Los marxistas están de acuerdo con los economistas. Los beneficios son el combustible de la producción capitalista, sin ellos no habría producción. Pero los apologistas del capital sostienen otras dos proposiciones. La primera es que no hay otro sistema de organización social humana que funcione. Así que el sistema basado en el beneficio continuará para siempre. La segunda es que el sistema de producción basado en el beneficio y la organización social funcionan para el beneficio de todos, quizá en distintos grados, pero no obstante es para todos.
Aquí los marxistas no estamos de acuerdo. Los marxistas reconocen que hay otros sistemas de organización social que han funcionado antes del capitalismo y donde la producción para el beneficio no jugaba ningún papel. Además, en el futuro, los seres humanos pueden desarrollar una organización social que funcione sin que necesariamente el motor sea la consecución de beneficios. El sistema y la organización de la producción para el beneficio, lejos de ser para todos, lo que provoca son unas enormes desigualdades entre los ricos y los pobres, tanto dentro de las naciones como entre las naciones del planeta. Además, el sistema de beneficio capitalista realmente provoca crisis periódicos que generan un masivo desempleo, pobreza y guerras.
Si los beneficios son la savia del capitalismo, entonces su tamaño y crecimiento deberían ser una guía sobre la salud del sistema capitalista. Cuando mayor es el beneficio para los capitalistas, más probable es que el sistema capitalista de inversión y producción prospere, al menos durante un tiempo.
Si eso fuera correcto, ¿qué nos dice sobre la situación actual de la economía capitalista mundial? Para ello podemos coger las mejores cifras de beneficios de los datos proporcionados por EEUU, la mayor economía capitalista del mundo.
¿Qué nos demuestran estas cifras? Podemos más fácilmente medir los beneficios como una parte de la producción nacional anual (PIB). Esto no es lo correcto o la definición marxista de los beneficios en una economía capitalista. Los marxistas definirían los beneficios como la plusvalía producida por una fuerza laboral de la economía. Esa plusvalía es el valor de la producción anual vendida en una economía menos el coste que tienen los empresarios de todas las empresas en concepto de salarios de sus trabajadores. También los marxistas medirían los beneficios teniendo en cuenta el coste de la inversión en maquinaria y materias primas así como el empleo de trabajadores. La medida del gobierno estadounidense simplemente compara los beneficios con las ventas, sin tener en cuenta los costes.
Incluso así, los datos oficiales del gobierno muestran tendencias en el tamaño y el crecimiento de los beneficios. Es útil para juzgar la riqueza del capitalismo estadounidense. ¿Qué revelan las cifras? Demuestran que los beneficios empresariales estadounidenses como una parte del PIB han subido desde el nivel bajo de 2001 hasta alcanzar casi niveles récord en 2005. Pero si se miran a muy largo plazo, los beneficios estadounidenses todavía están por debajo de los niveles conseguidos en los “años dorados” del capitalismo en los años sesenta.
Los beneficios
Los beneficios de las empresas norteamericanas (excluidos los bancos y después de pagar impuestos) representan aproximadamente el 8 por ciento de las ventas totales de este año. Eso es mucho más que el 4 por ciento conseguido en noviembre de 2001, igualando casi el bajo nivel de la recesión económica de 1979-1981. La cifra está por debajo del pico alcanzado en 1997 que fue el 9 por ciento de las ventas. Este nivel de beneficios fue el más alto alcanzado desde los años sesenta, cuando era algo común que los beneficios estadounidenses fueran el 10-12 por ciento de las ventas. Esa fue la verdadera “edad dorada” del capitalismo norteamericano (y mundial).
El sostenido declive de la capacidad de los capitalistas para extraer beneficios de sus fuerzas laborales se revela aún más claramente cuando miramos las cifras de beneficios antes de impuestos. En los años sesenta las corporaciones norteamericanas conseguían unos beneficios anuales del 15-20 por ciento de las ventas anualmente. Después llegó a primera crisis o recesión económica de la posguerra en 1969-1972 que fue seguida por la crisis económica mundial de 1973-1974, que señaló el final de la “edad dorada”. En 1974 los beneficios antes de impuestos cayeron a sólo el 9 por ciento de las ventas, pero después la “recesión de doble pendiente” de 1979-1982 los beneficios alcanzaron un nivel aún más bajo, el 8 por ciento.
