Vivimos en una era de revolución y la revuelta del negro americano es parte de la rebelión contra la opresión y el colonialismo que ha caracterizado a esta época... Es incorrecto clasificar la revuelta de los negros simplemente como un conflicto racial del Negro contra el Blanco, como un problema puramente americano. Más bien, estamos hoy viendo una rebelión mundial de los oprimidos contra los opresores, los explotados contra los explotadores.
Malcom X
La muerte del joven de 25 años Freddie Gay a manos de la policía ha sido el último detonante de indignación y rabia social entre la comunidad afroamericana. Frente a las movilizaciones pacíficas de miles de personas, con disturbios minoritarios durante las noches, la respuesta del gobierno federal ha sido más represión policial, deteniendo a centenares de personas, decretando el toque de queda y lanzando a la Guardia Nacional (un cuerpo militarizado) a patrullar las calles, con helicópteros y tanquetas tomando las calles durante una semana, estableciendo en la práctica la ley marcial.
Mientras los grandes medios de comunicación, patrimonio de grandes millonarios como Rupert Murdoch, dueño de cadenas como Fox y Sky, magnifican los disturbios, criminalizan a los jóvenes y derraman lágrimas de cocodrilo por la propiedad privada destruida, ocultan de una manera vergonzosa la realidad de las condiciones de vida en los barrios afroamericanos de Baltimore.
El “tercer mundo” en el primero
El 4 de mayo, El País describía las diferencias entre los barrios negros de Baltimore y los barrios blancos: “Comparando estos barrios con otros de la ciudad como Roland Park, las diferencias se hacen aún mayores; las tasas de criminalidad, pobreza y desempleo entre 20 y 30 veces mayores, renta media 5 o 10 veces menor, con 1/6 de la población en libertad condicional (sin tener en cuenta los que están en prisión), 15 años de esperanza de vida menos y tres veces más mortalidad infantil”.
Esta situación no es exclusiva de Baltimore. En EEUU el porcentaje de población pobre afroamericana dobla la media nacional (28,1% frente al 15,9%), la tasa de paro también es el doble entre la población negra, y el salario un 33% menor que la media1. A esta escandalosa situación se añade la salvaje represión policial. Un hombre de raza negra tiene seis veces más posibilidades de ser encarcelado que uno blanco, y 2,4 veces más que uno latino2, seis de cada cien están en prisión (frente a dos de cada cien de media) y el 34% de los varones han pasado por la cárcel alguna vez en la vida (12% de media). Estas profundas diferencias sociales, perpetuadas durante generaciones, son la auténtica razón de explosiones como las de Baltimore. La situación ha llegado a tal punto que desde hace meses las movilizaciones de denuncia se suceden de manera casi continuada por todo el país.
Llueve sobre mojado
La respuesta de la administración Obama es presentar estos asesinatos como excepciones, prometiendo mejor formación policial para evitarlos e instalar cámaras en los agentes. Al mismo tiempo, lanza promesas abstractas sobre mejorar la educación y llama a todos los americanos a hacer un “examen de conciencia”, como si todos fuesen igualmente culpables de esta situación.
Lejos de ser casos aislados, de tener “algunas manzanas podridas”, los asesinatos por parte de la policía, que es el último eslabón de un sistema político, judicial y social orientado a mantener y perpetuar la discriminación de los afroamericanos, y por extensión, al resto de minorías (latinos, asiáticos…), son el pan de cada día. Según los datos de la Oficina de Estadística Judicial, la policía mata de media a 928 personas cada año3, 454 en lo que llevamos de 20154. En Ferguson, por ejemplo, el 88% de los casos en los que la policía usó la violencia fue contra ciudadanos afroamericanos.
Acabar con el capitalismo para acabar con el racismo
El racismo perdura porque es útil a los intereses de la clase dominante, la única beneficiaria de la división de los trabajadores en líneas de raza, de religión o de cualquier otro tipo. Esta discriminación les permite sobreexplotar y recortar derechos y condiciones laborales en una parte de la clase trabajadora, para posteriormente extender esos recortes al resto.
La primera victoria de Barack Obama, en 2008, fue precedida de una oleada de entusiasmo, especialmente entre la población negra, que pensaban que el hecho de tener el primer presidente negro de la historia, un presidente “que les entendiese”, iba a ser un paso definitivo en la lucha contra la discriminación. Siete años después, nada ha cambiado.
Ciento cincuenta años después de la abolición de la esclavitud y más de cuarenta después del pleno reconocimiento de sus derechos civiles, los afroamericanos y el resto de minorías siguen estando muy lejos de alcanzar la igualdad. La igualdad formal, aunque necesaria, no sirve de nada si no va acompañada de la igualdad económica real.
En la primera potencia económica capitalista, Estados Unidos, millones de trabajadores pobres se encuentran en un círculo de pobreza y exclusión cada vez más sangrante, para mayor beneficio de una minoría explotadora. Mientras el futuro de la población siga siendo la pobreza y la discriminación, estallidos como el de Baltimore se seguirán produciendo.
1.Datos extraídos de blackdemographics.com.
2. goo.gl/SdTizv.
3. goo.gl/IHn2ED.
4. killedbypolice.net.