¡Todo el poder a los trabajadores y los campesinos! ¡Por el socialismo y la democracia obrera!
El golpe de estado organizado por la cúpula militar, la oligarquía capitalista y los partidos reaccionarios de Bolivia, con el apoyo activo del imperialismo norteamericano, está siendo rechazado por los trabajadores y campesinos bolivianos con una insurrección masiva y ejemplar.
Este levantamiento heroico, venciendo todas las dificultades, sólo puede ser comparado a otros episodios gloriosos protagonizados por el movimiento obrero en su lucha contra golpes militares o fascistas, como la resistencia al alzamiento franquista en 1936 durante la revolución española, la derrota del golpe de abril de 2002 en Venezuela o la propia revolución boliviana de 1952. Una lucha que forma parte de la rebelión que está sacudiendo América Latina, y que tanto en Bolivia como en Ecuador o en Chile muestra que el único camino para la clase obrera y los oprimidos es romper con el orden capitalista y emprender la transformación socialista de la sociedad.
Represión salvaje contra los trabajadores y campesinos, pero la insurrección resiste y se extiende
La respuesta del gobierno contrarrevolucionario está siendo la más brutal y sangrienta represión. En una semana las fuerzas militares y policiales han asesinado ya a 29 manifestantes mientras el Gobierno golpista ha aprobado una batería de medidas que significan el establecimiento de facto de una dictadura.
El gobierno presidido por la senadora de derechas Jeanine Añez, impuesto en una sesión del Congreso en la que únicamente participaron partidos promotores del golpe, no se ha quedado con los brazos cruzados. El pasado 15 de noviembre aprobó el decreto 4078, para “pacificar el país”, que autoriza el uso de armas de fuego a la policía y el ejército para reprimir las manifestaciones y, en su artículo 3, declara a los militares que participen en “operativos para el restablecimiento del orden interno y estabilidad pública (…) exentos de responsabilidad penal”. Además, el gobierno golpista ha creado un fondo especial de 34 millones de bolivianos (5 millones de dólares) para comprar armamento destinado a aplastar la rebelión obrera y popular
No es ninguna casualidad que el gabinete de Añez esté integrado por todo tipo de elementos reaccionarios, desde varios provenientes de la ultraderecha fascista a grandes empresarios y ex ministros de los gobiernos oligárquicos que entregaron los recursos del país a las multinacionales durante los primeros años del siglo XXI, y reprimieron violentamente las movilizaciones populares: “guerra del agua”, “guerra del gas”, ...
Tanto el Ministro de la Presidencia, Jerjes Justiniano, vinculado a las bandas fascistas (los autodenominados “comités cívicos”) de Santa Cruz de la Sierra y otras ciudades, como el Ministro del Interior, Arturo Murillo, no han tenido reparos en anunciar que están elaborando una lista negra de parlamentarios del Movimiento Al Socialismo (MAS), partido que ha gobernado Bolivia los últimos 14 años, activistas y dirigentes sociales a los que perseguirán por “sediciosos”. Murillo anunció que había “empezado la cacería” “¡Que comiencen a correr!” proclamó.
¡Licencia para matar trabajadores, campesinos y militantes de izquierda, esto es lo que significa la política de este gobierno contrarrevolucionario que cuenta con el apoyo incondicional de EEUU y el reconocimiento de la Unión Europea (UE)!
Pero la brutal represión del gobierno, los muertos con tiros en la nuca de Cochabamba, los cientos de heridos y detenidos no han logrado sofocar la protesta social. Al contrario: el látigo de la contrarrevolución está espoleando la revolución.
Inmediatamente después de que Evo Morales renunciase a la presidencia cediendo a las exigencias de la cúpula militar, y decidiese irse a México, contingentes de miles de campesinos y mineros se movilizaron en La Paz y la ciudad vecina de El Alto gritando “ahora sí, guerra civil”. Los maestros rurales han convocado a una resistencia popular permanente, al igual que los campesinos cocaleros del Trópico, quienes tras tomar masivamente la ciudad de Cochabamba enfrentan desde hace días la represión militar y policial
En El Alto (ciudad cercana al millón de habitantes, cuna de las insurrecciones de 2003 y 2005), asambleas de miles de vecinos aprobaban un paro y bloqueo indefinido y han tomado durante varios días la Planta de Senkata, principal suministro de gas de la capital La Paz. Las últimas informaciones dicen que el ejército ha desalojado a tiros a los manifestantes el martes 19 y hablan de 6 muertos, hasta el momento, y varias decenas de heridos.
