Hace unos días muchos de nosotros nos quedábamos sin palabras ante un escándalo de explotación infantil en Estados Unidos. La identificación de dos menores trabajando sin remuneración en un McDonald’s hasta las dos de la madrugada y a cargo de las freidoras, dio lugar a una investigación más amplia del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos. Esta investigación se resolvió con el descubrimiento de 305 niños empleados de forma ilegal en distintos restaurantes de la misma franquicia[1]. Pero esto, solo es la punta del iceberg.
Una legislación completamente reaccionaria
Aunque la mayoría de la gente lo desconoce, el trabajo infantil es legal en los EEUU. Está regulado, que no prohibido, por la ley Fair Labour Standards Acts de 1938. En ella se establece que niños de todas las edades pueden ser empleados en pequeños negocios enteramente familiares y pequeñas granjas. Entre los 14 y 16 años pueden trabajar en sectores no agrícolas, salvo la minería y la manufactura. Y para todos los menores de 18 existen determinados puestos de trabajo prohibidos, generalmente relacionados con el manejo directo o asistencial de maquinaria pesada, conducción de vehículos; fabricación y almacenamiento de explosivos, manejo de freidoras en hostelería, o en el subsuelo en minería y otros por el estilo[2].
Así mismo, se establecen una serie restricciones en cuanto al horario y número de horas que, en esencia, buscan proteger el derecho a la escolarización del menor.
Hacer América grande de nuevo pisando las cabezas de los niños trabajadores[3]
Sin embargo esta legislación muchas veces se convierte en papel mojado. Y es que, en el país donde los niños inmigrantes pueden acabar en jaulas de perro, no se tienen especiales escrúpulos con los jóvenes trabajadores.
Algunos datos son muy ilustrativos en este sentido: en 2016 el Instituto Nacional para la Salud y Seguridad Ocupacional estimaba en 160.000 los niños americanos que sufrían lesiones laborales… ¡cada año! —unas 54.800 de ellas requiriendo ingreso hospitalario en urgencias—2. Según la AFL-CIO en 2021 murieron 24 menores en accidentes laborales. Y desde el año 2015 el empleo ilegal de menores se ha multiplicado por un 283% alcanzándose un total de 3.876 casos reportados por las autoridades en 2022.
A pesar de esta realidad, parece que el grado de explotación infantil tradicional se queda corto para ciertos intereses y por ello la burguesía financiera ha iniciado una ofensiva por la legalización de estas prácticas.
Este marzo, por ejemplo, la Cámara de Representantes y el Senado aprobaron la autorización de ciertas operaciones mecanizadas en la industria de la madera a partir de los 16 años bajo supervisión paterna. Esta industria es la que tiene la tasa de mortalidad por accidente laboral más alta de USA. Con esto en mente, se comprende el retroceso tan grande que supone la reforma, evocando imágenes del siglo XIX.
En Iowa en 2022 se bajó la edad mínima para el personal de guarderías y se amplió el porcentaje de trabajadores menores en plantilla. Y este mes de marzo, se introdujeron nuevas modificaciones para autorizar el empleo de menores en trabajos peligrosos y para eliminar restricciones de jornada al trabajo infantil. Por mencionar algunas especialmente alarmantes, se permitirá a los menores trabajar en tareas de demolición, locales de striptease, y vendiendo alcohol o pirotecnia[4].
Arkansas ha aprobado en 2023 la eliminación de los requisitos de comprobación de edad y autorización parental. También se han incluido enmiendas y leyes que responden al mismo espíritu de las anteriores New Jersey, New Hampshire, Missouri, Minnesota, Nebraska, Ohio y Dakota del Sur. Además, en Maine y Virginia se ha introducido legislación que crea un sub-salario mínimo para el trabajo infantil.
Gran parte de esta legislación ha sido directamente redactada por think tanks conservadores, detrás de los cuales se encuentran industrias importantes como la de la madera o la hostelería; y cuya batalla política están liderando los conservadores Trumpistas. El resultado es que 10 estados han probado contrarreformas en este sentido desde 2022.
Los demócratas, en cambio, intentan dar una apariencia de oposición a estas políticas. Pero en la práctica son copartícipes de la infrafinanciación de las agencias de control, y con ello de la ausencia de medios humanos y materiales, para hacer cumplir una legislación ya de por sí laxa.
