Durante la última semana de febrero un terremoto sacudió la provincia de El Hoceïma (Alhucemas en castellano), en el Rif del norte de Marruecos. Los expertos dicen que la tierra volverá a temblar más veces. Los muertos se cuentan por cientos así como las casas derribadas en las aldeas y en los pueblos de la montaña. Durante los primeros días el rey Mohamed VI no se atrevió a viajar a la zona afectada, ya que la total ineficacia del Estado en socorrer a las víctimas había hecho enfurecer a las masas exasperadas. Hubo manifestaciones de protesta con cortes de carretera y se asaltaron los camiones con las primeras pequeñas ayudas, mostrando la indignación del pueblo por la inútil presencia de policía y soldados con las manos vacías y a los que nadie había dicho lo que había que hacer. Durante los primeros tres días la población no vio ni tiendas, ni mantas, ni nada y tuvo sufrir el frío de la noche invernal rifeña.

Los bomberos provenientes de otros países, como el Estado español, tuvieron que volver a sus bases porque recibieron por parte de las autoridades todo tipo de obstáculos para desempeñar tareas de rescate. Unos cuantos funcionarios estatales corruptos habían empezado enseguida a vender las “ayudas humanitarias”: ¡mantas a 100 dirhams y pan a 7 dirhams! Los periodistas de la web leconomiste.com recogieron declaraciones del tipo: “C’est un comportement ignoble. Comment peut-on nous faire ça maintenant alors que nous avons touché le fond!?” (Es una actitud innoble. ¿Cómo pueden hacernos esto ahora que hemos tocado fondo?). Se indigna un joven. “Nous avons besoin surtout de tentes, de couvertures et aussi de pain surtout gratuit” (Necesitamos sobretodo tiendas de campaña, mantas y también pan gratuito), repiten algunas mujeres. Es decir: justo en el momento en que la ayuda debería llegar rápidamente y gratuitamente, hay funcionarios que se aprovechan de la situación. ¡Nuestra miseria ha tocando fondo y el comportamiento del Estado es indigno!

El rey: un reaccionario multimillonario que desprecia a su pueblo

El fin de semana el rey llegó por fin en avión a la provincia de El Hoceïma y tras sustituir a los manifestantes por algunas decenas de pagados entusiastas con banderitas, empezó su visita a un hospital con las fotos caritativas y todo el maquillaje accesorio. Más tarde se hizo saber que el monarca se quedaría en una tienda al lado de un campamento para los sin techo. Los telediarios españoles mostraban como enseguida empezó una actividad febril en dicho campamento para dejarlo reluciente: todos los esfuerzos de la corona van para el maquillaje. Ahmed M., uno de los miles de jóvenes parados del Rif, declaró hace tres días al periódico italiano Il Manifesto: “Queremos materiales de construcción, ladrillos y cemento para reconstruir nuestras casas“. Ingenieros y arquitectos españoles enseñaban en los telediarios los graves defectos de construcción de las casas que quedaron más dañadas en un pueblo de la provincia de El Hoceïma. Muchas de las empresas constructoras que hicieron magníficos negocios allí, lo consiguieron gracias a la complicidad de los funcionarios estatales y a la falta total de controles sobre su “técnica” de construcción. Ninguna de estas casas puede considerarse ya segura: se podrán venir debajo de un momento a otro, con o sin terremotos. Así es como funciona la explotación del negocio de la vivienda en los llamados países capitalistas en vía de desarrollo. La gestión del cataclismo por parte del Estado marroquí se parece mucho a la del Prestige por el Partido Popular en Galicia. Ausencia e incompetencia total y maquillaje en lugar de soluciones.

