Exegravercit_al_Zoacutecalo-28_dagost_zpsd3d489e5.jpgoriginalEste 2 de octubre se conmemoró el 45 aniversario de la cruenta respuesta del gobierno priísta de Gustavo Díaz Ordaz al movimiento juvenil más importante de la historia de nuestro país. Estudiar su historia y su significado es una tarea apremiante para los jóvenes que damos la batalla contra el gobierno de los capitalistas representados por Peña Nieto, quien se impusiera contra la voluntad de la mayoría del pueblo trabajador, de cara a estar en mejores condiciones para dar nuestra batalla. La mejor ofrenda para los caídos es prepararnos para vencer, es construir una organización que prepare la victoria.

Antecedentes: De la lucha de los dormitorios a la lucha de los médicos residentes

La lucha que la juventud mexicana desarrolló en 1968 fue de algún modo la síntesis de un proceso amplio de luchas locales durante la década anterior. El descontento que expresó 1968 derivaba de los ataques desarrollados durante esos años contra las condiciones de vida de los jóvenes y los trabajadores quienes poco o nada se beneficiaron del desarrollo económico, del llamado “milagro mexicano”. Los historiadores oficiales, afines al régimen de miseria, se han encargado de crear del pasado un hermoso recuerdo para con ello justificar el retorno del PRI a Los Pinos. Pero nada es más falso que ello. El descontento entre la juventud y la pérdida de confianza en el sistema no son un resultado espontaneo, sino producto de la experiencia acumulada durante algún tiempo. La lucha contra la imposición de Peña Nieto, por ejemplo, no era la lucha contra los medios por mal versar la información sino una lucha contra lo que para muchos jóvenes representa Peña Nieto y el PRI: Tlatelolco (1968), Halconazo (1971), La caída del sistema (1988), Aguas Blancas (1995), Acteal (1997), Atenco (2006), Oaxaca (2006), etc.

Así la lucha del 68, fue como hemos dicho producto de una serie de luchas locales desarrolladas en diversas zonas del país. Estas podría considerarse comienzan en 1956, cuando las autoridades del IPN impulsaron el desmantelamiento de los dormitorios, que habían sido habilitados en gradas y otros espacios para albergar a los estudiantes de escasos recursos provenientes del interior de la República, que desembocaría en una huelga luego reprimida por el ejército. Dos años después, en el contexto de la lucha magisterial y ferrocarrilera, en la Ciudad Universitaria se desarrolla una lucha contra el incremento de las tarifas del transporte público pues en aquellos años una crisis económica había afectado al país recayendo sobre la espalda de las familias trabajadoras.

En los años sesenta ese proceso de lucha dentro de las universidades, se extiende de mayor modo a todo el país. Los ejemplos abundan, desde la lucha por la Ley Orgánica de la Universidad Michoacana de San Nicolás y la lucha contra el gobernador Raúl Caballero Aburto por parte de los estudiantes de la Universidad de Guerrero, ambas en 1960, o bien la lucha por la democratización de la Universidad Autónoma de Sinaloa en 1967 son ejemplos palpables del ambiente que se vivía entre la juventud universitaria, provenientes en su mayoría de familias campesinas o trabajadoras. Más allá de los acontecimientos concretos, lo que destaca es el malestar generalizado entre la juventud estudiantil durante la década de los sesenta que echa abajo el mito del desarrollo social alcanzado en esos años.

Un aspecto que desde esos años se vislumbra entre los estudiantes más combativos es la necesidad de vincular sus luchas para estar en mejores condiciones para enfrentar las adversidades, rompiendo el aislamiento impuesto por cuestiones no solo geográficas sino principalmente políticas. Desde entonces existieron una serie de intentos por organizar a los estudiantes a nivel nacional, destaca por ejemplo el de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos fundada en 1963. Pero todos esos intentos fracasaron estrepitosamente ante la falta de una orientación adecuada de parte de sus dirigentes hacia la juventud así como la ausencia de un programa amplio que además de plantear las demandas concretas de la juventud fuera el reflejo de una concepción política más amplia que incluyera entre otras cosas la necesidad del vínculo de la juventud con la clase trabajadora y sus organizaciones. Esos aspectos aunque parecieran secundarios, tendrían un gran peso pues imponían una dinámica en donde la juventud se encontraba en desventaja al estar aislada de los oídos de sus aliados: los trabajadores del campo y la ciudad.

