El capitalismo se enfrenta a una catástrofe económica. Aunque algunos intentan justificar esta crisis por la guerra imperialista en Ucrania, la realidad es que la guerra únicamente está agravando los profundos desequilibrios y problemas que ya padecía la economía mundial. El caos económico que nos amenaza, y del que cada vez más medios de comunicación alertan, pone en evidencia la incapacidad de los capitalistas y sus Gobiernos para resolver las graves contradicciones que arrastra su sistema.

A las perspectivas de recesión planteadas por numerosos organismos internacionales como el FMI o la OCDE, se suman otros problemas de envergadura: una inflación desbocada que está hundiendo a millones de personas en la miseria y que amenaza con una situación prolongada de estanflación[1]; un endeudamiento público y privado sin precedentes, 296 billones de dólares, el 350% del PIB mundial, que no existía cuando estalló la crisis de 2008 y que ha reducido al mínimo el margen de maniobra de Gobiernos y Bancos centrales; o el estallido de diferentes burbujas especulativas en las Bolsas de Valores y el mercado de la deuda pública, hasta el sector inmobiliario o las criptomonedas[2]. Y a esto se suman los efectos cada vez más dramáticos de la catástrofe climática en la economía.

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La guerra imperialista en Ucrania, únicamente está agravando las profundas contradicciones y desequilibrios que ya padecía la economía mundial. El capitalismo se enfrenta a una catástrofe económica. 


Crisis de sobreproducción. Beneficios capitalistas récord y miseria para las masas

Como en 2008, estamos hablando en última instancia de una crisis de sobreproducción[3]. El capitalismo produce de forma anárquica, buscando desesperadamente el beneficio empresarial a corto plazo y en este proceso se expande más allá de lo que el mercado puede absorber. Y esto es lo que de nuevo está saliendo a la superficie. La espiral inflacionaria de los precios así lo demuestra. Los grandes monopolios y fondos de inversión están haciendo su agosto especulando con la energía o los alimentos, obteniendo beneficios récords. Pero ni falta petróleo, ni gas, ni alimentos, ni muchos otros recursos o mercancías. ¡Al revés!

Un buen ejemplo es el de los alimentos. A pesar de los brutales incrementos de precios en los mercados mayoristas internacionales, del 20% en el caso del trigo o de hasta un 29% en el caso del maíz, la FAO ha señalado que la producción mundial de cereales en 2022/2023 se reducirá apenas un 1,7%, con un excedente de 847,8 millones de toneladas. Un excedente por debajo de 2021, que fue un año récord, pero por encima de 2018, 2019 y 2020. En el caso del trigo, cuya subida se ha achacado a la guerra de Ucrania, la producción se espera que alcance 787,2 millones de toneladas, un nuevo récord histórico[4]. Y lo mismo podemos decir respecto al petróleo, el gas y otras materias primas.

Todo el sufrimiento generado por esta situación en forma de hambre, de empobrecimiento masivo, de imposibilidad de calentarse durante este invierno, tiene un único beneficiario, las grandes multinacionales y la banca que se están enriqueciendo como nunca con la guerra recurriendo a la especulación más obscena. Esta crisis arrojará a millones de personas a la pobreza y el desempleo, pero es perfectamente evitable con los inmensos recursos y avances tecnológicos con los que cuenta la humanidad. Eso si, no bajo el capitalismo.

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El sufrimiento generado por esta situación en forma de hambre, de empobrecimiento masivo, de imposibilidad de calentarse durante este invierno, tiene un único beneficiario, las grandes multinacionales y la banca. 


Nacionalismo económico y guerra comercial. EEUU contra las cuerdas

La crisis global se retroalimenta por el choque cada vez más decisivo entre las grandes potencias y bloques imperialistas, entre EEUU y China, y sus respectivos aliados, que recurren al nacionalismo económico y la guerra comercial en una lucha a muerte por mayores cuotas de mercado, por controlar fuentes de materias primas y cadenas de suministro y por salir de la dinámica recesiva a costa de los demás. Una batalla por la supremacía económica que tiene su continuación natural en el ámbito militar y geoestratégico como vemos en Ucrania. Tal y como explico Lenin, esta es la dinámica inevitable bajo el capitalismo en su fase imperialista.

