¡Hay que tomar las calles e impulsar la movilización más contundente!
El pacto urdido por Pedro Sánchez con Ciudadanos constituye una traición a los votantes socialistas y una puñalada a los millones de trabajadores y jóvenes que hemos combatido estos años los recortes del PP, la reforma laboral, la Ley Mordaza, la LOMCE y todas y cada una de las brutales agresiones que hemos sufrido a nuestros derechos. Dando la espalda a las aspiraciones de la mayoría, Pedro Sánchez y con él la cúpula del PSOE se echan en brazos del partido del IBEX 35, de la misma formación que no hace tanto era calificada por el mismo Pedro Sánchez y otros “barones” socialistas como la derecha 2.0. El pacto, que está siendo presentado esperpénticamente como un buen paso para la constitución de un “gobierno progresista y reformista”, en realidad significa la voladura intencionada de cualquier posibilidad de un gobierno de izquierdas que rompa con la austeridad y los recortes.
El aparato del PSOE, no contento con cosechar los peores resultados electorales de su historia, parece dispuesto a emprender el camino que ya recorrió el PASOK en Grecia. Si quiere ser investido presidente la próxima semana, Pedro Sánchez inicia una andadura que sólo tiene una salida: un gobierno de unidad nacional —del cual es preámbulo este acuerdo firmado con Albert Rivera—, y que tendría que ser sostenido directa o indirectamente por el PP. Por supuesto, no está nada claro que logre su objetivo y consiga los votos necesarios en el Parlamento ni en primera ni en segunda votación. Pero en cualquier caso, con la decisión adoptada, la dirección del PSOE se ha retratado de manera escandalosa, renunciando a sus promesas electorales y creando las condiciones para que las políticas de derecha puedan instalarse de nuevo en La Moncloa.
El contenido del acuerdo y las verdaderas intenciones de los firmantes
El pacto firmado es una declaración fundamental de lo que el PSOE está dispuesto a abandonar. Cuestiones centrales como la reforma laboral, la LOMCE, la Ley Mordaza y los innumerables recortes sociales impuestos por el PP, no se derogan ni eliminan.
El acuerdo hace vagas observaciones sobre una posible modificación de la reforma laboral, pero manteniendo en lo esencial sus medidas más lesivas para los trabajadores, incluso empeorando las modalidades de contratación y reduciendo las indemnizaciones por despido. Se incluyen tres contratos, el de prácticas, un indefinido y el “estable y progresivo”, que tendría una “indemnización creciente por despido por causas económicas, organizativas, productivas, técnicas y de finalización del trabajo que tendrá un coste de 12 días el primer año, que se transforman en 16 días el segundo año y confluya con los 20 existentes para los contratos indefinidos, reduciendo los saltos en la cuantía. En caso de despido improcedente, la indemnización será de 20 el primer año y 25 en el segundo hasta confluir con los actuales 33 días por año”. Este galimatías técnico supone en realidad una reducción de la indemnización por despido de los contratos temporales, que según la propuesta acordada serán la inmensa mayoría. Con la legislación actual, si el despido es improcedente, un eventual cobra 33 días por año trabajado; con el acuerdo del PSOE y C’s pasaría a cobrar 20 y 25 días por año si se realiza en los dos primeros años. También la indemnización por despido procedente se reduce: si en la actualidad se cobran 20 días por año trabajado, con la reforma propuesta en el pacto PSOE-C’s serán 12 o 16 si el despido se produce en los dos primeros años del contrato.
Sobre la sanidad pública, no hay ninguna mención a blindarla de futuras privatizaciones, ni anular las que ya están en marcha, volver a contratar a los miles de médicos despedidos o recuperar los miles de millones de euros que han sido eliminados de los presupuestos sanitarios en los últimos años. Salvo en lo referido a la tarjeta sanitaria para los inmigrantes inscritos en el padrón municipal, algo que en muchas CCAA ya se había logrado gracias a la lucha, el pacto no añade ninguna mejoría. Baste citar un ejemplo: el líder del PSOE ha presentado la supuesta eliminación de los copagos como uno de los éxitos del acuerdo, cuando en realidad tan sólo se señala “garantizar que el copago farmacéutico no sea una barrera de acceso, en especial para personas en situación de especial vulnerabilidad”, es decir, una regulación de los ya existentes pero no una eliminación.
La cosa es aún más escandalosa en lo que se refiere a la enseñanza pública: no hay la más mínima referencia a la derogación de la LOMCE o el 3+2, a la contratación de los miles de profesores despedidos o medida alguna sobre el incremento de los presupuestos educativos después de la sangría brutal que han sufrido. Por supuesto, ninguna palabra sobre la mejora sustancial de las becas o la reducción drástica de las tasas académicas universitarias.
