Con una participación del 66,2%, la más alta en 30 años, los resultados de las elecciones legislativas del pasado 10 de marzo han supuesto un claro vuelco electoral a la derecha tras ocho años de gobiernos del PS, en solitario o en coalición con el Bloco de Esquerdas y el Partido Comunista.
Un vuelco basado en el ascenso meteórico de la formación ultraderechista Chega que en cinco años ha pasado de tener una presencia testimonial en la Asamblea Nacional a alcanzar 48 diputados y el 18% de los votos. Unos datos que constatan que el ascenso de la extrema derecha es una amenaza muy real para la clase obrera y la juventud.
La debacle del Partido Socialista —que pierde la mayoría absoluta y casi medio millón de votos— confirma también que sus políticas en beneficio de los grandes empresarios y la banca, su otanismo y su paz social han abonado la desigualdad y el empobrecimiento de millones, y solo sirven para allanar el camino a la ultraderecha.
Y otra evidencia de estas elecciones es que no confrontar con los grandes poderes económicos y políticos, abandonar la movilización en las calles para hacer políticas “responsables” y “realistas” en las instituciones y en la Asamblea Nacional, no hace más que pasar factura al Bloco de Esquerdas y al PCP, que son incapaces de recoger el enorme descontento social existente. No compensan el desplome del PS, el PCP obtiene los peores resultados desde 1974, y el Bloco araña una ínfima cantidad de los más de 750.000 nuevos votantes respecto a las pasadas elecciones.
En conjunto, el bloque de la derecha ha obtenido 3.331.868 papeletas (54,26% del total) y 135 diputados: un incremento de algo más de un millón de votos, 39 diputados y 11 puntos porcentuales respecto a 2022. Lo más significativo es que tres cuartas partes de este crecimiento se van a Chega, que con 1.108.764 sufragios (723.191 más que en 2022), pasan del 7,15% al 18,06% y cuadriplica sus diputados hasta 48.
Y explica también que aunque la derecha tradicional representada por Alternativa Democrática (AD) —coalición formada por PSD, CDS y PPM— obtiene solo 51.029 votos y dos diputados más que el PS, pueda colocarse al frente del nuevo Gobierno gracias al resultado tremendo que obtiene la extrema derecha.
AD ha sacado 1.811.027 votos, el 29,5% y 79 diputados. Aumenta 138.721 papeletas, pero debido al aumento de participación pierde más de dos puntos porcentuales respecto a 2022. Si no contamos los diputados del CDS (que se presentaron por separado hace dos años), el PSD empataría en número de diputados (77) con el PS. Se trata de un fracaso de la apuesta de Luís Montenegro por aglutinar el voto de la derecha y cerrar el paso a André Ventura y Chega, y que le impide alcanzar la mayoría en la Asamblea solo con los resultados de su coalición, y ni siquiera sumando los diputados de Iniciativa Liberal (IL), la otra formación de la derecha que mantuvo sus 8 diputados, con 312.614 votos (43.650 más) y el 5,1%.
Debacle de la izquierda
El bloque de la izquierda ha conseguido 2.555.038 votos (41,61%) y 91 diputados: una pérdida de casi 320.000, 39 diputados y algo más de once puntos. Una caída que se concentra, como hemos señalado, en el Partido Socialista, que con 1.759.998 votos (28,7%) y 77 escaños se deja casi medio millón de votos y pierde 40 diputados.
El Bloco de Esquerdas, PCP, Livre y Pueblo Animales y Naturaleza (PAN) obtuvieron conjuntamente 795.040 votos (13%), es decir, un aumento de 166.677 (+1,3%) y un diputado, totalizando 14. Una cifra que no compensa la sangría de votos del PS.
El Bloco con un ligero aumento de 33.754 papeletas, mantiene sus 5 diputados y el 4,5% de los votos (274.011), pero en un contexto de mayor participación no logra aumentar su representación.
El PCP acentúa su decadencia, pierde 2 de sus 6 diputados y más de 34.000 votos, con el 3,3% del total (202.565) y obteniendo sus peores resultados históricos.
