Este año se cumplen 30 años de la muerte de Franco y la coronación del Rey, que abrieron el proceso conocido por la Transición, que en principio debería ser la transición desde el fascismo a la democracia. El tiempo pasado es tan largo como para que una propaganda incesante, que nos expone como el pueblo español fue libre para escoger el modelo de estado y sociedad en el que vivimos, pueda ser creída por amplios sectores de la población; pero los que podemos recordar como fueron las cosas no lo recordamos así.

Durante la transición española el pueblo careció de la oportunidad de decidir libremente y sin coacciones. Los políticos herederos del viejo régimen desde el gobierno, dirigiendo el proceso de evolución política; las especulaciones sobre un golpe militar y la presencia en la calle de la extrema derecha, cuyos crímenes quedaban impunes, desmienten ese pretendido ejercicio de soberanía popular que se quiere hacer creer que existió. El miedo hizo que se renunciara a conseguir una verdadera ruptura democrática y el aparato del régimen fascista: políticos, policías torturadores y jueces del siniestro Tribunal de Orden Público siguieron sus carreras con la monarquía. Llegando algunos a adquirir privilegiados cargos públicos.

El libro se centra directamente en la Transición que empieza con la muerte del viejo asesino Franco y termina tras la aprobación de la Constitución. Su discurso se basa en exponer los hechos probados, lo que le da mayor valor y le sirve para señalar que la Transición es sólo otra manera de decir que, del fascismo a la monarquía constitucional, hay una evolución continua durante la cual seguimos viviendo y en la que es constante el dominio completo por la misma clase dirigente.

Pero la vieja clase gobernante franquista, para tener credibilidad como garante de la democracia, necesitaba que ocurrieran dos cosas: que las organizaciones de la oposición democrática les reconocieran como interlocutores “democráticos” y que la población no les identificara con los extremistas de derecha. Estas dos funciones cubrió la violencia de los fascistas durante los años 1975-81 gracias a la cual la clase política dirigente franquista pudo aparecer como políticos de “centro”, ya que los fascistas eran los grupos de extrema derecha y la oposición democrática rebajó sus condiciones hasta aceptar las de la clase dominante.

Este libro expone cómo esa violencia de ultraderecha en realidad fue tolerada por los primeros gobiernos de la monarquía y sus aparatos policiales y judiciales, cuando no fue simplemente auspiciada, controlada e incluso creada por los propios gobiernos.

Hoy vemos como los políticos herederos del franquismo son los mayores defensores de la Constitución, lo que da idea de lo adecuada que quedó su redacción para ejercer su dominio de clase, pues el objetivo de la clase dominante era llegar al estado actual. Hacía falta un libro así, por lo que su lectura es imprescindible.


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