El 17 de febrero de 2008 el parlamento de Kosovo, tras la victoria electoral del candidato pro-occidental Tadic, del Partido Democrático, proclamó unilateralmente la formación de la República de Kosovo, independizándose así de Serbia, y acto seguido EEUU reconoció la independencia del nuevo Estado.

 

El 17 de febrero de 2008 el parlamento de Kosovo, tras la victoria electoral del candidato pro-occidental Tadic, del Partido Democrático, proclamó unilateralmente la formación de la República de Kosovo, independizándose así de Serbia, y acto seguido EEUU reconoció la independencia del nuevo Estado.

El imperialismo americano, que siempre ha tratado de aparecer en este conflicto como defensor de los débiles, es el responsable de la masacre en Iraq, Afganistán o la de Israel contra el pueblo palestino y la del gobierno de Colombia contra Ecuador, no se ha distinguido precisamente por defender a las naciones oprimidas. Su actitud en relación a Kosovo está determinada por los intereses estratégicos que tiene como potencia imperialista, y más en particular por los resultados de la intervención militar de la OTAN contra Yugoslavia en 1999.
El "plan Ahtisaari", propiciado por EEUU y apoyado por el gobierno kosovar, tiene poco que ver con la "soberanía nacional" o la "independencia". En primer lugar, todas las decisiones principales como el gasto público, los programas sociales, acuerdos monetarios y comerciales permanecerán en manos de  los ocupantes, es decir, de EEUU y la OTAN.
Por su parte, la clase dominante serbia, junto con la iglesia, invocan el "sagrado derecho de Serbia a mantener Kosovo" revelando su incapacidad de ofrecer alguna alternativa salvo la de hacer llamamientos a bandas fascistas para atacar a los albanokosovares, en un intento de dividir a la clase trabajadora.

Los intereses del imperialismo

Durante cuarenta años, en la Yugoslavia de Tito, las diferentes repúblicas que la componían vivieron en paz y armonía sobre la base de un aumento del nivel de vida como consecuencia de una economía planificada. Pero con la crisis económica del régimen burocrático crecieron las tensiones entre las repúblicas.
El desmembramiento del cuerpo vivo de la ex Yugoslavia fue un crimen que respondió, por un lado, a los estrechos intereses de una burocracia estalinista que, deseosa de reforzar su poder y privilegios en el proceso de restauración capitalista, utilizó la cuestión nacional, aun a costa de dividir el país y alimentar el chovinismo más reaccionario en cada nacionalidad, y por otro lado a las aspiraciones del imperialismo occidental, especialmente el alemán, para aumentar su influencia tras el colapso del estalinismo.
Desde la invasión de la OTAN en 1999 Kosovo se ha convertido en un territorio bajo control militar extranjero. Kosovo sigue estando bajo administración de Naciones Unidas aunque en la práctica está bajo la jurisdicción militar de la OTAN. La secesión de Kosovo de Serbia reforzaría el control de la autoridad de los ocupantes, EEUU y la OTAN, porque en la práctica la independencia de Kosovo es una farsa.
El gobierno civil de la provincia está dirigido por el primer ministro, Hashim Thaci, ex dirigente del Ejército de Liberación de Kosovo, conocido por sus estrechas relaciones con sindicatos del crimen albaneses y europeos. A mediados de los noventa el ELK fue apoyado desde el exterior por la CIA y por los servicios de inteligencia alemanes. En el curso de la guerra de 1999, la OTAN apoyó directamente al ELK.
El ELK se creó como un grupo paramilitar a mediados de los noventa. Era una insurgencia financiada por Estados Unidos y la OTAN. Su objetivo era desestabilizar y, en última instancia, desintegrar Yugoslavia. El ELK mantiene amplias relaciones con Al Qaeda, que también estuvo implicada en su adiestramiento militar. Mercenarios muyaidines procedentes de muchos países han integrado las filas del ELK, que estuvo implicado tanto en actividades terroristas como en asesinatos políticos.
La militarización de Kosovo ha asegurado una zona de influencia estadounidense en Europa meridional, por donde transcurren rutas estratégicas de oleoductos y corredores de transporte que unen Europa occidental con el Mar Negro. Es también una zona de tráfico de heroína, por la que transcurren los barcos que enlazan Afganistán y Europa occidental.
Así, no es casualidad que en Kosovo el imperialismo haya instalado la base militar de Camp Bondsteel, cuya construcción ha generado extraordinarios beneficios a Halliburton (petrolera de EEUU) y Kellogg, Brown and Root (KBR), la mayor empresa constructora norteamericana, ambas pertenecientes al gigantesco entramado empresarial dirigido por Cheney. Camp Bondsteel está considerada la base militar mayor y más cara desde Vietnam, con más de 6.000 soldados estadounidenses. Está localizada cerca de oleoductos y corredores de energía vitales actualmente en construcción, como el oleoducto Trans-Balcanes, financiado por Estados Unidos. Como se ve, Camp Bondsteel no fue el producto de una "guerra justa" o humanitaria en defensa de los albanokosovares.

