Dentro de la ofensiva generalizada de los capitalistas para hacernos pagar la crisis, ahora le toca a la negociación colectiva, y uno de los temas estrella es el de los aumentos salariales. La patronal piensa que ante la sumisión mostrada por el gobierno y los dirigentes sindicales es el momento de colarnos una de sus reivindicaciones estrella: vincular los salarios a la productividad.

La excusa no podría ser más peregrina: como los precios de la energía y las materias primas están subiendo mucho, si los salarios les siguen, obligarán a las empresas a entrar en una espiral de precios-salarios. O sea, se trata de que alguien tiene que pagar la factura de estas subidas. Por supuesto no pueden ser los empresarios en general o los monopolios energéticos en particular con una reducción de los beneficios, sino los trabajadores. Bien mirado, no deja de ser llamativa la cara dura con que intentan convencernos de que la inflación no la crean las subidas de precios por parte de los empresarios sino los trabajadores cuando exigen no perder poder adquisitivo.
Como siempre hemos explicado los marxistas, las subidas de salarios no crean inflación, sólo reducen la plusvalía que se apropia el empresario. Cuando éste no se resigna a ver disminuir sus beneficios e incluso intenta aumentarlos, dependiendo de las condiciones de mercado, sube los precios de sus productos generando inflación.
Pero volviendo al meollo del asunto, ¿qué es la productividad? En términos económicos es la producción por unidad de trabajo, es decir lo que produce cada trabajador o, más en detalle, lo que produce por cada hora de trabajo.
Dentro de toda la propaganda con la que nos obsequian sobre lo vagos, improductivos y absentistas que somos, parece que vincular los salarios a la productividad sería una manera de hacernos producir más, pero obvian convenientemente que el principal factor de la productividad de un trabajador es la formación y la tecnología de que dispone, y eso es responsabilidad de los empresarios. Por ejemplo, mientras entre 2000 y 2008 la productividad en la industria española aumentó un 1,6% anual, en Alemania fue un 3% y en EEUU un 4,6%. Los empresarios españoles se han caracterizado históricamente por invertir poco en innovación y tecnología y por su predilección por sectores como la construcción y la hostelería, basados sobre todo en salarios bajos, explotación y precariedad de la mano de obra.
Pero incluso entrando en esa línea de razonamiento, la productividad por hora trabajada en el Estado español se situó en 2009 en 42,5 dólares. En Alemania estaba en 50,5, así que algún despistado podría pensar que la propuesta de la patronal consiste en situar nuestros salarios en torno al 90% de los alemanes (aquí se trabajan más horas, con lo que la diferencia de productividad total por jornada es menor), o en recuperar el peso que los sueldos tenían en la renta nacional en los años 70, lo que garantizaría un subsidio de 1.100 euros a cada parado además de aumentos de más de 300 euros mensuales para todos los trabajadores. A alguno en la CEOE le daría un patatús si los dirigentes sindicales se plantaran en la mesa de negociación con este tipo de argumentos. Seguro que entonces el criterio de la productividad no era tan bueno.

Compensar la inflación a costa de los salarios

La propuesta empresarial, en realidad, está más acotada. Para poder comparar la productividad de un año para otro hay que eliminar el efecto de los precios calculando la productividad neta. Por ejemplo, si un año el valor del pan producido en una hora de trabajo pasara de 100 a 105 euros pero los precios hubieran subido un 5%, en realidad se estaría produciendo el mismo pan sólo que más caro (la productividad neta sería la misma). Este índice, que suele oscilar en torno a un 1% o 2% anual, es el que quieren usar para el aumento de salarios. Siguiendo con el pan, pretenden que si este año produzco 101 barras por hora y el año pasado producía 100, mi salario aumente un 1% independientemente de que después el panadero suba el precio de cada una de 50 a 60 céntimos. Simplemente se trata de buscar cualquier excusa  para seguir en la senda de rebaja de salarios y precarización de la clase trabajadora. Además, el interés en desvincularlos de la inflación revela el miedo que tiene la burguesía a que toda la liquidez que han inyectado en el sistema para salvar la economía y la banca del colapso acabe generando subidas generalizadas de precios, y su intención de que en ese caso seamos , una vez más, los trabajadores los que paguemos las consecuencias. Los dirigentes sindicales deberían denunciar esta situación y no sentarse a negociar algo con consecuencias tan negativas para los trabajadores.
Al igual que no tenemos la culpa de su crisis, tampoco tenemos nada que ver en el caos que domina la producción capitalista y en si ésta es más o menos productiva. Lo que necesitamos es, en primer lugar mantener nuestro poder adquisitivo mediante una escala móvil de precios y salarios, con un índice elaborado por nuestras organizaciones que refleje realmente el aumento del coste de la vida para las familias obreras, y en segundo lugar incrementar, o al menos mantener, la proporción de la renta total que se dedica a salarios, para no aumentar el grado en que nos explotan los capitalistas.


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