A dos años del asalto al Capitolio por parte de los partidarios de Trump se ha hecho público el informe elaborado por la comisión especial de investigación de la Cámara de Representantes sobre esos hechos, confirmando que se trató de un intento de golpe de Estado y que Trump lo encabezó.
Al mismo tiempo, por primera vez en 164 años, es decir, desde 1859, un año antes de la Guerra Civil, se han necesitado 15 votaciones para elegir al Presidente del nuevo Congreso de mayoría republicana, Kevin McCarthy, fruto de la oposición al mismo de los sectores más ultras del propio Partido Republicano agrupados en torno al Freedom Caucus (Grupo de la Libertad).
Este nuevo salto en la crisis del partido Republicano es fruto del giro aún mayor hacia la extrema derecha, hacia posiciones incluso abiertamente fascistas, de numerosos representantes del Partido Republicano, en sintonía con su base social, cada vez más trumpista y cada vez más ultraderechista.
Finalmente la situación se ha desbloqueado, pero solo tras la completa cesión por parte de McCarthy, a su vez un ultraconservador que se ha cuidado mucho de criticar a Trump, ante el sector fascista agrupado en el Freedom Caucus, y con la intervención directa de Trump, que ha vuelto a demostrar su ascendencia y control del Partido Republicano.
El propio McCarthy ha agradecido a Trump su intervención de cara a poder ser elegido, y ha aceptado las demandas fundamentales de los miembros del Freedom Caucus: que estén sobrerepresentados en la Comisión más importante del Congreso, la que decide sobre los procedimientos legislativos; que el techo de gasto solo se apruebe a cambio de recortes contantes y sonantes por parte de la Casa Blanca; enterrar definitivamente la comisión que investigó el asalto al Congreso, y que se constituya una comisión para investigar las actuaciones "arbitrarias" del Gobierno Biden, incluyendo el registro de la mansión de Trump en Florida. Es decir, una victoria sin paliativos de Trump y del trumpismo.
La Comisión de investigación del Congreso confirma el golpe de Trump
Después de año y medio de citaciones y más de mil entrevistas, el informe deja patente la responsabilidad del expresidente Trump como principal instigador de los sucesos del 6/01 y por primera vez en la historia del país, pide al Departamento de Justicia imputar a un expresidente por los delitos de incitación a la insurrección, obstrucción de un procedimiento oficial del Congreso, intento de fraude a Estados Unidos y conspiración para presentar falsos testimonios electorales al Congreso y a los Archivos Nacionales.
El comité, compuesto por 7 demócratas y 2 republicanos díscolos con Trump, ha dejado en evidencia, a través de centenares de testimonios y la revisión de más de un millón de documentos, la implicación en el golpe de Donald Trump y sus principales asesores. Aunque no tenga recorrido legal (el Departamento de Justicia lleva a cabo su propia investigación), se trata de un juicio político en toda regla, aunque con muchas limitaciones al no contar con el aval del Partido Republicano.
Los 2 republicanos que participaron en la Comisión, Adam Kinzinger y Liz Cheney, lo hicieron en contra del criterio su partido, cayendo en el ostracismo entre sus compañeros, y perdiendo finalmente sus escaños en las elecciones de noviembre. Ahora, además, la nueva mayoría republicana en el Congreso, aún más a la extrema derecha, enterrara cualquier votación o declaración avalando las conclusiones de esta comisión.
De hecho, la dificultades en la elección de Kevin McCarthy como speaker del Congreso ha estado condicionada por esta cuestión, con los congresistas rebeldes acusándole de ser demasiado blando y moderado, ya que cuestionó en un momento dado el papel de Trump en el asalto del 6 de enero para desdecirse al día siguiente. Que este grupo de apenas 20 congresistas pueda ejercer tal grado de presión refleja también lo lejos que ha llegado entre la base social republicana el giro hacia la extrema derecha.
La Comisión del Congreso y el Partido Demócrata intentan ocultar la implicación del aparato del Estado
Pero incluso los congresistas que han participado de la Comisión, básicamente el Partido Demócrata, se han cuidado mucho de no arrastrar a instituciones en el intento de golpe de Trump, como el Departamento de Justicia o el servicio secreto. El informe sentencia categórico: “La causa última del 6 de enero fue un solo hombre, el expresidente Trump, al que muchos otros siguieron. Nada de lo que pasó en aquella jornada habría sucedido de no haber sido por él”.
A pesar de lo estrambótico de la apariencia de algunos asaltantes, algo que se ha utilizado para restar importancia y gravedad al golpe por algunos, el informe describe blanco sobre negro que se trató de un intento de golpe de estado en toda regla, buscando impedir el traspaso de poderes y el reconocimiento de la victoria de Biden combinando presiones por parte del equipo de Trump contra miembros de los colegios electorales y el Departamento de Justicia, de su propio partido, y el uso directo de la violencia, promovida por el propio expresidente durante ese día y los meses previos.
