Sin embargo, ya a finales de 2010 se comenzaron a dar algunos signos peligrosos de que la economía de China empezaba a frenarse, algo perfectamente previsible teniendo en cuenta la interdependencia que existe entre las economías de un mundo totalmente interconectado y que la China actual, con todo su potencial, está muy lejos de ser lo que era EEUU cuando al final de la segunda guerra mundial se convirtió en la locomotora de la economía global. Peor aún, el premio Nobel Paul Krugman ha encendido recientemente las alarmas que podría estarse incubando una burbuja inmobiliaria en China de características similares a la que estalló en 2007 en EEUU, con las consecuencias que ello tendría para una economía mundial en crisis y sinodependiente (1).

La ralentización de la economía china, algo que se ha visto confirmado a lo largo de 2011, lógicamente, también comenzó a tener sus efectos sobre quienes venían avanzando prendidos de los faldones chinos, como es el caso, entre otros, de las 2 principales economías sudamericanas, Brasil y Argentina, y de Chile, un país que es presentado como ejemplo de buena gestión capitalista. En un mundo convulsionado por tener a su sistema económico colapsado y sin perspectivas de recuperación en el corto plazo, la posibilidad que una caída del crecimiento se refleje en las políticas sociales de los gobiernos reformistas de Brasil y Argentina, o en un mayor ataque a los trabajadores por parte del gobierno neoliberal chileno, hacen que también en esta parte del mundo pueda aumentar una inestabilidad social que siempre está a flor de piel como, por cierto, ya está ocurriendo en el propio Chile.

america_latina_china_2En general, el resto de los países del cono sur del continente como Paraguay y Uruguay, o el andino Perú, han tenido un comportamiento económico similar al de los países mencionados al comienzo, con tasas de crecimiento bastante buenas en 2011, aunque menores que en 2010, (Paraguay 3,9% en los primeros 9 meses del año, Uruguay 5,7% y Perú 7%) impulsadas también por el creciente comercio con China. Los conflictos sociales, que tampoco han faltado, han estado motivados, en el caso de Uruguay, por intentos de los trabajadores de obtener mejoras salariales a partir del buen momento económico que está atravesando el país, o por la eterna lucha por la tierra en Paraguay, o por la pelea de los campesinos contra la depredación ambiental de las multinacionales mineras en Perú.

La crisis capitalista igualmente ha agudizado la guerra comercial entre las principales potencias por los mercados, lo cual ha llevado a que los defensores del libre comercio cierren sus fronteras, como en los comienzos del capitalismo, mientras denuncian y exigen la apertura de las de los demás. Esta situación también se está dando en Sudamérica, donde, como ya dijimos, todos tratan de crecer colocando sus materias primas en China, pero en contrapartida ven como los chinos les inundan los mercados con manufacturas y productos electrónicos baratos que les paraliza sus propias industrias y les recorta el superávit. Ante esta invasión moderna y las perspectivas de tiempos duros, reformistas y neoliberales del continente han dejado a un lado diferencias “ideológicas” y como buenos hermanos se han unido para tratar, también ellos, de cerrar filas ante los capitalistas allende los mares. Fruto de este encuentro fraternal han venido surgiendo últimamente diversos organismos multilaterales como Unasur, el Banco del Sur, y el más reciente Celac, que terminan repitiendo las fórmulas unitarias que están haciendo agua en Europa y que Lenin y Trotsky señalaran hace casi un siglo.

Notas:

 

(1)     http://www.ieco.clarin.com/economia/Alarmas-economia-china_0_614938763.html



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