En las últimas semanas estamos asistiendo a una ofensiva creciente de la patronal contra los salarios de los trabajadores. La actitud beligerante de la CEOE, negándose a aceptar subidas salariales superiores al 1% para los convenios colectivos de 2009, ha servido de pistoletazo de salida de una campaña amplia y estridente, cuya consigna central es "moderación salarial". Obviamente, se trata de un eufemismo, la "propuesta" patronal es lisa y llanamente congelación salarial y, por lo tanto, pérdida de poder adquisitivo. Y lo más insidioso es la justificación. En un comunicado de la junta directiva de la CEOE se afirma que "una política de moderación salarial es la mejor garantía para mantener el empleo". Así que se trata, según los empresarios, de un sacrificio por el bien común, y sobre todo, de interés para los propios trabajadores.
En las últimas semanas estamos asistiendo a una ofensiva creciente de la patronal contra los salarios de los trabajadores. La actitud beligerante de la CEOE, negándose a aceptar subidas salariales superiores al 1% para los convenios colectivos de 2009, ha servido de pistoletazo de salida de una campaña amplia y estridente, cuya consigna central es "moderación salarial". Obviamente, se trata de un eufemismo, la "propuesta" patronal es lisa y llanamente congelación salarial y, por lo tanto, pérdida de poder adquisitivo. Y lo más insidioso es la justificación. En un comunicado de la junta directiva de la CEOE se afirma que "una política de moderación salarial es la mejor garantía para mantener el empleo". Así que se trata, según los empresarios, de un sacrificio por el bien común, y sobre todo, de interés para los propios trabajadores.
La campaña empresarial está yendo mucho más allá que un tira y afloja en torno a un punto porcentual. No se trata de una pugna aislada, de un berrinche pasajero del sector duro de la patronal. En realidad ya tiene un carácter oficial e institucional. Participan órganos internacionales como la OCDE, instituciones "rigurosas" como el Banco de España, economistas de fama, banqueros, toda la derecha política incluyendo CiU y PNV y por supuesto el PP, con su fundación FAES a la cabeza, la gran mayoría de medios de comunicación y hasta algunos sectores del PSOE. Montilla, por ejemplo, presidente de la Generalitat de Catalunya y una de las comunidades más castigada por la crisis industrial, hizo una apelación general a que los trabajadores se rebajaran el salario. Miquel Iceta, el responsable del grupo parlamentario del PSC en el parlamento de Catalunya y miembro de la ejecutiva federal del PSOE dijo que "los sueldos deben ajustarse a la productividad y a la disminución de la inflación", asumiendo directamente las reivindicaciones empresariales. En cuanto a los principales dirigentes sindicales es conocida su oposición al 1% de subida que quiere imponer la CEOE, aunque en la práctica, como está ocurriendo en Seat de Barcelona, en la GM de Zaragoza y en otros casos se está aceptando pérdida de poder adquisitivo, asumiendo implícitamente el fondo de la argumentación de la patronal.
El componente principal de esta campaña, que se da en un contexto de crecimiento acelerado del desempleo, es el chantaje: o aceptas reducirte el salario o eres el próximo en ir a la calle. Pero para la burguesía, con el fin de sembrar confusión y crear un clima general favorable a sus intereses, es muy importante dar a este chantaje una base teórica, presentando sus medidas no como un ataque sino como algo "objetivamente inevitable" y que se debe asumir "en beneficio de toda la sociedad". Así, son los mismos banqueros y empresarios los que, espoleados por la crisis, elevan la disputa económica a una batalla política e ideológica general.
¿Salarios ‘sobrevalorados'?
Uno de los tópicos de esta campaña es que los salarios en el Estado español son "demasiado altos". Algunos, como el economista de moda Krugman, llegan a argumentar que los salarios en el Estado español están "sobrevalorados" debido a que el boom inmobiliario los elevó artificialmente. Se introduce la idea, poco subliminal por otro lado, de que los salarios deberán "caer" como están cayendo los precios de los pisos, por una ley tan objetiva como la ley de la gravedad. Si, por el contrario, los salarios se resisten a caer, por una causa "artificial" (la lucha de los trabajadores) estaría provocando un "desequilibrio". Es increíble cómo estos "hombres de ciencia y cultura" atacan sin ningún pudor intelectual, sin ningún rigor, el sustento de los trabajadores y su esfuerzo por sobrevivir mes a mes.
También Fernández Ordónez, gobernador del Banco de España, reclama por enésima vez una reforma laboral, de la que depende, según él, "que la actual fase de ajuste sea rápida y poco profunda o, por el contrario, intensa y prolongada". Denunció que la "rigidez en la formación de los salarios" (es decir, los derechos adquiridos por los trabajadores con la lucha, como los convenios colectivos, las cláusulas de revisión salarial, etc.) "obliga a las empresas a ajustar los gastos recortando empleo". Y tuvo el desparpajo de decir que los salarios han sido los culpables de que la tasa de desempleo haya crecido más en el Estado español que en la zona euro, echando por la borda, sin despeinarse, todos los análisis que demuestran que la profundidad de la crisis en el Estado español está ligada, entre otros factores, al mayor peso que aquí ha tenido la especulación inmobiliaria, algo que nada tiene que ver con los salarios. Pero da igual, todo vale, aunque debemos reconocer que parecía difícil llegar hasta aquí.
