Después del 28 de Julio y con la proclamación del Consejo Nacional Electoral (CNE) a Nicolás Maduro como ganador de las elecciones a la presidencia de Venezuela bajo controversias y un escepticismo popular, el llamado inmediato de González Urrutia y María Corina Machado (MCM) a tomar las calles, emplazando a la oficialidad del ejército a intervenir, afirmando haber ganado con un 70% de apoyo, provocaron que amplios sectores de la población que están indignados con las políticas del gobierno de atacar los derechos de los trabajadores y favorecer a los empresarios acatasen la convocatoria de protestar.

A diferencia de anteriores ocasiones en que la oposición de derechas incendió las calles, esta vez las protestas, aunque se presentaron por todo el país, no se concentraron en las urbanizaciones de la próspera clase media. En las manifestaciones destacaba la presencia de jóvenes de las capas más empobrecidas y desesperadas. Según fuentes de organismos de derechos humanos hubo 25 muertos y miles de detenidos - adolecentes, mujeres, trabajadores- por los organismos de seguridad, que reprimieron sin mediar palabras.

El pueblo buscó una salida desesperada a la miseria y a cambio es reprimido

La protesta en barrios y sectores que históricamente apoyaron a Chávez, surgieron por la rabia acumulada en el pueblo, contra la desidia y ataques burocráticos que están viviendo, la burla permanente de falsas promesas, la liquidación de derechos históricos y conquistas que se consiguieron durante los gobiernos de Chávez, la imposición  frente a los derechos democráticos, la falta de una dirección revolucionaria y la más aberrante corrupción de la burocracia.

Todo esto arroja cada vez más a sectores muy amplios de las masas populares a las manos de la demagogia de la ultraderecha. Durante la campaña electoral, oligarcas reaccionarios al servicio del imperialismo estadounidense como María Corina Machado y Edmundo González Urrutia celebraron mítines masivos en lugares donde hace pocos años habrían sido abucheados y expulsados a pedradas, es decir, en lo que antes eran bastiones chavistas y que hoy se han convertido en lugares donde hierve el descontento con las políticas del Gobierno.

Como cualquier gobierno de derechas, la burocracia oficialista para controlar el malestar del pueblo humilde y los probables resultados electorales adversos, utilizo el aparato del estado (jueces, CNE, Fiscalía, parlamento y leyes), y al alto mando militar, justificándose sobre los focos de agresión fascista y de delincuencia organizada muy bien identificados.

Mientras el gobierno de Nicolás Maduro, según él mismo ha explicado, pactó con una marioneta del imperialismo como Edmundo González que se fuese del país a cambio de retirarle cualquier acusación y hasta le facilitó los salvoconductos necesarios,  miles de jóvenes que lo único que hicieron fue protestar porque están cansados y frustrados, hartos de oír hablar de un bienestar que solo llega a unos pocos capitalistas y a las capas superiores de las clase medias, mientras en los barrios obreros y populares la gente tiene que rebuscarse y hacer de todo para sobrevivir al igual que los hombres y mujeres que  a pesar de haber vivido también el proceso bolivariano y sentirlo como una alternativa de cambio social y hoy verse defraudados, se encuentran encarcelados por participar en las protestas, sufren condiciones inhumanas, mal alimentados, a riesgo de enfermedades y con procedimiento judiciales irregulares sin derecho a tener una defensa privada y hasta condenados a prisión por más de 10 años.

Esto llena de mayor indignación si lo comparamos con el trato recibido por dirigentes de la ultraderecha que organizaron golpes y ataques fascistas y, a cambio de cambiar su discurso o, simplemente, porque tienen contactos en la burocracia, han sido indultados y hasta se les ha permitido presentarse a las elecciones o salir del país si lo prefieren mientras la izquierda crítica con el gobierno es atacada y perseguida

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Durante la campaña electoral, oligarcas reaccionarios como María Corina Machado y Edmundo González Urrutia celebraron mítines masivos en lugares donde hace pocos años habrían sido abucheados.

