Una vez más una masacre ha conmocionado al mundo. Miles de muertos, decenas de miles de refugiados, pueblos enteros desaparecidos, miseria, destrucción y sufrimiento. Imágenes que nos recuerdan a los desastres que sufren los pueblos del Tercer Mundo,Una vez más una masacre ha conmocionado al mundo. Miles de muertos, decenas de miles de refugiados, pueblos enteros desaparecidos, miseria, destrucción y sufrimiento. Imágenes que nos recuerdan a los desastres que sufren los pueblos del Tercer Mundo, países pobres sin recursos, que tienen que recurrir a la ayuda externa para paliar los efectos terribles de las catástrofes que les afectan periódicamente. La noticia desgraciadamente no tendría más trascendencia que ocupar durante unos días las portadas y las pantallas de los principales medios de comunicación, algún que otro telemaratón para recoger fondos, para después dejar en el olvido el sufrimiento de millones de personas. Pero en esta ocasión ha sido diferente, porque esta catástrofe y esas imágenes se producen en el país más desarrollado del planeta, la principal potencia económica e imperialista, el país que concentra la mayor parte de la riqueza mundial: EEUU.

Las escenas de sufrimiento, desesperanza e impotencia han revelado ante los ojos del mundo la verdadera naturaleza del capitalismo estadounidense y, más importante aún, lo ha revelado también ante los ojos de su propia población. Ha sacado a la luz la naturaleza real de su clase dominante, la negligencia de una administración que es capaz de transportar en pocos días miles de tropas y millones de toneladas de material bélico hasta el otro lado del planeta para llevar a cabo una guerra imperialista de ocupación contra la población iraquí y defender los intereses de un puñado de corporaciones capitalistas, pero que es incapaz de llevar agua, comida y medicinas al sur de su país permitiendo que miles de personas mueran literalmente de hambre y sed. El genocidio se ha trasladado ahora al interior de casa, y los causantes han sido los mismos: el gobierno Bush y los apologetas de la economía de libre mercado.

La mayor catástrofe

en la historia de EEUU

Misisipi, Alabama y Luisiana son tres de los estados más pobres de EEUU, con una tasa de pobreza del 17,9%, 15,1% y 16,9% respectivamente. Nueva Orleans (Luisiana) tiene una tasa de pobreza infantil del 40,5%. En algunas zonas las condiciones de vida se asemejan a las del Tercer Mundo. Cientos de miles de personas malvivían en chabolas de madera y caravanas que han sido arrastradas por el huracán. La pobreza se ceba sobre todo con la población negra que supone dos tercios de la población total y que en algunas zonas viven prácticamente en condiciones de apartheid.

El huracán no fue una sorpresa, días antes ya se sabía la gravedad de la situación y ni las autoridades locales ni las federales hicieron nada. El alcalde de Nueva Orleans se limitó a pedir que en los sermones de las iglesias del domingo se recomendara a la gente abandonar la ciudad, sin un plan de evacuación, ni medidas de emergencia. Ya se sabía que más de 100.000 personas no tenían ningún tipo de vehículo para poder abandonar la ciudad y muchos no tenían dinero para poder pagar un billete de autobús.

The Wall Street Journal, uno de los periódicos más derechistas y fervoroso seguidor de Bush publicó un artículo con un título que describe perfectamente cómo se hizo la evacuación: “La evacuación fue un modelo de eficacia, para los que tenían coche”. Dentro del caos, las diferencias de clase rápidamente se hicieron notar en el rescate. Gordon Russel del New Orleans Time-Picayune señalaba “el profundo contraste entre los que han llegado al restringido acceso del New Orleans Centre y el Hotel Hyatt, donde viven con relativo confort” vigilados por policías armados y rifles de asalto que echan a todo aquel que lleva buscando cobijo. Como relató un fotógrafo: “Mientras las masas, mayoritariamente los pobres, se hacinan en el Superdome, unos pocos bloques más allá los invitados del hotel comen paté y piernas de cordero”.

Primero la

propiedad privada,

después salvar vidas

Hasta cuatro días después de que el huracán Katrina arrasara la ciudad, no empezó a llegar ayuda a Nueva Orleans. En ese tiempo, la administración Bush intentó desviar la atención de su incompetencia culpando a las bandas armadas que supuestamente habían sumido a la ciudad en la anarquía. Durante el segundo día incluso se suspendió las operaciones de salvamento para centrar las fuerzas en la defensa de la propiedad privada: los soldados y la guardia nacional tenían órdenes de “disparar a matar”.

