En la mañana del 22 de marzo la ciudad de Bruselas sufría un salvaje atentado terrorista en su aeropuerto y en una de sus estaciones de Metro, que ha causado 31 muertos y más de 300 heridos. La barbarie volvía a golpear Europa, con imágenes dantescas y caóticas en el centro de una de sus principales capitales. Rápidamente el atentado era reivindicado por el Estado Islámico (EI), ese conglomerado de fanáticos fascistas y criminales mafiosos que se mueven y sobreviven haciendo negocios y financiándose a costa de los distintos equilibrios de poder existentes entre las diferentes potencias imperialistas que se enfrentan en Siria y en todo Oriente Próximo.

Ahora, igual que tras los atentados de París, volvemos a ver a los líderes mundiales, analistas y medios de comunicación burgueses, llenarse la boca de muestras de solidaridad y llorar lágrimas de cocodrilo respecto a una situación generada por sus propias guerras imperialistas y por su lucha sin cuartel por el control de Oriente Próximo. A su vez, aprovechan para exigir más medidas de seguridad que se traduzcan en una restricción de nuestros derechos democráticos, y cargan las culpas de los atentados, directa o indirectamente, sobre los refugiados y los inmigrantes. ¡Qué cinismo!! ¡¡Qué vergüenza!!

Estado Islámico y el negocio de la guerra

La realidad es que esta barbarie, igual que la que cada día se vive en Siria o Iraq, tiene una clara y sencilla explicación. Lenin ante la afirmación genérica de que la guerra es terrible respondió lacónicamente: “sí, terriblemente lucrativa”. Nosotros podemos responder hoy con esta misma afirmación. No hay que olvidar que en Siria no nos encontramos ante un simple conflicto interno, una guerra civil, sino en el escenario donde se enfrentan las diferentes potencias imperialistas y sus respectivos aliados regionales, que no han dudado en convertir en tierra quemada un país entero creando las condiciones para el avance de la barbarie extrema que representa el Estado Islámico.

De hecho, tal y como ya ha quedado acreditado públicamente, el Estado Islámico ha sido armado y financiado directa o indirectamente por EEUU y diversas potencias europeas, por el Gobierno turco de Erdogan, y por las monarquías del golfo, principalmente Arabia Saudí. Los líderes europeos y mundiales, que ahora lloran la tragedia vivida en Bruselas, son responsables con sus políticas y alianzas del caos que estamos viviendo, ya sea en París o Bruselas, o en Siria o Iraq

Si realmente quieren cortar la financiación del Estado Islámico y combatirlo, no hay más que seguir el rastro del dinero, y centrarse en controlar y conocer la circulación de capitales, un mundo de total opacidad y de grandes negocios y beneficios, donde se toman las verdaderas decisiones que rigen nuestros destinos. Está claro que esta formación yihadista tiene buenos interlocutores en occidente a la hora de vender petróleo y de comprar armas, y por tanto no es una oscura fuerza anónima imposible de conocer y combatir. ¿Por qué no se habla de esto? ¿Por qué no se develan los negocios de la guerra? ¿Por qué nadie cita las armas y municiones vendidas por el Estado español a Arabia Saudí, financiador del EI y otros grupos fundamentalistas?

Los refugiados huyen del EI… pero el Gobierno turco lo arma y financia

¡No al acuerdo de la vergüenza!

Tras los atentados criminales de Bruselas, las autoridades europeas aprovechan para cargar contra los refugiados o contra los inmigrantes. La extrema derecha actúa como la avanzadilla de ese discurso xenófobo y racista que trata de desviar la atención y ocultar las auténticas responsabilidades de los gobiernos occidentales y la burguesía europea. La llamada “derecha civilizada” y la socialdemocracia se hacen eco de dicho discurso para tratar de avanzar en la agenda reaccionaria que tiene en el punto de mira los derechos democráticos de todos, y que tiene por objetivo criminalizar cualquier protesta social contra los recortes y ataques que estamos sufriendo de nuestros gobiernos, garantizando así los privilegios de las elites económicas.

