La jugada de EEUU y la UE al respaldar a un ejecutivo que incluye a los fascistas de Svoboda y Sector Derecho se está volviendo una apuesta muy arriesgada. Entre las primeras medidas del “flamante” gobierno están la prohibición de la cooficialidad del ruso y la ilegalización del Partido Comunista en algunas regiones, mientras las bandas fascistas atacan con total impunidad a activistas y sedes de organizaciones de izquierdas, sindicatos e incluso parlamentos regionales. Pero lo más significativo es que este gobierno fraudulento y cipayo de las potencias occidentales, ya ha anunciando un plan salvaje de austeridad económica que implicará despidos masivos, privatizaciones, pobreza y paro. Estos factores son los que explican la rebelión popular que se ha desatado en el este de Ucrania trastocando los planes de las potencias occidentales y también de Putin.
Rebelión social en el Este de Ucrania
Después del voto masivo de la población a favor de la independencia de Crimea y su anexión a Rusia, era de prever que en el Este ucraniano —donde la mayoría de sus habitantes hablan ruso y los lazos históricos con Rusia son igual de importantes— estallara también el descontento.
En el Este del país se han sucedido las movilizaciones contra el gobierno central, al que consideran ilegítimo y fruto de un golpe orquestado por la oligarquía ucraniana en colaboración con el imperialismo occidental. Muchos jóvenes y trabajadores, no sólo del este también del Oeste ucraniano, quedaron conmocionados ante las imágenes de las bandas paramilitares fascistas campando libremente por Kiev y recompensados por la oligarquía ucraniana y el imperialismo con el control del aparato de seguridad del Estado. En muchas zonas de Ucrania, pervive el recuerdo de la lucha contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial y las atrocidades que cometieron los nazis en colaboración con los “nacionalistas” ucranios encabezados por Stepán Bandera, cuyo retrato, junto con esvásticas nazis, ostentan ahora los fascistas en Kiev. Pero la mecha que ha encendido la llama de rebelión social en el Este ha sido el plan de austeridad que condenará a millones a la pobreza y significará el hundimiento de la industria y la minería, la principal base económica de estas regiones.
Lo más llamativo de esta rebelión, que confirma su carácter popular, es como los imperialistas y sus medios de comunicación han vuelto a utilizar un doble rasero: cuando las bandas fascistas ocupaban edificios públicos en Kiev eran manifestantes “pacíficos” pro europeos que reclamaban democracia; cuando la población ocupa esos mismos edificios en las ciudades del este son calificados de “terroristas”. Mientras los manifestantes de la Plaza de Maidán “luchaban contra un gobierno corrupto y antidemocrático”, en el Este son calificados de “elementos separatistas y extremistas”.
La gran mayoría de habitantes del Este son ucranianos y la proporción de ruso-parlantes supera el 60% en Donetsk o Lugansk, mientras que Odessa, Járkov o Dniepropetrovsk oscila entre el 30% y el 60%. El periodista de Donetsk, Dennis Kasanksky, explicaba al periódico alemán Sueddutsche Zeitung el abismo social que separaba las protestas que ahora vive el Este con las que se vivieron en la Plaza Maidán. “En Kiev, en Maidán, se trataba de jóvenes, estudiantes, empresarios pro-europeos, nuevos empresarios, en definitiva, clases medias. Pero aquí en el Este no se trata de una insurrección pro rusa, sino de una revuelta social (…) Los manifestantes en el Este son los no privilegiados de la sociedad”. (1)
En primera línea de estas protestas se encuentra la clase obrera industrial del Este, como es el caso de los mineros de la región del Donbass. Mykola Volynko, líder del Sindicato Independiente de Mineros del Donbass, lo expresaba así: “Hemos decidido defendernos, defender el Donbass, defender a nuestras familias, defender a nuestro pueblo y defender Ucrania”. (2) Este movimiento ha obligado a algunos medios occidentales hacerse eco de la realidad. Así, en un artículo publicado en The Guardian se explica la participación de los mineros de la ciudad de Donetsk:
“La palabra se extiende rápidamente entre los cientos de manifestantes, ‘¡Llegan los mineros!’ ‘¡Gloria a los mineros!’ corea la multitud.’ ‘Gloria al Donbass!’ gritaban (…) Los manifestantes han declarado el edificio administrativo una ‘república popular’. Los manifestantes quieren independencia económica y política de Kiev, muchos apoyan la federalización del país (…) Aunque la mayoría de los que ocupan el edificio van enmascarados, los mineros son fáciles de identificar. Llevan los ojos pintados con polvo de carbón (…) Según nos relata Obolents, un antiguo minero, ‘Si se aprueba el acuerdo de asociación y el mercado de Ucrania se abre totalmente a Europa, con los niveles de producción de la UE, supondrá el declive de las industrias metalúrgicas y del carbón, y por tanto, la pérdida de puestos de trabajo’.También explica cómo todavía muchos [mineros] aún siguen trabajando por temor a perder sus empleos, pero ‘cuando lleven dos o tres meses sin recibir su salario, todos saldrán, o si se produce un intento de asalto [al edificio ocupado]. El hambriento no tiene nada que perder. El hambriento están dispuesto a todo”. (3)
A pesar de toda la propaganda que presenta las protestas como una “rebelión” separatista, la mayoría de los trabajadores del Este de Ucrania no piden la independencia sino la celebración de referendos para decidir la federalización del país y más autonomía del gobierno central para sus regiones (la primera que celebrará el referéndum será Donetsk, previsto para el próximo 11 de mayo). Pero también exigen la dimisión del gobierno de Kiev, la convocatoria de elecciones y la suspensión de todas las medidas de austeridad.