El imperialismo y su respaldo activo al golpe
No es ningún accidente que este gobierno contrarrevolucionario haya sido reconocido inmediatamente por potencias imperialistas con intereses tan dispares como EEUU, la Unión Europea o el régimen de Putin, aunque éste último hace la cabriola de denunciar “diplomáticamente” el golpe al tiempo que reconocen al gobierno salido del mismo.
Tras fracasar su estrategia para Venezuela, al menos por el momento, la Casa Blanca tomó nota de la débil respuesta de Evo Morales a la ofensiva contrarrevolucionaria desatada tras las elecciones del 20 de octubre y aceleró sus planes golpistas en Bolivia. Con ello pretenden enviar un mensaje a todos los pueblos de Latinoamérica en un contexto de rebrote de la movilización revolucionaria en Chile, Ecuador, derrotas electorales de Macri en Argentina y del uribismo en Colombia, cuestionamiento creciente a Bolsonaro en Brasil...
Su objetivo es fortalecer la confianza y moral de las fuerzas contrarrevolucionarias en Venezuela y todos estos países, y dejar claro a sus rivales imperialistas chinos y rusos que están dispuestos a todo para retomar el control de lo que consideran su patio trasero.
Pero el tiro les está saliendo por la culata, alimentando aún más el sentimiento antiimperialista y la movilización de masas en Latinoamérica, así como el cuestionamiento a su política dentro de los propios EEUU, como muestra el apoyo a Bernie Sanders y las declaraciones de éste denunciando el golpe en Bolivia.
Un aspecto muy llamativo ha sido la actuación de los imperialistas chinos y rusos respecto al golpe en Bolivia. China hasta el momento no ha dicho nada y el régimen de Putin fue de los primeros en reconocer al gobierno de Áñez tras haber expresado previamente su condena al golpe. Ambas potencias han hecho buenos negocios y apoyado al gobierno de Evo mientras éste mantenía bajo control a las masas. En cuanto han visto que la derecha tomaba el poder, y más aún cuando han visto las orejas al lobo de una insurrección revolucionaria que podría poner en peligro sus inversiones en el país, no han dudado en reconocer al gobierno golpista y exigir a Evo que ayude a buscar una salida “negociada” con el gobierno asesino y la cúpula militar.
Esto deja en total evidencia a quienes alimentan ilusiones en la llamada “multipolaridad”, y en el papel de los regímenes de China y Rusia como “imperialistas buenos” que hacen de contrapeso al poder del “imperialismo malo” representado por EEUU.
Mención aparte merece el papel de los gobiernos de la UE, actuando como palanganeros del imperialismo estadounidense, como ya hicieron reconociendo al golpista Guaidó en Venezuela o apoyando las intervenciones imperialistas en Libia, Siria, Iraq o Afganistán.
Resulta escandaloso también que los gobiernos y partidos socialdemócratas europeos participen de esta estrategia imperialista. Desde el gobierno socialista de Portugal y Tsipras en Grecia, pasando por Pedro Sánchez y los dirigentes del PSOE, ninguno ha dicho esta boca es mía ante la masacre que está desatando la oligarquía boliviana y siguen reconociendo como legítimo su gobierno criminal.
También es muy elocuente que líderes de la nueva izquierda reformista, incluidos dirigentes de Podemos como Pablo Iglesias, que han estado en Bolivia y apoyado durante años al gobierno de Evo Morales, no estén levantando de forma clara y contundente su voz para denunciar el carácter dictatorial y asesino del gobierno de Áñez y el apoyo que recibe de la UE. No sólo se mantienen en un silencio atronador, no han movido un dedo para organizar movilizaciones masivas en el Estado español en solidaridad con los pueblos de Chile y Bolivia, no sea que esto incomode a su socio de Gobierno (el PSOE), y ponga trabas a la diplomacia española.