En cuanto a la fiscalidad, se hacen vagas promesas de ensanchar la base del impuesto de sociedades, pero se suavizan las medidas de control de las sociedades de inversión colectiva de capital variable (SICAV) que proponía anteriormente el PSOE, y se renuncia a “desincentivar los blindajes empresariales de los altos ejecutivos”, promesa que queda incumplida. Y el SMI se subirá un mísero 1%, igual que ha hecho el PP en éste último año. En fin, más de las mismas recetas que hemos sufrido en estos últimos cuatro años.
El entusiasmo de Pedro Sánchez a la hora de presentar el acuerdo era poco disimulado: “Para mí es un honor compartir el acuerdo con Albert Rivera y con Ciudadanos, y espero tener el honor de compartirlo también con otras fuerzas políticas”. ¿Un honor compartir un pacto de legislatura con el mismo partido que en la campaña electoral era considerado por Sánchez y sus colaboradores como la “cara amable del PP”, las “Nuevas Generaciones de la derecha”? Podríamos llenar hojas de epítetos similares, pero queda claro una vez más la demagogia que envuelve la política de la socialdemocracia y su completa sumisión al poder económico.
Albert Rivera, que no ha dejado en ningún momento de solicitar al PP que se sume al acuerdo, tampoco fue más comedido que Sánchez en su celebración: “Ciudadanos ha hecho un esfuerzo para que dos programas electorales distintos, que representan a nueve millones de votantes, acaben en acuerdo. Nos toca sentar las bases de otros 40 años de justicia, prosperidad y unión. No va a ser fácil poner de acuerdo a los que piensan distinto, pero lo será si ponemos encima de la mesa lo que nos une”.
El PP frente al pacto
La dirección del PP ya ha advertido de que votarán en contra de la investidura de Pedro Sánchez. A pesar de las fuertes presiones de un sector de la burguesía por lograr un gobierno lo más estable posible y cuanto antes, qué duda cabe que los intereses del aparato político del PP cuentan mucho en esta coyuntura, precisamente cuando más acosados se sienten por los casos de corrupción y el descrédito de sus siglas. Y eso hace que no se pueda descartar que fuercen la situación hasta llegar a elecciones anticipadas, con el margen suficiente incluso para realizar una operación de maquillaje, una especie de refundación del PP, con un candidato menos achicharrado que Rajoy.
Las elecciones anticipadas han sido barajadas por Rajoy y sus allegados en estos días como la mejor opción. Por supuesto, en su intención está presionar al máximo al PSOE para lograr un gobierno de unidad nacional con ellos y Ciudadanos, opción que cuenta con la completa simpatía de Albert Rivera, y que sale reforzada por el acuerdo firmado entre PSOE y C’s. Obviamente Rajoy quiere presidir un gobierno de ese corte, pero eso está completamente descartado: El presidente del gobierno en funciones es un cadáver político y, más temprano que tarde, será jubilado de sus responsabilidades sin mucho honor.
En las próximas semanas se pueden suceder diferentes variantes de un mismo tema. Si Pedro Sánchez no alcanza a ser investido, cosa que entra dentro de lo probable, la pelota quedará en manos del PP. Intentar un amplio gobierno presidido por Rajoy no tiene visos de futuro, lo que no quiere decir que no se den otras opciones: un gobierno de unidad nacional, con otra figura al frente que no arrastre el descrédito de Rajoy, es una alternativa que barruntan ya los estrategas de la burguesía. Y las presiones en ese sentido van a arreciar, porque la convocatoria de elecciones anticipadas, más en un contexto de frustración por la entrega de Pedro Sánchez y la dirección del PSOE a C’s y la derecha, puede arrojar un desenlace mucho más desfavorable para los partidarios de los recortes y la austeridad. En todo caso, la situación es altamente volátil y no se puede descartar, ni mucho menos, la convocatoria de nuevas elecciones en junio, aunque eso suponga que Podemos y las Confluencias de la Izquierda puedan obtener unos resultados aún mejores.
Podemos, y toda la izquierda que lucha, debemos responder con la movilización en las calles
La primera reacción de la dirección de Podemos ante la traición de Pedro Sánchez ha sido positiva. Se han levantado de la mesa de negociación a cuatro (PSOE, IU, Compromis y Podemos), una negociación que, en los hechos, se había convertido en un completo fraude y sólo tenía la función de proteger el flanco izquierdo del PSOE cuando tenían casi ultimado el pacto con la derecha. Las declaraciones de Íñigo Errejón son claras: “Nos parece que el PSOE ha elegido y que esa elección es incompatible con nosotros. Con esta elección se ha frustrado, por el momento, una oportunidad histórica. Es un acuerdo pensado para el PP y el Ibex…”. En la misma línea, incluso más contundente, se ha manifestado Pablo Iglesias.