Las cifras reales
Antes de entrar en si la moderación salarial es una salida a la crisis, veamos si los salarios en Estado español son altos o están sobrevalorados. En primer lugar: ¿cómo se determina que los salarios son altos o bajos? Si son altos, como se afirma, ¿lo son en relación a qué?, ¿a los salarios vigentes en los países de la UE y otros países capitalistas desarrollados?, ¿a los beneficios empresariales?, ¿al coste de la vida? Esa noción de "salarios demasiado altos" que se quiere imponer, para justificar ataques a los trabajadores, no se sostiene desde ningún punto de vista.
El salario por hora de los trabajadores en el Estado español, incluso entre los trabajadores del sector industrial, que son los mejor pagados, es uno de los más bajos de la UE-15 y de la OCDE. Si al nivel de los salarios industriales de EEUU se le asigna el índice 100, al salario de los trabajadores industriales en el Estado español le correspondería el 79. Y eso teniendo en cuenta que los salarios en EEUU están bastante por debajo de los mejores pagados: Suecia (133), Finlandia (126), Dinamarca (149), Holanda (136), Francia (105), Italia (105), Alemania (144), etc. Por lo tanto, los salarios en comparación con la gran mayoría de países desarrollados, son salarios bajos, no altos1.
Se dice que los salarios están "sobrevalorados" por el boom, sin embargo el Estado español es el único caso, junto con Alemania, en el que la remuneración por hora trabajada en el sector privado ha permanecido prácticamente estancado en el periodo 2000-2006 (1% y -0,1% respectivamente), en pleno boom económico y a pesar de la subida generalizada e histórica de los beneficios y de los precios de la vivienda en este periodo. De hecho, si se tiene en cuenta el incremento de los precios, el salario real percibido por los trabajadores en el Estado español perdió poder adquisitivo, año tras año, de 1997 hasta el 2006, un caso único en Europa2. Es decir, la pócima mágica que ahora nos quieren volver a vender los empresarios para salir de la crisis, la congelación salarial, llevamos una década padeciéndola.
Los empresarios se echan las manos a la cabeza por la "vertiginosa" subida de los salarios que se ha producido en el último trimestre del 2008, de un 5,4% respecto al mismo periodo del año anterior. Sin embargo, esta subida no es real, es un efecto estadístico debido a que la oleada de despidos ha afectado principalmente a los salarios más bajos, sobre todo en la construcción. El salario por hora trabajada subió un 3,3%, y a pesar de que los empresarios señalan con el dedo la subida del IPC prevista por el gobierno, del 2% para este año, el hecho es que el coste de la vida real subirá más que esta cifra. Por ejemplo, Renfe ha subido un 6,28% los precios de Cercanías, los abonos mensuales del Metro de Madrid se encarecen un 6%, el agua sube un 5%, las tarifas de teléfono un 4,6%, la luz un 3,8% y así podríamos seguir.
El boom no sólo "no ha elevado artificialmente los salarios", sino que se ha sostenido a costa de los mismos. La evolución de los salarios comparada con la de los beneficios empresariales, indica claramente que los salarios han permanecido "bajos" y no "altos". Si comparamos el peso total de los salarios respecto al PIB, vemos que ha retrocedido en 2,4 puntos entre el año 1997 y el 2007. Las rentas salariales se mantuvieron en el 47,3% del PIB tanto en 2006 como en 2007. En contraste, tan sólo en 2007, las empresas ganaron peso en la tarta por valor de 7.000 millones de euros, al haber pasado del 41,6% al 42,3% del PIB (equivalente a 1,1 billones de euros). Este año el peso de las rentas empresariales respecto del PIB fue el más alto desde 1995. El nivel más bajo de la serie estadística se encuentra en el año 2000, cuando los beneficios empresariales llegaron a representar el 40,5% del PIB, pero a partir de ese momento todo han sido avances para las empresas respecto de los otros dos componentes que conforman la renta nacional: la remuneración de los asalariados y los impuestos ligados a la producción y las importaciones. Es la propia prensa económica la que reconoce que "la transferencia de rentas hacia las empresas procede fundamentalmente de las nóminas"3.
El Estado español, junto a Grecia e Italia es el país donde existe la mayor diferencia de rentas entre ricos y pobres, un nivel muy próximo al de EEUU, que es el más desigual de todos los países desarrollados. La aguda desigualdad está asociada a la pobreza. En el Estado español hay 8,5 millones de pobres, con ingresos por debajo de 574 euros al mes (19,7% de la población). Otro millón y medio vive en la pobreza severa (con menos de 280 euros al mes) y 500.000 hogares sufren, además, situaciones de exclusión social. Uno de los datos más significativos del carácter que tuvo el crecimiento económico es que el número de pobres no varió a pesar del crecimiento económico4.
En el año 2007 había 10 millones de trabajadores mileuristas. Si contamos a pensionistas y jubilados son casi 20 millones de personas, prácticamente el 45% de la población, los que tienen que sobrevivir con ingresos mensuales inferiores a mil euros mensuales brutos, es decir, 14.000 euros anuales antes de pagar impuestos, incluyendo dos pagas extraordinarias. Recientemente se ha publicado el dato de que el 55% de los andaluces reconocen que suelen llegar a final de mes con mucha o con cierta dificultad. También ocurre esto con el 57% de los catalanes. Parece evidente que, desde todos los puntos de vista, los salarios no son altos.
Ni desde el punto de vista de los salarios de los países desarrollados de nuestro entorno, ni desde el punto de vista de los beneficios empresariales, ni desde el punto de vista de su poder adquisitivo los salarios son "altos" en el Estado español. Al contrario, son bajos, y han permanecido bajos a pesar del boom. Veamos por qué rebajarlos todavía más, como proponen los empresarios, no resuelve el problema de la crisis y del desempleo, sino que lo agravará aún más.
