Este septiembre se cumplen cuatro meses desde que la estabilidad financiera del todopoderoso Hollywood estallase por los aires. A la huelga de guionistas iniciada en mayo (la primera desde los cien días de huelga en 2007, cuyo impacto en la economía local se valora en 2.000 millones de dólares) se sumaron en julio los actores y actrices con unas reivindicaciones muy similares. Es la primera vez en sesenta años en la que coinciden en un conflicto laboral el combativo sindicato de guionistas Writers Guild of America (WGA) y el SAG-AFTRA (sindicato que aglutina a más de 160.000 actores de la industria del entretenimiento), en un momento marcado por la inestabilidad laboral de miles de trabajadores de ambos sectores. Supone, además, la primera gran huelga de la era de las plataformas de streaming y los contenidos bajo demanda.  

Un ejército de precarios detrás de la pantalla

La huelga doble de actores y guionistas ha provocado hasta ahora un coste cercano a los 5.000 millones de dólares en la economía del país, lo que supone una cifra aproximada de 150 millones semanales. Y es que la industria audiovisual es un monstruo de dimensiones descomunales. La Asociación Cinematográfica informa en su página web que esta industria paga anualmente más de 186.000 millones de dólares en salarios que afectan a 2.4 millones de personas, bien sean maquilladores, guionistas, directores, atrecistas… por no hablar de todas las empresas tales como caterings, tintorerías o alquiler de coches, que apoyan directamente a la industria cinematográfica y cuya actividad también se ve afectada por el paro. Pese a la atención mediática que rodea a las grandes estrellas de Hollywood, que también se están sumando a las movilizaciones, la huelga surge de esta clase trabajadora cada vez más precarizada, que salta de trabajo a trabajo y apenas puede cubrir necesidades básicas debido a la inflación. Los actores, para poder disfrutar de un seguro de salud, necesitan ganar 26.000 dólares al año. A esa cantidad tan solo llegan... ¡un 13% de los actores del sindicato! La realidad dista mucho del glamour de la alfombra roja.

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Las grandes estrellas de Hollywood, también se están sumando a las movilizaciones, pero la huelga surge de esta clase trabajadora cada vez más precarizada, que salta de trabajo a trabajo y apenas puede cubrir necesidades básicas debido a la inflación.

El paro laboral ha detenido las actividades de escritura, producción, rodaje y promoción de películas y series tanto dentro como fuera de EEUU, incluidos programas de televisión de carácter diario que llevan meses viéndose obligados a emitir reposiciones. En el centro del conflicto se encuentra la disputa por “los residuales”, es decir,  la cantidad de dinero que tanto guionistas como actores reciben cada vez que una película o serie en la que han participado se emite en televisión en abierto o en una plataforma de streaming.

El WGA exigía que el monto de residuales estuviera basado en el número de suscriptores a una plataforma en el extranjero. Para los servicios con menos de 20 millones, sería de 6.000 dólares por capítulo, y se irían a los 20.000 dólares para los servicios que contasen con más de 75 millones de abonados. La AMPTP (principal alianza de estudios de cine, cadenas y plataformas de streaming) respondió con una contraoferta de 1.000 dólares para los servicios pequeños y 8.000 para los más grandes. También se negaron a establecer cualquier tipo de porcentaje de residuales de acuerdo a la audiencia de la serie. Y es que, para ello, las plataformas de streaming deberían establecer parámetros de cualificación y revelar su secreto mejor guardado: la audiencia real de las series y las ganancias que verdaderamente generan.

El otro eje fundamental de la lucha consiste en acotar la utilización de los sistemas de inteligencia artificial. Tanto guionistas como actores exigen garantías para regular su uso y que el desarrollo de esta nueva tecnología no suponga un ataque directo a sus condiciones laborales. Emplear la IA para escribir historias o para sustituir a los actores mediante el uso del deepfake (replicar de manera artificial su imagen física, sus movimientos y su voz) permitiría a las plataformas prescindir cada vez de más trabajadores para la creación de contenidos. Los guionistas exigen transparencia para saber cuáles son las historias que alimentan a las máquinas. Los actores piden cobrar cada vez que su voz o su imagen sean utilizadas para entrenar a una IA y cada vez que un estudio las utilice en una producción, siempre bajo su consentimiento.