El estado capitalista nunca representa los intereses de los trabajadores

Federico Engels, decía: "la fuerza pública se fortalece a medida que los antagonismos de clase se exacerban dentro del Estado....". Sobre esto entendemos, que la clase dominante es quien tiene el control del aparato del estado, después de un proceso de lucha de clase, no duda en mejorar las debilidades, perfeccionando sus organismos de represión para utilizarlo contra la clase dominada.

En el caso venezolano, después de un periodo de políticas progresivas con Chávez, pero que no acabó con el estado y dejó el proceso revolucionario a medias, se presentó un retroceso profundo de descomposición burocrática con el actual gobierno, dando un giro contundente hacia políticas de derecha sobre la base del falso discurso socialista, el cual busca estabilizar al estado capitalista que nunca dejó de existir.

La propia Constitución bolivariana, aunque representó un paso adelante respecto a la IV República y recogió en el papel algunas reivindicaciones de las masas en lucha, está totalmente condicionada y limitada por el hecho de que el estado y la economía siguen en manos capitalistas. Por eso, llamar a recuperar la Constitución o defender el llamado “estado de derecho” es caer en una trampa. Como también explicaron Engels, Marx y posteriormente mientras la economía y el estado sigan siendo capitalistas la democracia se convierte en una estafa contra el pueblo, en “elegir cada cuatro años que representantes de la clase dominante nos atacan y reprimen”.

Hoy esa idea que siempre explicamos los comunistas se ve más clara que nunca, en Venezuela y en todos los países capitalistas. Sobre la tumba de la revolución bolivariana, que ella misma ha liquidado y enterrado, la  burocracia ha levantado un régimen bonapartista burgués sumamente represivo, ha pulido la estructura del aparato policiaco, militar, creando leyes imponentes con la excusa de los ataques de la ultraderecha y las agresiones del Imperialismo EEUU, pero que también utiliza sin escrúpulos contra la izquierda, los trabajadores y el pueblo humilde.

Se observa un impresionante y desconocido gasto en infraestructuras de inteligencia policial en las barriadas, material antidisturbios entre otros tipos de armamentos, así como la instalación de circuitos cerrados de cámaras de video en zonas importantes, o el control de datos personales de la población mediante el sistema patria.

También vemos como miles de jóvenes de bajos recursos económicos, que sin mayor opción profesional se han entregado a estos destacamentos del estado, son utilizados para infiltrarse en marchas y protestas de trabajadores para causar terror. Esto para nada es un estado de los trabajadores y mucho menos socialista.

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Maduro encabeza un régimen bonapartista burgués, es decir, una forma de gobierno que no se apoya en las masas movilizadas ni en su conciencia revolucionaria, como si ocurría en la época de Chávez.

Construyamos un frente de izquierda que luche por la dignidad y transformación de la sociedad

Maduro encabeza un régimen bonapartista burgués, es decir, una forma de gobierno que no se apoya en las masas movilizadas ni en su conciencia revolucionaria, como ocurría en la época de Chávez, sino en la cúpula militar y el aparato estatal para emplear la represión sistemática contra la izquierda, el movimiento obrero y las luchas sociales. Incluso si en los actuales momentos logra sostenerse sorteando la presión de la protesta, a medio plazo suscitará más rechazo, nuevas crisis y oportunidades para la derecha y el imperialismo gringo.

Por esto la clase trabajadora revolucionaria debemos estar conscientes de que ni la ultraderecha controlada por EEUU, que si llegase al poder lanzaría los mismos ataques y planes de despidos y recortes sociales masivos que están lanzando Milei o Noboa en Argentina y Ecuador, ni la burocracia capitalista aliada a los imperialistas chinos y rusos  representan una alternativa.  El único camino para luchar contra la explotación, miseria y corrupción del capitalismo es construir una alternativa propia, que nos permita crecer con la fuerza de las masas populares y acabar con este estado burgués de burócratas represores, mafiosos, corruptos y capitalistas, instalando un verdadero estado revolucionario regido directamente por los trabajadores y el pueblo humilde organizado.

¡Libertad para los jóvenes y trabajadores humildes injustamente detenidos por luchar por el bienestar del pueblo!

¡Únete a Izquierda Revolucionaria para luchar por una Venezuela socialista y un mundo socialista!


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