El derecho de autodeterminación como consigna reaccionaria

En 1999 muchas organizaciones en nombre de la izquierda y todo tipo de sectas apoyaron el bombardeo de Yugoslavia en nombre del "humanitarismo" y del  "derecho a la autoderminación" de los albanokosovares. No cabe duda de que la actuación de los paramilitares serbios provocó el desplazamiento de miles de albanokosovares, que sufrieron la represión. Pero en una cruel ironía, los bombardeos más intensos se llevaron a cabo en Kosovo. La mayoría de las víctimas de esos ataques fueron albanokosovares y los refugiados fueron utilizados como carne de cañón por la propaganda bélica de las potencias occidentales.
Evidentemente el régimen de Milosevic era un régimen reaccionario, que para evitar la contestación interna por la desastrosa y caótica situación económica culpaba a los albanokosovares de los problemas. Quería preservar sus intereses de camarilla y colocarse en una situación privilegiada en su carrera hacia el capitalismo. Pero tan cierto como esto es que ninguna de las partes en conflicto tenían un solo átomo de progresismo.
La cuestión nacional entendida desde una posición de clase e internacionalista puede ser un motor revolucionario. De no haber sido comprendida por Lenin y Trostky hubiese sido imposible llevar a cabo la unidad de la clase obrera bajo la Rusia zarista, que era literalmente una cárcel de los pueblos. Ahora bien, desprovista de un análisis de clase la cuestión nacional se puede convertir en un campo de minas abonado para las ideas más reaccionarias y una fuente de intrigas, maniobras de las que sólo la clase dominante y el imperialismo salen beneficiados.
Los marxistas históricamente siempre lucharon contra la división de los Balcanes en pequeños Estados que inevitablemente se convertirían en el instrumento de una u otra potencia imperialista como podemos confirmar en la actualidad. Luchaban contra la balcanización y por una federación socialista.
Tras la votación del Parlamento el pasado 17 de febrero el presidente, Jakup Krasniqi, dijo que a partir de ese momento "Kosovo era un estado democrático, libre e independiente". Pero ni la euforia del evento ni los fuegos de artificio cambian la cruda realidad: Kosovo es una de las regiones más subdesarrolladas de Europa. Su renta per cápita apenas llega a 1.500 euros al año. Son muchas las denuncias de corrupción y tráfico ilícito. Kosovo prácticamente no dispone de industrias propias y su modesto crecimiento económico -un 3% en 2006- es sostenido por pequeñas y medianas empresas, que apenas acceden a créditos, sin que haya habido hasta ahora importantes inversiones extranjeras. La tasa de paro es superior al 50% y 2 millones de habitantes dependen, en gran parte, de la ayuda financiera de familiares que residen en el exterior.
Así, a pesar de que la independencia de Kosovo es una farsa y sólo servirá de preludio para más conflictos, a pesar de que no resuelve ningún problema social, este es el supuesto modelo que defienden ERC o la portavoz del Gobierno Vasco, Miren Azcarate, para Catalunya o Euskal Herria, para los que el proceso de independencia de Kosovo supone "una lección sobre el modo de resolver de manera pacífica (¡) y democrática (¡) conflictos de identidad y pertenencia". Obviamente, tampoco compartimos las declaraciones ni las preocupaciones del ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Angel Moratinos, para el que "el reconocimiento de la independencia vulnera la legalidad internacional y ha provocado la ‘división' del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y de la Unión Europea" y ha hecho que la UE declare el proceso "un caso único". Para la burguesía europea, vasca, catalana, española, o boliviana, la independencia es un "derecho" que se puede aplicar si conviene a sus intereses de clase. La independencia bajo el capitalismo y tutelada por el  imperialismo americano no resolverá ninguno de los problemas fundamentales de la clase obrera en Kosovo.
Los marxistas defendemos el derecho de autodeterminación  vinculado a la lucha por la transformación socialista de la sociedad y a la unidad de la clase obrera a escala mundial. Esa es la única manera real y efectiva de combatir cualquier tipo de opresión nacional, un problema orgánicamente asociado a la existencia del capitalismo. La única salida para la clase obrera en Kosovo y de todas las demás nacionalidades de esta zona del planeta es la lucha unida por una verdadera Federación Socialista Balcánica. La otra alternativa es la que estamos viendo, la barbarie.


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