¡Por una alternativa de izquierdas de la clase trabajadora!
La coalición de Gobierno semáforo formada por el SPD, los Verdes y los Liberales (FDP) se ha derrumbado a un año de las elecciones federales. El adelanto electoral a febrero de 2025 se produce en un momento de profunda crisis económica, con una situación crítica en el sector industrial alemán, de enorme inestabilidad internacional con el retorno de Trump a la Casa Blanca y de extrema polarización social con un auge sin precedentes de la extrema derecha de AfD.
Detrás de este colapso están los intereses de diferentes sectores de la burguesía alemana que, desde el estallido de la guerra de Ucrania, han estado debatiéndose por una estrategia que les permita afrontar el conflicto imperialista entre los EEUU, por un lado, y China y Rusia, por el otro, y responder a la profunda crisis que atraviesa el capitalismo alemán.
En las elecciones de Sajonia y Turingia, CDU y AfD lograron el 62,5% de los votos mientras los partidos que integran el Gobierno apenas alcanzaron el 13,3%. Tras estos desastrosos resultados, a los que se sumaron los de las elecciones en Brandeburgo, una parte decisiva del capital alemán llegó a la conclusión de que la coalición semáforo estaba muerta y que era necesario reemplazarla cuanto antes.
El FDP, ligado al capital financiero alemán, presentó un programa de propuestas para enfrentar la crisis, disparando deliberadamente las tensiones en el seno de la coalición y poniendo al SPD contra las cuerdas. Finalmente, tal y como habíamos señalado en nuestras declaraciones[1], solo quedó la salida del adelanto electoral.
Un Gobierno ultramilitarista y belicista al servicio de los grandes capitalistas
El Ejecutivo de coalición, tras dos Gobiernos de unidad nacional entre la CDU y el SPD, fue un intento de un sector de la clase dominante de gestionar la grave crisis generada por el covid en beneficio de los capitalistas, pero bajo la promesa de hacer políticas “sociales”. Sin embargo, todo su discurso social se ha convertido en una auténtica farsa.
El desplazamiento de Alemania como potencia mundial fruto de la lucha antiimperialista entre China y EEUU y el agravamiento por ello de la crisis del capitalismo alemán no han dejado espacio para ningún tipo de reforma.
La propia coalición ha reflejado esta situación contradictoria, con partidos abiertamente otanistas como los Verdes, los más militaristas, sionistas y favorables al Gobierno nazi de Kiev, y con un SPD dividido, que se apoya en la burocracia sindical y que, en parte, representa a esos sectores vinculados por lucrativos negocios con Rusia y China, cuyas ganancias se han visto directamente afectadas por el aumento de los costes de la energía y la política de sanciones impuesta por Estados Unidos.
Este Gobierno es directamente responsable de la catástrofe social ante la que nos encontramos: hundimiento de los servicios públicos, despidos masivos y una caída salvaje de los salarios frente a una inflación disparada. Unas políticas que han asfaltado el terreno para el crecimiento de AfD, alcanzando la demagogia social de esta formación a importantes sectores desmoralizados de la clase obrera, especialmente en el Este.
Hoy en Alemania casi 14 millones de personas se ven afectadas por la pobreza, un millón más que en 2019 y 2,7 millones más que en 2006. Mientras tanto, este autodenominado Gobierno “social” ha reducido a la mitad el gasto neto en asistencia social. Si en 2019 dicho gasto superaba los 32.000 millones de euros, en 2021 y 2022 fue de 15.350 y 14.940 millones, respectivamente.
Al mismo tiempo, se incrementó el presupuesto de la Bundeswehr, el Ejército, en 100.000 millones de euros, llegando al 2% del PIB por primera vez. Durante estos tres años la industria armamentística alemana ha obtenido beneficios récord. En lo que llevamos de 2024 Rheinmetall, el mayor productor de municiones de Europa, incrementó sus pedidos en un 48%, alcanzando un nuevo récord de 52.000 millones de euros[2]. La Bundeswehr se ha convertido en uno de los ejércitos mejor financiados del mundo. Y todo bajo la batuta de los socialdemócratas, ¡que han convertido su Gobierno en el más militarista desde el Tercer Reich!
Después de regar de dinero público a las grandes empresas con incentivos fiscales y subvenciones, y de golpear duramente al sistema sanitario con recortes presupuestarios y más privatizaciones, ahora el SPD y los Verdes hablan de poner fin a las políticas de limitar la deuda, introducidas por el propio SPD en la Constitución cuando gobernaba junto a Merkel.
Una demagogia desesperada para intentar revertir su previsible desastre electoral, pero sobre todo para garantizar nuevos paquetes millonarios a las grandes empresas. Nada puede disfrazar el verdadero carácter de este Gobierno como un fiel representante del capital financiero y las grandes empresas.