Las protestas del Este se han extendido como un reguero de pólvora; en una ciudad tras otra se han ocupado los edificios regionales y se han asaltado y requisado las armas de los arsenales de la policía y servicios secretos. Y, lo más significativo, se han declarado “repúblicas populares” en ciudades como Donetsk, Donbass, Kharkiv u Odessa, donde se han elegido a sus representantes, que reconocen estar coordinados con otras ciudades y regiones. Ciudades enteras están movilizadas, protegiendo los edificios ocupados, construyendo barricadas o bloqueando los convoyes militares ucranianos.
“Desde el 7 de abril, cuando los manifestantes pro-rusos ocuparon el edificio administrativo de la era soviética para la región de Donetsk y declararon la república, se han celebrado asambleas diarias en las que ha participado desde cientos a miles de personas que coreaban consignas equiparando el gobierno de Kiev con el fascismo.
“La República Popular de Donetsk, fue una decisión espontánea, tomada tras varias horas de ocupación del edificio regional (…) Casi el 80% de la región de Donetsk vio el movimiento Maidán como un golpe de estado, no una revolución legítima (…) Dentro del edificio ocupado se pueden ver carteles de la era soviética… Pintadas anti-norteamericanas y anti-europeas adornan las paredes”. (4)
5El gobierno de Kiev reconoce que ha perdido el control del Este del país que ahora está en manos de los “consejos de las repúblicas populares”. Aquí vemos cómo una situación que se inició con un movimiento reaccionario en Kiev alentado por el imperialismo occidental, ha desencadenado una rebelión social encabezada por la clase obrera del Este ucraniano, que amenaza con extenderse al resto del país en cuanto se empiecen a aplicar las medidas de austeridad propuestas por el gobierno central. Un titular del periódico británico The Guardian resumía muy bien la situación: “Ucrania ahora está en una situación potencialmente revolucionaria”. (5)
El Acuerdo de Ginebra: todos contra la revolución
Frente al movimiento de los trabajadores en el Este de Ucrania, la respuesta del gobierno de derechas en Kiev fue anunciar el lanzamiento de una “operación anti-terrorista”, pero en menos de 48 horas quedó en evidencia su influencia real, que no llega más allá de los límites de la capital:
“Tras el anuncio de Kiev de su operación antiterrorista el fin de semana, se ha repetido la misma situación en varias ocasiones en el Este de Ucrania: tropas ucranianas y equipamiento bloqueados por una multitud de residentes furiosos, que les detienen y les convencen para que se den la vuelta o incluso se retiren.
“La inacción y las deserciones pueden reflejar problemas más profundos dentro del ejército ucraniano, incluida la escasez de combatientes y equipamiento. El mes pasado las autoridades intentaron rápidamente crear la guardia nacional y se han visto obligados a pedir donativos de empresas privadas. Ihor Kolomoisky, el nuevo gobernador de Dnepropetrovsk, gastó el mes pasado ‘varios millones de dólares’ en baterías de vehículos militares y equipamiento. Al final, sólo 6.000 de los 41.000 soldados terrestres estaban dispuestos a combatir”. (6)
Las imágenes de edificios ocupados por trabajadores, luciendo eslóganes antifascistas y anticapitalistas, banderas rojas y símbolos de la antigua Unión Soviética, han sembrado las luces de alarma tanto en Washington, como en Bruselas y Moscú. Obviamente Putin tiene sus propios intereses en el este de Ucrania, como hemos señalado en anteriores artículos. Y estos intereses no tienen nada que ver con el pueblo y la clase obrera, sino con las aspiraciones imperialistas de la oligarquía capitalista que le sostiene en el Kremlin. Putin, hay que volver a insistir, se asienta sobre las ruinas de la URSS, es un representante de una burguesía capitalista, reaccionaria, y que suspira por el antiguo poder imperial del zarismo. Putin no puede aceptar que las tropas de la OTAN se sitúen en el área de influencia más inmediata de Rusia, no puede aceptar la perdida de la base naval de Crimea, pero jamás va a alentar una revolución en el Este de Ucrania. Un ejemplo semejante podría contagiar también a las masas de Rusia, oprimidas y aplastadas por el capital ruso, por un régimen autoritario y corrupto como el de Putin.
