El 11 de octubre, el gobierno de Calderón, elegido mediante un fraude masivo en 2006, decretó la disolución de la empresa pública de electricidad Luz y Fuerza dejando en la calle ipso facto a 40.000 trabajadores y a otros 22.000 jubilados sin pensión. Horas antes, los batallones de la policía federal acordonaron la empresa, por sorpresa, para evitar que los trabajadores impidieran el cierre tomando las instalaciones.
El 11 de octubre, el gobierno de Calderón, elegido mediante un fraude masivo en 2006, decretó la disolución de la empresa pública de electricidad Luz y Fuerza dejando en la calle ipso facto a 40.000 trabajadores y a otros 22.000 jubilados sin pensión. Horas antes, los batallones de la policía federal acordonaron la empresa, por sorpresa, para evitar que los trabajadores impidieran el cierre tomando las instalaciones.
La medida del gobierno había sido preparada concienzudamente mediante una feroz campaña de propaganda en los medios de comunicación donde trataban de presentar a la empresa como un modelo de ineficacia y derroche. De manera hipócrita, señalaban el contrato colectivo que disfrutaban los trabajadores de Luz y Fuerza como un "privilegio" en medio de la mayor crisis económica en los últimos 77 años de historia mexicana. Todo era falso y un informe interno del propio gobierno demostró que las pérdidas de la empresa se debían fundamentalmente a una gestión conscientemente irresponsable que buscaba la excusa perfecta para su cierre. Detrás del cierre de Luz y Fuerza se encontraba la deseada privatización de la electricidad mexicana (donde la multinacional española Iberdrola tiene mucho que decir al respecto), pero sobre todo tratar de dar un golpe mortal al movimiento sindical mexicano, en concreto a uno de sus sindicatos más combativo y con mayores tradiciones: el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).
El SME, nacido al calor de la revolución mexicana en 1916, se ha caracterizado siempre por su arrojo en la lucha, participando en cada acontecimiento importante de la lucha de clases. En las últimas décadas se había convertido en el principal responsable de que el sector eléctrico aún no estuviera totalmente privatizado. El decreto presidencial emitido por Calderón no sólo disolvía Luz y Fuerza, sino que dejaba sin entidad jurídica al SME, es decir, ilegalizaba al sindicato.

El momento adecuado para el ataque

El gobierno creía que era el momento idóneo para atacar a los trabajadores. Por un lado, los desastrosos resultados económicos dejaban a la clase obrera en la absoluta indefensión y en una situación de miedo a los efectos de la crisis. En el segundo trimestre de 2009 la economía había caído un 10,3% y para todo el año se prevé un retroceso del 8%. El paro en la economía formal había aumentado entre 735.000 trabajadores y un millón (según las fuentes) y 36.000 empresas se habían declarado en quiebra. Las luchas aisladas de distintas empresas para hacer frente a la crisis no eran impulsadas y unificadas por los sindicatos, condenándolas en muchos casos al aislamiento y la derrota.
Además, las recientes elecciones legislativas del 5 de julio, aunque no habían ido bien para el partido de Calderón, el PAN, sí habían sido exitosas para el otro partido sustentado por la burguesía, el PRI, que se alzó vencedor de los comicios. El PRD el principal partido obrero, verdadero vencedor de las elecciones presidenciales de 2006, sufría un calamitoso retroceso, perdiendo cinco millones de votos. Superficialmente, la victoria del PRI y el descalabro del PRD podían identificarse como un giro a la derecha de la sociedad mexicana donde los trabajadores volvían a votar al caciquil PRI añorando los viejos buenos tiempos. Lo mismo debió de pensar Calderón y su gobierno. La burguesía muchas veces suele medir a la clase obrera por los parámetros de sus dirigentes. Realmente la derrota del PRD tenía más que ver con las propias contradicciones, vacilaciones y confusión de los dirigentes de la izquierda. No es casualidad que la abstención aumentara hasta un 60% y que el voto en blanco alcanzara cerca de un 6%.
Creyendo que era el momento justo, Calderón lanzó un doble ataque: una reforma fiscal salvaje (aumento del IVA, del impuesto sobre la renta y de otros impuestos indirectos al alcohol, al tabaco y a las telecomunicaciones...) y sobre todo el cierre de Luz y Fuerza. Sin embargo, no será la primera vez que el látigo de la contrarrevolución sacude la revolución: la respuesta de las masas al cierre de Luz y Fuerza fue masivo y recordó a las ocupaciones del Zócalo en 2006. La marcha sobre México DF el 15 de octubre fue toda una demostración de la fuerza de la clase obrera. Cientos de miles de trabajadores y jóvenes (entre 200.000 y 500.000 según los datos) tomaron las calles no sólo solidarizándose con el SME sino también para volver a demostrar su rechazo al presidente espurio Calderón. Los presentes recordaban el punto álgido de las movilizaciones contra el fraude electoral. AMLO participó en la marcha y ese mismo lunes organizó un mitin masivo frente al Senado donde señaló la necesidad de unificar la lucha de Luz y Fuerza con la lucha contra la reforma fiscal y los demás ataques que sufren los trabajadores.