Fortalecimiento de la CDU y ascenso meteórico de la ultraderecha de AfD
En este contexto asistimos a un fortalecimiento de la CDU y sobre todo de la ultraderecha neofascista de AfD. Según las últimas encuestas, AfD podría obtener hasta un 19% de los votos, casi duplicando su apoyo, y pasar de quinta a segunda fuerza, ¡por encima del SPD! La CDU también obtendría buenos resultados, pudiendo ganar las elecciones con más de un 32% de respaldo, pero lejos del 40% que obtuvo Merkel en 2013.
Al mismo tiempo, todos los partidos integrantes del Gobierno sufren un contundente varapalo. El SPD podría perder hasta 10 puntos, cosechando el peor resultado de su historia con menos del 15%, los Verdes perderían entre 3 y 4 puntos y el FDP se dejaría hasta la mitad sus votos, quedándose fuera del Parlamento.
Una coalición entre CDU y AfD sigue siendo poco probable, a pesar de ser la opción gubernamental más fuerte en términos porcentuales. Y esto no es fruto —como nos intentan hacer creer— de un supuesto “cortafuegos” levantado por la CDU frente a la ultraderecha. Al revés, en los últimos años ha habido un acercamiento constante a la AfD, especialmente en el tema de la inmigración. Una realidad que vemos en toda Europa, y de la que es digna representante Ursula von der Leyen, jefa de la Comisión Europea y miembro de la CDU, que no ha dejado de elogiar y colaborar con Meloni.
El “no” categórico del líder de la CDU a una coalición con AfD responde, más bien, a su posición militarista en Ucrania y a la presión del imperialismo estadounidense. Como representante aún más agresivo de los intereses imperialistas alemanes y de aquellos ligados al capital norteamericano, Friedrich Merz no rehúye una confrontación más directa con Rusia. De ahí su apoyo reiterado a la entrega del sistema de misiles TAURUS a Kiev. La AfD, sin embargo, está vinculada con aquellos sectores de la burguesía que han hecho grandes negocios con Rusia y China, que ven con horror una política que está llevando a Alemania al desastre convirtiéndola en un mero peón del imperialismo estadounidense.
En este escenario, el socio más probable para la CDU será de nuevo el SPD o, en caso de que alcancen los escaños, los Verdes. Sin embargo, esto solo profundizará la crisis de ambas formaciones, dando lugar a un Gobierno muy débil sometido a enormes presiones. Además, en medio de una fuerte crisis económica, una AfD en la oposición tendrá el camino libre para crecer y fortalecerse aún más. La crisis de la democracia burguesa y del parlamentarismo en la principal nación de la UE continuará profundizándose con enormes consecuencias en todos los terrenos.
La crisis del capitalismo alemán alimentará una lucha de clases feroz
El fracaso de este Gobierno fortalecerá a aquellos sectores del gran capital que ven como única salida atacar duramente a la clase trabajadora. Lo mismo que vemos en EEUU con la reelección de Trump y su guerra contra lo que llama “el enemigo interno”.
No es casualidad que este cambio se produzca a la vez que los principales gigantes industriales (Volkswagen, ThyssenKrupp, SAP, Bosch, etc.) anuncian miles de despidos y cierres de plantas. Una crisis de sobreproducción agravada por la pérdida de energías baratas rusas decisivas para garantizar su competitividad internacional.
Alrededor del 30% del PIB alemán depende del sector industrial. La industria metalúrgica, química, la ingeniería mecánica y, sobre todo, la del automóvil han estado a la vanguardia del mercado mundial durante décadas siendo una fuente de ingentes beneficios para el gran capital. Pero lo que durante mucho tiempo fue un bastión de estabilidad capitalista se está convirtiendo en su contrario.
La creciente competencia de China, convirtiéndose en una potencia tecnológica puntera, y la agresiva guerra comercial y el proteccionismo estadounidense, que está afectando especialmente a Alemania, provocando un aumento de la fuga de capitales germanos hacia EEUU de 5.900 millones de dólares en 2022 a 15.700 en 2023, está golpeando la industria alemana muy duramente. El ejemplo de Volkswagen es elocuente: en el tercer trimestre de 2024 los beneficios cayeron un 64% y el grupo pierde cada vez más influencia ante la competencia china, en particular en el sector del coche eléctrico.
Volkswagen, emblema de la industria alemana, ha anunciado por primera vez en su historia el cierre de plantas en el país. Esto es solo la punta del iceberg. El Instituto de Economía Mundial de Kiel prevé un fuerte declive de la economía alemana por segundo año consecutivo, con una caída de la producción industrial entre enero y junio de 2024 que ya alcanza el 10%. Alemania está sumida en una profunda recesión. Una crisis que es la expresión de la decadencia general del capitalismo germano y europeo: desde el año 2000 la participación de la UE en la economía mundial ha caído un 28%, ¡y la de Alemania hasta un 33%!
Las consecuencias las sentirá la clase trabajadora. Al tiempo que anuncian 30.000 despidos, un recorte salarial del 10% y el cierre de tres plantas de VW, los miembros de su junta directiva han recibido 40 millones de euros en salarios en 2023, siendo el CEO de VW uno de los mejor pagados del mundo con 10 millones de euros.
