En los días siguientes la confusión rodeó este caso hasta que la jueza encargada de la instrucción decretó la libertad de los agresores, argumentando que la joven que había denunciado “consintió” tener sexo con los cinco individuos y por supuesto que grabaran lo ocurrido con un teléfono móvil.

Inmediatamente que la agresión fue conocida públicamente, destacados líderes del PP comenzaron un rosario de declaraciones machistas en las que banalizaban las agresiones contra las mujeres. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, del Partido Popular, se apresuró a decir que “hay más de mil violaciones al año y no se puede poner un policía detrás de cada ciudadano”. De esta manera tan fría y cínica intentó restar importancia a este acto criminal y quitarse responsabilidades de encima, pero sobre todo con sus declaraciones dejaba muy claro cuál es su concepto de la mujer: algo a lo que se puede maltratar, violentar, humillar y que no tiene una trascendencia excesiva. No fue el único alcalde que exhibió opiniones deleznables. El primer regidor de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva, también del PP, nos regaló una buena tanda de machismo casposo al estilo franquista, asegurando que las mujeres buscan las vueltas a los hombres en cualquier ascensor. No son patinazos casuales, son la punta del iceberg de lo que piensa la derecha sobre la mujer.
Parece que si una mujer habla con unos desconocidos, o se toma una copa con ellos, da un consentimiento tácito a que abusen de ella. ¡Un insulto que encaja a la perfección con el ideario pepero sobre la mujer! Estas ideas, que tienen tanto eco en los prejuicios machistas que los dirigentes públicos del PP exhiben con orgullo, están condensadas en la reforma de la Ley del Aborto, en la que se niega a la mujer ser la responsable de su maternidad, o en el famoso decálogo del Ministerio del Interior de prevención de agresiones sexuales, paternalista e hipócrita, en el que se nos aconsejan medidas como llevar un silbato, no ir solas por la noche, no hablar con desconocidos, no pasar por ciertos lugares, y otras lindezas semejantes.
Estos despropósitos dejan en evidencia la despreciable hipocresía del gobierno y sus campañas contra la violencia machista, los minutos de silencio, el día internacional contra la violencia hacia la mujer…

¿Libre consentimiento?
La justicia burguesa,
también contra las mujeres

A partir del momento de la denuncia comenzó un verdadero calvario para esta muchacha que, además de haber sufrido una agresión cruel, machista y vejatoria, pasó en pocas horas de víctima a verdugo. Los rumores sobre la supuesta actitud permisiva de la chica, el llamado “libre consentimiento”, y que había sido vista en compañía de estos sujetos hablando y tomando una copa, han sido utilizados como coartada para criminalizarla y librar de la cárcel a los responsables de la agresión. La jueza que instruyó el caso decretó el archivo en primera instancia por falta de pruebas. Pero ¿cómo es esto posible?  
En teoría, el sistema penal español entiende que para que haya una violación no siempre han de existir pruebas fehacientes, a no ser que haya testigos presenciales, y se acepta que la formalización de una denuncia por la víctima se dará por verídica siempre y cuando no haya pruebas en su contra. Sin embargo, en este caso no se aplicó esta regla. ¿Por qué? Se puede sospechar que tiene algo que ver con las ingentes cantidades de dinero que mueve la Feria de Málaga y con el carácter marcadamente reaccionario de la jueza encargada del caso, y es que ante la lucha por los derechos de la mujer lo de menos es el género, lo que importa es la ideología y los intereses de clase que se defienden.
Lamentablemente son bastantes los jueces que han dictado sentencias machistas y totalmente contrarias a toda lógica: el juez de la Audiencia Provincial de Murcia, Juan del Olmo, sentenció que llamar “zorra” a la esposa no debe ser considerado un insulto; el juez Francisco Javier Paulí, del juzgado 22 de Barcelona, decidió que la forma de vestir de una mujer víctima de agresiones, portando pulseras, anillos y pendientes, no cuadra con la imagen de una mujer que ha soportado agresiones durante meses; el titular de un juzgado de Manresa dejó en libertad a un hombre acusado de degollar a su esposa alegando que “delitos pasionales” como ese sólo “suelen suceder una vez en la vida”; o Fermín Calamita, de un juzgado de Familia de Murcia, que quitó la custodia de dos niñas a una madre por el “delito” de ser lesbiana, el mismo sujeto que mandó detener a dos mujeres en una playa de Cádiz por hacer topless.

Sexualidad, educación y capitalismo

La sexualidad es un aspecto importantísimo en el desarrollo y plenitud de los seres humanos. Sin embargo, nuestro sistema educativo pasa sobre él de puntillas, limitándose a estudiar someramente la anatomía reproductora, mencionar algunos métodos anticonceptivos y recordar de pasada que debemos el mayor respeto a las opciones y decisiones sexuales de los demás. Pero la sexualidad es algo mucho más amplio y rico que el sistema reproductivo; no se enseña a los jóvenes a vivir su sexualidad sin complejos, a identificar las coacciones y presiones sexuales, a expresar sus deseos de una forma respetuosa y afectiva… Este sistema no educa para ser personas libres y responsables de nuestra propia vida, sino máquinas fácilmente insertables en un sistema productivo que vela exclusivamente por el lucro.
Al fin y al cabo, el incremento de las agresiones sexuales, la violencia de género, el maltrato a los niños, es la consecuencia lógica de un sistema que nos condena a una vida miserable, a un paro crónico, que legaliza y estima positivo los recortes sociales en sanidad, en educación, en ayuda a la dependencia, o que nos desahucia de nuestras viviendas. La lucha por los derechos de la mujer es parte de la lucha de clases.


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