Siguiendo la estela del nacionalismo económico de Trump, la Administración Biden y la Reserva Federal (FED) no han dudado en adoptar una política que supone una agresiva guerra comercial contra el resto del mundo y entre otros, contra alguno de sus principales aliados. La subida de tipos de la Reserva Federal norteamericana y la consecuente revalorización del dólar, cercana al 20%, es parte de esta guerra. 

Sus consecuencias ya son visibles: el encarecimiento de la deuda en dólares de muchos países, especialmente emergentes, empujándoles hacia impagos masivos y quiebras, como ya le ha ocurrido a Sri Lanka, o el hundimiento de monedas como la libra o el yen, que han llegado a perder el 26% y el 20% de su valor respectivamente. Una situación que en Gran Bretaña, principal aliado de EEUU en la guerra imperialista en Ucrania, ha obligado al Banco de Inglaterra a salir desesperadamente en rescate de su economía. Los políticos de Washington y la burguesía estadounidense tratan de exportar su crisis y su inflación, y recuperar músculo económico frente a China, pero lo hace a costa de hundir al mundo y especialmente a sus aliados europeos y de otras partes del mundo.

El enfrentamiento desatado contra la OPEP es otro buen ejemplo de ello. Los intentos de EEUU y la UE de controlar y limitar los precios del petróleo para frenar la escalada inflacionista, han llevado a un choque directo con  Arabia Saudí, el aliado histórico del imperialismo norteamericano en el Golfo Pérsico.

Biden ha acusado a la OPEP de echarse en brazos de Putin, y su Departamento de Estado amenaza con duras represalias al régimen de Riad. Pero esta política ha aislado aún más a EEUU y la UE internacionalmente, fortaleciendo la alianza estratégica de la OPEP con Rusia (y China) de cara a mantener los altos precios del petróleo y sus lucrativos negocios. En este contexto, mantener elevados los precios del petróleo contribuirá a profundizar la recesión mundial y golpeará especialmente a los aliados europeos del imperialismo norteamericano, muy dependientes energéticamente.

La profundización de esta guerra económica y comercial, de las medidas proteccionistas, la subida de tipos y devaluaciones para ganar competitividad en el mercado mundial, empujan a una recesión cada vez más grave e incluso a una posible depresión. Es el mismo camino seguido tras el crack del 29, que llevó finalmente a la Guerra Mundial. El nacionalismo económico resulta completamente impotente frente al hundimiento del la economía capitalista.

EEUU sigue intentando adoptar medidas desesperadas para frenar su decadencia y el ascenso del gigante chino. Pero la realidad es que tanto los capitalistas norteamericanos como sus aliados europeos y asiáticos, siguen realizando inversiones récord en China en su búsqueda desaforada de mayores beneficios.

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La profundización de esta guerra económica y comercial, de las medidas proteccionistas, la subida de tipos y devaluaciones para ganar competitividad en el mercado mundial, empujan a una grave recesión e incluso a una posible depresión. 


En los ocho primeros meses de 2022 la inversión extranjera directa en China creció en un 16,4%: un 58,9% por parte de Corea del Sur, un 30,3% por parte de Alemania, un 26,8% por parte de Japón o un 17,2% en el caso del Reino Unido[5]. Una realidad que demuestra que, a pesar de los problemas que también padece China, como su burbuja inmobiliaria, y de que tampoco puede escapar de la crisis global que padece el capitalismo, su músculo económico sigue fortaleciéndose frente a su competidor norteamericano.

Y a todo esto se suma el peligro de que estallen las inmensas burbujas especulativas generadas durante años de inyecciones masivas de liquidez por parte de los Bancos Centrales.

El crédito y la deuda, tal y como explica el marxismo, son instrumentos para intentar sortear la crisis de sobreproducción, alimentando artificialmente el ciclo expansivo y expandiendo el mercado más allá de sus límites naturales. Las consecuencias, como se vio en el crack del 29 o en la crisis financiera de 2008, son desequilibrios aún más destructivos. Y eso también está ocurriendo ahora. En el último año se ha producido una fuerte depreciación de los activos financieros mundiales, muy superior a la sufrida en 2008, que ha supuesto que en cuestión de meses se hayan esfumado del sistema financiero y de las Bolsas ¡¡37 billones de euros!![6] La posibilidad de un nuevo crack financiero está encima de la mesa.