De la Ciudadela al CNH: Espontaneidad y organización del movimiento

Dice Engels que “a veces la historia hace uso de la casualidad” y eso es cierto para el caso no sólo del 68 sino incluso para el del 2012 con el estallido del #Yosoy132. En ambos procesos no existía un interés general premeditado entre la juventud para encabezar una lucha, sino que son resultado de acontecimientos que destapan el descontento acumulado al evidenciar de modo claro la podredumbre de la sociedad. Ello no significa, como suelen afirmar los apologetas de la burguesía, que la juventud es apática y desinteresada sino al contrario que aunque esa inquietud no se refleje cotidianamente existe y se desarrolla de forma contradictoria, expresándose en ciertos momentos. El desarrollo del movimiento #YoSoy132, es claro en este aspecto, pues las torpezas de Peña Nieto y su descaro al reivindicar la represión en San Salvador Atenco en 2006 son de algún modo elementos secundarios pero que sirvieron como mecha para la lucha juvenil más importante desde el 68.

Al igual que en la lucha del año anterior, la lucha de 1968 se desarrolló a partir de un acontecimiento “accidental” cuando el cuerpo de granaderos reprimió violenta y de forma desmedida a un grupo de jóvenes que se confrontaban. La respuesta del entonces Departamento del Distrito Federal y el Cuerpo de Granaderos fue no sólo el amedrentamiento de los jóvenes que ahí se encontraban, estudiantes de la Vocacional 2 y 5 así como de la Preparatoria Isaac Ochoterena, sino incluso la ocupación de la Vocacional 5 por parte del cuerpo de granaderos. Ello desató indignación no solo entre politécnicos sino entre la juventud en general que comenzó a impulsar movilizaciones y paros en sus instalaciones educativas.

El 26 de Julio, en aniversario del Asalto al Cuartel Moncada con lo que inició la revolución cubana, dos movilizaciones juveniles se unifican en el acto y se dirigen al zócalo de la ciudad. De nueva cuenta el cuerpo de granaderos reprime violentamente la manifestación, mediante el uso descarado de provocadores para justificar el uso de la fuerza. Entonces lo que parecía un problema menos, comienza a desarrollarse involucrando a más jóvenes al evidenciar el autoritarismo de las autoridades y la policía para solucionar las demandas planteadas. El día 27 ello se reflejó en el planteamiento de dos de las demandas que serían claves en el Pliego Petitorio: La renuncia de Luis Cueto y Raúl Mendiolea, jefe y subjefe de la policía del DF, así como la desaparición del Cuerpo de Granaderos.

La espontaneidad que hasta entonces había jugado un papel fundamental para desarrollar la lucha de la juventud, comienza a ser sustituida por una cada vez mayor organización del movimiento. Hasta entonces existían comités o asambleas en diversas escuelas, y sólo en el caso del Politécnico se había conformado un Comité Coordinador de Huelga, que el día 28 se reunirá con representantes de la UNAM, la Escuela de Agricultura de Chapingo y de la Escuela Normal, ese sería el germen del histórico Consejo Nacional de Huelga, formado el 2 de agosto. Lo anterior significó un paso gigantesco hacia adelante en el movimiento pues permitió una mayor coordinación de las acciones así como la propaganda sobre el Pliego Petitorio y las demandas del movimiento. Por ejemplo las famosas brigadas, pequeños grupos de estudiantes que recorrían mercados y colonias populares de la ciudad fueron resultado precisamente de los avances en términos organizativos del propio movimiento. Sin una distribución adecuada de tareas y una planificación más desarrollada, este tipo de tareas se hubieran vuelto difícilmente realizables. No tanto porque el ánimo no existiera, sino por ejemplo para tareas tan fundamentales como la elaboración central de volantes que evitara así mil posturas distintas hacia los trabajadores y amas de casa que denotara una desorganización del movimiento mismo.

El surgimiento del CNH como órgano central de organización del movimiento es un ejemplo para la lucha de los jóvenes hoy en día. El 1 de agosto una marcha de miles de jóvenes salía de Rectoría de la UNAM encabezada por el entonces Rector José Barrios Sierra. El recorrido planteado, de CU al Zócalo, fue modificado ante la posible presencia de provocadores en el centro de la ciudad. Ese cambio se desarrolló de forma casi espontanea, lo que generó cierto descontento entre algunos sectores que tenían en cuenta el planteamiento original del recorrido. Aunque tal cuestión no pasó a mayores, impuso al movimiento la necesidad de una mayor organización que coordinara aspectos como los recorridos para garantizar una mayor seguridad del movimiento pero sin llegar a la formación de un servicio de orden o comisión de seguridad encargada de resguardar los acuerdos del CNH así como la de las movilizaciones mismas. No es ninguna casualidad, por ejemplo, la provocación montada por Sócrates Campos Lemus el 27 de agosto en un mitin en el Zócalo quien pasándose por alto las instancias de organización del movimiento (asambleas, representantes y al CNH mismo) propusiera permanecer en el Zócalo hasta el 1 de septiembre para recibir, según él, el informe presidencial. En realidad existe una relación estrecha entre las formas que adquiere la organización, y el desarrollo de esta, con las debilidades que el Estado aprovecha para minar su capacidad de acción.

