Se ha cumplido un año desde que miles de seguidores trumpistas se lanzaron al asalto del Capitolio. También desde que Biden –al frente de la Casa Blanca- prometió recoser las “heridas de un país dividido”, dar una salida social a la crisis y reflotar la posición de EEUU en la esfera internacional. Ninguna de sus promesas se ha cumplido.

Tres generales retirados del ejército publicaron a mediados de diciembre una carta en el Washington Post, señalando su temor a no poder contar con sectores de las Fuerzas Armadas para defender al Gobierno legítimo. "Sentimos escalofríos ante la idea de que un golpe pudiera tener éxito la próxima vez (…) cabe la posibilidad de un colapso militar que refleje la descomposición social y política". Una afirmación de este calibre da la medida de la profunda crisis que atraviesa la primera potencia mundial.

Estos mandos militares además, reconocen explícitamente que el asalto al Capitolio no fue una acción aislada y marginal por parte de un grupo de “frikis”, sino un golpe planeado por parte de la cúpula del Partido Republicano y contó con una fuerte complicidad en amplios sectores del aparato del Estado.

Trump ni se ha ido, ni se ha debilitado, al revés. Se ha hecho con el absoluto control del Partido Republicano, marginando a supuestos elementos moderados como Liz Cheney o Adam Kinzinger. Que este tipo de “halcones”(1), que defendían las torturas por ahogamiento en Guantánamo o que provienen del reaccionario Tea Party, sean hoy los moderados, dice mucho sobre el serio peligro que representa la reacción trumpista.

Estos dos congresistas, los únicos republicanos en el comité del Congreso que investiga el asalto al Capitolio que dejó 5 muertos y más de 150 heridos, han sido ahora reprendidos por su propio partido, señalando que participan en “una persecución liderada por los demócratas contra ciudadanos corrientes” y definiendo el asalto como un “discurso político legítimo”. Es la primera en la historia que el Partido Republicano reprende a dos congresistas, ¡y lo hace para justificar el intento de golpe!

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Trump ni se ha ido, ni se ha debilitado, al revés. Se ha hecho con el absoluto control del Partido Republicano. 


Las promesas de Biden de defender “la democracia” y hacer pagar a los responsables del asalto al Capitolio han quedado en papel mojado. Trump, su principal instigador, ni siquiera ha sido juzgado y los pocos que sí lo han sido, han recibido condenas ridículas.

Los hechos echan por tierra los argumentos de muchos comentaristas progres, y de otros que se autodenominan no se sabe muy bien por qué teóricos marxistas, que hace un año firmaron el RIP de Trump y despreciaron el asalto como una algarada sin más recorrido. La realidad ha desmentido este impresionismo de pacotilla.

El desastroso saldo de un año de Gobierno Biden

EEUU no solo acumula más de un millón de muertos por la covid19 (aunque los datos oficiales únicamente recogen 850.000), sino que la pandemia continúa haciendo estragos con 2.000 muertos diarios y las condiciones de vida de la población han sufrido un importante retroceso.

Para facilitar la vuelta rápida al trabajo y que los empresarios continúen enriqueciéndose, el Gobierno Biden ha aprobado reducir a la mitad el periodo de aislamiento recomendado para personas infectadas de 10 a 5 días. Los bonos y ayudas que se aprobaron al principio de la pandemia (moratorias de desahucios, ayudas fiscales extras por hijos etc.) han sido suprimidos. La inflación ha mermado enormemente el poder adquisitivo. El IPC alcanzó el pasado enero un espeluznante 7,5%, pero productos como la gasolina subían hasta un 39%. El coste de la vida se ha llevado por delante los tímidos aumentos salariales en algunas empresas y los trabajadores son hoy notoriamente más pobres que hace un año.

Este proceso de empobrecimiento y descomposición social se está viendo reflejado en la "Gran Renuncia" (Great Resignation). Más de cuatro millones y medio de trabajadores han abandonado sus puestos de trabajo, provocando una escasez de mano de obra y ofertas de empleo que no logran ser cubiertas. A pesar del regocijo entre algunos sectores “progresistas”, señalando esto como un punto de inflexión para la clase trabajadora, la realidad es mucho más sombría.