¿Dónde está el dinero? Lo tienen los CEO

Los principales actores de la industria (Netflix, Amazon, Apple, Disney) se encuentran en una constante batalla por la atracción de nuevos suscriptores que generen beneficios. Y, para ellos, la única opción es invertir constantemente en nuevas producciones. Para mantener la rueda en funcionamiento y minimizar las pérdidas, la única opción de estudios y plataformas es recortar el presupuesto de películas y series, despedir trabajadores y eliminar contenido de sus plataformas para dejar de pagar residuales. Esta despiadada lógica empresarial, perfectamente comprensible desde una perspectiva capitalista, esconde una realidad mucho más sencilla: mientras las plataformas alegan pérdidas para justificar sus ataques a los trabajadores, los CEO de las empresas amansan millones y contemplan beneficios récord.

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Mientras Bob Iger, CEO de Disney, aseguraba que la huelga llegaba en “el peor momento” para la compañía por la reducción de costes y les llamaba a ser “realistas” con sus demandas, no duda en embolsarse un sueldo de 27 millones de dólares anuales. 

La industria de los contenidos bajo demanda, que se disparó durante la pandemia, moverá más de 100.000 millones de dólares en 2025. En el mundo ya hay más de 850 millones de hogares suscritos a una plataforma. Mientras se hacen pasar por pobres, David Zaslav, consejero delegado de Warner Bros, ganó el año pasado 250 millones de dólares, lo que podría cubrir el sueldo anual, según convenio, de unos 10.000 guionistas. Mientras Bob Iger, CEO de Disney, aseguraba que la huelga llegaba en “el peor momento” para la compañía por la reducción de costes y les llamaba a ser “realistas” con sus demandas, no duda en embolsarse un sueldo de 27 millones de dólares anuales.

Esta panda de parásitos, dispuestos a llegar hasta donde haga falta con tal de mantener su margen de beneficios, no ha dudado en pasar a la ofensiva y tratar de desprestigiar a los trabajadores en huelga. Carol Lombardini, presidenta de la AMPTP, ha asegurado que no reanudarán negociaciones con los sindicatos hasta el fin de la huelga porque “eso no es lo que hace la gente civilizada”. Igualmente, acusaba al sindicato de haber elegido un camino que llevaría a miles de personas a dificultades económicas. El objetivo de estas declaraciones, evidentemente, no es otro que el de tratar de amedrentar a los trabajadores en una huelga que cuesta a la industria unos 30 millones de dólares al día.

Extender la lucha es el único camino

La huelga de Hollywood, símbolo de la prosperidad económica y cultural de EEUU durante el siglo XX, refleja la absoluta decadencia del país como superpotencia mundial. Ni siquiera para los trabajadores de la cultura, hasta ahora acomodados en una clase media, puede garantizar unos mínimos. Las huelgas y conflictos laborales (los trabajadores hoteleros representados por el Unite Here, los transportistas de Teamster, por poner dos ejemplos) sacuden a un país que ha dejado atrás la paz social tras varias décadas de ataques económicos. Para no retroceder en derechos, la unificación de los conflictos en una única lucha dotada de una perspectiva política es la única posibilidad de victoria.

El apoyo de los actores y su posterior unión a la lucha de los guionistas supuso un salto de gigante. Una huelga de actores no solo supone la detención inmediata de los rodajes de las producciones, sino que afecta directamente a su promoción y a la capacidad de películas y series para atraer público. Pero la lucha no debe quedarse ahí. El conflicto de la distribución de los residuales afecta directamente a la próxima negociación de convenios por parte del sindicato de directores (DGA), un gremio que lleva cuarenta años sin ir a huelga.

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Extender la lucha a todos los sectores de la industria es la única forma de hacer frente a un modo de producción en el que los propietarios de los grandes medios de producción audiovisual, obtienen obscenos beneficios a costa de sus trabajadores. 

Por otra parte, el año que viene finalizan los contratos de la AMPT con el sindicato de personal técnico (IATSE) y el sindicato de transportistas (TEAMSTER). Ambos sindicatos se han destacado por su solidaridad con la huelga de guionistas, negándose incluso a cruzar con sus camiones los pequeños piquetes apostados a la entrada de los estudios.

Extender la lucha a todos los sectores de la industria es la única forma de hacer frente a un modo de producción en el que una minoría de explotadores, propietarios de los grandes medios de producción audiovisual, obtienen obscenos beneficios a costa de sus trabajadores, extendiendo la precariedad y el desempleo. Además, el modelo de producción de las plataformas no afecta únicamente a los trabajadores, sino también a la calidad del contenido y, por ende, a los millones de espectadores que pagan por su visionado. Los algoritmos y las máquinas de IA reproducen constantemente esquemas que han probado tener éxito. Pero el arte no avanza gracias a esquemas, sino a las imperfecciones humanas, las probaturas, la búsqueda de riesgos. El verdadero arte no se satisface sobre modelos establecidos, sino que responde a una necesidad humana de expresarse social y emocionalmente. También por ello seguiremos en lucha.


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