El desarrollo posterior del movimiento está estrechamente vinculado con los límites propios de una estructura organizativa formada al calor de los acontecimientos. Después de la formación del CNH se desarrollan una serie de movilizaciones magnificas, como la del 27 de agosto o la marcha del silencio del 13 de septiembre ambas con asistencia de miles de jóvenes y trabajadores. Pero la incapacidad de influir de forma decisiva en el movimiento obrero, atrayéndolo de forma organizada, fue sin duda la piedra de toque del mismo. Aunque el movimiento logró de forma significativa atraer el interés general de la población ello no se tradujo más que en algunas excepciones de manifestaciones de apoyo de sectores organizados de la clase trabajadora. Es cierto que amas de casa, padres de familia, trabajadores y empleados asistían a las movilizaciones pero siempre de forma individual. Ello implicó que el apoyo al movimiento se viera distorsionado, pues en lugar de organizar contingentes de trabajadores o empleados mostrando la fuerza e influencia del movimiento, estos sectores de dispersaban y difuminaban entre las masas juveniles. La clase trabajadora mexicana ha sido desde sus orígenes una clase sumamente solidaria, ejemplos como el de 1985 y la respuesta de cientos de trabajadores apoyando en las labores de rescate ante el colapso del Estado, hablan de este elemento. Pero los llamados claros a las organizaciones de izquierda, a los sindicatos y otras organizaciones de clase deben ser de forma clara con santo y seña de los planteamientos que a estas organizaciones se hacen rehuyendo de escusas o salidas fáciles para no hacer un llamado claro de estas organizaciones a la lucha de los jóvenes y los trabajadores.

Lo anterior, que para los marxistas es quizá la debilidad fundamental del movimiento juvenil de 1968, explica en parte mucho del desarrollo posterior del movimiento. Por supuesto que de ningún modo justificamos la masacre organizada por Díaz Ordaz y el PRI, el 2 de octubre de 1968, pero entendemos ello como un resultado de la correlación de fuerzas entre dos clases en pugna. Un caso que nos permite plantear lo anterior es el del Mayo Francés también desarrollado en 1968. El régimen de De Gaulle, poco se diferenciaba del mexicano, incluso con todos los matices posibles el autoritarismo en Francia era más exacerbado. Pero pese a ello el movimiento que comenzó en el sector estudiantil logró integrar rápidamente a sindicatos y partidos de izquierda, siendo particularmente significativo el del PCF y la Central General de Trabajadores, de la que el PCF era su principal dirección. Aunque también con algunos errores propios de la política del Partido Comunista, lo cierto es que la huelga general que se desarrolló durante la mayor parte del mes de mayo fue crucial para el desarrollo de los acontecimientos en Francia que derivarían en la renuncia del propio De Gaulle meses después. Incluso la declaración que el propio De Gaulle hacia al embajador norteamericano “Se acabó el juego. En pocos días, los comunistas estarán en el poder”, hablan de la situación que el movimiento había generado. Ello se debió a que precisamente la huelga que había comenzado en las universidades de París se había extendido no sólo a otras zonas de Francia, sino principalmente a que habían integrado a los trabajadores a su lucha. El ejemplo de los trabajadores de la Renault es claro en ese sentido.

El Estado es ante todo una herramienta de la burguesía para tratar de mantener su situación de privilegio, manteniendo las relaciones de explotación a los trabajadores. Los medios de comunicación, el ejército y la policía son sus principales para mantener el control de la situación y no dudarán en ningún momento en utilizarlas a menos que realmente se encuentren en un callejón sin salida. Sólo entonces la burguesía y sus representantes, Díaz Ordaz o Peña Nieto, cederán algunas concesiones al movimiento. El uso de la fuerza y la violencia del Estado no son para la burguesía una cuestión moral ni sentimental, sino una cuestión de poder. Acontecimientos como los de Tlatelolco en 1968, el Jueves de Corpus en 1971, los de Oaxaca o Atenco 2006 o el recién desalojo del magisterio del zócalo no son producto de la mala voluntad de un personaje, sino de un sistema que requiere la violencia para poder mantenerse en pie: el capitalismo. Por ello la alternativa de los jóvenes y los trabajadores para defender sus derechos, radica precisamente en integrar a su lucha a otros sectores movilizados, planteado claramente que los explotados somos la mayoría y que nuestra lucha es una sola. Pero para ello la formación de una organización, con fuerte arraigo entre trabajadores y jóvenes, que defienda una política adecuada y a la altura de las circunstancias es fundamental.

