Donald Trump está agravando su agresión imperialista contra Venezuela. Recientemente, dirigía el más grande portaaviones estadounidense hacia Trinidad y Tobago. Esta medida se suma al despliegue de tres buques de guerra y más de 10.000 efectivos militares, al límite de aguas territoriales venezolanas.

Violando el derecho internacional, el imperialismo estadounidense ha destruido varias lanchas privadas venezolanas, colombianas y trinitenses, asesinando brutalmente a más de 50 ocupantes, casi todos trabajadores pesqueros cuyas extremidades han llegado a la costa, según denuncian los familiares. ¡Una brutal matanza que muestra el carácter criminal y asesino de Trump y su Gobierno de extrema derecha!

El Gobierno estadounidense y los medios de comunicación justifican este ataque y el despliegue militar frente a Venezuela con la “lucha contra el narcotráfico”. Trump ha acusado, sin prueba alguna, a Nicolás Maduro de narcotraficante, atribuyéndole la supuesta jefatura del llamado Cartel de los Soles, cuya existencia niegan todos los investigadores serios.

Toda esta parafernalia es una cortina de humo. La fuerza militar desplegada por Washington no tiene nada que ver con los métodos utilizados en ninguna parte contra los narcos, pero si con las formas empleadas por EE.UU. en agresiones militares contra diferentes países. En estos momentos de crisis profunda del capitalismo estadounidense, que ve amenazada su hegemonía por el ascenso del bloque formado por China y Rusia, Trump está intensificando y endureciendo los métodos guerreristas e injerencistas que históricamente ha utilizado EE.UU. en América Latina.

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Trump está agravando su agresión imperialista contra Venezuela. Recientemente, añadía al contingente que ya tiene desplegado cerca de Venezuela, el portaaviones estadounidense más grande rumbo a Trinidad y Tobago. 

América Latina y la lucha por la hegemonía imperialista

Desde 2001 el imperialismo estadounidense ha ido perdiendo peso en Latinoamérica frente a China a pasos agigantados. Trump ha lanzado una ofensiva brutal para recuperar terreno combinando amenazas militares, políticas y económicas y reforzando los vínculos que tiene Washington desde hace décadas con sectores decisivos de las oligarquías y cúpulas militares locales.

La competencia entre las grandes potencias ha vuelto. El bloque chino-ruso ocupa la principal preocupación de la burguesía norteamericana y sus representantes. Y su desesperación es proporcional a los pasos colosales que el imperialismo chino ha dado en la región.

En el año 2000, las exportaciones latinoamericanas al mercado asiático representaban menos del 2%. Del 2000 al 2008 el comercio creció un promedio anual del 31%. Actualmente, 23 de los 33 países se han sumado a algún plan de la Nueva Ruta de la Seda (NRS).

El 13 de mayo, en el Foro China-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), Xi Jinping anunció cinco nuevos programas de cooperación. Todo esto después de que el año pasado se superaran por primera vez en la historia los 500.000 millones de dólares en volumen comercial entre China y América Latina, desplazando a EE.UU. en la mayoría de países del continente.

Venezuela, pieza clave en la pugna por Latinoamérica

Venezuela tiene las mayores reservas comprobadas de petróleo del mundo y otros minerales. Después de tener como principal destino de exportación de sus hidrocarburos Estados Unidos, hoy exporta más del 85% de su producción hacia China, siendo su principal socio comercial con un intercambio bilateral de exportación del país asiático hacia Venezuela que supera los $5.800 millones. También ha firmado recientemente una ley de Asociación Estratégica y Cooperación con Rusia, su principal suministrador de material militar.

El Gobierno de Maduro es uno de los principales aliados regionales de China y Rusia. Putin y Xi Jinping le han sostenido frente a todos los intentos estadounidenses de derrocarle. Golpeando y debilitando a Venezuela, Trump intenta minar la autoridad política de China y enviar un mensaje intimidatorio al resto de gobernantes latinoamericanos, incluidos algunos de sus aliados que, mientras cierran filas en el terreno político, siguen suscribiendo acuerdos comerciales con Beijing.

Todo parece apuntar a que estamos ante una estrategia de tensión militar muy calculada para enviar un mensaje a Beijing. El 20 de agosto, a la par de la movilización de la flota de guerra hacia el límite de las aguas territoriales venezolanas, el jefe del Comando Sur declaraba: “El Partido Comunista Chino continúa su incursión metódica en la región, buscando exportar su modelo autoritario, extraer recursos y establecer infraestructura de doble uso, desde puertos hasta el espacio (…) Esto puede permitirle proyectar poder, interrumpir el comercio y desafiar la soberanía de nuestras naciones e incluso la neutralidad de la Antártida”. Holsey llamó a los países de la región a convertir el diálogo diplomático en “acción colectiva a través de una mayor cooperación militar, del fortalecimiento de la vigilancia de las rutas marítimas y del incremento de la capacidad de las fuerzas de seguridad para enfrentar a las redes del crimen organizado”.

Durante la primera gira latinoamericana del secretario de Estado Marco Rubio, ya adoptaron un discurso amenazante que obligó al Gobierno panameño a retirar varias concesiones de puertos en el Canal a China para dárselas a empresas estadounidenses y a otros países a aceptar los aranceles y exigencias de la Administración Trump. Ahora, paralelamente a las acciones terroríficas sobre Venezuela, Trump ha lanzado un discurso agresivo y extremadamente intimidatorio contra el presidente colombiano Gustavo Petro, tildándolo de “matón” y “fabricante de mucha droga” y amenazando con cortar la financiación que recibe históricamente el Estado colombiano de EEUU.