Entre Livre (con casi 200.000 votos, el 3,3%, pasa de 1 a 4 escaños) y PAN (que mantiene su diputado y 118.574 papeletas, el 1,9%) aumentan unos 167.000 votos, que reflejan que han sido visto por capas especialmente de la juventud más radicalizada como la forma de mostrar un voto de protesta por la izquierda.
En el balance de las legislativas de 2022 destacamos que la mayoría absoluta obtenida por el PS no fue en modo alguno un cheque en blanco, fue el resultado de la movilización del voto de millones de trabajadores que querían cerrar el paso a la derecha.
El descontento con las políticas capitalistas del Gobierno de António Costa se ha profundizado. El tan cacareado “milagro económico” liderado por el PS en la última década con tasas de crecimiento del PIB del 2% y 3%, se ha basado en la más terrible precariedad y en unos salarios miserables. Condiciones de vida y laborales abusivas e indignas, especialmente para los trabajadores inmigrantes, cuya sobreexplotación está detrás de ese “milagro”.
Esta es la base para el continuo crecimiento de los beneficios de las grandes empresas, la profundización de la crisis inmobiliaria y el desmantelamiento del servicio nacional de salud y educación públicas.
Desde Esquerda Revolucionaria subrayábamos que estas políticas capitalistas, combinado con la ausencia de una izquierda de combate organizada, que impulsara la movilización y defendiera un programa para terminar con este sistema y no para aspirar exclusivamente a gestionar, en el mejor de los casos, las migajas del capitalismo, implicaría un crecimiento de la derecha y muy especialmente de la demagogia de la extrema derecha. Dos años después, esto es precisamente lo que ha ocurrido.
El avance de la extrema derecha no cae de un cielo azul
Durante ocho años, el empobrecimiento de la clase trabajadora y de sectores de las clases medias se ha profundizado, a lo que se suma la desafección ante la impunidad con que cuenta la corrupción de los partidos del sistema y la burocracia estatal.
La desconfianza en las instituciones burguesas, la crisis y el descrédito de la democracia parlamentaria es enorme. Y se profundiza cuanto más se consolidan las desigualdades sociales y la falta de soluciones a problemas esenciales para el sustento de la vida cotidiana de millones.
Tradicionalmente, la pequeña burguesía constituía una base sólida de la derecha conservadora. Pero ahora esta ha girado hacia la extrema derecha, un proceso que no es exclusivo de Portugal. Estas clases medias se ven sacudidas por la inestabilidad y la pérdida de las viejas certezas de su estatus y privilegios sociales. Luchan para no quedarse atrás en una época de crisis generalizada. No hay duda de que las clases medias empobrecidas están furiosas y culpan a la política y al sistema por su caída.
Una capa importante de esa pequeña burguesía en las grandes ciudades y en el campo se está llenando los bolsillos como nunca; y lo hace gracias a la especulación inmobiliaria y al crecimiento del turismo, basado en la superexplotación de los trabajadores inmigrantes, y también a la explotación intensiva de la agricultura, donde las condiciones son de semiesclavitud. Solo un dato: el 44% del trabajo no cualificado en agricultura, ganadería y pesca lo realizan inmigrantes y un tercio el de las cocinas en la hostelería.
Esto es lo que explica los resultados históricos de Chega, y que una parte del voto más conservador que agrupaba tradicionalmente la socialdemocracia en tiempos de estabilidad se ha trasvasado, en esta cita electoral, a la derecha y también a la extrema derecha.
Chega ha conseguido diputados en todos los distritos electorales, a excepción de Bragança. Ha sido el partido más votado en el distrito de Faro y el segundo en Setúbal, Beja y Portalegre (por delante de AD), no por casualidad unos de los distritos más pobres del país. La conquista de un claro espacio en estos distritos del sur es particularmente importante por ser feudos tradicionales de la izquierda y antiguos bastiones del PCP, en los que siempre garantizaron la elección de diputados, lo que en estas elecciones solo ocurrió en Setúbal.