1968-2012: Las lecciones y las tareas de la juventud

El movimiento estudiantil y juvenil en México ha dado grandes ejemplos de lucha, desde la conquista de la Autonomía de la UNAM hasta la reciente lucha contra la imposición de Peña Nieto, solidarizándose en infinidad de ocasiones con el movimiento obrero. Pero a diferencia de este, y del movimiento estudiantil en otros países, en México hace falta una organización permanente donde se organicen los sectores más conscientes y desarrollados de la juventud mexicana. Una organización capaz de llevar hasta sus últimas consecuencias las luchas de la juventud, preparada para dar la batalla y en condiciones para preparar victorias para el movimiento.

La organización de la juventud, en especial de los estudiantes, es en estos momentos de crisis económica y ataques de los capitalistas es cada día más urgente. Los ataques que hemos visto se agudizaran y la ausencia de una organización nos pone en una seria desventaja ya no sólo para la organización de las manifestaciones, sino incluso para por ejemplo organizar la propaganda que sea capaz de echar abajo las mentiras reproducidas en los medios de comunicación de la burguesía. Esa es una tarea histórica para la juventud mexicana, no sólo porque significa saldar cuentas con el pasado sino sobre todo porque ello significara crear una herramienta inexistente para dar la batalla en defensa de nuestros derechos.

El Comité Estudiantil en Defensa de la Educación Pública ha defendido la bandera la de la construcción de una organización nacional de estudiantes de carácter permanente, a semejanza del Sindicato de Estudiantes del Estado español, reconociendo que esa es una tarea fundamental para preparar las futuras batallas. Sabemos que esta organización no puede ser improvisada sino que tiene que ser el resultado de la discusión cotidiana de los jóvenes de las tareas que impone el movimiento y las conclusiones que de él sacamos. Es decir que la única garantía de poder construir una organización sólida que pueda enfrentar los acontecimientos del presente es precisamente consolidándonos políticamente, planteando una política única mediante un programa que mientras refleja nuestras demandas también se planté el problema de fondo: la transformación de la sociedad.

Desde 1998 el CEDEP ha sido participe de las luchas más importantes de la juventud, desde la huelga de la UNAM hasta el movimiento #YoSoy132 defendiendo una política clasista y revolucionaria para los jóvenes proletarios. Nuestras conclusiones y nuestra política son resultado de un estudio minucioso de la lucha de los trabajadores así como de la participación activa en las luchas del pueblo trabajador. Por ello invitamos a los jóvenes a organizarse con nosotros para defender un programa de clase que nos permita integrar a más compañeros a nuestra lucha como garantía para dar pasos decisivos de cara al triunfo de nuestras demandas.

Hoy como en 1968 las tareas de los jóvenes son bastante amplias en especial por el carácter decadente del Estado, que ha demostrado ya infinidad de veces su descomposición y que por tanto hace más compleja la solución y la defensa de nuestros derecho. El uso de la fuerza de forma descarada contra el magisterio a la par que se libera a narcotraficantes como Caro Quintero, son muestra del vinculo estrecho entre la burguesía, la delincuencia y el gobierno de Peña Nieto. Por ello mismo la necesidad de una mayor organización que permita afrontar adecuadamente las tareas que el tiempo nos impone.

Muchas veces la burguesía y sus caretas han tratado de presentarnos como apáticos e inconscientes, cuando no somos participes de sus faenas, pero en momentos como los actuales cuando demostramos que siempre hemos estado atentos a sus engaños nos acusan de rebeldes y anárquicos, pese a que son ellos los que se han encargado de desdibujarnos un futuro digno en la sociedad actual. Los jóvenes hemos demostrado no solo nuestras aptitudes sino también nuestro interés por la sociedad en la que vivimos, la lucha del año anterior es un ejemplo vivo de ello. Pero además podemos ser el germen de una sociedad en donde la falta de oportunidades, salarios de hambre o la miseria sean un recuerdo de los anales de la historia. Ello solo podrá cumplirse organizando cada vez más nuestras batallas, demostrando nuestra capacidad de disciplina revolucionaria a la vez que mostramos nuestra creatividad para combatir. Es decir ello sólo podrá ser posible cuando echemos los cimientos de una sociedad distinta, enraizada en una organización juvenil revolucionaria que enarbole todas las demandas de la juventud a la par que sostiene la bandera de una sociedad distinta: la bandera del socialismo internacional.


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