¡Fuera las tropas de Putin, fuera la OTAN! ¡Por la unidad internacionalista de la clase obrera contra la guerra y el militarismo!
La guerra en Ucrania se ha convertido en el nuevo campo de batalla entre las grandes potencias y bloques imperialistas por la hegemonía mundial. Como en 1914, tanto el régimen capitalista de Putin, apoyado por China, como EEUU y las declinantes potencias europeas agrupadas en la OTAN, apelan a nobles motivos para justificar su intervención militarista. Pero detrás de toda la montaña de propaganda y desinformación, en uno u otro sentido, se esconde una guerra por el dominio del mercado mundial, de los flujos de capital, de las áreas de influencia, las materias primas y las rutas comerciales.
Como marxistas revolucionarios condenamos la brutal invasión militar decidida por el Gobierno ruso, cuyos intereses en este conflicto no tienen nada que ver con “desnazificar” Ucrania ni proteger a la población del Donbás, pero eso no nos hace cerrar los ojos respecto a la responsabilidad directa del imperialismo norteamericano y la OTAN, que han decidido prolongar la guerra aun a riesgo de que Ucrania quede completamente arrasada.
En los planes de Washington el pueblo ucraniano es solo carne de cañón en un enfrentamiento que han urdido desde hace mucho tiempo, y que le está permitiendo, al menos hasta el momento, asegurarse el servilismo de la UE además de dar un duro golpe a Alemania para que rompa sus vínculos económicos con Rusia y China. La clase dominante estadounidense quiere mantener su influencia determinante en el continente europeo al precio que sea, aplicando una estrategia que conduce a un caos impredecible tanto en el terreno militar, como en el económico y político.
La izquierda reformista capitula
Igual que en 1914, la vergonzosa capitulación de la socialdemocracia europea ante la OTAN y el imperialismo norteamericano y europeo es asombrosa. El caso del presidente español Pedro Sánchez es paradigmático. Gobernando en coalición con Podemos e Izquierda Unida (Unidas Podemos), ha seguido fielmente los dictados de Washington, incluyendo un viaje a Kiev para reunirse con Zelenski y anunciarle el mayor envío de ayuda militar española hasta la fecha. Una posición avalada públicamente por la vicepresidenta del Gobierno español, Yolanda Díaz, miembro del Partido Comunista de España (PCE) y cabeza de cartel de Unidas Podemos para las próximas elecciones generales.
Igual que la socialdemocracia tradicional, la nueva izquierda reformista también ha cedido ante la propaganda occidental sumándose directamente al coro otantista o reivindicando, en el mejor de los casos, “negociaciones para una paz plena y duradera” a las mismas potencias que nos han traído hasta aquí. Así se plantea en el manifiesto impulsado por intelectuales y dirigentes como Noam Chomsky, Pablo Iglesias o Jeremy Corbyn[i].
Eso sí, nada de denunciar los intereses imperialistas de EEUU y de los Gobiernos europeos, que han protagonizado guerras que destruyeron naciones enteras (Vietnam, Iraq, Afganistán, Libia, Siria…) y que a día de hoy siguen haciéndolo (como en Yemen). Nada de condenar el cinismo despreciable del belicista Biden —al que hasta no hace poco presentaban como un campeón del “progresismo” mundial— cuando habla de un conflicto entre “democracia” y “autoritarismo”. Nada de llamar a organizar movilizaciones masivas para parar esta y todas las guerras reaccionarias, y la barbarie que se está cometiendo contra millones de inocentes. Ninguna oposición seria contra los planes de ajuste y los nuevos recortes sociales que se preparan apelando a la “unidad nacional” y la “paz social”, y que empobrecerán a cientos de millones pero llenarán los bolsillos de los grandes monopolios.
La dinámica de la guerra
En las últimas semanas hemos visto como todos los intentos de llegar a una tregua, todos los contactos y llamadas telefónicas entre los dirigentes europeos y Putin, todas las mediaciones, y finalmente, las conversaciones de paz de Estambul, que parecían apuntar la posibilidad de conseguir un acuerdo, han saltado por los aires. El propio ministro de Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, apuntaba responsabilidades: “Tras la reunión de ministros de Relaciones Exteriores de la OTAN, tuve la impresión de que... hay personas dentro de los Estados miembros de la OTAN que quieren que la guerra continúe y que Rusia se debilite”[ii].