Al tiempo que se producía este terrible atentado en Bruselas, en las costas de Grecia comenzaba a aplicarse el vergonzoso acuerdo entre la UE y Turquía para deportar masivamente a los refugiados, saltándose cualquier legislación humanitaria internacional, y haciéndolo en el más absoluto oscurantismo. El escándalo llega al punto de expulsar al personal de las ONGs y de las diversas organizaciones humanitarias presentes en el terreno, para evitar así que haya testigos de esta barbarie legitimada y ejecutada por los civilizados gobiernos europeos, incluido el Gobierno de Tsipras en Grecia. El infame pacto supondrá que el régimen dictatorial de Erdogan obtendrá miles de millones de euros de los gobiernos europeos para internar a los refugiados en campos de concentración, sin que haya además garantías de que dichos recursos no acaben en manos del EI a través del tráfico de petróleo o de armas.

Miles de refugiados son hacinados en centros de detención, realmente auténticos campos de concentración; otros son embarcados igual de hacinados en ferries que les devuelven a Turquía donde les espera un futuro incierto bajo un Gobierno dictatorial y brutal que actúa con saña y sin ningún reparo contra su propia población, incluso recurriendo al asesinato político de opositores de izquierda (más de 2.000 en los últimos años). ¿Por qué EEUU, la UE y los Gobiernos europeos no apoyan a los activistas que luchan hoy en las calles de las ciudades turcas contra este régimen dictatorial? ¿Por qué no denuncian la ejecución y encarcelamiento de periodistas por publicar informaciones precisas sobre las relaciones y negocios del Gobierno de Erdogan con EI? ¿Por qué no denuncian y condenan al régimen turco por combatir a los kurdos, que se enfrentan día a día con las armas en la mano a los fanáticos del EI?

¡Socialismo o barbarie!

Los terribles atentados de Bruselas se toman como excusa para golpear nuestros derechos democráticos y los derechos de nuestros hermanos de clase, los miles de refugiados e inmigrantes que huyendo de la barbarie y la guerra buscan un futuro mejor en Europa. Los propios refugiados son víctimas de dichos fanatismo fundamentalista, huyen del EI, y huyen de los constantes atentados y matanzas que los diferentes grupos fundamentalistas perpetran día a día principalmente en el mundo árabe. Recientemente un estudio señalaba que casi el 90% de las víctimas del terrorismo yihadista son árabes y sufren sus consecuencias en países árabes. Por eso, cuando las masas se levantaron hace 5 años en Egipto, Túnez, Siria, Libia y otros países de la zona, dicho fundamentalismo salió a escena, pero no jugó papel alguno en las huelgas, manifestaciones e insurrecciones que protagonizaron millones de jóvenes y trabajadores. Su papel fue actuar como fuerza contrarrevolucionaria a las órdenes de las potencias imperialistas y los diferentes regímenes árabes para reprimir y aplastar los movimiento insurreccionales de la población. Los integristas yihadistas han sido desde hace años los sicarios de las potenciales occidentales contra el movimiento revolucionario del pueblo árabe.

Nuestra lucha contra los recortes y planes de ajuste de nuestros gobiernos aquí en Europa es la misma que la de las masas árabes durante las insurrecciones de la “primavera árabe”, contra la carestía de la vida, por salarios y empleos dignos, por una educación y sanidad públicas y en defensa de nuestros derechos democráticos. Es un mismo combate contra los negocios y el poder de élites, banqueros y multinacionales, tanto árabes, europeos como norteamericanos, que sí actúan conjuntamente y coordinados, apoyándose en la barbarie incluso del EI, cuando ven peligrar su privilegios y cuando ven tambalearse su dominio como clase.

La solución a la guerra en Siria, al drama de los refugiados en las costas griegas, o a los atentados terroristas indiscriminados sufridos en ciudades como París o ahora Bruselas, no vendrá de estos mismos gobiernos que actúan contra los intereses de la mayoría de la población, y qué cínicamente lloran a las víctimas de esta nueva masacre. Solo el movimiento de masas, la organización de los trabajadores y jóvenes europeos, hombro con hombro con nuestros hermanos de clase sirios, iraquíes, egipcios o tunecinos, levantando la bandera del socialismo internacionalista, puede acabar con esta barbarie.


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