El papel de Evo Morales
En Bolivia y en toda América Latina, presenciamos un choque entre las clases como no se veía desde inicios del siglo XXI. Los jóvenes, campesinos y mineros que arriesgan sus vidas dispuestos a tumbar el golpe, lo están haciendo pese a que ningún dirigente del Movimiento al Socialismo (MAS) se ha atrevido a presentar un plan de lucha, ni antes ni después de la renuncia de Evo Morales. Al contrario: lo que ha habido ha sido una desbandada general y llamamientos a la conciliación.
Mientras los mineros y cocaleros empezaban a tomar las calles contra los golpistas, el vicepresidente Álvaro García Linera les llamaba a desmovilizarse y daba el golpe por “consumado”. El propio Evo, mientras denunciaba el golpe, decidía renunciar y huir a México, en lugar de encabezar la resistencia. Incluso ahora, plantea estar dispuesto a volver, pero llama a buscar “una salida negociada” con los golpistas... ¡con la mediación de la ONU, la Iglesia y la UE!
En 2008, la derrota de la tentativa golpista encabezada por la oligarquía de Santa Cruz y los estados vecinos deja también lecciones importantes para hoy. Entonces Evo aunque tampoco presentó un plan consecuente de lucha, la movilización masiva de los trabajadores de El Alto, Cochabamba, La Paz... que plantearon organizar marchas y milicias en solidaridad con la población pobre de Santa Cruz amenazada por los fascistas, reforzó y animó a ésta, abriendo una brecha decisiva donde la reacción menos lo esperaba.
En los barrios humildes de la propia Santa Cruz, trabajadores y campesinos organizaron comités, asambleas y movilizaciones contra el golpe, algo que según algunas informaciones está empezando a suceder también ahora. Aquello, unido a la fuerza mostrada por las masas obreras y populares en todo el país, fue determinante para que amplios sectores del ejército vacilasen y no apoyasen el golpe. La Casa Blanca y los golpistas a su servicio tuvieron que desistir de sus planes, temerosos de que una insurrección obrera triunfante empujase más lejos, o incluso superase, al gobierno del MAS. Ese sigue siendo su principal temor y la razón de que actúen tan brutalmente contra las movilizaciones de los trabajadores y campesinos en estos momentos.
La elección de Evo Morales a finales de 2005, con un 54% de los votos, fue resultado directo de las insurrecciones de 2003 y 2005. La movilización revolucionaria de la clase obrera, los campesinos pobres y todos los oprimidos de Bolivia era tan fuerte que obligó a Evo y el MAS a decretar la nacionalización de los hidrocarburos en 2006. Esta medida incrementó los ingresos del Estado y permitió impulsar programas sociales que mejoraron los niveles de vida.
La pobreza extrema pasó del 45,2% de la población en 2000 al 17,1% en 2017, según datos del Ministerio de Economía y Finanzas. Todo ello dio al MAS y Evo un apoyo social durante casi una década, superando el 60% en varias convocatorias electorales.
Pero Evo, Linera y los demás dirigentes del MAS, con todo el respaldo con el que contaban, desaprovecharon la oportunidad de transformar la sociedad boliviana de arriba a abajo, acabando con el dominio de la racista y reaccionaria oligarquía, de los monopolios que controlan la minería y la exportación de materias primas, y eligieron respetar el orden capitalista, buscando pactos con distintos sectores de la burguesía e incluso con los imperialistas.
La nacionalización de los hidrocarburos se limitó a este sector y no fue acompañada del control obrero. La tierra, los bancos, las grandes empresas dedicadas a la extracción minera y a la exportación permanecen en manos de los capitalistas. El Estado burgués nunca fue tocado. Los dirigentes del MAS buscaron ganarse a la cúpula militar, policial y a la burocracia estatal mejorando sus ingresos y dándoles prebendas y posiciones en empresas estatales. Un proceso que aceleró el clientelismo, la corrupción y el arribismo dentro de las filas del MAS.