Tal y como hemos explicado en anteriores materiales[iii], la guerra de Ucrania es solo un eslabón más en la batalla por la hegemonía mundial en un contexto de crisis orgánica del capitalismo. El imperialismo norteamericano ha sufrido derrota tras derrota en la última década, al tiempo que China irrumpía con fuerza y se colocaba como la potencia económica más influyente en África, Asia, Oriente Medio, e incluso en gran parte de América Latina. Esta decadencia quedó en completa evidencia con el estallido de la pandemia, que ha segado más de un millón de vidas estadounidenses frente a los 4.655 fallecidos de China, y dio un salto con la humillante derrota militar y política de EEUU en Afganistán.
Washington necesita imperiosamente resarcirse y tratar de recuperar parte del terreno perdido, comenzando por Europa, a la que por ahora ha subordinado a su agresiva estrategia belicista. Las continuas declaraciones de la Administración Biden contra el régimen de Xi Jinping ponen en evidencia sus verdaderas intenciones: necesitan una derrota decisiva de Putin para frenar también a China, y por eso boicotean cualquier tipo de acuerdo a pesar de profundizar el terrible costo que para el pueblo ucraniano ha tenido ya este conflicto, con miles de muertos, 7,1 millones de desplazados internos y más de 5 millones de refugiados que han salido del país, la caída del 50% del PIB, 60.000 millones de daños en infraestructuras…
La guerra está entrando en una fase más decisiva y virulenta de consecuencias imprevisibles. La ofensiva en el Donbás por parte de las tropas rusas ha puesto en claro las auténticas intenciones del régimen de Putin: hacerse con el control del sur y del este de Ucrania, dominando su principal zona industrial y minera y su única salida al mar. La forma política en que se concretaría esta anexión territorial imperialista aún está por ver. A su vez, EEUU, la OTAN, y una gran parte de países europeos se han lanzado a suministrar al Gobierno de Zelenski armamento pesado en grandes cantidades (tanques, artillería, helicópteros, etc...) y empantanar a Rusia en un conflicto interminable.
Las declaraciones del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, señalando que la guerra puede durar “semanas, meses o años”, son elocuentes al respecto. Una posición a la que se ha sumado con el mismo entusiasmo belicista la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen: “No hay diferencia entre las armas pesadas y ligeras. Ucrania debe recibir todo lo que necesite para defenderse... Tenemos que hacer todo lo que podamos para prepararnos para el hecho de que la guerra puede durar meses e incluso años en el peor de los casos”.
Y así lo están haciendo. La ayuda recibida por el Gobierno de Zelenski en tan solo un par de meses no tiene paragón: más 8.000 millones por parte de los EEUU, 4.100 exclusivamente en ayuda militar, 2.900 millones de los países europeos, y otros 2.000 millones del Banco Europeo de Inversiones. Casi 15.000 millones, ¡el equivalente al 9% del PIB ucraniano![iv], que podría alcanzar los 24.000 millones a lo largo de 2022[v].
La solicitud realizada por Biden al Congreso de EEUU de un “presupuesto suplementario para mantener el flujo de armas y municiones a Ucrania sin interrupción”[vi], y su reunión con las ocho mayores empresas armamentísticas norteamericanas[vii] (Lockheed Martin, Raytheon, L3 Technologies, Boeing…) para que incrementen su producción, demuestra lo lejos que están dispuestos a llegar.
El carácter de la “resistencia ucraniana” y el anticomunismo de Putin
Zelenski y su Gobierno son meros títeres del imperialismo norteamericano. La idea de que lideran una lucha progresista por la liberación nacional de Ucrania es un completo fraude. A este Gobierno, como al imperialismo occidental, el pueblo ucraniano le importa muy poco, igual que la democracia. Todo es pura propaganda de guerra para ocultar los auténticos intereses en pugna.
Tal y como hemos explicado[viii], el aparato del Estado y el ejército ucraniano están dominados por grupos de extrema derecha y neonazis como el famoso Batallón Azov, integrados en su seno tras el triunfo de la contrarrevolución en las movilizaciones de Euromaidan en 2013/14[ix]. Estos sectores han sido la columna vertebral del ejército ucraniano durante los ochos años de guerra civil en el Donbás, con más de 15.000 muertos, y han sido denunciados por numerosas ONG por cometer numerosos crímenes de guerra y violaciones de derechos humanos.
Desde la invasión rusa miles de mercenarios extranjeros se han unido también a sus filas. Como señalaba un exlegionario español que combate en Ucrania: “Aquí no he visto milicias de civiles armados. Lo que hay son empresas militares de muchos países (…) hay polacas, suecas, danesas y, sobre todo, de EEUU”[x].
Esta es la realidad de la “resistencia” ucraniana. Un ejército dirigido en el campo de batalla por chovinistas y neonazis, con un Estado Mayor que se rige por las indicaciones de la inteligencia norteamericana y británica, y que son enemigos declarados de los trabajadores y los oprimidos de Ucrania. La idea de que los revolucionarios tenemos que apoyar a estas fuerzas porque están resistiendo a Rusia luchando por la “independencia nacional ucraniana” es una burla al internacionalismo de Marx y de Lenin.