Ante la imposibilidad de basarse en el gobierno ucraniano, EEUU, la UE y Rusia decidieron rápidamente sentarse a negociar un acuerdo que permitiera desactivar el peligro que representa la rebelión social del Este. El gobierno de Kiev fue convocado a la cumbre, pero en calidad de invitado, una prueba más de su impotencia. El llamado Acuerdo de Ginebra firmado por Rusia, EEUU y la UE contempla el desarme de los “grupos armados” tanto en el Este del país como de las bandas del Sector Derecho en Kiev; el desalojo de los edificios ocupados y garantiza que no habrá medidas represivas ni legales contra los que han participado en las protestas.
La respuesta en las principales ciudades rebeldes ha sido una negativa rotunda a cumplir con este acuerdo, insistiendo en que no abandonarían los edificios ocupados ni las armas hasta que el gobierno de Kiev dimita y los grupos fascistas sean disueltos. Obviamente, ni EEUU ni el gobierno de Kiev tienen intención tampoco de cumplir lo firmado en Ginebra. En la actual situación necesitan a los fascistas como tropas de choque contra la amenaza revolucionaria que se está desarrollando en el Este y contra las futuras movilizaciones que provocará la aplicación del plan de austeridad.
Más allá de la diplomacia, EEUU y Rusia siguen incrementado la presión y la tensión militar acumulando tropas alrededor de Ucrania, acrecentando así el riesgo de un enfrentamiento militar entre ambas potencias. La visita a Kiev del director de la CIA o del Vicepresidente de EEUU, Joe Biden, es un indicio de que la administración norteamericana está organizando, junto al gobierno ucranio, los preparativos para una operación represiva que acabe con la rebelión, aunque con ello acrecenté el riesgo de una guerra civil.
Ucrania sigue la estela de Grecia
La crisis que vive Ucrania se desarrolla en un contexto de absoluta bancarrota económica. El gobierno necesita desesperadamente dinero para hacer frente a los pagos y obligaciones que tiene el Estado ucraniano. La economía pasa por su tercera recesión desde 2008 y para los años 2014-2015 se prevé una caída del PIB de entre un 5% y un 15%.
Tras una reunión con el gobierno interino, el 27 de marzo, el FMI anunció la concesión de un préstamo de entre 14.000 y 18.000 millones de dólares para este año y el siguiente. Como contraprestación, el FMI pide la aplicación de un programa de austeridad feroz que condenará a Ucrania a una depresión similar a la de Grecia. Una de las principales exigencias es la eliminación de los subsidios públicos al gas natural que consumen las familias: a partir del 1 de mayo su precio subirá un 40%, otro 40% el próximo 1 de enero y otro 20% más cada uno de los dos siguientes años. Según algunas estimaciones sólo esta medida arrastrará a 3 millones de familias a la pobreza. Pero los ataques no se detienen ahí: las pensiones se reducirán un 50% hasta el año 2016; se eliminaran derechos y beneficios sociales de pensionistas y funcionarios; se despedirá al 10% de los empleados públicos; aumentarán los impuestos indirectos y se reducirá drásticamente el gasto social, en un total de 8.000 millones de dólares.
El movimiento de masas en el Este de Ucrania demuestra el potencial que existe para un cambio radical de la situación, para derrotar la intervención imperialista y al gobierno reaccionario instalado en Kiev. Hoy es más necesario que nunca que la clase obrera y la juventud ucranias levanten su propio programa de clase, revolucionario e internacionalista. La única solución al callejón sin salida de pobreza, explotación y corrupción, la única manera de acabar con el peligro de una guerra civil que costaría la vida a miles de jóvenes y trabajadores, es luchando por el programa de la revolución socialista, que arrebate la riqueza y el poder de las manos de la oligarquía y sus amos imperialistas, y la ponga al servicio de las necesidades de la población. Para esta tarea, la clase obrera ucraniana sólo puede confiar en sus auténticos aliados de clase, los trabajadores rusos y europeos.
Notas
- Sueddutsche Zeitung. 14/4/14
- Ukrinform. 16/4/14
- The Guardian. 12/4/14
- The Guardian. 16/4/14
- The Guardian. 19/4/14
- DW. 17/4/14