En enero de 2010, José Luis Rodríguez Zapatero estrenó su semestre de Presidencia de la Unión Europea proponiendo una amplia regulación del mundo financiero que permitiera poner coto a los excesos especulativos de los últimos años, pero apenas unas semanas más tarde, las flamantes medidas que iban a regular el capitalismo para evitar la repetición de nuevas crisis han ido encallando una tras otra, mientras que los tan denostados especuladores siguen ganando fabulosas cantidades operando con deuda pública griega, que en alguno de sus tramos se paga diez veces más cara que su equivalente alemán. Y, por si fuera poco, los especuladores no arriesgan su propio dinero, sino que se financian en el Banco Central Europeo. Efectivamente, como denunciaba el primer ministro griego Papandreu, bancos alemanes y de otros países piden dinero prestado al BCE con un interés del 1%, y con esos fondos compran deuda griega al 10%, obteniendo un beneficio limpio del 9% sin arriesgar ni un solo euro.
En enero de 2010, José Luis Rodríguez Zapatero estrenó su semestre de Presidencia de la Unión Europea proponiendo una amplia regulación del mundo financiero que permitiera poner coto a los excesos especulativos de los últimos años, pero apenas unas semanas más tarde, las flamantes medidas que iban a regular el capitalismo para evitar la repetición de nuevas crisis han ido encallando una tras otra, mientras que los tan denostados especuladores siguen ganando fabulosas cantidades operando con deuda pública griega, que en alguno de sus tramos se paga diez veces más cara que su equivalente alemán. Y, por si fuera poco, los especuladores no arriesgan su propio dinero, sino que se financian en el Banco Central Europeo. Efectivamente, como denunciaba el primer ministro griego Papandreu, bancos alemanes y de otros países piden dinero prestado al BCE con un interés del 1%, y con esos fondos compran deuda griega al 10%, obteniendo un beneficio limpio del 9% sin arriesgar ni un solo euro.
La incapacidad de los gobiernos europeos para llegar siquiera a un mínimo acuerdo no es casual. Lo que las discrepancias entre ellos pone de manifiesto son los profundos conflictos de intereses entre las distintas burguesías nacionales europeas y, en última instancia, revelan la incapacidad del capitalismo para resolver sus contradicciones internas. Un ejemplo de intereses nacionales contrapuestos es que mientras el riesgo de impago de los países del sur de Europa pone en peligro la estabilidad de la banca alemana, entidades financieras de otros países, sobre todo de Inglaterra y EEUU, apuestan sin límites contra la deuda griega, beneficiándose de la situación y agravándola todavía más.
La principal oposición a las medidas regulatorias ha venido del primer ministro británico Gordon Brown, que ya ha conseguido dos importantes victorias. El 16 de marzo, y después de fuertes presiones sobre Zapatero, Brown conseguía paralizar la reforma de los fondos de inversión de alto riesgo, que son el principal instrumento de los especuladores financieros. Y el 17 de abril, y contando con el apoyo del BCE, el gobierno británico consiguió que el ECOFIN (el consejo de ministros de Economía de la Unión Europea) descartase imponer una tasa sobre las transacciones bancarias, que había sido propuesta por el Parlamento Europeo el 10 de marzo.
Las razones de Brown son muy sólidas: el Reino Unido es la sede del 80% de los fondos especulativos de todo el mundo; en 2007, el 20% de los trabajadores británicos estaban empleados en el sector financiero; y desde 1995, más del 50% del empleo creado estaba relacionado directa o indirectamente con este sector. En estas circunstancias, cualquier limitación a las actividades especulativas hundiría al país en la recesión.
Un negocio muy poco marginal
Además, los famosos fondos especulativos no son un mundo aparte, creado por desalmados sin escrúpulos, poseídos por una codicia sin límites. Son parte inseparable del sector bancario, el complemento imprescindible de las operaciones bancarias consideradas "respetables". Precisamente un factor muy importante en la no adopción de medidas contra los especuladores fue la presión de los grandes fondos de pensiones, que participan de lleno en la especulación, y que explicaron a los gobiernos europeos que esta reforma les provocaría pérdidas de nada menos que 25.000 millones de euros, que tendrían que descontar del pago de las futuras pensiones.
