En recuerdo de quienes marcaron historia: Róbert Castro, Oscar Barreto, Yony Ramos, Amada Vargas, Bolivia Suárez, Elvira Alvarado, Maramara, Margot Vásquez Ana María, Carmen Molina, Marilú, Enrique Colina, y otra decenas de compañeras y compañeras con los cuales libramos la lucha obrera más importante de ese año en Venezuela y que terminó con un triunfo de nuestra clase sobre las fuerzas de la reacción pues demostramos que la clase obrera y pueblo unidos los podían derrotar a todos juntitos.

Cuando estamos recordando nuestros treinta años, en medio de un poderoso ascenso de masas, que el imperialismo y la burguesía nativa no han podido ni desviar ni frenar, lamente nos trae parte de la historia del movimiento obrero del estado Lara en la lucha de lo que se conoció La Lucha de los trabajadores del Grupo Textil Yacambú. La misma se inició a raíz de que con “El Topo Obrero”, siempre en la búsqueda de vincularnos al movimiento obrero y después de un análisis de las fábricas más grandes y accesibles de la Zona Industrial 1, planificamos y ejecutamos la tarea de abrir un frente en la empresa textil Yacambú.

En la segunda oportunidad que fuimos a repartir nuestro periódico, logramos contactar a unas trabajadoras y esa misma semana, en nuestro vehículo que era una moto modelo en duro 125 cc, nos mandamos por los cerros de los barrios fronterizos a La Carucieña, a conseguir la dirección que habíamos conseguido y después de mucho dar vueltas, en un momento que ya casi abandonábamos la búsqueda, dimos con la casa en “Loma de León” y allí encontramos a una compañera de unos veinte años con la cual entablamos amena conversación sobre nuestro trabajo y el de ella.

Como era bastante habitual la compañera y una hermana que también trabajaba en la textilera, venían de padres adecos que en una oportunidad, en medio de la lucha, les lanzó el reto de “si ustedes le ganan a Pedro Morles, para ese entonces presidente de FETRALARA, yo me convierto en socialista”.

Así iniciamos el trabajo político organizativo. Como en la empresa no había sindicato ni contrato colectivo, nos fuimos por allí. La compañera enseguida contactó a otros trabajadores y al poco tiempo estábamos haciendo reuniones con más de treinta compañeros en lo que es la Villa Bolivariana.

Eran tiempos donde los adecos controlaban férreamente todo el poder sindical, apoyado firmemente desde la Inspectoría del Trabajo, que en ese tiempo encabezaba Rafael Segundo Villegas y desde la gobernación, dirigida por el recordado Mariano Navarro.

No bien habíamos introducido los papeles para la legalización del sindicato, empezaron las maniobras del patrón. Una vez legalizado e introducido el proyecto de Contrato Colectivo, el patrón nos llamó para que comprendiésemos que la situación no estaba nada buena y que nuestras aspiraciones eran demasiado altas. A través de su jefe de relaciones industriales, insinuaron una negociación a espaldas de los trabajadores, pero al ver que no podían por esa vía, se fueron por la de buscar una alianza con la dirección de FETRALARA.

Una de las primeras acciones del patrón fue contratar a unos malandros para que nos amedrentaran desde dentro de la propia empresa, cosa que no les resultaron pues los trabajadores los reconocieron inmediatamente y los hicieron salir de la fábrica.

El golpe más duro lo dieron cuando despidieron a unos sesenta trabajadores, que cuando se pusieron a derecho, la empresa maniobró por necesidades propias y solo metió calificación contra unos 45. Se inicia el proceso de defensa y durante el mismo se cometen algunos errores que justifican, para el Inspector, una decisión a favor de la empresa. Esta primera parte de la pelea se dio durante el mes de diciembre. Las cuatro decenas de trabajadoras y trabajadores se mantuvieron unidos en la lucha. Su comando funcionaba en la sede del CESAP, que prestó su solidaridad en este sentido.

Tal y como nos correspondía. Nos reunimos y discutimos la situación. Decidimos apelar la decisión ante el propio ministro, pero entendiendo que la pelea tenía que darse por la vía legal y en las calles.

Se nombraron las comisiones. Casi todos los días después de un desayuno en cocina común que incluía empanadas y café o jugo se realizaban las reuniones de los dirigentes del sindicato con los trabajadores que estuviesen presentes. Allí se discutían los pasos a dar. Los lados fuertes y débiles de la pelea. Todo se discutía democráticamente.