Salarios y productividad
Uno de los argumentos preferidos de los empresarios es que para ser competitivos, en un mercado globalizado, los salarios no pueden subir por encima de la productividad. Ya hemos visto que los salarios en el Estado español son bastante "competitivos". Pero el incremento de la productividad (incremento del valor creado por hora trabajada) depende fundamentalmente del esfuerzo en inversión de maquinaria más moderna, en tecnología, en investigación. Por tanto es una decisión que depende del capitalista, no del trabajador. Pero aquí nos encontramos que la característica fundamental del empresariado en el Estado español es su bajísima inversión en tecnología, es decir su afición al ladrillo, a la hostelería y a la mano de obra barata. La inversión privada en I+D está muy por debajo de la media de los países desarrollados. Los capitalistas son incapaces de aprovechar el incremento de la cualificación de los trabajadores. Ahora todos los medios parecen olvidarse, pero no hace tanto se destacaba que teníamos la generación más preparada de la historia, con un porcentaje sin precedentes de población joven con formación universitaria y especializaciones técnicas. Sin embargo, gran parte de estos jóvenes están desempleados o tienen un trabajo basura. Eso fue así incluso en pleno boom económico, el mejor contexto en el que los empresarios podían cambiar el "modelo de crecimiento" y apostar por la productividad. No lo hicieron porque el objetivo de todo empresario es la máxima obtención de beneficios a corto plazo, y aquí su principal baza son los bajos costes salariales. El capitalismo español arrastra un retraso histórico que la burguesía fue incapaz de superar incluso en las mejores condiciones. ¿Por qué iba a hacerlo ahora? ¿Por qué tenemos que creer que una reducción de salarios favorecerá la competitividad? ¿Por qué tenemos que pagar el precio del carácter particularmente parasitario del empresariado en el Estado español?
Además, como hemos visto en el caso de Alemania, país puntero en desarrollo tecnológico y productividad, su economía también está en una profunda crisis. Lo mismo se puede decir de Japón, que durante todo un periodo histórico basó su crecimiento en la alta inversión tecnológica y ya lleva en crisis diez años. El incremento de la productividad, paradójicamente, es lo que lleva, bajo el sistema capitalista, a la crisis de sobreproducción, a la destrucción de empleo y al incremento de la desigualdad, en vez de una mejora generalizada de las condiciones de vida. En definitiva, la burguesía española no va a cambiar de "modelo de crecimiento" y si lo hiciera, tampoco resolvería el problema de la crisis y del desempleo.
Crisis y salarios
Si la bajada de los salarios no es una salida para la crisis ¿Entonces, por qué los capitalistas insisten tanto ella? Efectivamente, en un contexto de agudización de la competencia provocada por la crisis, los empresarios tratan de ajustar los costes presionando a la baja los salarios. Pero la disminución de salarios, por sí misma, no elimina la necesidad de los empresarios de prescindir de una parte de la plantilla para adecuar el volumen de la producción a la contracción del mercado derivada de la crisis, o directamente, cerrar la empresa. La crisis que estamos viviendo es una crisis de sobreproducción. Esto significa que el capitalismo sólo saldrá de esta crisis cuando haya destruido una parte importante de capacidad productiva (cierres, despidos) y ésta se equilibre otra vez con el mercado. Este "ajuste" tendrá un reflejo completamente distinto para los empresarios, que pondrán, mejor dicho, ya han puesto sus beneficios a buen recaudo, que para las familias obreras, que se verán abocadas al desempleo y a la miseria.
De hecho, las reducciones salariales agravan todavía más la crisis, ya que los trabajadores, que son una parte importante de los consumidores, pierden poder adquisitivo. Sin embargo, los capitalistas no son tontos por actuar así. Jamás les convenceremos de que los salarios altos son buenos también para ellos. Las conquistas salariales sólo serán producto de la lucha. Hay que tener en cuenta que el sistema capitalista se basa en el beneficio privado, individual, del empresario, no en el afán general de crear y repartir riqueza. Lo que le interesa a cada capitalista son los intereses de su empresa particular, que son la fuente de sus beneficios; y como los beneficios son, como explica Marx, el salario no pagado a los trabajadores, la única manera de incrementarlos, o de mantenerlos bajando a la vez los precios de sus productos en el mercado, es a costa de los salarios de sus trabajadores.
Efectivamente, desde el punto de vista de los empresarios, si se reduce el salario hay más margen para ser más competitivos y aguantar en mejores condiciones la competencia del mercado. A esto se reduce la expectativa de los dirigentes de UGT y CCOO de que así se mantenga el empleo. Esto es lo que ha llevado a UGT y CCOO de Seat a defender la congelación salarial. ¿Pero qué dinámica comporta esta orientación? Al día siguiente la Ford de Almussafes declaró que considera "de cajón" que si la plantilla de Seat rebaja sus salarios lo haga también su plantilla. Si los sindicatos de la planta valencia aplican el mismo criterio que en Seat, deberían aceptar la reducción de salarios para "salvar el empleo" en la planta de Ford. La dinámica es evidente: si las reducciones salariales se generalizan no habrá ventaja relativa para ninguna empresa, pero todas las empresas habrán conseguido transferir para su cuenta de beneficios una parte mayor de los salarios de los trabajadores5.¿Y la crisis? A peor, porque se habrá disminuido la capacidad de compra de los trabajadores, por lo que se harán necesarios más despidos, que era lo que se quería evitar, teóricamente, con la congelación salarial. Esta es la desastrosa lógica del "mal menor". En esta dinámica los trabajadores no tenemos nada que ganar.
