¡Construir desde las bases un frente de la izquierda combativa con un programa revolucionario!

Estos últimos meses hemos estado presenciando la disputa política preelectoral, que se agudiza cada día que avanza hacia el proceso de las elecciones presidenciales. La derecha, en la búsqueda de tener un acuerdo interno para postular un candidato unitario, ha decidido convocar unas primarias, sin conseguir hasta ahora cohesionarse y aumentando incluso las diferencias y confrontación entre sus bases.

Mientras tanto, el gobierno y el PSUV, frente a la crisis de la derecha, intenta movilizar a su base que -como resultado de la aplicación de una auténtica contrarrevolución burocrática que ha liquidado todas las conquistas conseguidas por las masas bajo los gobiernos de Chávez- es cada vez más limitada.  Preocupados por la imparable caída de popularidad se están valiendo de todo tipo de estrategias para socavar cualquier alternativa que pueda darle un cauce al gran malestar, indignación y rechazo del pueblo a las políticas antidemocráticas, antipopulares y proimperialistas que están ejecutando.

De la mano del imperialismo chino y ruso, y apoyándose cada vez más en la cúpula militar, el gobierno de Nicolás Maduro está intentando estabilizar un régimen capitalista bajo su control, haciendo concesiones cada vez más escandalosas a la oligarquía (tanto a la llamada “boliburguesía” como a los antiguos golpistas de Fedecámaras) y las multinacionales. 

En víspera de la contienda electoral hacia las presidenciales, el gobierno se muestra dispuesto a entregarse a los imperialistas, aumentando su dependencia de China y Rusia y suscribiendo acuerdos puntuales con los imperialistas estadounidenses que solo les benefician a ellos y un reducido grupo de oligarcas. A cambio ceden la explotación de los recursos naturales, ofertándoles una mano de obra barata y en condiciones casi esclavas.

Los trabajadores, la izquierda revolucionaria y sectores del chavismo critico estamos sufriendo una ofensiva represiva y autoritaria sin precedentes en los últimos treinta años que ha podido sostenerse por la desmoralización y fragmentación creadas por el colapso económico y las políticas capitalistas del propio gobierno, que han imposibilitado una respuesta contundente desde la clase trabajadora. La derecha quiere capitalizar esta situación, pero a pesar de la confusión y escepticismo que invade al movimiento obrero, sigue teniendo muchos problemas para hacerlo.

Ofensiva antiobrera y antidemocrática

El creciente rechazo de las y los trabajadores y el pueblo a la política económica del gobierno, está causando temor y reacción en la burocracia que la ha llevado a utilizar el aparato del estado para reprimir. Se  han visto medidas antidemocráticas tomadas sobre el Consejo Nacional Electoral (CNE) así como acciones con el Ministerio Público, los Tribunales, el  SEBIN, el Dgcim entre otros organismos represivos para atacar a los trabajadores que luchan por los derechos laborales y a las organizaciones de izquierda,  imponiendo dirigentes políticos y sindicales que respondan a los intereses pro capitalistas de la burocracia del gobierno, como la escandalosa  y totalmente antidemocrática usurpación de las siglas del PCV, que marca un punto de inflexión en esta ofensiva autoritaria, anulando la única tarjeta electoral que permitía expresar el rechazo a las políticas del gobierno por la izquierda.

Con estas medidas pretenden no perder el control de las masas y mostrar a los imperialistas que son capaces de gestionar el descontento popular pero solo provocan más frustración y malestar

La actual situación da un salto cualitativo en el comportamiento bonapartista de la burocracia en comparación con los recientes procesos electorales en las internas del PSUV para elegir los candidatos a diputados de la asamblea nacional o los aspirantes de alcaldías y gobernaciones, dónde la militancia vivió imposición, competencia desigual, arbitrariedades y los partidos aliados fueron decapitados de sus genuinos dirigentes.