Se constituyeron comisiones para difundir el conflicto en los medios de comunicación, para que pintaran y pegaran cientos de pancartas. Se hicieron cartas pidiendo solidaridad a sindicatos, Juntas de Vecinos y partidos políticos. Se organizaron comisiones de compañeros por partido de su simpatía para que se dirigieran a los mismos a exigirles solidaridad con su justa lucha. Esto último permitió la confrontación con sus dirigentes y varios compañeros quedaron claros en el papel que jugaban los mismos llegando a romper con ellos.

Cuando el Inspector decide sacar la decisión y lo anuncia, todos nos fuimos en columna por las calles de Barquisimeto y entramos voceando consignas por las escaleras del Edificio Nacional. Al llegar a las oficinas de la Inspectoría allí nos encontramos con una guardia especial de policías de la prefectura, quienes trataron infructuosamente de impedir el paso.

Los trabajadores sobrepasaron a los policías y entraron. El Inspector se había escondido y había dejado a su mano derecha encargada de entregarnos la decisión. Nos dolió pero no nos sorprendió, pues los movimientos de la gobernación, la Inspectoría, FETRALARA y el patrón se daban en unidad abierta.

Nuevamente se dio una Asamblea General donde se votó por unanimidad continuar la pelea por ante el Ministerio. A las tareas que se realizaban se les incorporó la de enviar telegramas y cartas al Ministro del Trabajo, Dr. Germán Lairet, proveniente de las filas del MAS, exigiendo una decisión favorable a los trabajadores. Se nombraron comisiones varias para viajar a Caracas para lograr exponer nuestro caso por ante las autoridades del trabajo, donde encontramos gran receptividad y donde hay que hacer mención especial del Dr. Blanco Ponce, quien en todo momento hizo lo indecible por corregir el entuerto producido por Rafael S. Villegas a instancias del Pedro Morles para favorecer al patrón.

Contactamos con diversos organismos de Derechos Humanos y laborales entre los cuales hay que destacar a PROVEA la cual designó a Ricardo Dorado (actual Viceministro del Trabajo) para que atendiera nuestro caso. Este fue el último caso de violación de derechos sindicales que atendió PROVEA contra un patrón privado. Se llego al Congreso Nacional y hasta Antonio Ledezma, entonces enlace entre el Ejecutivo Nacional y el fenecido Congreso Nacional, nos atendieron y manifestó verbalmente su apoyo a nuestra causa.

En el Ministerio todos decían estar de nuestra parte por la injusticia cometida. Pero había un problema: Quien firmaba las decisiones de reenganche y otros documentos era el viceministro, quien fue promovido a ese cargo por los amigos de Pedro Morles, es decir de la CTV y el de seguro iba a ratificar la decisión de Rafael S. Villegas.

Nos pedían paciencia pero la espera se hacía larga: 8, 9, 10 meses. Unos tres compañeros ya nos habían abandonado cobrando sus prestaciones. Se buscaba el momento cuando el viceministro no estuviera en el Despacho para que entonces actuase el propio Ministro, el Dr. Germán Lairet, quien de paso se la pasaba de viajes y conferencias continuas. Fueron varias las veces que se cuadró la decisión y varias las veces que se frenó. Hubo un momento que ya se hacía difícil contener el descontento así que se decidió viajar todos a Caracas y si era necesario encadenarnos y realizar una huelga de hambre frente a las oficinas del Ministerio.

Se habó con muchos. Se preparó lo de las radios y organizaciones que nos apoyaban. En ese tiempo solo radio Fe y Alegría nos dieron buena cobertura. Durante los primeros días se comía en el comedor estudiantil de la UCV, nos regalaban el servicio. Dormíamos en el Gimnasio cubierto de la misma universidad, peor los fines de semana comíamos a lo Portu: pan con refresco. Hasta una camarada embarazada pasaba las de Caín como toda una heroína. La tensión era mucha, pero cuando ya nos disponíamos a realizar la acción planificada, se encontró el momento. El Ministro estaba en Caracas y el viceministro había tenido que salir varios días del Despacho. El Ministro estampó su firma que favorecía a los trabajadores.

Todo era alegría. En medio de la misma no nos dimos cuenta que faltaban las decisiones de los compañeros de las empresas afines a Textil Yacambú, unos ocho compañeros. Más tarde intentamos que se hiciera lo mismo, pero no la pudimos repetir.

Con la decisión a favor, nos dirigimos a Barquisimeto y previo acuerdo, nos fuimos a la Inspectoría el día que debían llegar los expedientes. Allí no sabían nada. Cuando nos vieron y les anunciamos lo de la victoria, todos quedaron atónitos. La mano derecha del Inspector, Carmencito Méndez, nos negó la llegada de los expedientes. Luego al ver que nosotros si sabíamos de su envío, nos dijo que primero tenían que asentar el recibo en libros antes de entregarnos la decisión y que volviéramos al día siguiente.