Asamblea por la resistencia popular: se perfila un posible paro nacional para el 11 de noviembre

El sábado 24 de octubre, convocados por el SME, más de cien organizaciones sindicales y políticas de todo México participaron en la Asamblea Nacional por la Resistencia Popular. Participó el PRD, varios sindicatos, por ejemplo el de los Bachilleres, en lucha, incluso el principal sindicato de campesinos que siendo "charro" (controlado por la burocracia del PRI) refleja el enorme descontento de las masas. La presencia de los estudiantes también fue notoria y el SME recogió varias de las propuestas planteadas por los compañeros de CLEP-CEDEP para organizar una coordinadora nacional de estudiantes para apoyar la lucha de los trabajadores.
Los dirigentes del SME convocaron la Asamblea para conformar un frente obrero y popular para luchar contra el decreto de liquidación de Luz y Fuerza. Y lo más importante: no descartaron el paro nacional. El uso de esta consigna marca un salto cualitativo con respecto al movimiento en 2006. Por aquel entonces, los dirigentes sindicales no se atrevían siquiera a mencionar un paso así. En México no ha habido un paro nacional desde 1916, es decir, desde los tiempos de la revolución. Son conscientes de que la huelga general tiene implícita la lucha por el derrocamiento de Calderón y que probablemente desatara fuerzas revolucionarias muy difíciles de contener. Sin embargo, los acontecimientos no han pasado en balde desde el fraude electoral. Aunque empíricamente parecía que Calderón se había consolidado en el poder, por debajo el proceso de toma de conciencia de los trabajadores continuaba.
La lucha de SME ha sido el aglutinador de todo el descontento y rabia acumulado en México. Tras la marcha del 15 de octubre aparecieron divisiones en la burguesía, sobre qué estrategia seguir. El gobierno ha optado por la huida hacia adelante, para tratar de aguantar el tirón (¿no lograron en el pasado resistir el movimiento de AMLO? se preguntan). Una retirada de Calderón tendría profundas consecuencias. Sería percibido por las masas como una enorme victoria y sin duda animaría a más luchas. Sin embargo, la actitud desafiante del gobierno puede tener graves consecuencias, al echar más gasolina al fuego. En estos casos, ambas salidas siempre son nefastas para la burguesía.
El plenario de estudiantes propuesto para el 30 de octubre se celebró satisfactoriamente (en todo el proceso el SME ha considerado de vital importancia contar con el apoyo de los estudiantes) y el próximo 5 de noviembre está prevista la celebración de una nueva Asamblea Nacional donde el movimiento tendrá que tomar una decisión respecto a la huelga general propuesta por el SME para el 11 de noviembre. Por supuesto una gran parte de los dirigentes sindicales hará lo posible para evitar la convocatoria de una movilización de semejante envergadura. Lo significativo es que esté, como nunca, en el primer punto del orden del día. Pase lo que pase, México no es una excepción en América Latina y el proceso revolucionario que sacude todo el continente también llama a la puerta del gigante azteca.

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