Muchas mujeres han abandonado sus trabajos para cuidar de los hijos ante los cierres de escuelas o la imposibilidad de asumir el coste de las guarderías (900 euros al mes de media). En otros casos, llenar el depósito de gasolina para ir al puesto de trabajo no sale a cuenta. Y también está el miedo a caer enfermo en un país sin sanidad pública que puede llevarte a la ruina económica, y donde el coste medio de un ingreso por Covid19 asciende a 20.000 euros.

Cualquier subida salarial o conquista de derechos laborales será fruto de la lucha, no de fenómenos como la "Gran Renuncia". Así lo estamos viendo con las huelgas de los últimos meses, como la de Kellogg´s, Frito- Lay, John Deere, la empresa de servicios sanitarios Kaiser, los empleados del Mercy Hospital de Búfalo, o los profesores de Chicago… muchas de ellas además en contra de las propias direcciones sindicales burocratizadas de la AFL-CIO. A pesar de las palabras de Biden sobre que se tienen que pagar mejores salarios o su rechazo hipócrita al despido de los 1.400 trabajadores de Kellogg’s en huelga, en los hechos ha permitido y alentado a la patronal para que continúe a la ofensiva.

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Con la Administración Biden la pandemia continúa haciendo estragos con 2.000 muertos diarios y sigue intensificándose el retroceso profundo de las condiciones de vida de la población. 


En este escenario, el famoso proyecto social Build Back Better (Reconstruir mejor) de Biden con el que iba a combatir la pobreza y la devastación social creciente, ha sido revisado a la baja fruto de la presión de los sectores más conservadores del Partido Demócrata, pasando de un presupuesto de 6 billones a 1,75 billones de dólares en diez años. Es decir 175.000 millones anuales y aún no está claro que pueda aprobarse como ya demuestra la oposición del senador demócrata Joe Manchin a que se establezca un permiso retribuido por maternidad de cuatro semanas (2).

“Somos el hazmerreír del mundo”: Trump vuelve a la carga con fuerza

Biden está haciendo de oro a la plutocracia. Según la revista Forbes, el 1 de enero de 2020 los multimillonarios estadounidenses acumulaban una riqueza colectiva de 3,4 billones de dólares. Para la misma fecha de 2022, su patrimonio ya alcanza los 5,3 billones de dólares. Lo mismo se puede decir de los beneficios obscenos de los grandes monopolios en la bolsa, que han batido récords en 2021.

Respecto a la política exterior, Biden ha reforzado el militarismo de Trump después de la derrota sufrida en Afganistán el pasado mes de septiembre. Su agenda para contener el avance de China es imperialista cien por cien, a pesar del lavado de cara que le han hecho muchos dirigentes de la izquierda reformista europea, presentándole como un amante de la paz mundial y la justicia social.

Estas son las condiciones objetivas que están dando alas al Führer de Nueva York. En este año Trump no ha perdido el tiempo, y ha aprovechado cada milímetro de terreno abonado por las políticas antisociales y racistas de Biden, para azuzar el sentimiento chovinista ante las derrotas y retrocesos del imperialismo norteamericano. Una estrategia que le está permitiendo agrupar, armar y preparar a su base social.

Pero no es solo Trump, es el Partido Republicano y sus gobernadores, implicados en una nueva ofensiva contra las mujeres, con prohibiciones del derecho al aborto en numerosos Estados; más restricciones en el derecho a voto de las minorías (3); o con la persecución y caza de personas migrantes en la frontera con México en estados como Texas, al tiempo que Biden sigue utilizando la legislación de Trump para expulsar a cientos de miles de ellas.

Las elecciones de medio mandato son la próxima cita para el magnate de Nueva York, y podrían suponer la pérdida para los demócratas de su precaria mayoría en el Senado. Trump es fiel a su palabra del 6 de enero de 2021, cuando afirmó que aquello era solo el principio. “Necesitamos una victoria aplastante. Una victoria que los demócratas no puedan robarse” dice ahora. Pero no seamos ingenuos. Ya ha demostrado que con las urnas de por medio o sin ellas, está dispuesto a movilizar su amplia base social a un nivel superior. Estas arengas a sus huestes, estos actos de reafirmar y preparar al ejército de la reacción para “lo que haga falta” se hacen a plena luz del día. Está aglutinando un ejército de extrema derecha más allá de las citas electorales. Un peligro que Biden y los demócratas son incapaces de conjurar.