Convocados por él a través del tweet “Gran protesta en Washington el 6 de enero”, “¡Estad allí, va a ser bestial!” e incitados durante el mitin, más de 1.000 personas se lanzaron al asalto del Capitolio en el momento que la Cámara de representantes debía certificar la victoria de Joe Biden, un formalismo que fue paralizado durante 5 horas, y que puso de manifiesto la profunda polarización hacia la extrema derecha de importantes sectores de la sociedad estadounidense y el auge de las tendencias bonapartistas entre un amplio sector del aparato del Estado. Pensar que todo se debió a la iniciativa individual de Trump, sería no comprender las tendencias de fondo.
Entre los que acudieron al mitin, había miembros de organizaciones paramilitares abiertamente fascistas como los los Oath Keepers, miembros de los Proud Boys, milicias como Three Percenters y creyentes en QAnon, una teoría conspirativa. El resultado del asalto fue de 5 muertos y más de 140 agentes heridos. Para hacernos una idea del carácter de la convocatoria de Trump, durante el mitin celebrado por él a solo 2 km del capitolio, el servicio secreto incauto 242 botes de gas pimienta, 269 cuchillos o cuchillas, 18 puños americanos, 18 pistolas de electrochoque, seis chalecos antibalas, tres máscaras de gas, 30 porras o instrumentos contundentes y 17 artículos misceláneos como tijeras, agujas o destornilladores, todo ello sin contar con los partidarios que no pasaron los arcos de seguridad al portar a la vista armas de fuego.
El informe ha buscado tapar la implicación de las administraciones durante el asalto, responsabilizando exclusivamente a Trump, pero algunos testimonios, como el del general de la Guardia Nacional William Walker, denunciando que el Pentágono, con el Secretario de Defensa a la cabeza, tardo más de 3 horas en dar la orden de desplegar a los militares para retomar el control, o los informes del FBI y la policía del Capitolio alertando de que el día 6 existía un riesgo claro de que los asistentes al mitin tuvieran como objetivo a los congresistas, sin que hubiera un refuerzo de la seguridad, ponen en evidencia la implicación de sectores del aparato del Estado.
Trump, el trumpismo y el Partido Republicano
A pesar de la condena moral que pretende este informe, la base social ultra reaccionaria del expresidente sigue siendo sólida. Los malos resultados obtenidos por algunos de los candidatos designados por Trump en las elecciones de noviembre, perdiendo la oportunidad de arrebatar el control del Senado a los demócratas, han hecho aparecer algunas fisuras en el partido Republicano. Unas fisuras que se han convertido en una batalla abierta y pública con motivo de la elección del nuevo Presidente de la Cámara de Representantes, que ha concluido con una nueva victoria arrolladora del trumpismo más radical.
Con la presentación de su candidatura a las elecciones presidenciales de 2024, poco después de los malos resultados electorales, Trump ha intentado retomar la iniciativa, consolidando ahora firmemente su posición con su papel decisivo como "mediador" de cara a desbloquear la nueva crisis vivida por los republicanos.
Aunque hay sectores de republicanismo que quisieran darlo por amortizado, con candidatos aparentemente menos polémicos, como Ron DeSantis, gobernador de Florida, o Ted Cruz, gobernador de Texas, la realidad es que el Partido Republicano está completamente atrapado por el trumpismo y por todo lo que representa. Incluso estos posibles candidatos alternativos se identifican con los sectores más reaccionarios y ultras del republicanismo, habiendo quedado completamente marginados todos aquellos que apostaban por la moderación.
El propio conflicto desatado en el Congreso no es entre extremistas y moderados, sino entre un sector abiertamente fascista del Partido Republicano y sectores ultrarreaccionarios que siguen en lo fundamental apoyando a Trump, como el propio Kevin McCarthy que ha agradecido a Trump su papel tras ser elegido. Cualquier atisbo de moderación en el Partido Republicano, tal y como intentan insinuar desde las páginas de periódicos como El País, es pura fantasía.
Según algunos medios DeSantis sería el candidato mejor posicionado para vencer a Trump, aunque el sistema de elección dentro del partido republicano, especialmente si se presentan varios candidatos podría beneficiar a Trump, quien mantiene, al menos de momento, una amplia base social de apoyo muy movilizada. En todo caso este o cualquier otro candidato solo podrá vencer a Trump adoptando su discurso o girando incluso más a la derecha.
Es pronto para aventurar que ocurrirá, pero el hecho fundamental está claro: el fenómeno del trumpismo no va a desaparecer con Trump. La profunda polarización social a izquierda y derecha y la agudización de la lucha de clases seguirán marcando la agenda política norteamericana.