Lógica capitalista, ¿dónde está el límite?
Claro que las exigencias de los capitalistas tienen una base real. Directa o indirectamente están diciendo al gobierno y a los dirigentes sindicales: si aceptas el capitalismo, tienes que aceptar los principios de su funcionamiento, lo mismo en tiempos de boom que en tiempos de crisis. O en otras palabras: "hay que hacer que las condiciones sociales, económicas y políticas sean atractivas para los inversores". No se puede aceptar el capitalismo y rechazar la ley del máximo beneficio individual, que a su vez está indisolublemente asociada a la propiedad privada, a la anarquía de producción y a las crisis cíclicas. Pero la objetividad de las necesidades empresariales sólo pone de manifiesto que sus intereses son objetivamente antagónicos a los de los trabajadores, no que los dirigentes sindicales tengan que aceptarlas como inevitables. De hecho, cuanto más "atractivas" sean las condiciones para los capitalistas peores serán las condiciones generales de la clase trabajadora.
Para hacer "atractiva" la inversión hay que bajar los salarios. ¿Sólo? No. Hay que acabar con el derecho a la negociación colectiva y establecer el pacto individual empresario y trabajador, en la que lógicamente, el capitalista tiene toda la ventaja. ¿Solo? No. Hay que disminuir la cotización de los empresarios y sustituirla por un incremento del IVA. Esto es otra manera de trasladar las rentas del trabajo a las rentas empresariales. Todo lo que se ahorren los empresarios en impuestos lo pagaremos los trabajadores con un incremento de los precios del consumo. ¿Sólo? No, podríamos continuar infinitamente.
Como dice Marx, "... el capitalista pugna constantemente por reducir los salarios a su mínimo físico y prolongar la jornada de trabajo a su máximo físico, mientras que el obrero presiona siempre en el sentido contrario. El problema se reduce, por tanto, al problema de las fuerzas respectivas contendientes"6. Ésta es la pugna real y viva que determina el valor de los salarios. Por eso, mientras hablan de la defensa del empleo y de los intereses generales de la economía y de la sociedad, engrasan los mecanismos represivos del Estado, preparan leyes cada vez más antidemocráticas y utilizan la demagogia del racismo y del odio nacional para dividir a los trabajadores y debilitar su capacidad de respuesta.
Las exigencias del capitalista no son una ley económica permanente, sino una exigencia particular de una clase, la clase capitalista, que en la época de decadencia capitalista tiene el único objetivo de conservar sus beneficios sin que este afán vaya acompañado de ningún elemento de progreso social. Esta crisis pone de relieve que no es posible una política de medias tintas. Si se asume el capitalismo como único sistema posible, como propugnan los defensores de la socialdemocracia, se acaba defendiendo todas las condiciones que impone el capitalismo. Así, la táctica del "mal menor" no es más que la aceptación pasiva de las exigencias capitalistas como una ley universal, lo que lleva a una degradación continua de las condiciones de vida de la clase obrera y la mayoría de la sociedad.
Por lo tanto, no podemos aceptar ni una rebaja salarial, ni un solo despido, ni un solo euro de las arcas del Estado para el capitalista. A los planes del capitalismo hay que hacer frente uniendo a todos los trabajadores en la lucha, a los trabajadores en activo y a trabajadores en paro, a los trabajadores y a la juventud, a los trabajadores de todas las fábricas y de todas las nacionalidades, incluyendo, por supuesto a los trabajadores inmigrantes. Hay que luchar para que todo el trabajo existente sea repartido entre todos, reduciendo las horas de trabajo sin reducción salarial. Ningún parado sin subsidio indefinido. Hay que defender la escala móvil de los salarios, garantizando que no pierdan poder adquisitivo y no sobre la base del IPC oficial, sino teniendo en cuenta la subida real de los precios de los productos básicos, elaborado de forma independiente por parte de los sindicatos, comités de empresa y asociaciones de vecinos. Debemos exigir que todo el dinero que se está dando a los banqueros se invierta ya en infraestructuras sociales, en nuevos hospitales, escuelas, parques y centros de ocio públicos. Por todo ello, es necesario preparar desde ya una huelga general para obligar al gobierno a cambiar de política a favor de la mayoría de la sociedad.
En esta pugna con los capitalistas los trabajadores tenemos una ventaja tremenda: nuestro número y nuestro papel en la producción. La sociedad puede funcionar sin capitalistas pero no sin trabajadores. ¡Basta ya de demagogia! Si una vida digna para la mayoría de la sociedad no le parece "atractivo" al capital, no hay problema: la clase obrera puede dirigir la sociedad mucho mejor que los banqueros y los empresarios. Y aquí llegamos al punto central. El verdadero obstáculo para canalizar toda la fuerza de los trabajadores contra todos los intentos de los capitalistas de hacer retroceder la rueda de la historia, llevándonos a condiciones de explotación del siglo XIX, es la falta de un programa verdaderamente socialista en los sindicatos y partidos obreros. Es necesario dar una batalla política para transformar de arriba abajo nuestras organizaciones, luchando por un programa revolucionario. Frente a la crisis, ¡expropiación de la banca y de los grandes medios de producción! Sólo cuando los trabajadores controlemos los medios de producción es cuando podremos ponerlos al servicio de la inmensa mayoría de la sociedad, una sociedad socialista, la única que en que todas las conquistas que consigamos ahora serán permanentes, la única que acabará de una vez con las crisis, el desempleo y los bajos salarios.