La otra cara de la moneda y lo que necesitamos para derrotar al trumpismo

Sería estúpido y un completo error negar el avance del trumpismo y la amenaza que representa. Pero igual de negativo sería sacar la conclusión de que esto se debe al bajo nivel de conciencia de la clase trabajadora norteamericana o a una correlación de fuerzas negativa para la izquierda. La experiencia de la última década refuta este tipo de argumentos. El propio Trump fue derrotado en las elecciones tras un formidable movimiento de masas por el asesinato de George Floyd, el mayor desde los años 60.

Trump se presenta como una alternativa al desastre que se cierne sobre las capas medias arruinadas y sectores atrasados de la clase trabajadora blanca. Pero ¿por qué puede hacerlo? Por la impotencia de las políticas de Biden y del Partido Demócrata de cara a resolver la catástrofe social que se cierne sobre millones, y por la política seguidista y equivocada de dirigentes como Bernie Sanders y AOC (4), la llamada izquierda del Partido Demócrata, a esta agenda en beneficio del gran capital.

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Trump está aglutinando un ejército de extrema derecha "para lo que haga falta". Un peligro que Biden y los demócratas son incapaces de conjurar. 


Sanders señala que el Partido Demócrata está fallando, que “le ha dado la espalda a la clase trabajadora" y pide un “cambio de rumbo” que haga frente a los "poderosos intereses corporativos". Pero durante estos meses ha presidido el Comité de Presupuestos del Senado encargado de aprobar los planes económicos de Biden, buscando el consenso entre republicanos y demócratas. La propia AOC ha llegado a señalar que “nuestra agenda es la agenda de Biden”.

En vez organizar e impulsar la lucha de la clase obrera y de la juventud, y utilizar sus posiciones públicas para desenmascarar a Biden y al Partido Demócrata como un brazo ejecutor del gran capital, contribuyen a darle un barniz de izquierda, legitimando su palabrería social y sus políticas en interés de la banca y las grandes multinacionales norteamericanas. El Partido Demócrata es un partido capitalista, completamente comprometido con el sistema. Los intentos por transformarlo han fracaso completamente.

Por eso mismo es necesario ya, sin más dilación, plantear la necesidad de construir un auténtico Partido de la clase trabajadora y los oprimidos. La dirección de los Demócratas Socialistas de América (DSA), se están equivocando y mucho insistiendo en atarse al carro del Partido Demócrata. Que en los últimos años hayan crecido exponencialmente y que hoy tengan 4 representantes en el Congreso, 5 en el Senado, y más de 100 entre Congresos y Senados estatales y Ayuntamientos, demuestra el giro a la izquierda en la sociedad, pero también que si estas posiciones no se ponen al servicio de una política y una acción que desafie el orden capitalista, que sirvan para elevar el nivel de organización y de conciencia de los trabajadores impulsando la lucha por el socialismo, finalmente son absorbidas por el sistema como pólvora mojada.

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Los intentos de transformar el Partido Demócrara han fracaso completamente. Es necesario ya, sin más dilación, plantear la necesidad de construir un auténtico Partido de la clase trabajadora y los oprimidos. 


Existe una enorme rabia y malestar, y potencial para levantar un partido de izquierda de masas, combativo y anticapitalista. Así se ha visto con las huelgas por mejores salarios y condiciones laborales que han recorrido el país, con la formación de sindicatos en empresas como Starbucks a pesar de la oposición feroz de sus directivos y de la burocracia sindical; en las recientes manifestaciones masivas en Minneapolis ante un nuevo asesinato racista, o en el fracasado segundo intento de destitución de la concejala de la izquierda combativa Kshama Sawant en el Ayuntamiento de Seattle (5).

Trump puede volver a la Casa Blanca, pero de lo que no hay ninguna duda es de que EEUU se prepara para choques brutales entre las clases.

Notas:

1 Un apelativo para definir a los sectores más reaccionarios y nacionalistas del Partido Republicano, y cuya mejor representación son los Gobiernos de Reagan en los 80 y el Gobierno de Bush hijo a principios de los 2000.

2 La promesa inicial de Biden era establecer un permiso de maternidad de 12 semanas.

3 19 Estados han promulgado 34 legislaciones que limitan este derecho.

4 Alexandra Ocasio Cortez.

Victoria de Kshama Sawant en Seattle. ¡La clase dominante y el establisment derrotados de nuevo!


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