El 8 de abril, The Wall Street Journal, el principal medio de comunicación de la burguesía estadounidense, reforzaba su posición contraria a la regulación de los fondos de alto riesgo explicando quienes son los famosos especuladores que se aprovecha de la crisis griega. Y resulta que esos especuladores no son operadores marginales, sino compañías tan conocidas como AXA Seguros, Coca-Cola, Dole Food (el mayor comercializador mundial de frutas y verduras frescas), Banco Santander, Goldman Sachs, Barclays Bank o Credit Agricole. Estas entidades, junto con algunas otras de las mayores empresas del mundo, están especulando con derivados financieros (los CDS, Credit Default Swaps) y obteniendo fabulosos beneficios a costa de los sacrificios impuestos a los trabajadores griegos. Pero lo más significativo es que estas actividades especulativas no son una actividad secundaria, realizada para obtener ganancias rápidas al margen de la actividad "normal" de la empresa, sino que son parte del corazón de su negocio. Muchas de estas empresas han realizado inversiones en Grecia, y operaban con CDS para cubrir los riesgos de impago; pero al operar con CDS, y debido a la debilidad de las finanzas públicas griegas, surgen en el mercado oportunidades de realizar beneficios grandiosos sin prácticamente riesgo, y ¿qué capitalista se opondría a realizar beneficios seguros y en su lugar se arriesgaría a sufrir pérdidas?
Ya en el libro tercero de El Capital Marx analizaba el vínculo inseparable entre el crédito y la especulación. A medida que la producción capitalista se expande, necesita expandir los instrumentos crediticios, abriendo por tanto la puerta a una actividad puramente especulativa que obtiene sus ganancias de la circulación financiera, sin necesidad de arriesgarse en el proceso de producción.
La magnitud de los recursos que en estos últimos años se mueven en los circuitos financieros especulativos es de vértigo. En junio de 2009 sólo el mercado de derivados financieros (futuros, opciones y swaps) movía 605 billones de dólares, que es casi 10 veces el PIB mundial (estimado por el Banco Mundial en 61,9 billones de dólares en 2008). De esos derivados, 36 billones de dólares estaban en manos de la banca convencional, demostrando que los beneficios de los bancos dependen cada vez menos de sus actividades tradicionales (crédito, comisiones por operaciones, inversiones industriales) y cada vez más de operaciones especulativas y meramente parasitarias.
La especulación no crea riqueza
No hay duda, de que manejando estos ingentes volúmenes de capital, es posible desestabilizar la economía de muchos países. Incluso el Reino Unido fue objeto en la segunda quincena del pasado mes de febrero de un ataque especulativo a gran escala, que provocó una caída de 7% en el valor de la libra esterlina en relación al euro. Pero todo ese poder financiero no debe hacernos olvidar que la única fuente de riqueza es el trabajo humano. Estas operaciones financieras, por voluminosas que sean, no añaden un ápice de valor al mercado, y los beneficios que obtienen salen directa (mediante el incremento de la explotación en las empresas) o indirectamente (a través de los impuestos que nos carga el Estado) del esfuerzo de los asalariados.
La incapacidad de los gobiernos europeos para llegar siquiera a un mínimo acuerdo no es casual. Lo que las discrepancias entre ellos pone de manifiesto son los profundos conflictos de intereses entre las distintas burguesías nacionales europeas y, en última instancia, revelan la incapacidad del capitalismo para resolver sus contradicciones internas. Un ejemplo de intereses nacionales contrapuestos es que mientras el riesgo de impago de los países del sur de Europa pone en peligro la estabilidad de la banca alemana, entidades financieras de otros países, sobre todo de Inglaterra y EEUU, apuestan sin límites contra la deuda griega, beneficiándose de la situación y agravándola todavía más.
La principal oposición a las medidas regulatorias ha venido del primer ministro británico Gordon Brown, que ya ha conseguido dos importantes victorias. El 16 de marzo, y después de fuertes presiones sobre Zapatero, Brown conseguía paralizar la reforma de los fondos de inversión de alto riesgo, que son el principal instrumento de los especuladores financieros. Y el 17 de abril, y contando con el apoyo del BCE, el gobierno británico consiguió que el ECOFIN (el consejo de ministros de Economía de la Unión Europea) descartase imponer una tasa sobre las transacciones bancarias, que había sido propuesta por el Parlamento Europeo el 10 de marzo.