NOTAS
1. Datos del estudio La situación de la clase trabajadora en España, de Viçens Navarro, febrero 2009.
2. Indicador Laboral de Comunidades Autónomas de la empresa temporal Adecco, elaborado por el IESE.
3. http://www.cotizalia.com/cache/-2008/09/01/noticias_94_presion_fiscal_soportan_empresas_disparan.html
4. El País, 29 de octubre de 2008, datos de Informe Foessa.
5. Según informaciones publicadas el 25 de marzo, el presidente de Ford Motors, Alan Mulally, ganó 13,6 millones de dólares en 2008, a pesar de las pérdidas que declara tener la multinacional.
6. K.Marx, Salario, precio y ganancia
La campaña empresarial está yendo mucho más allá que un tira y afloja en torno a un punto porcentual. No se trata de una pugna aislada, de un berrinche pasajero del sector duro de la patronal. En realidad ya tiene un carácter oficial e institucional. Participan órganos internacionales como la OCDE, instituciones "rigurosas" como el Banco de España, economistas de fama, banqueros, toda la derecha política incluyendo CiU y PNV y por supuesto el PP, con su fundación FAES a la cabeza, la gran mayoría de medios de comunicación y hasta algunos sectores del PSOE. Montilla, por ejemplo, presidente de la Generalitat de Catalunya y una de las comunidades más castigada por la crisis industrial, hizo una apelación general a que los trabajadores se rebajaran el salario. Miquel Iceta, el responsable del grupo parlamentario del PSC en el parlamento de Catalunya y miembro de la ejecutiva federal del PSOE dijo que "los sueldos deben ajustarse a la productividad y a la disminución de la inflación", asumiendo directamente las reivindicaciones empresariales. En cuanto a los principales dirigentes sindicales es conocida su oposición al 1% de subida que quiere imponer la CEOE, aunque en la práctica, como está ocurriendo en Seat de Barcelona, en la GM de Zaragoza y en otros casos se está aceptando pérdida de poder adquisitivo, asumiendo implícitamente el fondo de la argumentación de la patronal.
El componente principal de esta campaña, que se da en un contexto de crecimiento acelerado del desempleo, es el chantaje: o aceptas reducirte el salario o eres el próximo en ir a la calle. Pero para la burguesía, con el fin de sembrar confusión y crear un clima general favorable a sus intereses, es muy importante dar a este chantaje una base teórica, presentando sus medidas no como un ataque sino como algo "objetivamente inevitable" y que se debe asumir "en beneficio de toda la sociedad". Así, son los mismos banqueros y empresarios los que, espoleados por la crisis, elevan la disputa económica a una batalla política e ideológica general.
¿Salarios ‘sobrevalorados'?
Uno de los tópicos de esta campaña es que los salarios en el Estado español son "demasiado altos". Algunos, como el economista de moda Krugman, llegan a argumentar que los salarios en el Estado español están "sobrevalorados" debido a que el boom inmobiliario los elevó artificialmente. Se introduce la idea, poco subliminal por otro lado, de que los salarios deberán "caer" como están cayendo los precios de los pisos, por una ley tan objetiva como la ley de la gravedad. Si, por el contrario, los salarios se resisten a caer, por una causa "artificial" (la lucha de los trabajadores) estaría provocando un "desequilibrio". Es increíble cómo estos "hombres de ciencia y cultura" atacan sin ningún pudor intelectual, sin ningún rigor, el sustento de los trabajadores y su esfuerzo por sobrevivir mes a mes.
También Fernández Ordónez, gobernador del Banco de España, reclama por enésima vez una reforma laboral, de la que depende, según él, "que la actual fase de ajuste sea rápida y poco profunda o, por el contrario, intensa y prolongada". Denunció que la "rigidez en la formación de los salarios" (es decir, los derechos adquiridos por los trabajadores con la lucha, como los convenios colectivos, las cláusulas de revisión salarial, etc.) "obliga a las empresas a ajustar los gastos recortando empleo". Y tuvo el desparpajo de decir que los salarios han sido los culpables de que la tasa de desempleo haya crecido más en el Estado español que en la zona euro, echando por la borda, sin despeinarse, todos los análisis que demuestran que la profundidad de la crisis en el Estado español está ligada, entre otros factores, al mayor peso que aquí ha tenido la especulación inmobiliaria, algo que nada tiene que ver con los salarios. Pero da igual, todo vale, aunque debemos reconocer que parecía difícil llegar hasta aquí.
Las cifras reales
Antes de entrar en si la moderación salarial es una salida a la crisis, veamos si los salarios en Estado español son altos o están sobrevalorados. En primer lugar: ¿cómo se determina que los salarios son altos o bajos? Si son altos, como se afirma, ¿lo son en relación a qué?, ¿a los salarios vigentes en los países de la UE y otros países capitalistas desarrollados?, ¿a los beneficios empresariales?, ¿al coste de la vida? Esa noción de "salarios demasiado altos" que se quiere imponer, para justificar ataques a los trabajadores, no se sostiene desde ningún punto de vista.
El salario por hora de los trabajadores en el Estado español, incluso entre los trabajadores del sector industrial, que son los mejor pagados, es uno de los más bajos de la UE-15 y de la OCDE. Si al nivel de los salarios industriales de EEUU se le asigna el índice 100, al salario de los trabajadores industriales en el Estado español le correspondería el 79. Y eso teniendo en cuenta que los salarios en EEUU están bastante por debajo de los mejores pagados: Suecia (133), Finlandia (126), Dinamarca (149), Holanda (136), Francia (105), Italia (105), Alemania (144), etc. Por lo tanto, los salarios en comparación con la gran mayoría de países desarrollados, son salarios bajos, no altos1.