Y todos estos esfuerzos directos e indirectos, responden a un solo objetivo general: dar más protagonismo al trabajo infantil para cortocircuitar el salario mínimo y tirar por el suelo el precio de la mano de obra.
Bajo el capitalismo ningún derecho se puede dar por permanente
La derecha más reaccionaria está empleando el populismo más burdo para defender esta ofensiva contra los niños trabajadores. El argumentario defendido consiste en abanderar la “cultura del esfuerzo”, que tan machaconamente defienden los que vienen triunfaditos de casa, y evitar restricciones “innecesarias y anacrónicas” para que los jóvenes puedan trabajar y ahorrar, por ejemplo, ¡para pagar sus estudios! El planteamiento no puede ser más deplorable, empujar a los niños a trabajar para que puedan endeudarse con un crédito universitario más adelante.
El capitalismo está trayendo de vuelta condiciones laborales dickensianas que creíamos superadas para siempre. Pero, más allá de la bajeza moral de estos explotadores, existen causas objetivas que los empujan en esta dirección.
La Gran Recesión de 2008 generó una situación muy prolongada de estancamiento económico, que nunca se ha llegado resolver, y que más recientemente se ha intensificado por la inflación. Evidentemente, esto ha sido el combustible principal de la polarización social y las tensiones en la política interior de este país.
Tradicionalmente, el imperialismo americano habría podido compensar esto redoblando la explotación en el extranjero. Pero el poderío económico del pasado se extingue, y USA no deja de perder posiciones frente a China en el mercado mundial. Es más, no solo no puede comprar la paz social por vías imperialistas; necesita hundir las condiciones laborales de los norteamericanos para pelear por las posiciones que China le disputa.
Pero lo que se ha encontrado el capital norteamericano es una clase obrera joven, poderosa y dispuesta a dar batalla. En la última década hemos asistido a un boom de la lucha de sindical espectacular; y que nos ha llenado de entusiasmo a los revolucionarios de todo todos los países. Si inicialmente la punta de lanza fueron sectores poco tradicionales y desorganizados como el de la comida rápida, hoy día la clase obrera norteamericana es una de las más movilizadas del mundo con luchas muy recientes de docentes, ferroviarios, investigadores y, los últimos en unirse a la lucha, los guionistas de Hollywood.
A esto se une la escasez de mano de obra que se ha manifestado a través de “la gran renuncia”, o la huida en masa de trabajadores desde los sectores más precarios a otros con mejores condiciones laborales.
Ante estas circunstancias, la burguesía estadounidense apuesta ahora por abrir brecha entre el sector más indefenso de la clase obrera de los Estados Unidos. Estos son los jóvenes hijos de los trabajadores pobres, en un gran porcentaje inmigrantes menores no acompañados, que son especialmente vulnerables a los abusos descritos. Así, de nuevo en la historia, la burguesía recurre a la mano de obra infantil para sembrar el veneno racista y crear una subcategorías de trabajadores que le permita tirar por el suelo los salarios.
Estos acontecimientos nos recuerdan que el capitalismo no es reformable y es un alegato contra el programa de la nueva y la vieja socialdemocracia en todo el mundo. Si en la segunda mitad del siglo XX los trabajadores de Occidente conocimos unos estándares de bienestar inéditos, fue una excepción histórica, consecuencia de la ola revolucionaria que recorrió el mundo tras la Segunda Guerra Mundial y del fortalecimiento de la URSS. Una excepción, por cierto, que nunca experimentaron las masa trabajadores en el resto del mundo.
La única alternativa seria que nos queda para mantener nuestros derechos y conquistar otros nuevos es organizarnos en un movimiento independiente que rompa con las políticas capitalistas. Así podremos luchar por los intereses de la clase obrera sin hipotecas ni las manos atadas. Esta es la vía, romper con el Partido Demócrata en los Estados Unidos, y con la política de conciliación y paz de los socialdemócratas y los nuevos reformistas en los otros países. Oponer en su lugar un movimiento obrero organizado por y para sí mismo, armado con el programa del socialismo revolucionario.
¡Por la abolición del trabajo infantil!
¡Abajo el capitalismo!