Como resultado, Morales y sus colaboradores se convirtieron en rehenes de las presiones y maniobras de los militares y sus supuestos aliados burgueses, algo que se acentuó por los acuerdos con el imperialismo chino y ruso, e incluso con multinacionales de otros países, para la explotación del gas, del petróleo y otras materias primas minerales. Esta política permitió que afluyesen inversiones de multinacionales y mantener datos de crecimiento del PIB, que eran presentados por el gobierno y sectores de la izquierda reformista latinoamericana y europea como ejemplo de una “política inteligente” capaz de atraer a los empresarios en lugar de “ahuyentarlos con medidas radicales”.
La caída del gobierno del MAS
La realidad es que esos acuerdos con empresarios y multinacionales implicó una cesión abierta a sus pretensiones y alentó un enfrentamiento con la base social que había aupado a Morales. Tanto el llamado gasolinazo en 2011, que fue respondido con la convocatoria de huelgas y movilizaciones masivas por parte de la COB, como otras contrarreformas posteriores, fueron un aviso de lo que sucedería de seguir por este camino.
Evo Morales, lejos de sacar conclusiones, profundizó sus alianzas con sectores de la burguesía. Su gobierno suscribió acuerdos para realizar diferentes proyectos de explotación minera con multinacionales que provocaron protestas sociales El MAS apoyó en diferentes elecciones regionales y parlamentarias a políticos de derechas considerados aliados, excluyendo del partido a los sectores críticos. Y dentro de la Central Obrera Boliviana (COB) el gobierno apoyó a los sectores más burocráticos frente a los más combativos y críticos.
Al descontento creciente con estas políticas se unió al malestar causado por escándalos de corrupción, habituales en los partidos de la oligarquía boliviana, pero que ahora implicaban a dirigentes del MAS.
La caída en los precios de materias primas y la recesión internacional terminó por empeorar las cosas, impactando en el gasto social. Aunque Bolivia mantiene un crecimiento promedio alto (4,2%, en 2018), todos los ingresos han descendido: 68% los hidrocarburos, 29% las exportaciones agrícolas, 28% las manufacturas. Tan sólo las exportaciones a EEUU (tercer destino de las exportaciones bolivianas que representan un 15% del total) se redujeron en 2018 un 52%.
Como en otros países latinoamericanos, Evo Morales respondió a la contracción de la economía con recortes en la inversión pública y el gasto social, lo que significó un retroceso en las condiciones de vida de un amplio sector de la población. Estas razones explican la caída constante del apoyo al MAS en las últimas convocatorias electorales, hasta llegar a la actual coyuntura que ha sido aprovechada con audacia por el imperialismo, la oligarquía boliviana y la alta oficialidad militar —incluidos esos aliados burgueses de los que hablaba Morales— para desatar su venganza contra los oprimidos y sacar del gobierno a Evo.
Revolución y contrarrevolución
Cada concesión y muestra de debilidad de Morales, como su llamada a la OEA (el “ministerio de colonias” del imperialismo estadounidense, tal como decía el Che) para que actuase como árbitro tras los comicios del 20-O, o su ofrecimiento de convocar nuevas elecciones, ha dado alas a los golpistas para aumentar su audacia y su violencia. Lo mismo está ocurriendo ahora con sus declaraciones pidiendo tranquilidad a las masas y ofreciéndose para buscar un acuerdo. La debilidad siempre invita a la agresión
La conclusión es clara: no se puede gobernar para dos amos. O se está totalmente con los intereses obreros y populares, expropiando los bancos y a la oligarquía, y colocando los vastos recursos de Bolivia bajo control democrático de los trabajadores para cometer la transformación socialista de la sociedad… o la oligarquía aprovecha los puntos débiles y arremete para tomar todo bajo su control y dar una lección al pueblo que no pueda olvidar.
Si el bloque reaccionario ha podido avanzar y ejecutar el golpe ha sido debido a la política conciliadora de los dirigentes: la renuncia y salida del país del presidente y vicepresidente, la desbandada en las filas del MAS y la parálisis de la Central Obrera Boliviana (COB), dirigida por los sectores más dóciles y burocráticos en que se apoyó Evo.