Un sector importante de la burguesía ha invertido en el fortalecimiento y legitimación de Chega, que consideran una herramienta útil para atacar con más virulencia a la clase trabajadora en el futuro. Han sido muchos los esfuerzos realizados en los últimos años, empezando por el presidente Marcelo Rebelo de Sousa y muchos de sus consejeros de Estado, para blanquear a Chega como partido democrático. Un hecho que pone evidencia que los “cordones democráticos” frente a la extrema derecha de los que se llena la boca la burguesía, y en estos momentos Luís Montenegro, son una falacia.
André Ventura con su demagogia más reaccionaria —es significativo que su lema de campaña fuera “Limpiar Portugal”, una referencia a la corrupción pero sobre todo a señalar a la inmigración como el enemigo a batir— conecta a la perfección con esos sectores de la pequeña burguesía, su principal base de apoyo. Como lo hace con su apología del patriotismo y del colonialismo portugués.
Pero esas ideas también están penetrando entre sectores políticamente más atrasados de trabajadores, entre los que cala el discurso racista y xenófobo que enfrenta a los trabajadores blancos contra los trabajadores no blancos y los inmigrantes, la defensa de la familia patriarcal, el ataque a los derechos de las mujeres y de las personas LGBTI+ y contra los activistas antifascistas y de la izquierda en general.
La demagogia supuestamente antisistema y radical, contra la política oficial, que utiliza Ventura conecta con sus miedos y deseos, porque la política y las posiciones tradicionales no trajeron soluciones a sus necesidades y, por tanto, buscan otros caminos.
Mientras tanto, las direcciones de los principales partidos de la izquierda reformista, viejos y nuevos, han puesto el foco de su campaña electoral en moderar su discurso. Pedro Nuno Santos, se ha dedicado a limpiar su imagen de “izquierdista” dentro del PS y a tranquilizar a los capitalistas señalando su apuesta por la responsabilidad fiscal y la estabilidad. Por su parte, la dirigente del Bloco, Mariana Mortágua, ha apuntalado su imagen de tecnócrata reflexiva y con alejar al BE de su antigua aura de partido radical.
BE y PCP pagan el precio de la paz social
El cretinismo parlamentario y la paz social defendidos por las direcciones del Bloco y del PCP en la última década, su respaldo en la práctica a las políticas capitalistas del Gobierno de António Costa y a la desmovilizaron a la clase trabajadora, han facilitado también el camino a la extrema derecha.
En 2015, tras años de brutal austeridad impuesta por la troika y llevada a cabo por el Gobierno de coalición de derechas PSD y CDS, y apoyándose en el masivo movimiento de protesta en las calles, el BE obtuvo el 10,2% de los votos, uno de los mejores resultados de su historia, y el PCP, el 8,3%. En total sumaron casi un millón de votos y 36 diputados. Una muestra de las grandes expectativas en lograr un cambio radical en nuestras condiciones de vida, en definitiva, un voto contra el sistema capitalista. La frustración de esas expectativas ha hecho que, desde entonces, en cada elección estos partidos hayan sido penalizados.
El hecho de que estos dirigentes sigan haciendo una valoración positiva de la Geringonça, aferrándose a los “grandes logros” de los pases sociales y manuales escolares que consiguieron formando parte del Gobierno, mientras se perpetuaba la precariedad, los bajos salarios y las políticas capitalistas que hoy conducen a una crisis histórica de vivienda, salud y educación, revela que no se han sacado las conclusiones correctas.
En 2022, como ahora, estas direcciones interpretaron los datos electorales como el resultado de una clase trabajadora con baja conciencia y un giro generalizado de la sociedad hacia la derecha. Rechazamos su interpretación. De hecho, la foto fija de estas elecciones muestra un giro a la derecha y extrema derecha de la pequeña burguesía y sectores de la clase trabajadora más atrasada. Pero los resultados electorales siempre presentan una imagen distorsionada e incompleta de la realidad y la lucha de clases.
