La violencia policial extrema contra la población negra, que ha impulsado el levantamiento de Ferguson y la extensión de las movilizaciones al conjunto de la población estadounidense en cientos de ciudades, ha destapado la falsedad del discurso de los voceros de la clase dominante. La potencia capitalista más poderosa del globo lejos de recuperar la estabilidad, se hunde en la polarización social y las contradicciones de clase, preparando el terreno para estallidos sociales aún mayores a los que se han sucedido en las últimas semanas.

El asesinato de Michael Brown (un joven desarmado) a manos de la policía de Ferguson fue la gota que colmó el vaso para la población trabajadora negra, un sector especialmente golpeado por la crisis y sometido a duras condiciones de explotación. Lejos de tratarse un caso marginal, el caso de Ferguson es una realidad diaria a la que tienen que enfrentarse. Sus condiciones económicas los convierten en diana de la policía y el aparato del Estado. Hay otros casos emblemáticos como el de Eric Garner, un neoyorquino asfixiado por la policía, que ha dado voz con su consigna, I can’t breathe, a muchas de las manifestaciones que han salpicado toda la geografía de EEUU con furia. Pero la lista es larga y según uno de los dirigentes de las protestas en Ferguson, Tory Rusell, en EEUU cada 28 días muere un negro fruto de la violencia policial.

Desigualdad y pobreza creciente… pero la lucha también se fortalece

El alcance histórico de las movilizaciones tiene sus raíces en la desigualdad y la pobreza que se ha incrementado considerablemente desde el inicio de la crisis económica. Según el informe de Stanford Center on Poverty and Inequality, una organización católica, la pobreza en EEUU paso de afectar a un 12,5% de la población en 2007 a un 15% en 2012. En el país de las “oportunidades” hay más de 46 millones de pobres, y el porcentaje es mucho mayor entre la población hispana y negra, que en 2012 computaban un 25,6% y al 27% respectivamente. Mientras la clase trabajadora estadounidense ha visto hundirse sus condiciones de vida, la quinta parte más rica ha aumentado escandalosamente su patrimonio: si en 2007 acaparaba el 48,5% del PIB, en 2010 ya llegaba al 49,2%. Es sintomático que no se hayan publicado estadísticas a partir de 2012, que previsiblemente revelarán una polarización aún mayor.

Frente a esta situación la clase trabajadora en los EEUU, a pesar de que no posee un partido obrero a nivel estatal capaz de coordinar e impulsar sus demandas, se ha movilizado contundentemente. Cuando a principios de 2011 en Egipto los trabajadores encabezaron la revolución para acabar con Mubarak, en los EEUU salían a la calle contra los recortes en el sector público ocupando el consistorio en Wisconsin. Ambos movimientos estuvieron en contacto, haciendo saltar por los aires el veneno reaccionario de la división racial que la burguesía estadounidense ha tratado de sembrar en multitud de ocasiones. El movimiento Occupy Wall Street también reflejó el enorme potencial de lucha de la juventud golpeada por la crisis, y el papel central que en el combate contra el capital estadounidense puede jugar si se liga al movimiento de los trabajadores; de hecho, en aquellas fechas una huelga general paralizó uno de los mayores puertos comerciales del país, el de Oakland. Este movimiento ha sido seguido por otras acciones reivindicativas, como las históricas huelgas de los trabajadores de la comida rápida (Burguers y demás) que han inspirado un movimiento de rebeldía en este sector precario y de bajos salarios en todo el mundo.

Racismo: la marca de caín del capitalismo estadounidense

En el caso de Ferguson, las movilizaciones comenzaron este agosto tras el asesinato de Michael Brown y tuvieron como consecuencia la incorporación de nuevas capas de trabajadores a la lucha. Cheyenne Green, una trabajadora del sector de la comida rápida lo explica de forma muy sencilla: “Ninguno de nosotros era activista antes de la muerte de Brown, no sabíamos qué significaba. A veces acudía a un centro de alimentación para vagabundos pero de un modo irregular. Ahora me he dado cuenta de que mi pasión es unir a la comunidad para que sea solo una, que luche contra el sistema”*.

Pero ha sido a partir de la sentencia que deja en libertad a Darren Wilson, el policía que asesinó a Michael Brown, cuando las protestas se han extendido masivamente a otras zonas de EEUU. A la impunidad del policía, se añadió su desprecio por la víctima al declarar que volvería a hacer lo mismo. La respuesta en las calles fue virulenta y masiva con movilizaciones en más de 170 ciudades de 37 estados, en la que lucharon unidos jóvenes y trabajadores, blancos y negros.