También Alberto Garzón, portavoz de Izquierda Unida-Unidad Popular, ha considerado el pacto “muy regresivo y contrario a los intereses de las clases populares”, para añadir: “la impresión es que el PSOE ha elegido ya. En esas condiciones de acuerdo con Ciudadanos estamos ante un no claro [en la votación de investidura]”. El pronunciamiento de Garzón no deja de ser positivo, aunque hay que señalar que su comportamiento en estas semanas para formar gobierno no ha sido el mejor: los dirigentes de IU parecían más interesados que nadie en llegar a un pacto con el PSOE al precio que fuese, incluso anunciaron un acuerdo con los negociadores de Pedro Sánchez cuando sabían perfectamente que se trataba de una cortina de humo, una maniobra más. Al mismo tiempo han reprochado a Pablo Iglesias y Podemos su “intransigencia” por mantener el referéndum en Catalunya como un aspecto irrenunciable de un gobierno de la izquierda, colocando esta cuestión como secundaria cuando no lo es. En estos días ha dado la impresión de que, por encima de cualquier otro aspecto, la dirección de IU ponía todas sus esperanzas en evitar la convocatoria de elecciones anticipadas y conjurar el riesgo de desaparecer del Parlamento. Señales que indican que se han sacado pocas y pobres conclusiones del pasado, y que se aspira a una política fundamentalmente institucional cuando el foco está en otro sitio.
La insistencia de los dirigentes de Podemos en continuar negociando para alcanzar un gobierno de izquierdas sólo puede ser interpretada en un sentido: dejar absolutamente claro ante la clase obrera, la juventud y los votantes socialistas que la frustración de esta expectativa es responsabilidad del aparato del PSOE. Pero no basta sólo con maniobras parlamentarias por muy legítimas que sean. Podemos tiene una gran responsabilidad en este momento y es trasladar a la calle la oposición a este pacto PSOE-C’s con una llamada a la movilización masiva en todas las ciudades del Estado español.
La movilización es una herramienta fundamental en este momento político. Todo lo que puede dar de sí el parlamento, con su composición actual, ya lo ha hecho. Tanto el PP como C’s y el aparato del PSOE están en una misma línea política. Cumplir las órdenes de Bruselas, los dictados de los grandes poderes económicos, y continuar con la agenda de recortes del gasto social, privatizaciones, y ataques a nuestros derechos y conquistas sociales. Quieren que la crisis se siga descargando sobre las espaldas de la clase obrera y la juventud. Por eso, ninguna aritmética parlamentaria puede modificar un plan estratégico que sólo será roto con la movilización masiva de la población, ocupando las plazas y las calles, profundizando la rebelión social que ha colocado a la derecha contra las cuerdas en estos años, y que en las elecciones del 20D tuvo su correspondencia con el mayor varapalo que jamás ha sufrido el bipartidismo en cuarenta años.
Podemos no puede limitarse a una oposición parlamentaria. Debe basarse en aquello que lo hizo fuerte: la lucha de masas, desde el 15M a Gamonal, desde las huelgas generales a las Mareas Ciudadanas o las Machas por la Dignidad. Sí, hay que movilizar ya, inmediatamente y de manera contundente por las reivindicaciones que el movimiento ha colocado desde hace tiempo encima de la mesa y siguen pendientes: Derogación de la reforma laboral, de la Ley Mordaza, de las contrarreformas franquistas contra la enseñanza pública (LOMCE y 3+2); por el derecho a una vivienda digna (prohibición por ley de los desahucios y parque público de viviendas con alquileres sociales), y a unas condiciones de vida que permitan a la población salir de la crisis, aumentando sustancialmente los subsidios de desempleo, poniendo fin a los recortes sociales en dependencia, en sanidad, acabando con la pobreza energética (nacionalizando las eléctricas)…
El camino a seguir es claro y está trazado. Lo sabemos por experiencia. La convocatoria del Sindicato de Estudiantes de una nueva huelga general estudiantil para el 13 y 14 de abril es una iniciativa extraordinaria, que debe ser tomada como ejemplo. Los estudiantes ya han dado el primer paso. Ahora hay que completarlo. Podemos, Izquierda Unida, las Mareas Ciudadanas, Las Marchas por la Dignidad, los activistas combativos de los sindicatos de clase, tenemos la obligación de llenar las calles con la indignación y la lucha organizada que hará posible el cambio político, para que nadie nos arrebate lo que es nuestro y por lo que tanto hemos peleado. Es la hora de volver a la lucha.