El gobierno de Passos Coelho se ha puesto en marcha a toda máquina para llevar a cabo los recortes más salvajes que en mucho tiempo ha conocido la historia de Portugal y hacer aplicadamente los deberes que la Troika le ha encomendado. Los mismos esquemas que vemos en otros países del sur de Europa se repiten de forma casi exacta: ataques a los funcionarios y pensionistas, subida del IVA al 23%, una contrarreforma laboral que abarata el despido a 12 días por año trabajado, recortes en educación y en sanidad…, la receta acabada que los capitalistas tienen a nivel internacional para cargar el peso de la crisis sobre los hombros de la clase trabajadora.

Desde abril de 2011, momento en el que se solicitó el rescate, hasta ahora el paro ha pasado del 12,6% a superar el 18%, siendo los jóvenes los más afectados con un 40% y ninguna expectativa de futuro. Los que tienen la suerte de trabajar, lo hacen con un salario medio que oscila entre los 700 y los 800 euros mensuales. Con esa mísera cantidad tienen que hacer frente a los “nuevos gastos”: no sólo los impuestos, que encarecen enormemente el coste de la vida, sino también el pago por los servicios más básicos. Por ejemplo, ahora visitar al médico de cabecera cuesta 5 euros y utilizar las urgencias 20.
En tan solo unos meses se ha retrocedido décadas, alcanzándose cifras tan alarmantes como las de la pobreza, que se ha extendido ya al 25% de la sociedad lusa. Situaciones desesperadas son cada vez más habituales, como recurrir a la caridad, o a los programas sociales para conseguir ropas y alimentos. En un país que apenas ronda los diez millones de habitantes se calcula que más de 10.000 niños pasan hambre y sólo consiguen comida gracias a algunos programas que hay en las escuelas, como el del Ayuntamiento de Elvas.

Contestación multitudinaria frente a los recortes

Los ataques se han sucedido de forma acelerada, y la experiencia colectiva de sufrirlos está reactivando a una velocidad también trepidante la memoria y las mejores tradiciones de lucha de la clase trabajadora portuguesa. El movimiento Que se lixe a Troika (Que le den a la troika), que nace tras la quinta evaluación de la Troika en septiembre de 2012, ha sido el cauce de expresión de todo el malestar acumulado. Su primer llamamiento el pasado 15 de septiembre obtuvo una respuesta multitudinaria en todo el país. Más de cuarenta ciudades de todo Portugal congregaron a un millón de manifestantes (un 10% de la población total) contra los recortes, en las que las principales consignas denunciaban la mal llamada democracia y pedían la huelga general ibérica. Así se daba el primer aviso serio al Gobierno de Passos Coelho con lo que era la manifestación más multitudinaria desde el Primero de Mayo del año 74, algo completamente histórico. Y el efecto de este golpe no se hizo esperar: a los pocos días el gobierno retiraba el plan de reducción salarial del 7% que había anunciado días antes. Aunque posteriormente el ataque se llevaba a cabo de una forma parcial, la conciencia de la propia fuerza que suponía esta primera pequeña victoria para los trabajadores sentaba un precedente muy peligroso, no solo en Portugal, sino en todo el sur de Europa.
Desde ese primer pistoletazo de salida, la chispa de la rebelión social ha ido prendiendo la  mecha rápidamente a lo largo de todo el país. La canción Grandôla Vila Morena, símbolo de la revolución del 74, es recuperada para la lucha actual y se convierte en el nuevo himno del movimiento contra los recortes en Portugal. Un pequeño detalle que tiene, sin embargo, un profundo significado que los manifestantes de las últimas movilizaciones relatan con naturalidad a los reporteros de la prensa extranjera cuando explican cómo sus padres lucharon contra la dictadura cuando cantaban esa canción y que ahora la lucha es contra otra dictadura, la dictadura del capital, y por eso hace falta otra revolución.
Con esta famosa canción se interrumpió recientemente a Passos Coelho en el parlamento, obligándole a callarse, y se canta ahora a cada palabra que dice un representante del gobierno en cualquier pueblo o ciudad del país por parte de espontáneos que quieren recordar a estos políticos de derechas el mensaje más importante de la canción: “O povo é quem mais ordena” (el pueblo es el que manda). El mismo mensaje que rezaban las pancartas de la segunda movilización multitudinaria convocada por el movimiento Que se lixe a Troika en todas la ciudades lusas, que tuvo lugar el pasado 2 de marzo coincidiendo con la séptima evaluación de la Troika, aglutinando a millón y medio de personas en todo el país y contando con la participación y simpatía de asociaciones militares como la Asociación de Oficiales de las Fuerzas Armadas.

Sentencia del Tribunal Constitucional

Sin lugar a dudas, el camino que lleva Portugal es muy similar al seguido por Grecia. Las perspectivas económicas son realmente malas y lo peor es que todos los recortes ya aplicados son insuficientes para alcanzar los objetivos de déficit que los capitalistas a nivel internacional exigen. Y es que el factor de la lucha de clases era algo con lo que no contaban y que ha entrado en escena por la puerta grande. De hecho, son evidentes las divisiones que dentro del aparato del Estado y entre los representantes de la burguesía ha suscitado este punto. Hay quien teme una respuesta social demasiado fuerte y por eso trata de calmar los ánimos. La reciente sentencia del Tribunal Constitucional que echaba atrás la supresión de las pagas extras de funcionarios y pensionistas portugueses lo refleja. La preocupación por una explosión social fuera de control también se refleja en las declaraciones de Mario Soares, expresidente del país e histórico dirigente del PS, que ya tuvo la experiencia directa de hacer frente a una situación revolucionaria, cuando advertía: “que el gobierno dimita ahora que el pueblo aún está tranquilo, que lo haga antes de que se enfurezca”. Sin embargo, puede ser que ya sea demasiado tarde, y que la caída del gobierno, una de las reivindicaciones del movimiento Que se lixe a Troika y de las más sentidas por la gente, lejos de apaciguar los ánimos diera más fuerza al movimiento en la calle, desembocando incluso en una situación revolucionaria.
Por eso también hay sectores de la burguesía que apuestan por continuar con los recortes pase lo que pase, evitando dar ninguna señal de debilidad. En esa línea está actuando el gobierno de Passos Coelho que ya ha anunciado que los 1.300 millones que iban a ahorrar con las pagas extras se sacarán de recortes en educación, sanidad y transportes y que habrá más despidos de funcionarios.
En cualquier caso el futuro que se atisba es el de un mayor enfrentamiento entre las clases, que no ha hecho más que empezar. El 25 de abril, aniversario de la Revolución de los Claveles, está convocada una movilización que se prevé multitudinaria, y en la que los jóvenes y los trabajadores portugueses harán un nuevo despliegue de fuerza y avanzarán en el camino de la recuperación de sus grandes tradiciones de lucha.


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