La imagen que se cultiva de Zelenski como un demócrata es otra falacia. Hace tan solo unas semanas su Gobierno aprobó por decreto ilegalizar a once partidos políticos, entre ellos la Plataforma de la Oposición-Por la Vida, con 43 diputados en la Rada y casi dos millones de votos, y a todos los partidos de la izquierda ucraniana[xi]. Antes de la guerra ya habían sido ilegalizados los tres partidos comunistas que existían en Ucrania, y sus activistas perseguidos, encarcelados y asesinados. Las imágenes de gitanos atados a farolas, de prisioneros rusos ejecutados o torturados, o de disidentes ucranianos desaparecidos, ponen en evidencia que no solo las tropas rusas están cometiendo crímenes de guerra.
Esta realidad no puede justificar en ningún caso los objetivos imperialistas del régimen de Putin. En anteriores declaraciones hemos analizado pormenorizadamente la agresiva expansión de la OTAN en el Este europeo y la amenaza real que esto significa para los intereses de Rusia. Sin restar un gramo de trascendencia a la estrategia de provocación de Washington como desencadenante de los actuales acontecimientos, la declaraciones públicas de Putin son transparentes: es un chovinista gran ruso y un anticomunista declarado, que carga contra el legado de Lenin y los bolcheviques, a los que acusó de conceder el derecho de autodeterminación a Ucrania y al resto de naciones oprimidas por el zarismo tras triunfo revolucionario de Octubre de 1917.
Putin y la oligarquía capitalista que le sostiene niegan la nación ucraniana, no disimulan sus simpatías por el pasado imperial zarista y han tejido vínculos estrechos con la extrema derecha europea, además de contar con los servicios de la unidad militar mercenaria del Grupo Wagner. Estos hechos, por sí solos, desmienten el cuento de la “desnazificación”.
Guerra, recesión y lucha de clases
La escalada militar y la prolongación de la guerra están acelerando hasta el extremo las graves contradicciones que ya padecía el sistema capitalista. La perspectiva de una nueva recesión, e incluso de una profunda depresión de consecuencias incalculables, se agrava día tras día. Y en el centro se encuentra el continente europeo y su principal potencia industrial, Alemania, que ya está pagando un precio por las sanciones contra Rusia.
Las sanciones occidentales han golpeado duramente a la población rusa pero están muy lejos de ser decisivas para frenar a Putin[xii]. Desde el comienzo de la guerra, Europa ha pagado a Rusia 40.000 millones de euros por su gas y su petróleo. Con la actual subida de los precios del crudo, Moscú podría reducir en un tercio sus exportaciones sin ni siquiera perder ingresos gracias a la alianza que sigue manteniendo con la OPEP[xiii]. Pero la dependencia e interrelación de la economía europea y mundial con las materias primas rusas va mucho más allá, afectando a la producción de uranio enriquecido para las centrales nucleares europeas, también excluido de las sanciones, o a minerales esenciales para la industria automotriz como el níquel o el paladio.
El supuesto aislamiento internacional de Rusia con que nos bombardean los “expertos” y los medios de comunicación es un auténtico cuento de hadas, que ignora el cambio de correlación de fuerzas que se ha producido en las últimas dos décadas fruto del ascenso de China como potencia mundial.
El firme y decisivo apoyo de China a Rusia está otorgando un amplio margen a Putin, y continuará a pesar de las amenazas de EEUU y Occidente. Así lo manifestaba recientemente el viceministro de Exteriores chino, Le Yucheng: “No importa cómo cambie el panorama internacional, China continuará fortaleciendo la coordinación estratégica con Rusia para una cooperación beneficiosa para todos, salvaguardando conjuntamente los intereses comunes de los dos países…”[xiv].
De ahí la desesperación y la agresividad de EEUU y los sectores más otantistas de la UE, que presionan para que se corte cuanto antes el suministro de gas y petróleo rusos. Un paso que sumiría a Alemania en una grave recesión que podría hundir su PIB en 2022 y 2023 hasta en un 6,5%, el mayor retroceso desde la Segunda Guerra Mundial, que destruiría cientos de miles de empleos y cuyos efectos se extenderían: “poniéndonos en lo peor (…) podría suponer una reducción del PIB europeo del 3%”, en palabras de Alfred Kammer, director del departamento europeo del FMI.
