“Otra gran batalla para abrir el camino hacia la Venezuela socialista del siglo XXI”. Así definía el Presidente Chávez en la Plaza O´Leary de Caracas ante millares de seguidores la Batalla Miranda. “Una Batalla por seguir siendo una República independiente o volver a ser una colonia norteamericana, una batalla entre la revolución y la contrarrevolución”

La contrarrevolución intenta unirse tras Rosales. No han aceptado las reglas del juego ¡Ojo!. Y el que inicien la carrera electoral no quiere decir que la vayan a finalizar. Si finalmente acuden a las urnas, será solamente para intentar aprovechar las contradicciones y fallas internas de la revolución con el fin de recomponer su base social y utilizarla como punto de partida para una nueva ofensiva contrarrevolucionaria. Un sector, minoritario por ahora, defiende el boicot; apuesta a iniciar la desestabilización antes, teme una nueva debacle electoral que desanime a sus bases y dé nuevos bríos a la revolución. Son diferencias tácticas que no pueden ocultar lo fundamental: su objetivo es aplastar el proceso revolucionario y lo seguirán intentando a como dé lugar.

Como venimos advirtiendo desde hace tiempo, el imperialismo y la burguesía combinan actualmente todas las formas de lucha: la negociación con los sectores pro-capitalistas del proceso para frenar la revolución con el saboteo económico, la campaña interna y externa de deslegitimación con la búsqueda de puntos de apoyo dentro del aparato estatal, en especial de la FAN. La fuga de Carlos Ortega, además de evidenciar el peligro que representa la impunidad (según todos los indicios, conocidos golpistas del 2002 que permanecen libres colaboraron en ella) confirma que el actual aparato estatal sigue siendo manejable por la contrarrevolución. Una advertencia a tener muy en cuenta, más aún cuando –como alertaba el propio Chávez- la posibilidad de que la contrarrevolución esté planificando un golpe o cualquier otra maniobra desestabilizadora es un peligro real.

Los trabajadores debemos ponernos al frente de la Batalla por reelegir a Chávez y completar la revolución

Pese a la impaciencia y descontento existentes por el lento avance de la revolución, y las contradicciones que se acumulan en el interior del movimiento bolivariano, la correlación de fuerzas sigue siendo enormemente favorable a la revolución. Ello debe traducirse en una victoria aplastante el 3 de diciembre. Pero, para lograrlo, la Batalla Miranda, además de por la reelección, debe ser por impulsar la cogestión revolucionaria hacia el control obrero, por mantener las expropiaciones y extenderlas al conjunto de la economía, por desmantelar las estructuras burocráticas heredadas de la IV República que frenan la revolución y sustituirlas por un genuino estado revolucionario bajo el control de los trabajadores. Eso exige que la clase obrera venezolana se ponga el frente de la Batalla.

Los trabajadores de las empresas recuperadas, organizados en el FRETECO, han dado un primer paso convocando un Encuentro Nacional el 13 y 14 de octubre para organizar su participación en la Batalla Miranda y presentar al Presidente Chávez y al conjunto del movimiento bolivariano una propuesta para construir el socialismo del siglo XXI. La UNT debe tomar el mismo camino. Debemos organizar escuadras, pelotones y batallones en cada centro de trabajo y coordinarlos a nivel local, estadal y nacional mediante voceros elegibles y revocables, convocando una Asamblea Nacional de Trabajadores para organizar la Batalla Miranda en las fábricas, garantizar una victoria aplastante el 3-D y defender ésta contra cualquier posible ataque contrarrevolucionario. No sólo eso: debemos presentar al Presidente y a todo el movimiento revolucionario un programa de la clase obrera para romper definitivamente con el capitalismo expropiando a los capitalistas y construir el socialismo.

En el contexto actual, abierto el debate sobre el socialismo, con varias empresas recuperadas por los trabajadores, la idea de la expropiación viva en la conciencia de las masas y un movimiento obrero en ascenso, el desarrollo de organismos como fueron en su día las UBEs tendría un efecto incomparablemente mayor. Si además se basasen en el movimiento obrero (algo que entonces no ocurrió) podría aparecer ante las masas, e incluso ante el propio Presidente, como una estructura de poder y dirección de la revolución alternativa a la burocracia reformista.

Junto a la amenaza evidente que representa la oposición, el principal peligro que enfrenta la revolución bolivariana son los sectores burocrático-reformistas que no creen en el socialismo ni en la capacidad de los trabajadores y demás explotados para transformar y dirigir la sociedad. Estos sectores quieren frenar la revolución. Hoy argumentan que las expropiaciones restan votos de la clase media. Mañana, si logran imponer el tipo de campaña desmovilizadora y alejada del sentir de las bases que pretenden, utilizarán un resultado más ajustado de lo previsto para plantear que hay mucha oposición al socialismo y debemos moderar la revolución. Es la vieja melodía reformista que siempre que ha triunfado se ha convertido en canto fúnebre de la revolución.

Tareas pendientes

Nuestra revolución no es irreversible. Para completarla necesitamos acometer dos tareas inaplazables. En primer lugar, poner los recursos que hoy despilfarran los capitalistas en manos del estado mediante la estatización bajo control obrero de los medios de producción, empezando por la banca, los monopolios nacionales y multinacionales y los latifundios. Este es el único modo de implementar un Plan Nacional de Desarrollo Endógeno Rumbo al Socialismo, elaborado mediante la participación democrática del conjunto de la clase obrera y los sectores populares, que solucione problemas como el déficit habitacional, desempleo, economía informal, inseguridad, etc. La otra tarea decisiva es desmantelar la actual estructura estatal y sustituirla por un estado obrero, basado en asambleas de voceros elegibles y revocables en todo momento por Consejos de Trabajadores, de las comunidades, campesinos, etc. Esto debe ir acompañado por la sustitución del actual marco jurídico y leyes procedentes de la IV República por una legislación a favor de los trabajadores y los demás explotados que permita avanzar verdaderamente hacia el socialismo.

Si estas tareas no son acometidas, la actual correlación de fuerzas, tan favorable, cambiará. El huracán bolivariano ha empezado a soplar, debemos convertirlo en el huracán que arrase definitivamente el capitalismo en Venezuela y propicie la victoria del socialismo en nuestro país y su extensión a toda Latinoamérica y a escala mundial.



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