentes de la cúpula del estado, pero desvinculadas en este momento de ella. No obstante, la situación es tan crítica que resulta bastante probable que existan más sectores dentro de la alta oficialidad, y con posiciones decisivas en este momento, que mantengan opiniones semejantes y estén esperando el momento de actuar.

El deterioro de la situación económica y las medidas del gobierno

Ese momento podría estar llegando ya. La crisis política se combina con una crisis económica que no remite sino que se hace cada vez más intolerable para las capas más humildes de la población. Recientemente, el gobierno aceptaba una nueva subida de precios. El kilo de arroz, por citar uno de los productos más utilizados, pasaba a costar 12.000 bolívares. Esta cantidad equivale a una semana de salario de un trabajador de una empresa media del sector alimentación como Super S (Edo. Anzoategui).

En los últimos días han vuelto a producirse saqueos en zonas populares. En Maracay (ciudad industrial de tradición chavista) estos incidentes involucraron a un número considerable de personas. En Caracas, la Guardia Nacional Bolivariana se ha desplegado no sólo en urbanizaciones de clase media o alta dominadas por la derecha, como es habitual cuando se producen acciones violentas por parte de ésta, sino también en algunas zonas del oeste de la capital. Es cierto que no se trata (todavía) de bastiones tradicionales del chavismo sino de una zona mayoritariamente de clase media baja como El Paraíso y otra que mezcla capas inferiores de la clase media con sectores populares como La Vega, pero es una advertencia clara de en qué dirección evolucionan las cosas.

Reconociendo la gravedad de la situación, Nicolás Maduro en un discurso pronunciado el 27 de Junio, antes del ataque en helicóptero contra el Ministerio del Interior, decía: “Yo se lo digo al mundo, escuchen esto, y aspiro que el mundo escuche, después de 90 días de violencia, de destrucción y de muerte, si Venezuela fuera sumida en el caos y la violencia, y fuera destruida la revolución bolivariana, nosotros iríamos al combate, nosotros jamás nos rendiríamos, y lo que no se pudo con los votos, lo haríamos con las armas, liberaríamos nuestra patria con las armas” (https://www.aporrea.org/ideologia/n310618.html)

Pero sólo hay un modo de evitar la derrota de la revolución bolivariana. Que la economía y el Estado pasen a estar controlados efectivamente por los trabajadores y no por los capitalistas y los burócratas, como ocurre actualmente. La solución es que la clase obrera, al frente de las capas oprimidas de Venezuela, tomen todo el poder político y económico y lleven a cabo medidas socialistas enérgicas, nacionalizando la banca, la tierra y las principales empresas bajo su control democrático para planificar y utilizar los recursos de la economía en función de las necesidades sociales. De esta manera, con un Estado basado en la democracia obrera y en órganos reales de poder de los trabajadores, elegidos y revocables democráticamente, se podría luchar inmediatamente y de manera eficaz contra la inflación, el desabastecimiento, la corrupción burocrática y el sabotaje capitalista. ¡Hay que derrocar de una vez por todas al capitalismo, expropiar a la burguesía y acabar con la quinta-columna burocrática!

La Asamblea Constituyente. ¿Giro a la izquierda o a la derecha?

Pero el gobierno bolivariano está haciendo todo lo contrario. La convocatoria de la Asamblea Constituyente fue vista por un sector de las bases chavistas como una oportunidad de dar ese giro a la izquierda que llevaban tiempo reclamando y hacer frente con medidas revolucionarias a esta grave situación. Organizaciones que apoyan desde su inicio el proceso revolucionario como el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y otras plantearon luchar por una Constituyente Revolucionaria que aplicase medidas socialistas. Miles de luchadores obreros y populares veían en la Constituyente la posibilidad de sustituir a muchos de los dirigentes actuales, que se han burocratizado y favorecen con sus políticas la osadía de la contrarrevolución. Pero la burocracia estatal y el aparato del PSUV han utilizado su poder de tal modo que la inmensa mayoría de candidatos son esos mismos diputados, ministros y dirigentes que sectores cada vez más amplios de las masas responsabilizan de la actual situación.

La táctica del gobierno para responder a la ofensiva de la derecha sigue siendo buscar una alianza con un sector de la burguesía e incluso del imperialismo. O basarse en medidas que pretenden tener a los oficiales de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) contentos, o menos insatisfechos que el resto de la población: más ascensos y más rápidos, concesiones económicas especiales, etc. Mientras, la gran mayoría de medidas progresistas que en su día tomó Chávez, y que sirvieron para reducir la pobreza y fortalecer el apoyo a la revolución, están siendo eliminadas y socavadas.

Ciertamente, uno de los problemas que ha tenido hasta el momento la MUD es que no han logrado que sus llamamientos a paralizar el país con paros y huelgas generales tengan la incidencia buscada. Una razón es que, pese a la crisis económica y el descontento que existe entre los trabajadores, ningún sector decisivo de la clase obrera las ha seguido. Pero, junto a éste, otro factor bastante más sorprendente es que Fedecámaras y Conindustria, las mismas organizaciones empresariales que en 2002 organizaron el paro patronal (e incluso llegaron a pagar a trabajadores de muchas empresas mientras mantenían las fabricas cerradas), no han apostado hasta ahora de manera clara y decidida por esos paros, o no han sido capaces de garantizar que sus afiliados los secundasen.