Por una política internacionalista consecuente
Es difícil prever el desarrollo de los acontecimientos a corto plazo. El FMI ya ha recortado la previsión de crecimiento mundial en un punto, dejándolo en el 3,6%, pero incluso estos cálculos se quedarán muy cortos si la guerra se prolonga y se recrudece, o si Europa corta súbitamente con el gas y el petróleo rusos. Por otro lado, la escalada inflacionista, anterior a la guerra, ha dado un nuevo salto y se agravará en los próximos meses fruto del incremento de la especulación y el acaparamiento por parte de los grandes monopolios. La guerra supone miseria para las masas pero grandes oportunidades de negocio para los capitalistas. ¡Y así está ocurriendo!
El índice del precio del trigo y de los alimentos alcanzó un récord histórico en el mes de marzo, por encima del que en 2011 desencadenó la Primavera Árabe. La guerra está acelerando el hundimiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora y las masas oprimidas en todo el mundo, y prepara, de la mano de esta crisis, grandes convulsiones sociales, levantamientos populares, insurrecciones y revoluciones.
Los comunistas revolucionarios somos claros levantando un alternativa de independencia de clase e internacionalista que no se pliegue a los intereses de cualquiera de los bandidos imperialistas, rechazando la “unión sagrada” con la burguesía de nuestra propia nación y combatiendo sin concesiones una paz social que tiene por objetivo que las y los trabajadores paguemos las consecuencias de la guerra imperialista. Como dijo Karl Liebknecht frente a la carnicería de 1914, ¡el enemigo principal está en casa!
Rechazamos la agresión imperialista del régimen de Putin, y exigimos la inmediata retirada de sus tropas, y señalamos que la guerra es también responsabilidad del imperialismo norteamericano, de la OTAN, y de los Gobiernos europeos. Ninguno de ellos actúa por la libertad y la independencia de Ucrania sino en defensa de los espurios intereses de sus respectivas burguesías. La obligación de los revolucionarios es desvelar y denunciar esta maraña de intereses, los arreglos y acuerdos podridos de los Gobiernos capitalistas, y los obscenos beneficios que volverán a obtener los grandes monopolios a costa del sufrimiento del pueblo ucraniano y de una mayor explotación de la clase trabajadora mundial.
Siguiendo el ejemplo de Lenin, luchamos por los derechos nacionales y democráticos de la nación ucraniana. Pero sabemos que solo el impulso de una acción revolucionaria y socialista de la clase obrera, que rompa todo tipo de subordinación a cualquiera de los bloques imperialistas y que derroque al Gobierno títere de Zelenski, podrá conquistar la auténtica liberación nacional y social de Ucrania.
Frente a las mentiras de la propaganda burguesa, frente a aquellos que se resignan a suplicar a las potencias imperialistas que “dialoguen” y hacen llamamientos vacíos a la diplomacia, señalamos que el único camino para parar la guerra imperialista, la tragedia humanitaria de los refugiados, el empobrecimiento y la barbarie militarista, es la acción revolucionaria de la clase obrera mundial y su unidad con un programa internacionalista y socialista.
Notas:
[ii] Some NATO states want war in Ukraine to continue: Turkiye
[iii] Segundo mes de guerra en Ucrania. La clase obrera pagará duramente las consecuencias
[iv] Who is helping Ukraine? A new database makes international aid comparable
[v] El FMI, controlado por EEUU y que siempre ha impuesto condiciones draconianas para financiar a países en crisis, plantea que la economía ucraniana necesita mensualmente 4.600 millones de dólares para sostenerse y que las ayudas se realicen en forma de donaciones y no de préstamos.
[vi] Biden pide presupuesto al Congreso para armar a Ucrania "sin interrupción"
[vii] Las empresas armamentísticas norteamericanas y europeas han visto incrementado el valor de sus acciones entre el 15 y el 70% desde el comienzo de la guerra.
[viii] La extrema derecha en Ucrania: mucho más que los nazis del Batallón Azov
[ix] La invasión rusa de Ucrania y la lucha imperialista por la hegemonía mundial
[x] Un francotirador español en Kiev: «Mis opciones de salir vivo de aquí son del 50%»
[xi] Los 11 partidos que ha prohibido Zelenski en Ucrania: la medida que criticó IU ante su discurso en el Congreso
[xii] Parte del petróleo ruso afectado por las sanciones de EEUU, Gran Bretaña o Australia, 1,5 de 3 millones de barriles según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), ha sido reabsorbido los numerosos países que se niegan a aplicar sanciones, como India (Rusia encuentra la vía para colocar el petróleo que Occidente no le compra)
[xiii] Las finanzas de Putin pueden sobrevivir a un embargo a la energía
[xiv] China Says it Will Keep Boosting Strategic Ties With Russia