La unidad europea se resquebraja golpeada por la recesión

En el centro de esta crisis se encuentra Europa, condenada a seguir retrocediendo en la escena mundial en beneficio del imperialismo norteamericano. Una decadencia que se viene larvando desde 2008 y que ahora está dando un salto cualitativo. Mientras que entre 2009 y 2020 la tasa de crecimiento anual de China fue del 7,36% y la de EEUU de un 1,38%, en el caso de la UE fue de un pírrico 0,48%. En 2005 la UE suponía el 20% del PIB mundial. En 2030 quedará reducida tan solo a un 10%.

La guerra imperialista en Ucrania está llevando al continente europeo y a Alemania, su motor industrial, a un punto crítico. La ruptura con las fuentes energéticas baratas rusas, clave para su competitividad, está suponiendo una presión insoportable para la industria alemana y europea.

Los precios del gas se han triplicado respecto a 2021 y se han multiplicado por 10 respecto a 2019-2020, antes de la pandemia. En el caso de Alemania, los precios en agosto se incrementaron en un 139% respecto al año anterior. Los costes energéticos en Europa han pasado de un 2% a un 12% del PIB, hundiendo la competitividad de la industria alemana y europea, y poniendo encima de la mesa la destrucción de una parte de la misma en beneficio de China o EEUU. El brusco aumento del déficit comercial de la UE[7], con cifras récord desde que comenzó la serie estadística, lo pone en evidencia.

Los desesperados intentos de buscar fuentes alternativas o de topar los precios, han chocado con la realidad del mercado capitalista. El Gas Natural Licuado (GNL) que vende EEUU no solo no puede sustituir al gas ruso, sino que es entre 4 o 5 veces más caro que este último, y subiendo, fruto del incremento de la demanda. Esta situación ha llevado a que los precios industriales en Alemania, cuya industria depende del gas, se hayan disparado, en cómputo interanual, en agosto un 46,9%, el mayor aumento desde que comenzó la serie estadística en 1949. Una situación que está poniendo contra las cuerdas a la economía alemana: el Deutsche Bank habla de una posible caída del PIB en 2023 de entre el 3% y el 4%, lo que supondría una auténtica hecatombe económica en todo el continente.

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La guerra imperialista en Ucrania está llevando al continente europeo y a Alemania, su motor industrial, a un punto crítico. La ruptura con las fuentes energéticas baratas rusas, está suponiendo una presión insoportable para la industria alemana y europea.


Una debacle que se produce en medio de una espiral inflacionista: por primera vez la UE ha tenido una tasa de inflación de dos dígitos, 10,2%, y países como Holanda, Bélgica, Polonia o los Bálticos ya están cerca o por encima del 20%. La situación que no tiene visos de mejorar y ya está comenzando a generar fuertes protestas sociales, condena al continente a una lucha de clases feroz en el próximo periodo.

Esta situación vuelve a poner sobre la mesa la precariedad de la unidad europea. Al margen de los discursos y la propaganda triunfante de los burócratas de la UE, la realidad es que Europa está cada vez más dividida. Las fricciones que ya se han visto respecto a las sanciones contra Rusia continúan profundizándose, agravándose las medidas nacionalistas y proteccionistas de cada país para enfrentar la recesión. Un sálvese quien pueda que hundirá a Europa en una crisis mucho peor que la vivida hace una década.

Las recientes críticas del comisario de la Competencia de la UE y de otros Gobiernos contra Alemania por su plan ayudas multimillonarias a sus industrias y grandes empresas, 200.000 millones de euros (un 8,4% del PIB alemán, el doble de las de Francia o Italia), lo ponen en evidencia. Mientras Alemania puede permitirse actuar de esta forma, con una deuda pública en el 68,2% de su PIB, otros países como Francia (114,5%), Italia (152,7%) o el Estado español (116,1%) no pueden hacerlo. De nuevo, la supuesta solidaridad europea se convierte en agua de borrajas. Es la consecuencia inevitable de una unidad europea sobre bases capitalistas.