Derrocar al podrido capitalismo marroquí

y a su monarquía

El Estado monárquico-burgués de Marruecos está podrido e, incluso antes del seísmo, no tenía ninguna alternativa al paro y a la pobreza de los marroquíes árabes y bereberes. La economía de estas zonas depende totalmente del cultivo del cannabis y del dinero enviado por los trabajadores emigrados a Europa. No podemos descartar que este terremoto abra un periodo de movilizaciones masivas de la población del Rif. La lucha contra la política del gobierno ya empezó hace unos meses en las universidades del norte (Tetuán, Tánger) contra la contrarreforma universitaria, y se extendió a las universidades de todo el país, con la policía entrando armada y apaleando estudiantes en las facultades de muchas ciudades. Incluso anteriormente, los estudiantes, los parados y jóvenes trabajadores han estado en primera fila en las grandes movilizaciones en contra de la agresión imperialista a Iraq.

El reinado de Mohamed VI no se distingue en nada del de Hassan II: la misma represión contra los estudiantes y los sindicalistas obreros, la misma dictadura disfrazada de democracia parlamentaria, donde todos y cada uno de los congresistas están comprados por la monarquía. Además, el nuevo monarca confirma su actitud servil ante el imperialismo con la venta de la fábrica estatal Régie de Tabacs a la multinacional Altadis SA, la misma que está amenazando miles de puestos de trabajo en el también monárquico Estado español. La monarquía marroquí junto a Egipto es el principal aliado del imperialismo en el norte de África. Por ello la lucha contra la guerra tuvo en Marruecos un significado especialmente importante. La lucha contra la guerra y contra la miseria por parte de los trabajadores y la juventud, no solamente en el Rif sino en todo el país, pasa por la organización política independiente de la burguesía: una organización revolucionaria e internacionalista basada en la juventud obrera, parada y estudiantil, para acabar con el capitalismo, sus gobiernos y monarcas, que representan a un sistema y unas instituciones completamente obsoletas e incapaces de desarrollar un mínimo de bienestar y una existencia digna.

Tradiciones revolucionarias

Esto es especialmente cierto en el Rif marroquí, una de las regiones con más tradiciones de lucha del norte de África. Fue justamente en el Rif que la resistencia antiimperialista de los trabajadores árabes y bereberes causó las derrotas más significativas al colonialismo español. En aquella lucha, que duró desde los años veinte hasta la independencia, la pequeña burguesía marroquí y los notables nacionalistas jugaron el papel dirigente, pero fueron las masas más oprimidas, con su sacrificio, las que hicieron la vida imposible a los invasores.

Treinta años de reinado formalmente independiente en Marruecos y de poder político de la burguesía nacional no han resuelto ninguno de los problemas fundamentales de las masas. En el caso del Rif oriental (donde ha ocurrido el terremoto) estas décadas han causado más opresión y rebeldía contra el desprecio monárquico y burgués hacia las poblaciones bereberes, tanto que el Rif ya se sublevó en su momento contra la política de Hassan II. Se trata de la misma población bereber que junto a los árabes había vertido su sangre en la lucha anticolonial durante décadas y que ahora ve a sus hijos en el paro y los ancianos durmiendo al frío. Ya al comienzo de esta década la clase trabajadora y la juventud bereber de la Kabilya se había levantado una y otra vez en Argelia para mejorar su condición de vida y en contra de la represión del Estado argelino. La burguesía de todo el norte de África ha demostrado su total incapacidad de asegurar una vida digna a un pueblo tan solidario y luchador como el árabe y el bereber.

Después de la independencia, el capital internacional ha implantado en Marruecos algunas fábricas modernas para explotar la barata mano de obra norteafricana. Se ha desarrollado una clase obrera numerosa, una importante población jornalera y una juventud culta pero sin futuro alguno. Esta mezcla de factores será la que tarde o temprano sepultará al capitalismo y a los restos del feudalismo, incluyendo a la monarquía y establecerá una Federación socialista de todo el Magreb. La unidad y solidaridad entre trabajadores y jóvenes, árabes y bereberes, contra el capitalismo es el elemento fundamental para la revolución en todo norte de África, desde el Rif hasta Egipto, pasando por la Kabilya y todo Argelia.

¡Abajo la Monarquía reaccionaria de Mohamed VI!

¡Organizar a los damnificados, a los trabajadores y la juventud para derrocar el corrupto


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