Las razones de Brown son muy sólidas: el Reino Unido es la sede del 80% de los fondos especulativos de todo el mundo; en 2007, el 20% de los trabajadores británicos estaban empleados en el sector financiero; y desde 1995, más del 50% del empleo creado estaba relacionado directa o indirectamente con este sector. En estas circunstancias, cualquier limitación a las actividades especulativas hundiría al país en la recesión.
Un negocio muy poco marginal
Además, los famosos fondos especulativos no son un mundo aparte, creado por desalmados sin escrúpulos, poseídos por una codicia sin límites. Son parte inseparable del sector bancario, el complemento imprescindible de las operaciones bancarias consideradas "respetables". Precisamente un factor muy importante en la no adopción de medidas contra los especuladores fue la presión de los grandes fondos de pensiones, que participan de lleno en la especulación, y que explicaron a los gobiernos europeos que esta reforma les provocaría pérdidas de nada menos que 25.000 millones de euros, que tendrían que descontar del pago de las futuras pensiones.
El 8 de abril, The Wall Street Journal, el principal medio de comunicación de la burguesía estadounidense, reforzaba su posición contraria a la regulación de los fondos de alto riesgo explicando quienes son los famosos especuladores que se aprovecha de la crisis griega. Y resulta que esos especuladores no son operadores marginales, sino compañías tan conocidas como AXA Seguros, Coca-Cola, Dole Food (el mayor comercializador mundial de frutas y verduras frescas), Banco Santander, Goldman Sachs, Barclays Bank o Credit Agricole. Estas entidades, junto con algunas otras de las mayores empresas del mundo, están especulando con derivados financieros (los CDS, Credit Default Swaps) y obteniendo fabulosos beneficios a costa de los sacrificios impuestos a los trabajadores griegos. Pero lo más significativo es que estas actividades especulativas no son una actividad secundaria, realizada para obtener ganancias rápidas al margen de la actividad "normal" de la empresa, sino que son parte del corazón de su negocio. Muchas de estas empresas han realizado inversiones en Grecia, y operaban con CDS para cubrir los riesgos de impago; pero al operar con CDS, y debido a la debilidad de las finanzas públicas griegas, surgen en el mercado oportunidades de realizar beneficios grandiosos sin prácticamente riesgo, y ¿qué capitalista se opondría a realizar beneficios seguros y en su lugar se arriesgaría a sufrir pérdidas?
Ya en el libro tercero de El Capital Marx analizaba el vínculo inseparable entre el crédito y la especulación. A medida que la producción capitalista se expande, necesita expandir los instrumentos crediticios, abriendo por tanto la puerta a una actividad puramente especulativa que obtiene sus ganancias de la circulación financiera, sin necesidad de arriesgarse en el proceso de producción.
La magnitud de los recursos que en estos últimos años se mueven en los circuitos financieros especulativos es de vértigo. En junio de 2009 sólo el mercado de derivados financieros (futuros, opciones y swaps) movía 605 billones de dólares, que es casi 10 veces el PIB mundial (estimado por el Banco Mundial en 61,9 billones de dólares en 2008). De esos derivados, 36 billones de dólares estaban en manos de la banca convencional, demostrando que los beneficios de los bancos dependen cada vez menos de sus actividades tradicionales (crédito, comisiones por operaciones, inversiones industriales) y cada vez más de operaciones especulativas y meramente parasitarias.
La especulación no crea riqueza
No hay duda, de que manejando estos ingentes volúmenes de capital, es posible desestabilizar la economía de muchos países. Incluso el Reino Unido fue objeto en la segunda quincena del pasado mes de febrero de un ataque especulativo a gran escala, que provocó una caída de 7% en el valor de la libra esterlina en relación al euro. Pero todo ese poder financiero no debe hacernos olvidar que la única fuente de riqueza es el trabajo humano. Estas operaciones financieras, por voluminosas que sean, no añaden un ápice de valor al mercado, y los beneficios que obtienen salen directa (mediante el incremento de la explotación en las empresas) o indirectamente (a través de los impuestos que nos carga el Estado) del esfuerzo de los asalariados.