El periódico El País publicaba un artículo el 4 de septiembre titulado: “Canción triste en ‘Las Vegas del Sur”, como se conoce a la ciudad de Biloxi, el principal centro turístico de Misisipi. El artículo cuenta cómo el sábado aparecieron “dos inmensos camiones privados dispuestos a salvar los tesoros musicales [el corsé de Madonna, la capa de Elvis, etc.], mientras en Biloxi, a través de la radio, los vecinos inmovilizados ante la falta de gasolina, continuaban lanzando llamadas de auxilio”. Este incidente ilustra claramente el tipo de moral que defienden los capitalistas: sólo les importa la propiedad y el beneficio, aunque sea a costa de la vida de miles de personas.

El culpable no es el ‘Katrina’

Como es habitual ante cualquier masacre de este tipo, también ocurrió con el tsunami a finales del año pasado, los grandes medios de comunicación de la burguesía intentan hacer creer a la población que nada puede detener a la naturaleza. Es una especie de fatalismo que tiene la intención de que las personas se enfrenten a este sufrimiento con resignación. Es verdad que no se puede detener un huracán ni un terremoto, pero lo que es más cierto aún es que sí existe la tecnología para prevenir y mitigar los efectos destructores de este tipo de fenómenos naturales. De la misma forma que en el caso del tsunami se hubiera podido evitar la pérdida de decenas de miles de vidas simplemente instalando un detector de maremotos que vale unos pocos millones de dólares, en el caso de Nueva Orleans también se podría haber evitado simplemente reforzando los diques e instalando un sistema adecuado de bombas y generadores.

Desde hacía años el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, responsable del mantenimiento de los diques, venía advirtiendo de su mala situación y había pedido en repetidas ocasiones dinero para subir y fortalecer los diques, pero la respuesta del gobierno Bush fue reducir cada vez más su presupuesto, en los últimos tres años un 44,5%. ¿A dónde fue el dinero? Walter Maestri, jefe de la oficina de gestión de emergencias del sur de Luisiana respondió el año pasado en el mismo periódico: “Parece que el dinero se ha trasladado para la seguridad interior y la guerra de Iraq”.

El coste de reforzar y levantar los diques que protegían Nueva Orleans para que resistieran un huracán de fuerza 4 o 5 (los existentes se sabía que como mucho sólo resistirían un huracán de fuerza 3) era sólo de 250 millones de dólares, lo mismo que cuesta un día de guerra en Iraq.

Esta catástrofe también ha sacado a la luz el enorme coste social y económico que la guerra de Iraq está representando para los trabajadores estadounidenses. El gobierno exageró la “anarquía” reinante en Nueva Orleans para intentar ocultar que la lentitud de las operaciones de salvamento eran consecuencia de la falta de personal humano y equipamiento. En la actualidad el 40% de la guardia nacional de Misisipi y el 35% de Luisiana (en total 7.000 efectivos) están en Iraq. A principios de agosto la guardia nacional de Luisiana se había quejado por que su equipamiento se había enviado a Iraq (vehículos anfibios, generadores eléctricos, humvees, helicópteros...), un material imprescindible para llevar a cabo las tareas de rescate en caso de inundaciones u otro tipo de catástrofes naturales.

¿Y ahora qué?

El gobierno no se atreve a dar las cifras de muertos aunque ya reconoce que se contarán por miles, la Cruz Roja hizo un cálculo inicial de 45.000 muertos y el alcalde habla de 10.000, el gobierno de Bush demostrando una vez más su carácter democrático ha prohibido a los periodistas hacer fotografías a los muertos y no publica ninguna cifra de víctimas. Lo que sí ha hecho rápidamente la administración Bush es calcular las pérdidas económicas que superarán los 100.000 millones de dólares. La respuesta del Congreso fue aprobar un paquete de ayudas para la reconstrucción de 10.500 millones de dólares. ¿Y el resto? Bush lo dejó claro en su primera aparición ante las cámaras de televisión tras la catástrofe. Encargo a George Bush padre y a Clinton hacerse cargo de recoger dinero e hizo un llamamiento a los estadounidenses para que dieran donativos a las organizaciones de caridad como la Cruz Roja y entre otras la dirigida por Pat Robertson, el reverendo que ante las cámaras de televisión pidió que alguien asesinara a Chávez.