Según EY, la remuneración de los altos ejecutivos de las empresas de los índices bursátiles alemanes Dax, MDax y SDax aumentará una media del 11%, hasta los 2,65 millones de euros anuales en 2023, y la de los directivos de las empresas aumentará hasta un 16%. En empresas como Opel, BASF, Bosch, SAP y Miele han anunciado recortes masivos de personal, y en Bayer y Schaeffler quieren cerrar plantas enteras. Esta realidad es la que ha llevado a que el 1% más rico acapare el 35,3% de la riqueza del país.
Solo la lucha en las calles frenará a la patronal y a la extrema derecha. ¡Por una alternativa revolucionaria!
Debemos prepararnos para ataques sin precedentes. La respuesta de los capitalistas, como siempre, es desindustrializar y llevarse sus inversiones allí donde puedan explotar aún más a la clase trabajadora. La nuestra: ¡defender todos los empleos, reducir las horas de trabajo manteniendo todos los salarios y compensaciones, abrir los libros de contabilidad y nacionalizar estas grandes empresas para ponerlas al servicio de la sociedad!
Sin embargo, desde la dirección de los sindicatos, desde IG Metall, no se está reaccionando así. En Volkswagen, ante 30.000 posibles despidos, los dirigentes sindicales están proponiendo renunciar a las bonificaciones durante dos años[3]. Es decir, nuevos recortes para los trabajadores. De hecho, en medio de esta situación, IG Metall ha alcanzado un acuerdo en la negociación del convenio colectivo del sector. Y lo hace justo cuando se anuncia una ofensiva sin precedentes en casi todas las grandes multinacionales alemanas.
Ahora más que nunca hay que plantear una lucha unificada, y no negociar empresa a empresa la dimensión de los recortes o qué fábrica cerrar y cuál no. Esta táctica de divide y vencerás, que tantas veces hemos visto, solo beneficiará a la patronal. Necesitamos plantear acciones contundentes, pasando de las huelgas de advertencia, completamente inofensivas, a huelgas serias, militantes, democráticas, desde abajo y mediante la acción directa, de 24, 48, 72 horas o de una semana, y proponiendo ocupar las fábricas para evitar su cierre.
Pero, sobre todo, necesitamos una alternativa política. Die Linke, que surgió con fuerza a la izquierda del SPD debido a las políticas salvajes de recortes del Gobierno Schröder, se encuentra en una crisis sin precedentes, pudiendo quedarse fuera del Parlamento. Una crisis fruto de sus políticas cada vez más derechistas, de colaboración gubernamental, con posiciones abiertamente sionistas y en favor de seguir armando a Netanyahu o apoyando, incluso, recortes en los derechos democráticos como la ilegalización de organizaciones de solidaridad con Palestina como Samidoun.
Por otro lado, la alianza Sarah Wagenknecht (BSW), en lugar de ofrecer una alternativa genuinamente de izquierdas, anticapitalista y antirracista, se ha plegado de forma vergonzosa a las posiciones más reaccionarias y racistas de la AfD, poniendo el foco de los problemas de la clase obrera alemana en los inmigrantes. Con este tipo de posiciones, ¿cómo no va a avanzar AfD?
De hecho, BSW ha abandonado incluso las posiciones progresistas que sí existían en Die Linke, defendiendo abiertamente el programa económico burgués de la derecha. Rechazan las nacionalizaciones, se quejan de la carga que supone un salario mínimo “demasiado alto” para la economía, y elogian el espíritu innovador y el carácter progresista del empresariado alemán.
Obviamente, muchos activistas y antifascistas, frente al peligroso ascenso de la extrema derecha y ante la ausencia de una alternativa electoral, votaran a Die Linke y quizá algunos, a pesar de su carácter reaccionario, incluso a BSW, que ha emergido como una escisión de Die Linke.
Sin embargo, ambas formaciones han renunciado a un programa que apunte contra el capitalismo, con su explotación despiadada, sus guerras imperialistas depredadoras y su miseria social que tantos de nosotros experimentamos en primera persona. No hay salida bajo este sistema, y por eso es el momento de reivindicar un programa genuinamente socialista, que apunte contra los banqueros y los grandes capitalistas, y no contra nuestros hermanos de clase inmigrantes, que son explotados despiadadamente por esos pequeños empresarios y emprendedores a los que tanto elogia Sarah Wagenknecht.
Una auténtica alternativa revolucionaria de la clase obrera que abandone una perspectiva puramente parlamentaria, intentando gestionar la miseria capitalista, y que se vincule al movimiento sindical y los movimientos sociales luchando en las calles, organizando desde abajo a todos aquellos que queremos plantar cara al fascismo.
Un partido así socavaría la demagogia social de AfD entre todos aquellos que sienten la crisis en carne propia pero miran al futuro con desesperanza, y permitiría dar una salida a la crisis genuinamente de izquierdas, anticapitalista, internacionalista y socialista.
¡Ningún voto a la CDU ni a la AfD!
¡Ningún voto a los belicistas ultramilitaristas del Gobierno Scholz!
¡Por la expropiación de los capitalistas y la democracia obrera!