Se dice que los salarios están "sobrevalorados" por el boom, sin embargo el Estado español es el único caso, junto con Alemania, en el que la remuneración por hora trabajada en el sector privado ha permanecido prácticamente estancado en el periodo 2000-2006 (1% y -0,1% respectivamente), en pleno boom económico y a pesar de la subida generalizada e histórica de los beneficios y de los precios de la vivienda en este periodo. De hecho, si se tiene en cuenta el incremento de los precios, el salario real percibido por los trabajadores en el Estado español perdió poder adquisitivo, año tras año, de 1997 hasta el 2006, un caso único en Europa2. Es decir, la pócima mágica que ahora nos quieren volver a vender los empresarios para salir de la crisis, la congelación salarial, llevamos una década padeciéndola.
Los empresarios se echan las manos a la cabeza por la "vertiginosa" subida de los salarios que se ha producido en el último trimestre del 2008, de un 5,4% respecto al mismo periodo del año anterior. Sin embargo, esta subida no es real, es un efecto estadístico debido a que la oleada de despidos ha afectado principalmente a los salarios más bajos, sobre todo en la construcción. El salario por hora trabajada subió un 3,3%, y a pesar de que los empresarios señalan con el dedo la subida del IPC prevista por el gobierno, del 2% para este año, el hecho es que el coste de la vida real subirá más que esta cifra. Por ejemplo, Renfe ha subido un 6,28% los precios de Cercanías, los abonos mensuales del Metro de Madrid se encarecen un 6%, el agua sube un 5%, las tarifas de teléfono un 4,6%, la luz un 3,8% y así podríamos seguir.
El boom no sólo "no ha elevado artificialmente los salarios", sino que se ha sostenido a costa de los mismos. La evolución de los salarios comparada con la de los beneficios empresariales, indica claramente que los salarios han permanecido "bajos" y no "altos". Si comparamos el peso total de los salarios respecto al PIB, vemos que ha retrocedido en 2,4 puntos entre el año 1997 y el 2007. Las rentas salariales se mantuvieron en el 47,3% del PIB tanto en 2006 como en 2007. En contraste, tan sólo en 2007, las empresas ganaron peso en la tarta por valor de 7.000 millones de euros, al haber pasado del 41,6% al 42,3% del PIB (equivalente a 1,1 billones de euros). Este año el peso de las rentas empresariales respecto del PIB fue el más alto desde 1995. El nivel más bajo de la serie estadística se encuentra en el año 2000, cuando los beneficios empresariales llegaron a representar el 40,5% del PIB, pero a partir de ese momento todo han sido avances para las empresas respecto de los otros dos componentes que conforman la renta nacional: la remuneración de los asalariados y los impuestos ligados a la producción y las importaciones. Es la propia prensa económica la que reconoce que "la transferencia de rentas hacia las empresas procede fundamentalmente de las nóminas"3.
El Estado español, junto a Grecia e Italia es el país donde existe la mayor diferencia de rentas entre ricos y pobres, un nivel muy próximo al de EEUU, que es el más desigual de todos los países desarrollados. La aguda desigualdad está asociada a la pobreza. En el Estado español hay 8,5 millones de pobres, con ingresos por debajo de 574 euros al mes (19,7% de la población). Otro millón y medio vive en la pobreza severa (con menos de 280 euros al mes) y 500.000 hogares sufren, además, situaciones de exclusión social. Uno de los datos más significativos del carácter que tuvo el crecimiento económico es que el número de pobres no varió a pesar del crecimiento económico4.
En el año 2007 había 10 millones de trabajadores mileuristas. Si contamos a pensionistas y jubilados son casi 20 millones de personas, prácticamente el 45% de la población, los que tienen que sobrevivir con ingresos mensuales inferiores a mil euros mensuales brutos, es decir, 14.000 euros anuales antes de pagar impuestos, incluyendo dos pagas extraordinarias. Recientemente se ha publicado el dato de que el 55% de los andaluces reconocen que suelen llegar a final de mes con mucha o con cierta dificultad. También ocurre esto con el 57% de los catalanes. Parece evidente que, desde todos los puntos de vista, los salarios no son altos.
Ni desde el punto de vista de los salarios de los países desarrollados de nuestro entorno, ni desde el punto de vista de los beneficios empresariales, ni desde el punto de vista de su poder adquisitivo los salarios son "altos" en el Estado español. Al contrario, son bajos, y han permanecido bajos a pesar del boom. Veamos por qué rebajarlos todavía más, como proponen los empresarios, no resuelve el problema de la crisis y del desempleo, sino que lo agravará aún más.
