Después de pasar 2.331 días en prisión, Arnaldo Otegi ha recuperado la libertad. A sus familiares y a la más de 200 personas que le esperaban junto a la puerta ha dirigido sus primeras palabras: “Dicen que en España no hay presos políticos. Solo hay que ver esta cantidad de cámaras para ver que sí existen”. Otegi denunció que fue encarcelado por “apostar por la paz” y reconoció el papel de la militancia de la izquierda abertzale por mantener esa apuesta “por encima de las provocaciones”. El compañero de Otegi en este largo cautiverio, Rafa Díez, ex secretario general de LAB, permanecerá en prisión hasta la primavera de 2017.

Las muestras de solidaridad con Otegi y Rafa no han dejado de sucederse en todos estos años. Concentraciones, actos públicos, declaraciones de apoyo desde todos los rincones del mundo, y grandes manifestaciones, como la que tuvo lugar el 17 de octubre de 2015 en Donosti. Incluso en esta ocasión, dirigentes como Garzón o Pablo Iglesias se han felicitado por su salida de prisión.

El encarcelamiento de Otegi y Rafa Díez ha sido una demostración evidente de cómo la derecha, el aparato del Estado, y también la socialdemocracia, han cercenado los derechos democráticos en los últimos años. Ambos fueron detenidos en octubre de 2009 en la sede central de LAB junto a Sonia Jacinto, Miren Zabaleta y Arkaitz Rodríguez dentro del caso Bateragune. Tal y como se supo más tarde, estos cinco dirigentes de la izquierda abertzale estaban cerrando el texto base para un debate interno inédito por su calado y sus efectos: la defensa del abandono de la actividad armada. Pero, curiosamente, Arnaldo Otegi fue acusado entre otras cosas de intentar reconstruir el aparato político de ETA.

El PP y el aparato del Estado siguen la vía de la represión

Los 55 folios del auto de prisión, firmados por el ex juez Baltasar Garzón, tenían como conclusión la misma de todos los macrosumarios anteriores: todo se hacía por orden de ETA. Y aunque el mismo auto reconocía que los detenidos en aquel momento estaban planteando que “el proceso negociador necesita de un escenario de no-violencia y condiciones democráticas”, no fue ningún obstáculo para acusarles y condenarles. Arnaldo Otegi fue muy claro ante el juez. Habló de cómo había una segunda ponencia alternativa (Mugarri) que apostaba por continuar con una estrategia político-militar y que, por tanto, era “radicalmente distinta a la nuestra”. Según él “ETA pensaba que era posible acumular fuerzas manteniendo la lucha armada y nosotros pensábamos que no”. Sobre la hipótesis de que ETA pudiera volver a atentar afirmó que “no sólo sería un suicidio político para nosotros, sino que estaríamos quemando un instrumento que se está comprobando que es vital, con magníficos resultados que mejorarán con el paso del tiempo”.

Todo esto demuestra que el objetivo que tenían en realidad el aparato estatal y la derecha, con el apoyo del entonces Ministro de Interior Alfredo Pérez Rubalcaba, era dificultar la nueva iniciativa política que estaban llevando a cabo importantes dirigentes de la izquierda abertzale. Si nos basamos en los hechos, parece que la derecha y el aparato del Estado no ven con agrado que ETA abandone la actividad armada, algo que siempre han explotado en su propio beneficio con muy buenos resultados.

La libertad de Arnaldo Otegi y la lucha por el socialismo

Arnaldo Otegi se ha convertido en el referente más importante de la izquierda abertzale y de las bases de Sortu. Es un dirigente carismático que ha estado ya en más de una ocasión sufriendo la cárcel por su labor política. Es innegable que su salida de prisión creará mucha expectación y entusiasmo en una gran parte de la sociedad vasca.

Otegi tuvo el coraje de afrontar y llegar a la conclusión de que la vía de ETA era errónea, una cuestión política muy delicada para la izquierda abertzale. Pero ahora que este obstáculo ha sido despejado, es necesario continuar sacando conclusiones de la experiencia. En nuestra opinión, hoy es completamente valido afrontar la lucha por el derecho de autodeterminación defendiendo la causa del socialismo. Sólo con un combate frontal contra el régimen capitalista, agrupando las fuerzas de la clase trabajadora y de todos los oprimidos para acabar con este sistema, se puede encarar seriamente la lucha contra la opresión nacional.

Ni el conflicto vasco ni el catalán, ni el escocés, se va a resolver en una “mesa de negociación” ni en el marco del sistema. Aunque la dirección de la izquierda abertzale esté poniendo como ejemplo el referéndum de Escocia y, sobre todo, los acuerdos de la CUP con Convergencia, la realidad es que la opresión nacional, y de clase, no encontrarán una solución duradera mientras las causas que la provocan sigan existiendo.

Otegi se ha declarado marxista en numerosas ocasiones, incluso cuando se ha dirigido a los medios de comunicación en las puertas de la cárcel. Pero el marxismo, además de una doctrina revolucionaria, es una guía para la acción, que debe servir para movilizar a los oprimidos hacia su completa emancipación. No tiene mucho que ver con el marxismo las políticas que supeditan la lucha de clases a los acuerdos con la burguesía. El pacto de la CUP con Convergencia es precisamente una renuncia a defender una política marxista: colocando al partido de la burguesía catalana en la Generalitat, para que siga con su política de recortes y austeridad, de corrupción y defensa del capitalismo, no se está más cerca de acabar con la opresión nacional. De hecho, Convergencia no quiere la independencia, lo único que busca es mantener el poder y asegurar los privilegios de las élites económicas a las que sirve. Incluso en la hipótesis de una Catalunya independiente capitalista con un gobierno de Convergencia, los trabajadores, la juventud y las masas oprimidas seguirían teniendo los mismos problemas de hoy: paro masivo, represión, opresión de clase, y la soberanía nacional seguiría siendo una quimera mientras el gran capital europeo, catalán y español siga decidiendo los aspectos fundamentales que afectan a la vida de millones.

En Euskal Herria la situación es la misma. De la mano de la burguesía vasca, del PNV, de los mismos explotadores que demagógicamente hablan de la liberación nacional como un señuelo para seguir aplicando políticas anti-obreras y pro-capitalistas, jamás obtendremos la libertad. No hay que olvidar que estos mismos políticos llevaron a cabo la represión contra la izquierda abertzale de forma decidida y entusiasta, jamás movieron un solo dedo contra la política de dispersión, y han estado junto al PP en la aplicación de la Reforma Laboral, la LOMCE o la Ley Mordaza.

Los últimos resultados electorales tanto en la CAV como en Navarra, con el avance de Podemos, señalan también la insatisfacción de una parte muy amplia de la clase trabajadora y la juventud con la política de la izquierda abertzale en estos últimos años, centrada en la vida institucional y en la búsqueda incesante de acuerdos con el PNV, y que ha supuesto un abandono claro de la lucha de masas. Arnaldo Otegi tiene la oportunidad, y la responsabilidad, de romper con esta situación, empujar a la izquierda abertzale por el camino de la movilización y la defensa de un programa revolucionario que vincule la lucha por los derechos democráticos, incluido el derecho de autodeterminación, a la unidad de la clase trabajadora y de los oprimidos por encima de las fronteras nacionales. Este programa de ruptura, de la lucha por el socialismo, para acabar con el poder de los grandes capitalistas, sus monopolios y sus instituciones, si puede poner en movimiento las fuerzas sociales necesarias para acabar con la opresión nacional de Euskal Herria y de todos los pueblos de Europa.


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