Los reformistas están convencidos de que esto es resultado de su estrategia de hacer concesiones a los empresarios y aceptar parte de sus exigencias. Pero lo único que están consiguiendo con esa política es desmoralizar a los trabajadores y el pueblo, que ve cómo mientras ellos sufren el desabastecimiento los empresarios se llenan los bolsillos especulando y viven como reyes.

Mientras el pueblo sufre el desabastecimiento, los capitalistas siguen acumulando riqueza y poder

Hace ahora un año, el empresario vasco Agustín Otxotorena, simpatizante de la revolución bolivariana, denunciaba en el diario chavista “Correo del Orinoco” que era mentira que en Venezuela no haya de nada. Una minoría de la población formada por empresarios, especuladores y oligarcas tiene todo lo que desea: “Si tienes dinero hay whisky 18 años, exquisito Ron Venezolano, champagne francés, vodka ruso o sueco, bombones belgas, carnes sabrosas, langosta, ropa de marca, restaurantes exclusivos, discotecas espectaculares, playas con yates, clubs de golf, de hípica, tenis, fútbol y todo un país dentro de otro país donde no hay pobres; las mujeres y los niños son rubios, van a colegios exclusivos, universidades exclusivas, y se divierten en la Isla Tortuga o el Archipiélago de Los Roques, donde los únicos negros o pobres son los camareros, el servicio o los de seguridad. El universo de la (Lilian) Tintori (esposa de Leopoldo López) y de sus acólitos no es de escasez precisamente “( https://www.aporrea.org/oposicion/n291427.html)

Lo increíble es que estas denuncias fueron saludadas por ministros y dirigentes del PSUV pero lejos de hacer nada al respecto se ha mantenido e intensificado la política de hacer concesiones a un sector de la burguesía a cambio de que, supuestamente, no prestase un apoyo abierto a los planes desestabilizadores de la MUD. En realidad lo que está ocurriendo es que, mientras sus agentes directos de la MUD consiguen la fuerza suficiente para forzar un cambio de gobierno, ese sector de la burguesía financiera e industrial está aprovechando los dólares y concesiones que les ofrece el gobierno para hacer grandes negocios. Paralelamente, sigue jugando al desgaste de éste.

Hay un sector de capitalistas (también del imperialismo) que teme que intentar derrocar prematuramente a Maduro pueda provocar una reacción de las masas que, aunque muy críticas con las políticas aplicadas por el gobierno, siguen defendiendo la revolución. Tampoco ven clara la urgencia de tomar ya el poder cuando el gobierno bolivariano les está haciendo concesiones y ha abandonado muchas de las políticas que aplicó Chávez. Además, dadas las medidas de ajuste contra los trabajadores que deberá tomar un gobierno de la MUD (aunque en un primer momento pudiese contar con “ayuda” internacional para estabilizarse) podrían encontrarse con una respuesta social mayor si esas medidas las aplica la derecha que si lo sigue haciendo el PSUV. Ello les permite también desgastar a éste y desmoralizar a las masas identificando las colas, subidas de precios y desabastecimiento con socialismo y revolución.

¿Hasta cuándo puede prolongarse esta situación? Pues hasta que el agravamiento de la crisis económica, la erosión del apoyo al gobierno y, vinculado a esto, la correlación de fuerzas en la dirección del ejército y el Estado les aconseje sumarse de manera más decidida a la ofensiva final que ya está lanzando la MUD. Ese momento, como decíamos anteriormente, podría estar llegando ya. La situación es extremadamente volátil y va cambiando día a día. Un nuevo incidente, más muertos, un choque abierto dentro del propio aparato estatal puede precipitar todo y hacer que la situación se salga de control.

Por una revolución dentro de la revolución que acabe con el capitalismo y la burocracia

Una cosa está clara: si ese momento llega, esos mismos empresarios que hoy los reformistas dicen que están dispuestos a llegar a acuerdos para impulsar la producción y que se reúnen con ellos y llaman a la paz y un acuerdo nacional, serán los primeros en exigir medidas salvajes contra la clase obrera y pedir a la MUD que acabe con todo lo que huela a revolución.

Sólo hay un camino para evitar ese desenlace: que los jóvenes, trabajadores, campesinos y soldados revolucionarios nos organicemos de forma independiente en nuestros centros de trabajo, barrios y cuarteles, y nos reagruparnos bajo una bandera clara, con un programa que unifique todas las reivindicaciones obreras y populares. Hay que hacer una revolución dentro de la revolución que acabe de una vez por todas con el poder de los capitalistas y burócratas y ponga la dirección de la economía y el Estado en manos de la clase obrera y el pueblo pobre. Sólo el pueblo salva al pueblo.

¡Derrotemos la ofensiva contrarrevolucionaria con la movilización obrera y popular!

¡Acabemos con la corrupción, sabotaje y saqueo de los recursos del Estado por parte de los capitalistas y burócratas!

¡Todo el poder político y económico para la clase obrera y los sectores oprimidos!


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