Cuando a primera hora nos presentamos en el Despacho, nos enteramos que Rafael S. Villegas había tomado los expedientes y sin asentar su recibo en libros, se los llevó de nuevo para Caracas.

Durante unos dos meses más estuvimos viajando de aquí para allá a instancias del Ministerio, quien buscaba una conciliación, pero la empresa nunca se presentó. Cansados exigimos la decisión para hacerla efectiva pero entonces los expedientes no aparecen. Los expedientes se habían perdido en los pasillos de la burocracia. Cansados de tanto esperar, preparamos una acción fuerte. En Asamblea se pidió un voto de confianza para que la Directiva del sindicato preparase la acción que considerase conveniente lo que fue aprobado. Se dieron varias reuniones de alerta, sin que ninguno supiese que se iba a hacer. El día decidido por la directiva, se convocó de nuevo y ese mismo día se les comunicó que la acción que se proponía era tomar la Inspectoría y secuestrar a todos los funcionarios hasta que apareciesen los expedientes.

No hubo mucha discusión. Todos aprobaron la propuesta por lo que ese mismo día a eso de las 8 y 30 de la mañana nos enrumbamos hacia la Inspectoría. Cuando llegamos nos cercioramos que estuviesen del Inspector para abajo y fue entonces cuando tomamos el pasillo, cerramos la puerta de acceso y anunciamos lo del secuestro.

Mientras esto sucedía en Barquisimeto, en Caracas ya se encontraba el secretario general del sindicato, compañero Robert Castro quien se presentó como si nada estuviera pasando. Las discusiones se desarrollaban más en Caracas que aquí. Un funcionario nos amenazó con sacarnos con la policía la cual, según, ya estaba lista para desalojarnos a lo que respondimos dele, que aquí estamos hechando el resto.

Desde el Ministerio nos llamaron para pedirnos una tregua a lo que respondimos que el tiempo se había agotado. Sólo cesaríamos nuestra acción cuando aparecieran los expedientes y los colocasen en el correo vía Barquisimeto. Se negociaba por el teléfono del Despacho.

Al final, a eso de las tres y media de la tarde, cuando el almuerzo de todos había sido pan con refresco condimentada con una alta moral, claridad de objetivos y de las posibles consecuencias, desde el Ministerio Róbert Castro nos dijo: acabo de acompañar al funcionario y colocamos los expedientes. Mañana llegan a primera hora. En ese momento, abandonamos la toma y anunciamos que al día siguiente estaríamos allí hasta que nos entregaran las decisiones.

Las decisiones nos fueron entregadas. Aún hubo que pelear a través de un recurso de amparo que lo fuimos a ejecutar con Guardia nacional y todo, después de derrotar a una juez que se había encompinchado con el empresario. Con una llave reventamos la cerradura externa de la empresa, pues el patrón no quería abrir. Todavía recuerdo la cara del Jesús Pérez, hijo político del dueño, cuando salió de las oficinas gritando que no tumbáramos la puerta que ellos abrirían, y así lo hicieron. No puede entrar hasta los talleres, pero los gritos de alegría me decían que habíamos cumplido una jornada gloriosa.

En diciembre de ese año, en el recuento anual de la Fiscalía General de la República ante el Congreso Nacional y ello consta en el informe escrito, la lucha de textil Yacambú fue mencionada como una pelea en defensa de los derechos humanos sindicales. Fue la única, si mal no recuerdo. Es una lástima y más aún que desde entonces ni la fiscalía, ni los organismos de derechos humanos, ni la Defensoría del Pueblo hoy día, se ponen al lado de los trabajadores del sector privado para defender sus derechos, pues para esos organismos y funcionarios ellos no existen.

Claro el problema no es legal como no los dijo el abogado que nos asistió en el recurso de amparo por el reenganche, al leer todo el expediente: UDS NO GANARON EL REEEGANCHE EN EL MINISTERIO SINO EN LA CALLE. NADIE LES PUEDE QUITAR ESE MÉRITO. La decisión es legal, pero fue la lucha de uds. fue la que hizo que fuese legal.

Hoy a treinta años de hacer nacido, los que estuvimos allí, recordamos con orgullo la gesta de los más de 40 que dieron la pelea y los 30 y que llegaron hasta el final. De esos que dijeron “nosotros nos conformamos con entrar a trabajar nuevamente, lo que pase después ya no importa”. Ellos son parte de la historia del movimiento obrero del estado Lara y del país pues lucharon más de un año, cuando casi nadie se atrevía a enfrentarse a la burocracia de la CTV. Ellos hicieron historia y nosotros formamos parte de ella.

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