A pesar de la represión contra el movimiento, con centenares de detenidos, el uso del FBI y la Guardia Nacional, y una campaña bochornosa de los medios de comunicación calificando las protestas de violentas, la movilización se ha fortalecido y ha tomado una dimensión estatal. Durante los últimos meses el activismo ha aumentado de forma considerable y se han creado nuevas organizaciones como Hands Up United, que agrupa a unos 50 colectivos y podría presentar una candidatura en las próximas elecciones en Ferguson.

El pasado 13 de diciembre el movimiento dio un paso más allá. Tomando los “días de la ira” de las revoluciones árabes como ejemplo, se organizaron marchas históricas en Nueva York y Washington que congregaron a decenas de miles de personas en cada una, con un carácter muy similar a las de los años 60 contra la segregación racial. Entre las reivindicaciones de estas manifestaciones se pedía el fin de la discriminación y el respeto a los derechos humanos, trabajo y techo, una educación pública gratuita y de calidad y el fin del negocio carcelero.** Durante los últimos días se han seguido sucediendo diferentes acciones, como la ocupación en Ferguson del Mall of América***. También se prepara en esta ciudad para el día 15 de enero una manifestación unificada por los derechos de latinos y negros, contra las deportaciones y la brutalidad policial.

La lucha contra el racismo exige una política de clase, revolucionaria y anticapitalista

Pese a los vanos intentos de los demócratas por dirigir la protesta y convertirla en algo inofensivo, como por ejemplo hizo el alcalde de Nueva York apoyando de forma oportunista la protesta y llamando a la calma, estos se han visto completamente sobrepasados. Las políticas de Obama durante estos años no han hecho sino corroborar a los ojos de miles de trabajadores que no vale que un presidente negro llegue a la Casa Blanca si defiende los intereses de los grandes capitalistas como ha hecho a lo largo de su mandato. Y defender a los grandes capitalistas supone mantener la situación de sobreexplotación de los negros y otras etnias que conviven en los EEUU para garantizar mano de obra barata a las empresas y dividir a la clase trabajadora en líneas raciales. La podrida moral racial de la clase dominante estadounidense, la marca de Caín del capitalismo de las “oportunidades”, ha impuesto su sello una vez más y Obama se ha tenido que postrar ante el hecho. Sus lamentos impotentes dejan aún más claro que la lucha contra el racismo exige una política de clase, revolucionaria y anticapitalista.

La unificación de la lucha con el resto de los trabajadores de otras etnias, y del conjunto de la clase obrera estadounidense está sembrando auténtico pavor en la burguesía. Las conclusiones que muchos de los participantes están sacando de estas movilizaciones son de un marcado carácter anticapitalista. En palabras de uno de los dirigentes de Hands Up United Tory Rusell: “Este no es sólo un problema negro, ni solo estadounidense. Es un problema mundial de la gente que se siente oprimida”.

El racismo está en el ADN del capitalismo y del aparato del estado en los EEUU. La lucha por los derechos civiles de los años 60 encierra valiosas lecciones sobre la imposibilidad de mantener el capitalismo y conseguir derechos reales para la clase trabajadora negra. La lucha por los derechos democráticos más elementales debe ir acompañada de la reivindicación de unas condiciones dignas de existencia tal y como se está poniendo de relieve en las manifestaciones.

El surgimiento de nuevas organizaciones en diferentes ciudades y estados a raíz de estas protestas, también refleja un nuevo estado de ánimo entre las masas y anticipa procesos mucho más profundos. De estas experiencias pueden surgir las condiciones para la creación de un partido obrero capaz de combatir a los demócratas y a los republicanos. Organizando y uniendo a los trabajadores de todas las razas y etnias, defendiendo un programa socialista que nacionalice las principales palancas de la economía y las ponga bajo el control de los trabajadores para luchar contra el desempleo masivo y la pobreza garantizando los servicios públicos, podremos conquistar los plenos derechos democráticos, la igualdad y la justicia real, y mandar al basurero la lacra del racismo, hijo legitimo del capitalismo norteamericano.

*http://internacional.elpais.com/internacional/2014/11/25/actualidad/1416878697_258756.html

* http://www.millionsmarchnyc.org/#!demands/cjg9

*http://www.myfoxtwincities.com/story/27677928/black-lives-matter-protest-fills-moa-chants-no-justice-no-peace#.VJYBZaxHKAQ.twitter


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