La victoria del izquierdista George Galloway en la circunscripción de Rochdale, Manchester, por el Workers Party (Partido de los Trabajadores) ha supuesto un durísimo golpe para Sir Keir Starmer y los tories. El apoyo al Labour se desploma en un feudo tradicional y obtiene poco más de 2000 votos, el 7,7%, quedando en cuarto lugar y perdiendo al 90% de su electorado respecto a 2019.
Tras conocerse los resultados, Galloway señaló que su rotunda victoria, suma más voto que laboristas y conservadores juntos, era por Gaza, y que Starmer y el laborismo de derechas pagaría muy caro su apoyo al genocidio sionista. Un respaldo que se ha transformado, desde hace años, en una campaña de persecución política contra militantes izquierdistas, incluido el exlíder del Partido Laborista Jeremy Corbyn, acusados falsamente de antisemitismo por denunciar las acciones criminales del Estado de Israel y su brutal ocupación de Gaza y Cisjordania.
Es evidente que los centenares de miles de trabajadores y jóvenes que están ocupando mes tras mes las calles de Gran Bretaña contra la matanza en Gaza, este último fin de semana de nuevo con una manifestación monstruo en Londres, están asqueados con un Partido laborista cada vez más indistinguible del Partido Conservador y del que el propio Starmer se jacta en denominar “el partido de los negocios”. Los diputados de este neoliberal amigo de los capitalistas se han erigido en actores indispensable a la hora de alentar al Gobierno torie en su respaldo fanático al genocidio perpetrado por Netanyahu.
Tras la victoria de Galloway, el primer ministro Rishi Sunak, que ejerce como tal sin haber sido elegido en las urnas, realizó una escandalosa rueda de prensa a las puertas de Downing Street para calificar a Galloway de seguidor de Hamas y Hezbolá, ¡y de ser un aliado de la extrema derecha! Y lo dice el primer ministro del Gobierno conservador más ultraderechista de la historia de Gran Bretaña, que no ha dudado en encarcelar a inmigrantes en una barcaza en las costas británicas como si se tratara de ganado, y que detiene a activistas pacíficos por el delito de portar banderas palestinas.
Estas afirmaciones son parte de una estrategia de criminalización que pone en el punto de mira a los centenares de miles que llenan las calles de Londres y otras ciudades contra el genocidio, calificándoles de “extremistas y delincuentes” bajo las ya manidas y falsas acusaciones de antisemitismo o de estar al servicio del terrorismo integrista. Según Sunak, un multimillonario que actúa como un esbirro arrogante del imperialismo norteamericano, este movimiento de solidaridad con Palestina y contra el genocidio, y la victoria de Galloway, amenazan a la democracia británica.
Y por eso mismo, aprovechó dicha rueda de prensa para anunciar que presentará al Parlamento un nuevo marco de actuación para las fuerzas de seguridad, es decir, más represión y nuevos ataques contra los derechos democráticos, y que retirarán los visados y expulsaran a los inmigrantes condenados por los delitos de odio que esta cohorte de reaccionarios considere oportuno.
Que el primer ministro realice una rueda de prensa por los resultados electorales de una pequeña circunscripción en Manchester, revela la profunda preocupación que recorre a la clase dominante y al establishment político. Y no es para menos. Y es que junto al desastre laborista, los conservadores también tuvieron otra noche de pesadilla en esa misma circunscripción, perdiendo al 74% de sus votantes respecto a las elecciones de 2019, y quedando en tercer lugar, por detrás de un candidato independiente que les ha doblado en votos.
El espacio para la izquierda revolucionaria en Gran Bretaña crece
Los resultados de Rochdale son un síntoma muy serio del inmenso malestar y rabia que recorre a la sociedad británica tras 14 años de Gobiernos conservadores de pesadilla, tras un Brexit liderado por el populismo de derechas que no ha resuelto absolutamente nada, y frente a un Partido Laborista desconectado por completo de los trabajadores y la juventud, y que proclama públicamente estar al servicio de los grandes capitalistas o de Gobiernos reaccionarios como el de Netanyahu. ¿De qué sirve un partido así a la clase obrera y los oprimidos? ¡De nada!
La victoria de Galloway abre un nuevo escenario de cara a las elecciones generales de final de año que debe ser aprovechado seriamente por las fuerzas que se reclaman de la izquierda revolucionaria y comunista, por los movimientos sociales, por los activistas y delegados sindicales que han estado al frente de la oleada de huelgas más importantes vividas por Reino Unido desde hace décadas, y por los diputados y cargos públicos perseguidos y expulsados por el laborismo simplemente por defender políticas de izquierda, incluido el propio Corbyn.
Es necesaria una alternativa que confronte con el aparato podrido del laborismo en todas aquellas circunscripciones en que sea posible, siguiendo el ejemplo de Galloway, tanto para golpear a los conservadores, y sus políticas de recortes y austeridad, como a ese laborismo patronal de Keir Starmer. Y es necesario hacerlo vinculándose al movimiento de masas en las calles, a las huelgas que siguen protagonizando las y los trabajadores contra la inflación y una pobreza cada vez más extrema, y al potente movimiento de masas de solidaridad con el pueblo palestino y contra un genocidio organizado y financiado, entre otras, por la “democracia” británica.
Un movimiento que está provocando una oleada de radicalización hacia la izquierda y las mejores condiciones para avanzar en la construcción de una organización de la izquierda comunista militante con auténticas raíces en el movimiento obrero. El desafío es extraordinario, pero hay que actuar seriamente, sin oportunismo, sin hacer un circo ridículo y arrogante de las ideas comunistas, sino trabajando paciente y sistemáticamente por ganar a los activistas más avanzados del frente sindical y juvenil, y levantar un partido de combate.