Ahora la brutalidad es de mayor confrontación y extorsiones abiertamente públicas contra todo aquel que no se someta a sus líneas políticas. El ataque hacia los trabajadores es decidido y no le importa el sufrimiento que se esté padeciendo por las desmejoras salariales, encarcelando a todos aquellos dirigentes que lleven una lucha más allá del simple reclamo y continuando las amenazas contra las organizaciones de izquierda. Cualquiera que levante la voz puede sufrir las mismas medidas antidemocráticas que el Partido Comunista de Venezuela

Es urgente construir un frente de lucha por la izquierda con una política revolucionaria

Para las y los trabajadores no es una alternativa la derecha. Estos oligarcas corruptos y parásitos han demostrado históricamente que son enemigos jurados del pueblo y solo defienden sus intereses y los de sus amos imperialistas del norte, llegando al extremo de organizar masacres como el caracazo, cuando asesinaron a 3.000 personas para aplicar los planes que exigían el FMI y las multinacionales estadounidenses y europeas. O los golpes y guarimbas fascistas, el paro patronal, etc.  Si llegan al poder no dudarán en entregar los recursos minerales importantes del país y ofrecer a los imperialistas una explotación laboral igual o incluso peor que la que el gobierno está imponiendo como parte de sus acuerdos con los imperialistas chinos, rusos, turcos e iraníes.

Aunque intentan ocultar sus programas de gobierno, una fascista como María Corina Machado, que parece la mejor colocada por ahora, ya ha dicho que privatizará la industria petrolera. MCM también dejó claro como actuaría ante huelgas o movilizaciones sociales cuando pidió una intervención militar estadounidense en Venezuela similar a las que redujeron a cenizas países como Irak, Libia o Afganistán.  Otro ejemplo, es las declaraciones de Donald Trump:“Venezuela estaba lista para colapsar. Nos hubiéramos apoderado de ella. Hubiéramos tomado todo su petróleo”, esto demuestra el peligro que representan. Todos ellos, desde Capriles y Rosales a Machado, son oligarcas de toda la vida, peones de Washington a los que se ve el plumero golpista y fascista.

Los trabajadores no podemos permitir ningún tipo de aberraciones imperialistas, pero tampoco que continúe el saqueo de la burocracia del gobierno, que utiliza la amenaza real que representa el imperialismo estadounidense para esconder sus concesiones escandalosas a empresarios y transnacionales e intentar desviar la atención del sometimiento inhumano que sufre el pueblo, condenado a condiciones de vida miserables mientras todos ellos se hacen de grandes riquezas.

El gobierno ha demostrado su empeñada gestión de ser reconocidos por los imperialistas y la oligarquía que enfrentó a Chávez, abriéndose a negociar con EEUU nuevamente para la extracción de petróleo mediante la Chevron al igual se está negociando con las trasnacionales Eni y Repsol de la UE a cambio de pagarles con petróleo deudas pendientes sin retribución de las regalías para la patria.

El presidente Nicolás Maduro hace poco ha realizado su última gira por China, ofreciendo nuevamente desde el petróleo hasta las Zonas Económicas Especiales, colocando prácticamente al país a la total disposición de la mayor explotación humana y de recursos naturales nunca antes vista en nuestro país.

Detrás de todo estos, estamos observando cómo se limpia a fuego y sangre territorios estratégicos – ZEE para las trasnacionales- que fueron en un momento tomados por la delincuencia organizada, permitido por el estado y que ahora las quieren sin ningún obstáculo, reprimiendo incluso a sus genuinos herederos ancestrales, son los casos fronterizos y las minas de importantes minerales en ciudad Guayana, Estado Bolívar.

La intención del gobierno de estabilizar un capitalismo de estado o de la derecha retomar el poder para los monopolios capitalistas occidentales conllevarán a fuertes luchas de clase. Sería una ingenuidad de la clase trabajadora pensar ganarles a estas mafias políticas por la vía parlamentaria o electoral.

Es necesario trabajar sobre el único camino que en el futuro próximo pude brindarnos importantes batallas victoriosas. Debemos comenzar con la construcción de las bases necesarias para consolidar un frente de lucha por la izquierda y esto pasa por la creación de comités de acción y lucha en cada centro de trabajo, barrios, campos y universidades.

Organizaciones como el Frente nacional de Lucha de la Clase Trabajadora (FNLCT) o el Movimiento por la Dignidad Popular y defensa de los derechos del pueblo, entre otras que se han creado en los últimos cinco años, deben convertirse en un gran frente de lucha. Para ello el primer paso es impulsar  la organización y luchas locales del pueblo en las peleas reivindicativas por derechos sociales, políticos y laborales, extendiéndolas regional y nacionalmente y planteando de forma clara y decidida un programa marxista que plantee la confiscación de los bancos, grandes industrias y las tierras baldías colocadas bajo la gestión administrativa de los trabajadores para poder avanzar en derrotar definitivamente la corrupción.

Es el único camino de construir una poderosa fuerza que derrote esta alianza de mafiosos contrarrevolucionarios, pro fascistas y pro imperialista que utilizan el aparato del estado para frenar a los luchadores y verdaderos revolucionarios.


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