En estos años se ha ido produciendo un fuerte proceso de radicalización por la izquierda entre sectores amplios de la juventud y la clase trabajadora, que se ha expresado en luchas salidas desde abajo, como la que hace un año protagonizaba el profesorado durante meses, a pesar del tapón que han supuesto las burocracias sindicales. También en los movimientos por el derecho a la vivienda, contra el racismo y por los derechos de la mujer trabajadora. Sin embargo, esas capas no encuentran una expresión electoralmente útil, que responda a las necesidades urgentes ante la crisis del sistema capitalista.
Además, el Estado burgués simplemente impide votar a miles de inmigrantes y afrodescendientes que participaron en las grandes manifestaciones antirracistas y por la vivienda a finales de 2023, en la huelga de los mensajeros de las plataformas de entrega de alimentos que paralizó los servicios el 23 de febrero... Los sectores más oprimidos entre los oprimidos.
¡Construir una izquierda revolucionaria y de combate!
En otras palabras, la fuerza y la voluntad de lucha de la juventud y la clase trabajadora no se limita, más o menos, al voto electoral. Las manifestaciones antes mencionadas, los paros y luchas docentes de los últimos dos años y las huelgas que van en aumento en todos los sectores, aunque sin una estrategia que las unifique y saque todo su potencial, los movimientos LGBTI+ y feministas que siguen tomando fuerza como vimos en el reciente 8M con marchas combativas en todo el país, etc., lo demuestran.
De hecho, un sector de la burguesía percibe que un Gobierno de la coalición encabezada por el PSD con la extrema derecha, podría ser un factor que empujara a romper la paz social, aumentando la escalada de las luchas. Esto es es lo que ha estado detrás de que días antes de las elecciones, los medios de comunicación burgueses comenzaran a informar que Marcelo evitaría todo para que Chega pudiera ser parte del Gobierno, con el fin de disuadir una reacción en las urnas por la izquierda.
La situación es bastante volátil. Una solución, que parece cuenta con apoyos sólidos en la clase dominante, es que Marcelo designe a Luís Montenegro para formar un Gobierno en minoría con la intención de lograr acuerdos específicos con el PS.
Un ejecutivo de este tipo sería muy inestable bajo la fuerte presión de la extrema derecha, que en la oposición puede seguir afianzando su avance, como por una situación social objetiva cada vez peor, que de una u otra forma empujará la lucha de clases. Pero tampoco se puede descartar por completo que Montenegro tenga que apoyarse en Chega para llevar a cabo su acción de gobierno, si no ahora sí en un momento determinado de la legislatura.
Estas elecciones han sido un golpe para la clase obrera y la juventud. Pero los comunistas revolucionarios siempre hemos explicado que la representación parlamentaria de la clase obrera está considerablemente por debajo de su fuerza real. Lo fundamental es entender que solo la lucha revolucionaria muestra la auténtica correlación de fuerzas que las elecciones burguesas siempre ocultan. Y también decimos, que esta dura experiencia, nos reafirma en que no se puede combatir a la reacción defendiendo las políticas capitalistas que son las que nos han llevado a esta situación, o apelando a cordones sanitarios parlamentarios que no funcionan en ningún país.
Si queremos combatir a la extrema derecha, si queremos romper definitivamente con la austeridad y los recortes necesitamos la movilización más contundente y masiva de los trabajadores y construir de una organización revolucionaria consecuente, capaz de atraer a la juventud, a la clase trabajadora y a sus sectores más oprimidos para llenar las calles y confrontar sin doblegarse a los grandes poderes económicos.
Una izquierda consecuente que dé la pelea por salarios dignos, vivienda pública, salud y educación gratuitas y de calidad, por derechos plenos para inmigrantes, mujeres y personas LGBTI+, por una solución a la catástrofe ambiental. Un partido revolucionario que defienda sin complejos el programa de la transformación socialista de la sociedad.
Esa es la tarea. ¡Únete a Esquerda Revolucionaria para combatir a la extrema derecha y luchar por el socialismo!