Salarios y productividad
Uno de los argumentos preferidos de los empresarios es que para ser competitivos, en un mercado globalizado, los salarios no pueden subir por encima de la productividad. Ya hemos visto que los salarios en el Estado español son bastante "competitivos". Pero el incremento de la productividad (incremento del valor creado por hora trabajada) depende fundamentalmente del esfuerzo en inversión de maquinaria más moderna, en tecnología, en investigación. Por tanto es una decisión que depende del capitalista, no del trabajador. Pero aquí nos encontramos que la característica fundamental del empresariado en el Estado español es su bajísima inversión en tecnología, es decir su afición al ladrillo, a la hostelería y a la mano de obra barata. La inversión privada en I+D está muy por debajo de la media de los países desarrollados. Los capitalistas son incapaces de aprovechar el incremento de la cualificación de los trabajadores. Ahora todos los medios parecen olvidarse, pero no hace tanto se destacaba que teníamos la generación más preparada de la historia, con un porcentaje sin precedentes de población joven con formación universitaria y especializaciones técnicas. Sin embargo, gran parte de estos jóvenes están desempleados o tienen un trabajo basura. Eso fue así incluso en pleno boom económico, el mejor contexto en el que los empresarios podían cambiar el "modelo de crecimiento" y apostar por la productividad. No lo hicieron porque el objetivo de todo empresario es la máxima obtención de beneficios a corto plazo, y aquí su principal baza son los bajos costes salariales. El capitalismo español arrastra un retraso histórico que la burguesía fue incapaz de superar incluso en las mejores condiciones. ¿Por qué iba a hacerlo ahora? ¿Por qué tenemos que creer que una reducción de salarios favorecerá la competitividad? ¿Por qué tenemos que pagar el precio del carácter particularmente parasitario del empresariado en el Estado español?
Además, como hemos visto en el caso de Alemania, país puntero en desarrollo tecnológico y productividad, su economía también está en una profunda crisis. Lo mismo se puede decir de Japón, que durante todo un periodo histórico basó su crecimiento en la alta inversión tecnológica y ya lleva en crisis diez años. El incremento de la productividad, paradójicamente, es lo que lleva, bajo el sistema capitalista, a la crisis de sobreproducción, a la destrucción de empleo y al incremento de la desigualdad, en vez de una mejora generalizada de las condiciones de vida. En definitiva, la burguesía española no va a cambiar de "modelo de crecimiento" y si lo hiciera, tampoco resolvería el problema de la crisis y del desempleo.
Crisis y salarios
Si la bajada de los salarios no es una salida para la crisis ¿Entonces, por qué los capitalistas insisten tanto ella? Efectivamente, en un contexto de agudización de la competencia provocada por la crisis, los empresarios tratan de ajustar los costes presionando a la baja los salarios. Pero la disminución de salarios, por sí misma, no elimina la necesidad de los empresarios de prescindir de una parte de la plantilla para adecuar el volumen de la producción a la contracción del mercado derivada de la crisis, o directamente, cerrar la empresa. La crisis que estamos viviendo es una crisis de sobreproducción. Esto significa que el capitalismo sólo saldrá de esta crisis cuando haya destruido una parte importante de capacidad productiva (cierres, despidos) y ésta se equilibre otra vez con el mercado. Este "ajuste" tendrá un reflejo completamente distinto para los empresarios, que pondrán, mejor dicho, ya han puesto sus beneficios a buen recaudo, que para las familias obreras, que se verán abocadas al desempleo y a la miseria.
De hecho, las reducciones salariales agravan todavía más la crisis, ya que los trabajadores, que son una parte importante de los consumidores, pierden poder adquisitivo. Sin embargo, los capitalistas no son tontos por actuar así. Jamás les convenceremos de que los salarios altos son buenos también para ellos. Las conquistas salariales sólo serán producto de la lucha. Hay que tener en cuenta que el sistema capitalista se basa en el beneficio privado, individual, del empresario, no en el afán general de crear y repartir riqueza. Lo que le interesa a cada capitalista son los intereses de su empresa particular, que son la fuente de sus beneficios; y como los beneficios son, como explica Marx, el salario no pagado a los trabajadores, la única manera de incrementarlos, o de mantenerlos bajando a la vez los precios de sus productos en el mercado, es a costa de los salarios de sus trabajadores.
Efectivamente, desde el punto de vista de los empresarios, si se reduce el salario hay más margen para ser más competitivos y aguantar en mejores condiciones la competencia del mercado. A esto se reduce la expectativa de los dirigentes de UGT y CCOO de que así se mantenga el empleo. Esto es lo que ha llevado a UGT y CCOO de Seat a defender la congelación salarial. ¿Pero qué dinámica comporta esta orientación? Al día siguiente la Ford de Almussafes declaró que considera "de cajón" que si la plantilla de Seat rebaja sus salarios lo haga también su plantilla. Si los sindicatos de la planta valencia aplican el mismo criterio que en Seat, deberían aceptar la reducción de salarios para "salvar el empleo" en la planta de Ford. La dinámica es evidente: si las reducciones salariales se generalizan no habrá ventaja relativa para ninguna empresa, pero todas las empresas habrán conseguido transferir para su cuenta de beneficios una parte mayor de los salarios de los trabajadores5.¿Y la crisis? A peor, porque se habrá disminuido la capacidad de compra de los trabajadores, por lo que se harán necesarios más despidos, que era lo que se quería evitar, teóricamente, con la congelación salarial. Esta es la desastrosa lógica del "mal menor". En esta dinámica los trabajadores no tenemos nada que ganar.
Lógica capitalista, ¿dónde está el límite?
Claro que las exigencias de los capitalistas tienen una base real. Directa o indirectamente están diciendo al gobierno y a los dirigentes sindicales: si aceptas el capitalismo, tienes que aceptar los principios de su funcionamiento, lo mismo en tiempos de boom que en tiempos de crisis. O en otras palabras: "hay que hacer que las condiciones sociales, económicas y políticas sean atractivas para los inversores". No se puede aceptar el capitalismo y rechazar la ley del máximo beneficio individual, que a su vez está indisolublemente asociada a la propiedad privada, a la anarquía de producción y a las crisis cíclicas. Pero la objetividad de las necesidades empresariales sólo pone de manifiesto que sus intereses son objetivamente antagónicos a los de los trabajadores, no que los dirigentes sindicales tengan que aceptarlas como inevitables. De hecho, cuanto más "atractivas" sean las condiciones para los capitalistas peores serán las condiciones generales de la clase trabajadora.