Lo que si tienen claro tanto la burocracia de Bruselas como los diferentes Gobiernos europeos, es quién tiene que pagar las consecuencias de esta crisis: la clase obrera.

La Comisión Europea, por ejemplo, ha aprobado una serie de normas para permitir que los Gobiernos puedan rescatar a los grandes monopolios energéticos[8], tal y como ocurrió en 2008 con la banca, y Alemania y otros países ya están rescatado grandes empresas del sector con la excusa de la guerra. Por otro lado, el drástico incremento de los presupuestos militares, comenzando por Alemania (100.000 millones), está suponiendo un fabuloso negocio para las grandes industrias armamentísticas europeas. Piden a las y los trabajadores que nos apretemos el cinturón, que nos preparemos para un invierno duro y que aceptemos morirnos de frío, mientras sus negocios van viento en popa.

Tarde o temprano, la situación insostenible de la deuda, que ya está disparando de nuevo las primas de riesgo, llevará a la UE a volver a duras políticas de austeridad con más recortes y ajustes[9]. Si no se plantea abiertamente todavía es por el autentico terror de la burocracia de la UE y los Gobiernos ante estallidos sociales incontrolables.

La crisis capitalista conducirá a un choque frontal entre las clases, a protestas masivas, levantamientos e incluso crisis revolucionarias. Y Europa estará en el centro de esos procesos. El ascenso de la ultraderecha europea, con sectores cada vez más cercanos al fascismo y con un duro discurso nacionalista, es un reflejo de la profundidad de la crisis.

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La crisis capitalista conducirá a un choque frontal entre las clases, a protestas masivas, levantamientos e incluso crisis revolucionarias. Y Europa estará en el centro de esos procesos. 


Sin embargo, lo que verdaderamente temen los burócratas de la UE y los Gobiernos europeos, es que esta polarización se exprese, que lo hará, revolucionariamente, con huelgas cada vez más radicalizadas y combativas, que desborden a las burocracias sindicales, y con movimientos explosivos de la juventud y de los trabajadores mediante la acción directa. Un caldo de cultivo para extraer conclusiones socialistas avanzadas, para levantar la bandera del internacionalismo proletario y del comunismo revolucionario.

Notas:

[1] La estanflación supone que a pesar de haber decrecimiento económico, y por lo tanto menor consumo, se mantiene una situación de alta inflación. Este fenómeno se produjo en los años 20 en Alemania o a nivel mundial con la crisis del petróleo de los años 70.

[2] La mayor parte de las criptomonedas han perdido en un año entre el 70 y el 90% de su valor. El Bitcoin, la criptomoneda de referencia, ya ha perdido el 60% de su valor.

[3] Marx y Engels en el Manifiesto Comunista explicaron que la peculiaridad de las crisis capitalistas es justo esta, que se trata de crisis de sobreproducción y no de subproducción, tal y como ocurría los sistema económicos precapitalistas: “Durante las crisis se extiende sobre la sociedad una epidemia social que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda: la epidemia de la sobreproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de repentina barbarie: se diría que el hambre o una guerra mundial devastadora la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso, ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio”. El Manifiesto Comunista, Fundación Federico Engels, página 20, quinta edición, mayo 2019.

[4] Situación Alimentaria Mundial

[5] China 2022 FDI Roundup: Strong Growth as China Looks to Strengthen Policies

[6] La depreciación de activos financieros mundiales ya supera este año a la de la crisis de 2008

[7] Lo que supone que la UE importa más que exporta. La cifra récord se alcanzó en marzo cuando las exportaciones crecieron un 14% mientras las importaciones lo hicieron un 35%. La devaluación del euro frente al dólar, que encarece las importaciones, supone otro grave problema económico añadido.

[8] Bruselas relaja las normas de ayudas de Estado para facilitar el rescate de las grandes energéticas

[9] En Gran Bretaña que enfrenta una situación económica aún peor, con una deuda cada vez más insostenible, el Banco de Inglaterra ya ha planteado la necesidad de recortar 70.000 millones de euros.


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