Resulta bochornoso que los dirigentes de esta central sindical, que forjaron los mineros y trabajadores bolivianos en 1952 al calor de la revolución y que siempre ha sido de las más combativas del continente, se sumaran inicialmente la renuncia de Evo “para pacificar el país”. O que, ahora mismo, mientras el gobierno golpista lanza su masacre, llamen a “darse la mano oficialistas y opositores” y buscar un pacto social.
Una tarea imprescindible es que los sectores más consecuentes de la COB organicen la lucha contra esta costra burocrática para sustituir a estos dirigentes cobardes y comprados por líderes comprometidos y leales a las masas, restaurando las tradiciones democráticas y revolucionarias del sindicalismo boliviano para colocarlo al frente de la insurrección.
Comités de acción, autodefensa armada y huelga general hasta derrocar a la oligarquía golpista
La situación en Bolivia es la de una lucha decisiva entre revolución y contrarrevolución, con elementos de guerra civil, que definirá el futuro inmediato del país y tendrá consecuencias para todo el continente.
La consolidación del gobierno golpista y pro-imperialista, ya sea con Añez al frente o con cualquier otro de los dirigentes del golpe, sólo puede significar una pesadilla para las masas. El único modo de evitarlo es unificando todas las movilizaciones de protesta en una huelga general indefinida hasta derribar al gobierno golpista. Para ello hay que extender las asambleas obreras y populares que ya han surgido en El Alto, Cochabamba y otras ciudades a todo el país, y formar comités de acción en cada barrio, pueblo y centro de trabajo para organizar tanto esa huelga general como la defensa del pueblo contra la represión.
La primera tarea de estos comités de acción debe ser organizar milicias de autodefensa armada contra las bandas fascistas y la represión de los sectores más reaccionarios del ejército y la policía, siguiendo el ejemplo de la revolución de 1952.
Una huelga general indefinida donde todos los sectores claves de los trabajadores participen, daría cohesión nacional a todo el poder que han mostrado la clase obrera y el pueblo, debilitando y atemorizando a sectores de la reacción y abriendo brechas en su seno. Unido a esto es necesario hacer un llamamiento enérgico a la tropa y a la policía, organizar la formación de comités de soldados, y dividir las fuerzas represivas en líneas de clase separando a los soldados rasos y agentes de los altos mandos. Esto ya ocurrió en 1952, 1970 y en las insurrecciones de 2003 y 2005.
Informaciones que citan a fuentes militares hablan de tensiones crecientes entre el ejército y la policía, y de soldados confraternizando con manifestantes negándose a reprimir o retirándose ante el empuje de las masas, incluso de deserciones en El Alto y Cochabamba. No es casualidad que esto ocurra donde la insurrección está mostrando más fuerza y organización.
Para derrotar a la oligarquía, a la cúpula militar y los imperialistas es necesario que los comités se extiendan y coordinen por toda Bolivia, y levanten un programa socialista: por la nacionalización de la banca y las grandes empresas bajo el control democrático de la clase obrera. De esta manera sería posible satisfacer las reivindicaciones sociales, e incorporar a la lucha no sólo a quienes ya están buscando el camino para derrotar a los golpistas sino a aquellos trabajadores, campesinos y jóvenes que, descontentos con las políticas del MAS, puedan permanecer escépticos o confusos.
No se puede confiar en la cúpula burocratizada del MAS para derrotar el golpe y transformar la sociedad. Menos aún en el Estado, que es un estado burgués al servicio de la oligarquía y el imperialismo. Hay que destruir ese Estado y sustituirlo por un genuino Estado obrero revolucionario dirigido por delegados elegidos y revocables democráticamente por los trabajadores, los campesinos y todos los oprimidos, y que ponga toda la riqueza de Bolivia al servicio de los intereses de la mayoría de la población. Una salida revolucionaria semejante tendría un impacto tremendo en la conciencia de las masas del continente y abriría el camino a una América Latina socialista.
¡Sólo el pueblo salva al pueblo!
¡Organizar la huelga general indefinida hasta derrotar el golpe!
¡Por el socialismo en Bolivia y en América Latina!