Para hacer "atractiva" la inversión hay que bajar los salarios. ¿Sólo? No. Hay que acabar con el derecho a la negociación colectiva y establecer el pacto individual empresario y trabajador, en la que lógicamente, el capitalista tiene toda la ventaja. ¿Solo? No. Hay que disminuir la cotización de los empresarios y sustituirla por un incremento del IVA. Esto es otra manera de trasladar las rentas del trabajo a las rentas empresariales. Todo lo que se ahorren los empresarios en impuestos lo pagaremos los trabajadores con un incremento de los precios del consumo. ¿Sólo? No, podríamos continuar infinitamente.
Como dice Marx, "... el capitalista pugna constantemente por reducir los salarios a su mínimo físico y prolongar la jornada de trabajo a su máximo físico, mientras que el obrero presiona siempre en el sentido contrario. El problema se reduce, por tanto, al problema de las fuerzas respectivas contendientes"6. Ésta es la pugna real y viva que determina el valor de los salarios. Por eso, mientras hablan de la defensa del empleo y de los intereses generales de la economía y de la sociedad, engrasan los mecanismos represivos del Estado, preparan leyes cada vez más antidemocráticas y utilizan la demagogia del racismo y del odio nacional para dividir a los trabajadores y debilitar su capacidad de respuesta.
Las exigencias del capitalista no son una ley económica permanente, sino una exigencia particular de una clase, la clase capitalista, que en la época de decadencia capitalista tiene el único objetivo de conservar sus beneficios sin que este afán vaya acompañado de ningún elemento de progreso social. Esta crisis pone de relieve que no es posible una política de medias tintas. Si se asume el capitalismo como único sistema posible, como propugnan los defensores de la socialdemocracia, se acaba defendiendo todas las condiciones que impone el capitalismo. Así, la táctica del "mal menor" no es más que la aceptación pasiva de las exigencias capitalistas como una ley universal, lo que lleva a una degradación continua de las condiciones de vida de la clase obrera y la mayoría de la sociedad.
Por lo tanto, no podemos aceptar ni una rebaja salarial, ni un solo despido, ni un solo euro de las arcas del Estado para el capitalista. A los planes del capitalismo hay que hacer frente uniendo a todos los trabajadores en la lucha, a los trabajadores en activo y a trabajadores en paro, a los trabajadores y a la juventud, a los trabajadores de todas las fábricas y de todas las nacionalidades, incluyendo, por supuesto a los trabajadores inmigrantes. Hay que luchar para que todo el trabajo existente sea repartido entre todos, reduciendo las horas de trabajo sin reducción salarial. Ningún parado sin subsidio indefinido. Hay que defender la escala móvil de los salarios, garantizando que no pierdan poder adquisitivo y no sobre la base del IPC oficial, sino teniendo en cuenta la subida real de los precios de los productos básicos, elaborado de forma independiente por parte de los sindicatos, comités de empresa y asociaciones de vecinos. Debemos exigir que todo el dinero que se está dando a los banqueros se invierta ya en infraestructuras sociales, en nuevos hospitales, escuelas, parques y centros de ocio públicos. Por todo ello, es necesario preparar desde ya una huelga general para obligar al gobierno a cambiar de política a favor de la mayoría de la sociedad.
En esta pugna con los capitalistas los trabajadores tenemos una ventaja tremenda: nuestro número y nuestro papel en la producción. La sociedad puede funcionar sin capitalistas pero no sin trabajadores. ¡Basta ya de demagogia! Si una vida digna para la mayoría de la sociedad no le parece "atractivo" al capital, no hay problema: la clase obrera puede dirigir la sociedad mucho mejor que los banqueros y los empresarios. Y aquí llegamos al punto central. El verdadero obstáculo para canalizar toda la fuerza de los trabajadores contra todos los intentos de los capitalistas de hacer retroceder la rueda de la historia, llevándonos a condiciones de explotación del siglo XIX, es la falta de un programa verdaderamente socialista en los sindicatos y partidos obreros. Es necesario dar una batalla política para transformar de arriba abajo nuestras organizaciones, luchando por un programa revolucionario. Frente a la crisis, ¡expropiación de la banca y de los grandes medios de producción! Sólo cuando los trabajadores controlemos los medios de producción es cuando podremos ponerlos al servicio de la inmensa mayoría de la sociedad, una sociedad socialista, la única que en que todas las conquistas que consigamos ahora serán permanentes, la única que acabará de una vez con las crisis, el desempleo y los bajos salarios.
NOTAS
1. Datos del estudio La situación de la clase trabajadora en España, de Viçens Navarro, febrero 2009.
2. Indicador Laboral de Comunidades Autónomas de la empresa temporal Adecco, elaborado por el IESE.
3. http://www.cotizalia.com/cache/-2008/09/01/noticias_94_presion_fiscal_soportan_empresas_disparan.html
4. El País, 29 de octubre de 2008, datos de Informe Foessa.
5. Según informaciones publicadas el 25 de marzo, el presidente de Ford Motors, Alan Mulally, ganó 13,6 millones de dólares en 2008, a pesar de las pérdidas que declara tener la multinacional.
6. K.Marx, Salario, precio y ganancia