Según los datos aparecidos en la prensa actualmente hay casi 500.000 refugiados dispersos por todo el país alojados en albergues improvisados. A éstos habría que añadir los miles de refugiados en iglesias, hoteles, casas particulares, etc., Se trata de una catástrofe humanitaria sin precedentes para EEUU. Las grandes empresas han mostrado rápidamente su solidaridad con estas personas, empresas como Wal Mart, MacDonalds o UPS inmediatamente han ordenado que se dejen de pagar todas las nóminas de los trabajadores de estos estados, mostrando una vez más la máxima de que el beneficio es lo primero. Y el gobierno, confirmando una vez más su “preocupación” por los más pobres, anunció el sábado a través de su Secretaria de Trabajo, Elaine Chao, que el gobierno se gastará 60 millones de dólares en crear 10.000 puestos de trabajo temporales para los trabajadores evacuados de la región. Sólo en el área metropolitana de Nueva Orleans había 600.000 puestos de trabajo no agrícolas y prácticamente todos han desaparecido. ¡Mientras tanto, el gobierno estadounidense se gasta más de 200 millones diarios en la guerra de Iraq!

La realidad del

‘modelo americano’

El huracán Katrina ha demostrado lo que se esconde detrás de todas las mentiras que se dicen sobre la sociedad estadounidense y el “sueño americano”. Los medios de comunicación burgueses y los apologistas del sistema nos presentan una sociedad idílica donde hay una inmensa clase media que vive en bonitas casas, una población negra perfectamente integrada, los ejemplos son Colin Powell y Condoleeza Rice, y un largo etcétera de mentiras. La realidad es que la sociedad estadounidense, como ocurre en el resto de países capitalistas, es una sociedad con una profunda división de clase, gobernada por una clase dominante corrupta que nada en un lujo obsceno, mientras condena a millones de personas a la más absoluta pobreza.

Pocos días antes del huracán se publicaron los datos de la pobreza en EEUU. Según el Census Income and Poverty Release la pobreza ha aumentado por cuarto año consecutivo. En 2004 había 37 millones de pobres en EEUU (12,7% de la población), un millón más que el año anterior y seis millones más que hace cuatro años. Esta situación continuará agravándose debido a los recortes sociales que ha aplicado el gobierno Bush durante los últimos años y los que tiene proyectados para el próximo año. Esto ha llevado a que 45,8 millones de personas no tengan ningún tipo de cobertura sanitaria y esta cifra aumentará porque los nuevos recortes afectaran a los otros 79 millones de estadounidenses que dependen de los programas de ayuda federales para poder sobrevivir.

El único responsable

es el sistema capitalista.

¡Abajo el gobierno Bush!

La inmensa tragedia que actualmente están viviendo millones de personas en EEUU marcará un punto de inflexión en la conciencia de los jóvenes y trabajadores estadounidenses. Ahora es evidente que el saqueo de Iraq iba acompañado del saqueo a los propios trabajadores en casa. Antes de la catástrofe la oposición a la guerra de Iraq había ganado terreno y más del 53% de los norteamericanos no estaban de acuerdo con la política del gobierno Bush. Y esto sólo acaba de empezar. Muchos estadounidenses empiezan ya a relacionar el coste de la guerra con la situación social y económica que están padeciendo.

La oposición a la guerra y a la política antisocial del gobierno Bush irá en aumento. El próximo 24 de septiembre hay convocada una marcha en Washington es el día en Sheenan tiene previsto acampar frente a la Casa Blanca. Es muy probable que ambas jornadas movilicen a decenas de miles de jóvenes y trabajadores contra el gobierno reaccionario de Bush.

La clase dominante estadounidense es consciente de las implicaciones que tiene esta situación y no es casualidad. Como ocurrió después de las elecciones, que Bush saliera apelando a la “unidad nacional” e insistiendo que “no era el momento de hacer política” muestra el temor a la creciente polarización política del país. La clase dominante norteamericana pretenderá echar arena a los ojos de los trabajadores apelando a los sentimientos patrióticos ya la necesidad de cerrar filas para asistir a los damnificados. Mentiras y más mentiras, como hicieron hace dos años para justificar la intervención en Iraq. Pero dará igual. Katrina sólo será un catalizador de un proceso que ya se estaba desarrollando y que alcanzó su máxima expresión en las elecciones presidenciales que demostraron la gran fractura social que existía en el seno de la sociedad estadounidense.


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