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EE.UU. ve amenazada su hegemonía por el ascenso del bloque formado por China y Rusia y Trump está intensificando y endureciendo los métodos guerreristas e injerencistas que históricamente "el Tio Sam" ha utilizado en América Latina. 

Trump amenaza directamente a Venezuela

El presidente estadounidense ha ordenado preparativos para lanzar posibles ataques sobre territorios limítrofes entre Colombia y Venezuela con la excusa de que hay grupos vinculados al narco. Pero es EE.UU. quien sostiene y financia desde hace décadas a los narco-paramilitares para luchar contra la izquierda y los procesos revolucionarios en el continente.

La fuerza movilizada contra Venezuela es comparable a la desplegada en 1989 para derrocar el Gobierno de Noriega en Panamá. Pero también hay diferencias importantes: hoy existe un rival que disputa a Washington la hegemonía. Los factores que han impedido en anteriores ocasiones una intervención militar estadounidense contra Venezuela se mantienen: el apoyo de China y Rusia y, como consecuencia, que los militares cierran filas con Maduro. 

La crisis del capitalismo estadounidense, su decadencia productiva frente a China, le empujan a ser cada vez más agresivo. El trumpismo representa una amenaza mortal para los oprimidos en todo el mundo. Al mismo tiempo, una intervención armada en Venezuela desencadenaría una resistencia mucho mayor de lo que imagina Trump. Sobre todo teniendo en cuenta el papel de la derecha contrarrevolucionaria.

A pesar de recibir el Nobel de la Paz, la golpista María Corina Machado no ha sido capaz de crear una crisis política seria en el país. El poder sigue firmemente en manos del aparato militar y de la burocracia estatal, y hay sectores de la boliburguesía que están haciendo grandes negocios a partir de las inversiones chinas.

Una agresión directa también tendría implicaciones políticas en todo el continente latinoamericano, animando la movilización antiimperialista. El levantamiento internacional contra el genocidio en Gaza muestra el sentimiento antiimperialista que crece en todo el mundo, incluidos los Estados Unidos.

Washington no se ha atrevido desde su derrota en Afganistán a intervenir directamente con tropas en ningún país (debiendo basarse en ataques con bombas y drones, como en Irán, con resultados limitados). Esto se debe  a las consecuencias políticas y sociales que podría tener una intervención militar directa sobre su estabilidad interna cuando crece el rechazo a Trump y hay manifestaciones masivas contra él. 

La respuesta de Maduro y la crisis del régimen venezolano

El Gobierno venezolano ha respondido al despliegue militar estadounidense, anunciando un “Plan Independencia 200”, movilizando unos 25.000 soldados, principalmente a las fronteras y costas marítimas. También haciendo un llamado a los milicianos, amenazando poner “el país en armas” y desarrollando una fuerte contrainteligencia militar y policial. Incluso llamando al pueblo a activarse mediante una aplicación telefónica para denunciar irregularidades de supuestos infiltrados. Pero el ambiente social y la movilización contra la ofensiva trumpista están a años luz de la época de Hugo Chávez. Entonces, una agresión como esta habría provocado manifestaciones de centenares de miles en Venezuela y América Latina y una ola de solidaridad global.

El madurismo, intentando calmar a Trump, hizo concesiones como liberar a agentes de la CIA y golpistas implicados en acciones terroristas y aceptar varias medidas  de Washington  contra los migrantes venezolanos. También renovaron la concesión a la petrolera estadounidense Chevron para explotar algunos de sus yacimientos más rentables. Esta estrategia de concesiones no tiene nada de revolucionaria, ni antiimperislista, ni socialista. Lejos de frenar a Trump le ha envalentonado para subir la apuesta y lanzar amenazas más graves y directas.

Las políticas capitalistas de Maduro, recortando derechos laborales y salarios para tener contentos a los empresarios, desmantelando las medidas antiimperialistas y políticas sociales que dieron un apoyo masivo a Chávez y reprimiendo la izquierda política y sindical, incluso encarcelando a activistas, han causado desmoralización y desmovilización entre las masas en Venezuela, alejando a centenares de miles de luchadores de izquierda de todo el mundo.

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Lo que puede defender los derechos sociales y derrotar al imperialismo es la revolución socialista. La movilización de las masas es una fuerza imparable, como está demostrando el gran movimiento internacionalista de apoyo al pueblo palestino. 

Levantar una izquierda revolucionaria, anticapitalista y antiburocrática

La amenaza del imperialismo yanqui no será derrotada por la burocracia madurista, que solo piensa en sus intereses y ha llevado a la clase obrera y el pueblo a una situación límite, allanando el camino a la ultraderecha. Tampoco por los  llamamientos a la paz y el diálogo de los Gobiernos reformistas latinoamericanos y el multilateralismo. No hay imperialistas buenos. Rusia y China se mueven en función de sus propios objetivos capitalistas y no por la soberanía de los pueblos.

Lo único que puede defender los derechos democráticos y sociales y derrotar al imperialismo y el fascismo es la revolución socialista. La movilización de las masas en la calle es una fuerza imparable, como muestra el impresionante movimiento internacionalista de masas apoyando al pueblo palestino.

Hay que levantar una alternativa revolucionaria internacionalista con una política de independencia de clase, es decir: surgida del debate en asambleas por las propias bases obreras, la juventud, los movimientos feminista, LGTBI y antirracista, combatiendo cualquier ilusión en acuerdos con sectores de la burguesía o el imperialismo, defendiendo un programa comunista que plantee confiscar los bancos, grandes empresas colocando todo bajo control y gestión obrero para planificar democráticamente la economía y satisfacer las necesidades sociales.

Periódico de la Izquierda Revolucionaria

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