Los capitalistas en las economías capitalistas desarrolladas iniciaron entonces una importante ofensiva contra la clase obrera para eliminar todas las conquistas conseguidas por el movimiento obrero durante la edad dorada. Los ochenta vieron las batallas thatcheristas en Gran Bretaña y las reaganistas en EEUU. Los sindicatos fueron aplastados. El estado del bienestar fue desmantelado mediante recortes del gasto y privatizaciones de las industrias estatales.
Incluso así, la tasa de beneficio sólo alcanzó un pico del 10 por ciento en 1989 antes de que la siguiente recesión hicieran caer de nuevo los beneficios al 8 por ciento. Empezaron nuevos ataques a los salarios y condiciones de la fuerza laboral, seguidos con “reestructuraciones” (es decir, reducción de la fuerza laboral y aumento del desempleo). Esto ayudó a recuperar de nuevo los beneficios. A finales de los años noventa la revolución de la alta tecnología también añadió rentabilidad. En 1997 los beneficios antes de impuestos alcanzaron el 13 por ciento, aún por debajo de la edad dorada, pero mucho mejor que durante los años ochenta.
Pero la “tímida” recesión económica de 2001 no fue tan tímida para el capitalismo estadounidense. Los beneficios cayeron al 6 por ciento de las ventas antes de impuestos. El boom desde entonces los han hecho regresar a casi el 12 por ciento.
Pero una vez más este nuevo pico alcanzó su nivel más bajo de los años noventa, en la línea de los años ochenta y aún por debajo de los años setenta. Y por supuesto, por debajo de los niveles de la edad dorada de los años sesenta.
¿Qué nos dice la historia de los beneficios estadounidenses desde los años cincuenta? Demuestra que a largo plazo la salud del capitalismo se está deteriorando. El capitalismo norteamericano, el ascendente poder económico de principios del siglo XX, la potencia económica más fuerte del período de la posguerra, ahora se está volviendo viejo. Hagan lo que hagan las empresas norteamericanas: reducir la fuerza laboral, empleos temporales y parciales, el uso de equipamiento de alta tecnología, la relocalización a lugares más baratos al otro lado del planeta, intentar proteger sus beneficios con barreras arancelarias y restricciones comerciales, parece que no pueden recuperar los grandes días de los años sesenta.
Y el declive de la rentabilidad empresarial en EEUU es un reflejo de las cifras de beneficios en Gran Bretaña, Europa, Japón y Australia. El capitalismo moderno se está debilitando.
La gran ley económica de Marx de la tendencia a la caída de la tasa de beneficios es visible en estas cifras. Hay períodos donde el uso de la nueva tecnología y la capacidad de debilitar la fuerza laboral globalmente y su capacidad de conseguir salarios decentes y mejores condiciones, permite a los capitalistas restaurar parte de su rentabilidad.
Pero se consigue sólo después de períodos destructivos de recesión o crisis económica, cuando millones pierden sus empleos, las pequeñas empresas colapsan en cientos de miles, o incluso peor, cuando los capitalistas engendran guerras que les permitan conseguir mano de obra y recursos más baratos. El período de la posguerra de caída de la rentabilidad ha ido acompañado con el poderoso estado norteamericano derrocando gobiernos progresistas anticapitalistas en América Latina, llevando a cabo una horrible guerra en Vietnam, instalando un estado agente provocador en Israel, en medio del rico en petróleo pero “inestable” Oriente Medio y, por supuesto, ocupando ahora directamente un importante estado petrolero con tropas norteamericanas.
El enorme coste, no sólo en vidas para las masas, sino también en recursos productivos y beneficios que supone el capitalismo, era necesario, pero para el capitalismo. Era necesario para intentar dar marcha atrás en el inevitable declive de la salud económica del sistema.
Sesenta años después de que el capitalismo norteamericano se convirtiera en la potencia económica, política y militar del planeta, ha sido incapaz de restaurar la rentabilidad de sus empresas capitalistas. En la siguiente recesión la rentabilidad se hundirá aún más y requerirá aún más destrucción para ponerse en pie de nuevo.
Las dos grandes proposiciones de los apologistas del capitalismo: que es el único sistema de organización social humana que funciona y que traerá prosperidad para todos, de este modo quedarán al descubierto.