La realidad en la que la mayoría de la población vive es cada vez peor, sin beneficiarse de los supuestos “brotes verdes”. Las propias encuestas oficiales, como el barómetro del CIS de diciembre, indican que el 82% de la población percibe la situación económica como “mala o muy mala”. Seis millones de parados, dos millones de familias sin ningún tipo de ingresos, incremento de la precariedad laboral, reducción continua del poder adquisitivo de los salarios, incremento de los desahucios (del 7,3% el tercer trimestre)... El Estado español es el país de la OCDE en el que más han caído las rentas de las familias más pobres desde el inicio de la crisis (una merma del 12,9 por ciento anual según el informe de la OCDE) y en el que más se ha incrementado la desigualdad social.

Voluntad de cambio

La manifestación convocada por Podemos para el día 31 de enero en Madrid, la Marcha del Cambio, a pocos días de las elecciones en Grecia en las que Syriza podría ganar, tiene todas las condiciones para convertirse en un acontecimiento histórico y masivo. La situación social, económica y política que está soportando la mayoría de la gente desde el inicio de la crisis es insostenible. Para colmo, los capitalistas, que son los principales responsables de la crisis y los impulsores de esta pesadilla de recortes y desahucios sociales, han lanzado una brutal campaña de miedo contra Podemos, responsabilizando a esta formación de todos los males posibles. “Si gana Podemos será el caos”, no paran de gritar, como si el paro, la degradación de la sanidad y la enseñanza públicas, o privar a cientos de miles de familias del derecho a un techo digno, fuera responsabilidad de Podemos y no de quienes han  saqueado el patrimonio público para salvar a la banca y las grandes empresas.
La campaña contra Podemos tiene como principal adalid al PP y sus medios afines, pero cuenta también con el nada discreto apoyo de la dirección del PSOE. Y la indignación de muchos se multiplica cuando el gobierno del PP, tratando a la gente como si fuera imbécil, anuncia que “la crisis ya es historia”, como hizo Rajoy en tono solemne  las pasadas navidades. Sí, muchísima gente tiene muchísimas razones para salir a la calle el 31-E: para hacer pública nuestra indignación; para evidenciar de forma rotunda el aislamiento del PP y que no nos creemos sus mentiras; para defender a Podemos y a todos los movimientos sociales, colectivos y organizaciones de la izquierda que luchan y son hostigados desde el gobierno; para rechazar la campaña de miedo lanzada por los poderosos y dejar bien claro que la mayoría quiere un cambio social profundo y que ha llegado el momento de ponerlo en práctica.

Oportunidad histórica

Como señala Podemos en la Guía de Participación que explica los motivos de la Marcha del Cambio, estamos ante una oportunidad histórica para abrir una etapa en la que el protagonismo de la vida política esté en la calle y arrebatárselo a la minoría social avariciosa y privilegiada que está en el poder. ¡Completamente cierto!
En los últimos años hemos vivido un proceso ascendente de participación desde abajo, de lucha, de avance en la conciencia, de ganas de cambiar las cosas por parte de millones de personas. Esa corriente poderosa es la que está aupando a Podemos y la que proporciona la fuerza para poner punto y final a la pesadilla del gobierno del PP. Desde el inicio de la crisis la burguesía han hecho todo tipo de esfuerzos para lograr que el recambio del PP en el gobierno fuese una proceso realizado “en frío”, es decir, sin la presión de un movimiento por abajo y sin grandes expectativas de cambio social. Pero todos sus planes han ido fracasando uno tras otro, lo cual es un indicativo claro de una correlación de fuerzas muy favorable para los trabajadores y los oprimidos, los auténticos protagonistas de la rebelión social que estamos viviendo.
En el plano electoral, el repuesto socialdemócrata del PSOE está inmerso en una profunda crisis de credibilidad; las cúpulas sindicales de CCOO y UGT, empeñadas en una pestilente política de pactos y consensos con un gobierno moribundo, han demostrado reiteradamente su incapacidad de detener la movilización social. La extensión del apoyo de Podemos en Catalunya (primera fuerza electoral en las elecciones estatales en todas las encuestas) y en Euskal Herria (segunda fuerza tras el PNV y por delante de Bildu según el Euskobarómetro de diciembre) revelan que la estrategia de la burguesía española, catalana y vasca de cortar la protesta social con la cuestión nacional, tiene unos límites claros: hay una  mayoría social en las nacionalidades históricas que vinculan el derecho a decidir con la lucha social como parte de un todo, y las políticas y tácticas que tratan de separar los dos aspectos están pagando un precio cada vez más alto.

Sin justicia social no puede haber democracia

La llegada de Podemos a gobiernos municipales, autonómicos y al gobierno central sería, sin ningún género de dudas, un paso adelante en la lucha por acabar con los recortes y la creciente desigualdad social a la que nos aboca el sistema capitalista. Esto es posible, pero no está garantizado de antemano. No podemos subestimar la campaña de miedo que los capitalistas y sus medios de comunicación están lanzando para tratar de movilizar a los sectores sociales más atrasados y evitar una victoria del Podemos. La manera más eficaz de contrarrestar esta campaña es con la movilización, y en este sentido el 31-E es el camino a seguir. No menos importante es transmitir una posición de firmeza de que no vamos a tolerar las amenazas, ni tampoco los límites que los capitalistas querrán imponer a un futuro gobierno de Podemos. Lo que más motiva a la gente para votar a Podemos es la percepción de que representa una bandera limpia, ajena al pasteleo, a los pactos, a la sumisión a los banqueros y a los grandes empresarios. Cuanto más nítida quede esta percepción, más masivo será el apoyo electoral a Podemos.
Un gobierno de Podemos decidido a revertir todos los retrocesos de los últimos años, será un herramienta tremendamente poderosa para la transformación de la sociedad. Pero efectivamente, el gobierno es un medio, no un fin en sí mismo. La minoría de privilegiados, los banqueros, los grandes capitalistas, las grandes multinacionales, no renunciará a sus privilegios pasivamente y seguirá detentando el poder económico y las palancas del poder estatal, cuya cúpula está fundida con la burguesía por miles de lazos históricos, económicos y personales. La mayoría sólo podrá decidir realmente si está en posesión de la banca y de los grandes medios de producción, si remueve del poder a toda la casta de altos funcionarios al servicio de los ricos, si la economía y todos los mecanismos de poder político están en manos de la población bajo su control y gestión democrática. Ese es el camino que nos puede llevar a la democracia con justicia social: el socialismo.
¡No queremos gestionar la miseria, queremos un cambio real, queremos transformar la sociedad!


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